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La diversidad familiar en el México contemporáneo desde las narrativas literarias

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Academic year: 2021

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CONFLUENZE Vol. 8, No. 1, 2016, pp. 163-183, ISSN 2036-0967, Dipartimento di Lingue, Letterature e

La diversidad familiar en el México contemporáneo

desde las narrativas literarias

Lilia Leticia García Peña UNIVERSIDAD DE COLIMA

ABSTRACT

Family in contemporary Mexico, Latin America and the world in general, has experienced the impact of strong social, cultural, economic and demographic changes that have led to the transformation of family patterns, and to the slow and deliberate conformation of a new and varied stage of family diversity. This work aims to show a depiction of the representation of family diversity in contemporary Mexico based on the review of a body of ten essential narrative works in Mexican literature.

Keywords: family, Mexico. narrative. microsociology. social change.

La familia del México contemporáneo, así como de Latinoamérica y el mundo en general, ha experimentado el impacto de contundentes cambios sociales, culturales, económicos y demográficos que han derivado en la transformación de los patrones familiares y en la conformación, lenta y pausada, de un escenario nuevo y múltiple de diversidad familiar. Este trabajo tiene como objetivo mostrar un panorama de la representación de la diversidad familiar en el México contemporáneo a partir de la revisión de un corpus de diez obras narrativas esenciales en la literatura mexicana.

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Introducción

¿Cómo se construyen e interactúan las identidades en el seno de la familia mexicana del siglo XXI? ¿Cómo aproximarnos a un mapa de las modalidades de familia en el México contemporáneo que muestre los procesos de estáticas y dinámicas sociales que ésta ha experimentado? Este trabajo considera a las narrativas literarias mexicanas, novelas y cuentos, como textos de los que sin olvidar su especificidad estética y precisamente a partir de ella y de su enorme riqueza semiótica, es posible inferir datos que transitando de lo subjetivo a lo objetivo permiten esbozar una categorización de las familias mexicanas contemporáneas. El estudio transversal de obras narrativas esenciales de la literatura mexicana publicadas en el siglo XXI contribuye a revelar las formas que constituyen la diversidad familiar en el México contemporáneo, así como la dirección y naturaleza de los cambios socioculturales que ha cursado.

Materiales y métodos

En estas páginas se analiza la representación de la diversidad familiar en un corpus de diez obras esenciales narrativas, novelas y cuentos, de la literatura mexicana del siglo XXI (con una sola excepción de una novela publicada al borde del nuevo siglo – 1999 – por su valor para el asunto que se estudia): Canción de

tumba (2011) de Julián Herbert (Guerrero, 1971); Enfermario (2010) de Gabriela

Torres (Monterrey, 1982); La noche será negra y blanca (2009) de Socorro Venegas (San Luis Potosí, 1972); Todas las familias felices (2006) de Carlos Fuentes (Panamá, 1928); Educar a los topos (2006) de Guillermo Fadanelli (Ciudad de México, 1963);

Fruta Verde (2006) de Enrique Serna (Ciudad de México, 1959); Cóbraselo caro

(2005) de Elmer Mendoza (Sinaloa, 1949); El camino de Santiago (2000) de Patricia Laurent Kullick (Tamaulipas, 1962) y Cuartos para gente sola (1999) de J.M. Servín (Ciudad de México, 1962).

Para el análisis de los símbolos literarios mediante el cual se estudian las imágenes de la diversidad familiar en los textos, si bien no recurro de modo estricto a la metodología microsocial, sí considero los presupuestos de la perspectiva de Erving Goffman expuesta especialmente en dos de sus obras: La

presentación de la persona en la vida cotidiana y Estigma. La identidad deteriorada. Los

principios microsociológicos de Erving Goffman me han permitido enlazar los procedimientos metodológicos de análisis narratológico literario mitocrítico, de orden cultural, con la aproximación a la lectura de las interacciones sociales cuya interpretación puede ser proyectada a la dimensión macrosocial.

Las obras literarias tienen la potencia para revelar, desde su naturaleza ficcional, ángulos de la realidad invisibles a otras perspectivas. La literatura construye modelos de la realidad con valor estético y cognoscitivo. Precisamente por ello, los principios teórico-metodológicos de Goffman pueden ser movilizados al interior de los textos narrativos literarios, que son entonces, en buena medida, la representación estética de las interacciones sociales del gran teatro de la vida social. Se intenta poner en diálogo la perspectiva del fenómeno de la diversidad familiar a partir del análisis de las obras literarias con las reflexiones desarrolladas sobre el asunto en los estudios socio-antropológicos.

Debe decirse aquí que en cuanto a las categorías esenciales, se entiende por acercamiento microsocial aquel que estudia la vida social a partir de la observación de las interacciones “cara a cara” y que emplea “la perspectiva de la

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actuación o representación teatral” (Goffman, 1981, p. 11) como analogía metodológica. Aunque en los textos literarios no podemos documentar interacciones sociales sino su representación ficcional, es posible proyectar a partir ellos la lectura del fenómeno social en tanto como señala Paul Ricoeur: “La inscripción del discurso es la transcripción del mundo, y la transcripción no es duplicación, sino metamorfosis” (2001, p. 54). La mitocrítica, por su parte, se refiere al método de crítica literaria forjada hacia los años setenta por Gilbert Durand (1993) que se centra en la síntesis constructiva de los relatos míticos inherentes a las obras que pueden ser leídos a partir de su lenguaje simbólico1

. El análisis toma en cuenta el lapso temporal y espacial desde el cual se narra en la obra, así como la fecha de producción y publicación de la misma. También el género, edad y lugar de procedencia de los autores a fin de orientar el estudio en un sentido que permita extraer conclusiones sobre la diversidad familiar representada con respecto a una línea del tiempo y a la geografía del país. Es decir, en la selección de las obras del corpus se ha cuidado que la fecha de publicación de todas se ubique en el siglo XXI, y en un caso, en sus bordes; y que las diégesis narradas se refieran a regiones diversas del México contemporáneo de modo que los resultados proporcionen, efectivamente, un mapa, si bien tentativo, de la diversidad familiar imperante en el México de hoy.

Puesto que este trabajo forma parte de un proyecto mayor que tiene como objetivo la vulnerabilidad, estigmatización y los nuevos actores sociales en la literatura mexicana contemporánea, en el estudio que aquí se desarrolla sobre las identidades familiares se intenta ubicar significados sociales que sugieren la consolidación o surgimiento de actores sociales que puedan protagonizar alternativas futuras.

Es importante subrayar que en tanto “el texto literario a diferencia de otro tipo de textos (instructivos, expositivos, predictivos, etc.) tiene la capacidad de producir varios (y simultáneos) significados, creando una virtualidad informativa inagotable” (Arlendis y Reyes, 2013, p. 20), no se trata de recurrir a las obras como ejemplos o evidencias de estadísticas o datos cualitativos o cuantitativos, sino de acercarse a una lectura de la diversidad familiar a partir de la naturaleza específica del texto literario. Paul Ricoeur mostró con claridad que las obras literarias amplían los significados del mundo narrado capturándolo en su red de signos y símbolos. Es por una parte su fuerza icónica, es decir, la capacidad del texto literario para lograr un aumento estético de la realidad ordinaria representada en sus páginas (Ricoeur, 2001, p. 54) y su fuerza heurística las que permiten que la literatura supere el estatus de espejo, copia, reflejo o ejemplo de la realidad para, en cambio, “abrir y desplegar nuevas dimensiones de la realidad” (Ricoeur, 2002, p. 204).

En cuanto al modo de exposición, en un primer momento se pensó en presentar en un apartado inicial los datos sociales etnográficos y estadísticos y su posterior cotejo, en otro apartado, con las imágenes simbólicas de las novelas y cuentos analizados. Sin embargo, a fin de presentar el trabajo de modo holístico y privilegiar el enfoque de las narrativas literarias se ha preferido ofrecer la aproximación de la diversidad familiar en México a través de las modalidades de familia encontradas en los textos literarios e ir engarzando el diálogo con las

1 Para revisar los fundamentos del análisis mitocrítico de los símbolos puede consultarse García-Peña (2012). Para ampliar el marco conceptual del análisis microsocial de los símbolos literarios a partir de Goffman puede verse García-Peña (2015).

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reflexiones socio-culturales pertinentes. De ahí que el asunto se aborda en el siguiente orden de argumentación:

1. Familias normalizadoras: Las pervivencias de la familia patriarcal 2. ¿La remisión del patriarcalismo?: Divorcio y separación. Hogares con

jefatura femenina. Hogares bisexuales. Hogares reconstituidos. Hogares unipersonales

3. Familias a distancia

4. Familias violentas: una constante desafortunada

A manera de conclusión, el trabajo cierra con unas palabras finales y la proyección de nuevos actores sociales en las familias mexicanas contemporáneas. Resultados

El análisis de 10 obras narrativas mexicanas contemporáneas, en tanto constituyen un corpus de gran valor estético-literario, sus autores tienen diferentes edades, sus experiencias evocan ambientes de distintas ciudades del país2 y todos ellos abordan los sistemas de creencias en torno a la familia,

permitió la aproximación cualitativa a un panorama de la diversidad familiar en el México contemporáneo y del cambio de modelos familiares.

Discusión

Familias normalizadoras: Las pervivencias de la familia patriarcal

¿Qué es la familia? Es la pregunta básica que representa el punto de partida en una reflexión sobre la diversidad familiar, y que implica, desde el principio, la polémica y la revisión de sus categorías. Si para la socióloga argentina Elizabeth Jelin (2007):

La familia es una institución social anclada en necesidades humanas universales de base biológica: la sexualidad, la reproducción y la subsistencia cotidiana. Sus miembros comparten un espacio social definido en términos de relaciones de parentesco, conyugalidad y pater/maternalidad. Se trata de una organización social, un microcosmos de relaciones de producción, reproducción y distribución, con su propia estructura de poder y fuertes componentes ideológicos y afectivos. Existen en ella tareas e intereses colectivos, pero sus miembros también poseen intereses propios diferenciados, enraizados en su ubicación en los procesos de producción y reproducción (p. 95).

Para el sociólogo sueco Göran Therborn (2007) “la familia es una institución social, la más antigua extendida de todas […] es una institución

2 De acuerdo con la información que registra el Catálogo biobibliográfico de escritores de México del Instituto Nacional de Bellas Artes, Guillermo Fadanelli, Enrique Serna y J.M. Servín nacen y residen en la Ciudad de México; Carlos Fuentes nace en Panamá debido a las funciones diplomáticas de su padre y reside también en Estados Unidos, Inglaterra e intermitentemente en la Ciudad de México; Julián Herbert nace en Acapulco, Guerrero y reside en Coahuila; Socorro Venegas nace en San Luis Potosí y ha residido en Cuernavaca, Morelos y Ciudad de México; Patricia Laurent nace en Tampico, Tamaulipas y reside en Monterrey, Nuevo León; Elmer

Mendoza nace y reside en Culiacán, Sinaloa

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definida por normas para la constitución de la pareja sexual y de la filiación intergeneracional” (p. 32). Según Therborn, la familia cristiana europea se transfirió a América con su distintiva monogamia y libre elección de la pareja sentando la bases del modelo familiar tradicional; “otros rasgos clave son la evaluación moral negativa de la sexualidad como tal, el parentesco bilateral — fuera de los linajes aristocráticos—y la ausencia de cualquier obligación moral general hacia los ancestros (ivi, p. 33). De acuerdo con Lasch (1984) la década de 1950 es el período que se considera como el apogeo de la modalidad de familia que reconocemos como la familia “tradicional” (p. 20):

Hacia fines del siglo dieciocho, los principales rasgos del sistema familiar burgués ya estaban firmemente establecidos en Europa occidental y en Estados Unidos […] La práctica del matrimonio arreglado se dejó de lado en nombre del amor romántico y de un nuevo concepto de la familia como refugio frente al mundo comercial e industrial, altamente competitivo y frecuentemente brutal. Marido y mujer, según esta ideología, encontrarían solaz y renovación espiritual en la compañía mutua. La mujer especialmente tendría la función, según una trillada frase del siglo diecinueve, de “ángel consolador” (Lasch, 1984, p. 27).

El sistema familiar burgués afianzado durante el siglo XIX se sostenía en:

lo que los sociólogos denominaron matrimonio de compañía, en un hogar centrado en los hijos, en la emancipación o cuasiemancipación de la mujer, y en el aislamiento estructural de la familia nuclear respecto del sistema de parentesco y de la sociedad en general. La familia encontró sustento ideológico y justificación en el concepto de la vida doméstica como refugio emocional en una sociedad fría y competitiva. El concepto de familia como refugio en un mundo despiadado daba por sentada una separación drástica entre trabajo y tiempo libre y entre vida pública y privada. El surgimiento de la familia nuclear como forma principal de vida familiar es un índice del alto valor que la sociedad moderna adjudicó a la privacidad, y a la glorificación de la misma, a su vez, reflejó la desvalorización del trabajo (ivi, p. 29).

“La familia es un espacio paradójico –subraya Jelin (2007) es el lugar del afecto y la intimidad. Pero es también el lugar privilegiado para el ejercicio de la violencia” (p. 110). En ese sentido, Patricia Laurent Kullick, Premio Nuevo León de Literatura 1999 por El camino de Santiago que se ha vuelto una obra paradigmática en el terreno temático de la locura y lo femenino, y que ha sido reeditada en 2015 por la editorial Tusquets, ofrece en esta novela, la representación de una familia tradicional biparental con hijos que muestra contradicciones y violencias invisibilizadas y cuyo eje es la autoridad del padre. La familia tradicional, con sus premisas patriarcales, aparece como un modelo especialmente agresor de la igualdad y libertad de las identidades puestas en juego en su interior. Es importante subrayar que en el análisis cuantitativo de estas contradicciones los indicadores dejan espacios en blanco sobre aspectos que quedan velados; es lo que Arriagada (2007b) llama “La caja negra familiar”, que se refiere a:

Las dimensiones invisibles y usualmente no medidas, relacionadas con la violencia doméstica e intrafamiliar, los cambios en la forma y el tipo de toma de decisiones del hogar. Asimismo, poco se conoce sobre las formas de

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comunicación, socialización, transmisión de valores e identidad dentro de los hogares y las familias (p. 132).

El camino de Santiago contribuye a mostrar el contenido de esa caja negra

con respecto al ejercicio del modelo familiar tradicional en el México contemporáneo.

La protagonista narra el viaje desde la infancia hasta la vida adulta a partir de su fallido intento de suicidio a los 14 años que deja en ella una sensación de identidad escindida. La madre aparece en sus sueños adolescentes como “un tobogán de piedra” (Laurent, 2003, p. 7). Los recuerdos del padre se asocian al abuso emocional:

Mi padre bebe cerveza con sus amigos. No se ve claramente si están en la sala o en la cocina. Llama a sus hijos uno por uno para hacer los chistes que nos enseñó. Mi cuerpo está muy delgado por la falta de apetito y mi actuación consiste en que, mientras mi padre sopla y sopla, yo debo dar vueltas sobre mi eje simulando estar atrapada en un remolino para luego azotar sobre el piso como tabla (ivi, p. 9).

En la interacción con los hermanos, la protagonista sin nombre de la novela, se siente en momentos fortalecida, acompañada, pero entre ellos opera también un poder en cascada: “También le cuento a mi hermana Lilia. Se escandaliza. Dice que si no le corto las uñas de los pies le dirá a Papá” (ivi, p. 24). El esquema familiar contradictorio, paradójico en el que se mezcla el amor y el maltrato, impacta en las relaciones de pareja que establece la protagonista anónima:

Me encuentro magullada. Encerrada bajo llave en el estudio del departamento de Vicente. Me ha pedido a golpes que recapacite. Una relación es de dos y no es posible terminarla sin consultarlo. Me pensaba más inteligente, dice.

Tengo dolor en la espalda. Me torció el brazo derecho hasta hincarme y sacarme lágrimas de impotencia (ivi, p. 26).

En El camino de Santiago, la familia es una institución férrea, no hay divorcio ni separación, el núcleo es inquebrantable, pero en su seno predomina la vigilancia, el castigo y el miedo:

Estoy en la oscuridad del patio trasero, castigada. La fotografía empieza justo en la oscuridad. No registro el motivo de tan severo castigo, sólo el enojo y el vuelo bajo la axila de mi padre llevándome al patio. Lo oigo que amenaza a los miembros de la familia y dirige su dedo acusador ante el asombro de mi madre. Pobre de aquel que me deje entrar o me lleve un vaso de leche en la cena […] El terror me invade. […] Estoy sola. El miedo palpita en las sienes y redobla en las venas (ivi, p. 31-32).

El padre como símbolo de la autoridad incuestionable y distante, reforzada por el silencio de la madre, sólo es destituido por el tiempo y la ancianidad: “Mi padre, derrotado ya por la vejez y el hastío […]” (ivi, p. 26).

El camino de Santiago sugiere que en la familia pueden establecerse

relaciones que reproducen a escala microsocial lo que Giorgio Agamben (2005) recuerda como “Estado de excepción”. Jurídicamente, el “Estado de excepción”

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es “ese momento del derecho en el que se suspende el derecho precisamente para garantizar su continuidad, e inclusive su existencia” (ivi, p. 5). Un efecto social se justifica a partir del “Estado de excepción” cuya vigencia actual, bajo estrategias sociales diversas, argumenta Agamben: La nuda vida, aquella a la que se puede dar muerte sin cometer delito. Si bien en la familia no necesariamente se consigna la muerte literal, las experiencias de excepción se vinculan con el efecto de biosegregación que señala Bauman (2008) como identidades marcadas (p. 39), apartadas a una zona de desigualdad y deshumanización. En El camino de

Santiago la familia aparece como un espacio fértil para la generación de estigmas

y estereotipos: “Lo que nunca pude copiar es el método para el buen entendimiento. Vivo con una faltante en esa área. Batallé a la hora de comprender las reglas del juego […]” (Laurent, p. 10).

En Enfermario de Gabriela Torres y en Educar a los topos de Guillermo Fadanelli se encuentran también representaciones de la familia normalizadora. En estas dos obras se subrayan tres efectos de la familia tradicional autoritaria y contradictoria: la fragmentación de las identidades en su interior, la diferencia vista como anormalidad y el sujeto distinto considerado como individuo a corregir.

Erving Goffman explica que la noción de identidad no es un concepto plano y unívoco, sino que puede entenderse como un poliedro en cuyas aristas se cruzan tres ejes: la identidad social, la identidad personal y la identidad del yo. La identidad social y personal responde a las expectativas y definiciones que los otros tienen de la persona; la identidad del yo o autoidentidad, es decir, la que el individuo se atribuye a sí mismo (Goffman, 1986, p. 126-127) es una experiencia subjetiva. Entre estos ejes pueden surgir contradicciones. De acuerdo con las obras de Torres y Fadanelli, es precisamente el interior de la familia uno de los espacios sociales en donde pueden gestarse las más violentas experiencias de contradicción para la identidad de la persona.

La joven narradora Gabriela Torres publicó el libro de cuentos Enfermario en el Fondo Editorial Tierra Adentro del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes En Enfermario, la anormalidad, la desviación y la patología recorren los cuentos en los que se representa la fragmentación simbólica de los cuerpos: “sueña que se fragmenta…” (2010, p. 9), y con ello de las identidades. La obra es una colección de 20 cuentos en los que predomina la imagen de la familia como el espacio de la enfermedad, del abuso y el maltrato en contrapunto contradictorio con referentes amorosos de solidaridad y cuidado. En “Trece punto dos”, el cuento que abre el libro, lo diferente adquiere proporciones monstruosas: “El doctor finge la naturalidad de una cesárea cualquiera pero en todos sus años nunca había sentido esa experiencia de aberración, ni siquiera cuando lo vio en el libro de deformidades neonatológicas” (ivi, 12). La diferencia se sufre como una vergüenza: “[…] sólo al padre se le dijo, en un rincón, que estaban pegadas […] Sintió vergüenza, no pena […] Pero no sabe que éste no es un defecto genético, sino una mutación durante la gametogénesis o el desarrollo poscigótico” (ivi, p. 13).

Los cuentos de Enfermario señalan la condición de anormalidad, de diferencia, de falta, así el personaje de Vasudeva llora el vacío de la hermana siamesa que le fue separada al nacer: “Vasudeva llora por las noches. Insiste a su mami que le duele cinco centímetros encima del hombro” (ivi, p. 9). En el resto de los cuentos la anormalidad toma muchas formas de simbólica monstruosidad al interior de la familia, como enfermedades mentales: “Ella está a punto de

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cortarse las venas […] Hace unas horas: el señor Rodríguez le comunica a su esposa que ya no puede tolerar su neurastenia. Le quitará los niños porque ella no puede criarlos más” (ivi, p. 39); tumores y mutilaciones: “Mi hermano y yo especulábamos que fue un suicido, mamá lo negaba. Luego nos dimos cuenta de que sí, a la tía se le empezaba a necrosar el otro pie” (ivi, p. 78) o síndrome de Tourette:

Y qué si tiene Tourette, dijo el padre a su esposa en un acto por hacer feliz a la hija. El hombre estaba preocupado, se sentía culpable de haber traído a una niña que quizá estaba predeterminada genéticamente por él; maldecía a sus ancestros cada vez que un nuevo tic aparecía (ivi, p. 26).

Guillermo Fadanelli es uno de los escritores mexicanos más significativos en el panorama de la narrativa mexicana actual, su perspectiva cruda y crítica de la realidad le permite afrontar en su obra los espacios sociales e íntimos en los que los sujetos se muestran más vulnerables y frágiles. Guillermo Fadanelli aborda el tema del sujeto dentro de la familia que precisamente por incorregible convoca todas las medidas posibles de corrección. En Educar a los topos(2006) narra, desde una perspectiva autobiográfica, la historia de un adolescente de clase media urbana del Distrito Federal que, entre los años sesenta y setenta, es enviado por su padre, como medida disciplinaria y correctiva, a una escuela secundaria militarizada.

Con respecto a estos tres efectos de la familia tradicional autoritaria que hemos advertido en los textos de Torres y Fadanelli – fragmentación, monstruosidad e individuo a corregir – es importante señalar que Foucault reconoció que la anatomización del individuo, su fragmentación simbólica, constituye una técnica del biopoder desde el cual se ejerce el control de los cuerpos con consecuencias macrosociales. Así también, el pensador francés afirmó en Los anormales que las figuras del monstruo y el individuo a corregir son dos de las estrategias normalizadoras y disciplinarias que, desplegadas al interior del espacio familiar, constituyen la genealogía de la “anormalidad” en nuestras sociedades:

Es la familia misma en el ejercicio de su poder interno o la gestión de su economía; o, a lo sumo, la familia en su relación con las instituciones que lindan con ella o la apoyan. El individuo a corregir va a aparecer en ese juego, ese conflicto, ese sistema de apoyo que hay entre la familia y la escuela, el taller, la calle, el barrio, la parroquia, la iglesia, la policía, etcétera. De modo que ése es el campo de aparición del individuo a corregir (Foucault, 2007, p. 63).

Para finalizar este apartado, es relevante señalar que en Enfermario aparece de manera marginal pero muy significativa un tipo particular de familia –que veremos reiterado más adelante- en el que la hija, o hijo, soltero asume las responsabilidades económicas de la familia nuclear en sustitución del padre por enfermedad, muerte o abandono:

El mismo [dinero] que usará para comprar la insulina de la diabetes de su madre mientras se arreglan los trámites para compartirle los beneficios del Seguro social. El mismo que sus hermanos no le darán porque tienen sus propias familias que mantener y es a la hermana soltera a quien le tocan esas responsabilidades desde que su padre murió” (Torres, 2010, p. 85).

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¿La remisión del patriarcalismo?: Divorcio y separación. Hogares con jefatura femenina. Hogares reconstituidos. Hogares bisexuales. Hogares unipersonales.

Socorro Venegas, narradora que estudió Comunicación Social, y que es entusiasta promotora en el áre a del fomento a la lectura para niños y jóvenes en el país, obtuvo el Premio Nacional de Novela Carlos Fuentes, Gobierno del Estado de Veracruz/CONACULTA, 2004 por La noche será negra y blanca. La novela narra la vida de una familia tradicional patriarcal biparental con hijos pero que experimenta transformaciones importantes con respecto a las que revisamos antes. El texto se organiza desde la perspectiva de una mujer, Andrea Magadán, que se remonta en la historia a sus trece años. La figura del padre ocupa un lugar central en la novela, ya el epígrafe orienta la lectura: “Mis escritos trataban de ti, no hacía más que depositar en ellos las quejas que no podía hacerte directamente, apoyado en tu pecho. Era una despedida de ti, dilatada expresamente. Franz Kafka, Carta al padre”. La imagen de una familia patriarcal, autoritaria y paradójica como las otras familias que revisamos en el apartado anterior se repite y se condensa en un pasaje de la novela:

Tanto daño en tan poco tiempo. El poder absoluto es de los padres.

A Gabriel y a mí nos diste dolor y ciertamente alegría. Era un amor difícil el que teníamos (Venegas, 2009, p. 110).

Sin embargo, hay un evento que produce un giro radical en la familia. El hermano menor, Gabriel, muere accidentalmente y este hecho precipita la ruptura de la familia. El padre abandona el hogar para reaparecer en la vida de su hija diez años después, una hija que revisa escribiendo en un cuaderno el sentimiento profundo que la unía dolorosamente a un padre alcohólico y distante:

Imposible no admirar la manera en que papá se deshacía de los obstáculos que lo separaban de un trago. Y qué pena sentíamos por mi madre humillada, sola y quejumbrosa (ivi, p. 47).

Todo lo que tengo es esa arrogancia y el amor por mi padre. La necesidad de cuidarlo. Sí, digo para mí, siempre cuidaré de él.

A través del tiempo, ninguna promesa mía ha sido más dolorosa. E imposible de cumplir (ivi, p. 15).

y asume su derecho a despedirse para siempre de él:

[…] y me pregunto por qué debe seguir siendo mi padre un hombre que decidió desaparecer de mi vida hace diez años. ¿No me toca ahora a mí decidir si quiero hacer lo mismo? (ivi, p. 113).

Mi padre se alejaba, yo también. Éste era el milagro: la canción de una niña que había soltado su globo para verlo desaparecer en el cielo inmenso.

Estoy lista para verlo desaparecer (ivi, p. 128).

Es importante recordar que la relevancia del divorcio y la separación como agente de transformación de la familia mexicana que sugiere La noche será negra y

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blanca encuentra una correspondencia con las estadísticas oficiales que entre 1994

y 2013 arrojan un ascenso a nivel nacional de 35,029 a 108,727 divorcios, número total en el periodo indicado (INEGI 2015)3.

El deslizamiento de los principios de una familia patriarcal en La noche será

negra y blanca es testimonio del fenómeno social que consignan Salles y Tuirán

(1998):

La transformación que experimenta la familia en México y en el mundo con respecto al modelo tradicional, en el que el hombre adulto, esposo y padre, representa al proveedor económico y la autoridad fundamental, va más allá de la familia misma y responde a condiciones de orden macrosocial: […] las transformaciones en la familia son frecuentemente lentas, permeadas de vaivenes, y no tienen un sentido unívoco (p. 84).

Como consecuencia de esas transformaciones, de acuerdo con los datos estadísticos puede afirmarse que actualmente en México 89 hogares son familiares y el resto, no familiares. De cada 100 hogares familiares: 70 son nucleares (formados por padre, madre e hijos o sólo la madre o el padre con hijos, o una pareja sin hijos); 28 son ampliados (un hogar nuclear más otros parientes); 1 es compuesto (un hogar nuclear o ampliado más personas sin parentesco con el jefe del hogar). Y de cada 100 no familiares, 93 son unipersonales y 7 es corresidente (dos o más personas sin relación de parentesco) (INEGI 2015a).

De acuerdo con Salles y Tuirán factores de carácter amplio que han impactado en el proceso de diversificación en la familia son: cambios en la estructura productiva, disminución del poder patriarcal, prácticas e imaginarios que superan a la sexualidad en su función única de reproducción. Las tendencias generales se incardinan en culturas específicas de modo que las causas y efectos pueden varían de uno a otro contexto socio-cultural. En este sentido, otros fenómenos generales y comunes a los distintos contextos latinoamericanos son, de acuerdo con Salles y Tuirán (1998), el incremento de separaciones y divorcios, aumento de relaciones sexuales antes del matrimonio, aumento de hogares en los que las mujeres realizan trabajo extradoméstico, aumento en nivel y número de familias en condición de pobreza, aumento de hogares monoparentales con jefatura femenina (p. 87), si bien algunos de estos factores más que ser importantes por su novedad, pueden serlo por la explicitación de su existencia que en otros momentos históricos quedó encubierta por el predominio público del modelo familiar nuclear.

Arriagada (2004) concluye que:

En resumen, se asiste a cambios centrales en la organización y estructura de hogares y familias en la región latinoamericana, entre ellos cabe destacar el aumento de hogares y familias con doble ingreso, con jefatura femenina y el crecimiento de los hogares unipersonales. Asimismo, se pudo determinar que en ciertos tipos de familia y etapas del ciclo de vida familiar se encuentra una relación más estrecha con la pobreza y la indigencia (p. 30).

3 Cabe recordar que el sitio web del Instituto Nacional de Geografía y Estadística proporciona las cifras oficiales, actualizadas y confiables acerca del territorio, la población y la economía de México.

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Por su parte, a finales de los años noventa la agenda pública en México reconoció como prioridades nacionales en cuanto a políticas de población los cambios en las estructuras familiares, el envejecimiento demográfico, el incremento de la migración, la pandemia del VIH/SIDA y la globalización (Conapo, 2009, p. 133). Como esenciales el Consejo Nacional de Población destacó los siguientes factores de impacto en la dinámica de los hogares: el descenso y retraso de la nupcialidad, el incremento de las uniones consensuales y las rupturas conyugales, los cambios en los patrones de nupcialidad y reproducción y el descenso de la fecundidad y la mayor presencia de las mujeres en los espacios extradomésticos (ibidem).

En el Informe de Ejecución del Programa de Acción de la Conferencia

Internacional sobre la Población y el Desarrollo 1994-2009 en cuanto al panorama

general de “Las transformaciones de la dinámica y estructura de la familia mexicana” el documento destaca el tamaño promedio de los hogares (de 4.9 miembros hasta 1990 a cuatro miembros por hogar en 2005) (ivi, p. 134), e identifica como factores de impacto en la disminución: la viudez, separación, divorcio, envejecimiento de la población que plantea el desafío de hogares integrados únicamente por personas de la tercera edad (ivi, 137) y las prácticas migratorias.

Arriagada (2007a) estudia la transformación de las familias latinoamericanas como consecuencia de los procesos de modernización y globalización. De la revisión del trabajo de Arriagada (2007a) se observa que entre 1990 y 2005 las familias urbanas latinoamericanas se han diversificado en varios sentidos como son la disminución del modelo de familia nuclear biparental con hijos, el tránsito de familias con hombre proveedor a las de “familias de doble ingreso” y especialmente el aumento de las familias con jefatura femenina que:

adquiere visibilidad y se ha analizado ampliamente en la región latinoamericana, especialmente en México y Centroamérica (Cepal, 2004; Chant, 2003; López y Salles, 2000). Desde una perspectiva demográfica, se relaciona con el aumento de la soltería, de las separaciones y divorcios, de las migraciones y de la esperanza de vida. Desde un enfoque socioeconómico y cultural, obedece al aumento de la educación y a la creciente participación económica de las mujeres, lo cual les permite la independencia económica y la autonomía social para constituir o continuar en hogares sin parejas. Actualmente, casi un tercio de las familias en América Latina están encabezadas por mujeres (29.1 por ciento en 2005) (ivi, p.13).

Mercedes González de la Rocha (1999a) confirma que de acuerdo con la información que ofrece la CEPAL:

En primer lugar es claro que estos hogares [con jefatura femenina] han aumentado en los últimos años en todos los países. En segundo lugar, no es ocioso subrayar que los hogares encabezados por mujeres se encuentran en todos los estratos socioeconómicos y que su aumento se ha dado, tanto entre la categoría de los no pobres como entre los pobres y los indigentes (p. 31).

Julián Herbert nació en Acapulco, Guerrero en 1971, narrador y poeta radicado en Coahuila desde 1989. Su novela Canción de tumba cuya calidad

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literaria ha sido ampliamente reconocida, especialmente por el XXVII Premio Jaén de Novela (España) y por el Premio de Novela Elena Poniatowska 2012, es un testimonio claro y relevante de la presencia de las madres solas. Novela decididamente autobiográfica: “Nací el 20 de enero de 1971 en la ciudad y puerto de Acapulco de Juárez, Guerrero” (Herbert, 2012, p. 78), en la que el protagonista narra los días de agonía de su madre, así como recuerdos de la infancia y la adolescencia que transcurrieron mientras ella, con sus hijos, recorría el país ejerciendo la prostitución para mantener a la familia. Si la novela de Socorro Venegas está presidida por un epígrafe que proviene de la “Carta al padre” de Kafka; la novela de Herbert lo está por una frase de Armando J. Guerra: “Madre solo hay una. Y me tocó”.

Canción de tumba es una afirmación de la madre que supo serlo a pesar de

la soledad y la violencia paterna, y que siembra en sus hijos un amor a la vida, que aún en la pobreza y la limitación social y económica, les abre los horizontes del futuro y de su propia paternidad: “Mamá fue la culpable. Viajábamos tanto que para mí la Tierra era un polígono de mimbre limitado en todas direcciones por los rieles del tren” (ivi, p. 13). Esta novela es muy interesante en términos de la representación de la diversidad familiar porque el protagonista después de tener dos hijos de una primera unión, establece una familia reconstituida con Mónica: “Conquisté la paternidad a los veintiuno. Luego, a los veintidós, me separé de mi mujer” (ivi, p. 82). Mónica, por una parte, es a su vez hija de padres divorciados: “Mónica ha leído tantas veces La vida en la tierra que casi la conoce de memoria; fue, junto con el divorcio de sus padres, uno de los tajos que marcaron su niñez” (ivi, p. 183); y por otra, se divorcia también para fundar esta nueva familia: “En un par de meses ella renunció a su trabajo en una televisora, desmontó su casa en la capital, pidió el divorcio y se mudó a mi ciudad” (ivi, p. 88). En esta familia reconstituida nacerá Leonardo: “Leonardo nació el 25 de septiembre de 2009: dos semanas después de la muerte de mamá. Por poco y se conocen. Me da un ligero escalofrío la forma en que el azar colocó estas dos muescas en mi vida (ivi, p. 193). El protagonista se entrega esta vez a la paternidad con todo su ser: “Nunca experimenté nada tan extenuante como la paternidad” (ivi, p. 201).

En Canción de tumba, se reitera además, aquel patrón familiar que advertimos en Enfermario, el hijo soltero que, ante las responsabilidades que demanda la familia, asume el vacío que deja la ausencia paterna:

Mientras cursaba el último semestre de la prepa [educación media superior en México], aproveché mis noches y madrugadas para monitorizar y diagnosticar información radiofónica a cuenta del PRI y el gobierno, una tarea infamante por la que cobraba un sueldo justo. Poco después, al graduarme del bachillerato, me inscribí a dos carreras universitarias y acepté prematuramente dar clases de redacción en una escuela secundaria privada de registro irregular que regalaba a sus ilegales maestros con sueldos inferiores a los que cobra un albañil. Decidí convertirme en un paterfamilias: durante cerca de dos años le prohibí a mi madre acudir a los prostíbulos; el dinero lo ganaría yo (ivi, p. 82).

Enrique Serna forma parte de la generación de narradores mexicanos nacidos en los cincuenta como Juan Villoro, Laura Esquivel, Daniel Sada o Xavier Velasco. Ha logrado consolidar una voz muy personal en sus novelas y cuentos, y ha obtenido los premios Mazatlán de Literatura 2000 por El seductor de la patria

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y Premio Nacional de Narrativa Colima para Obra Publicada 2004 por Ángeles del

abismo. Además fue incluido por el escritor y crítico José Agustín en la Antología de la novela mexicana del siglo XX publicada por la editorial Nueva Imagen en

2005. Fruta verde es la sexta novela publicada por Enrique Serna y lleva por epígrafe el verso de Jaime Sabines: “Casi todas las madres son criaturas de nuestros

sueños”. La novela recupera la experiencia bisexual de un joven universitario,

German Lugo, con el dramaturgo Mauro Llamas, teniendo como trasfondo durante toda la obra las relaciones familiares de Lugo. Primero desatando el conflicto entre la madre y el hijo:

- Ay Germán, no me hagas reír – Paula atacó a fondo con un tono irónico muy hiriente - . El otro día me dijiste imbécil porque según tú no sé nada de la vida. ¿De verás crees que ese maricón te invita a su casa para hablar de teatro? ¿Entonces cuál de los dos es el más imbécil? (Serna, 2006, p. 126).

Y, pasado el tiempo, construyendo la aceptación y el respeto por la diversidad sexual en el escenario familiar:

Necesitaba, sin embargo, encontrar una bisagra que uniera simbólicamente a mi madre con Mauro […] recordé una de nuestras charlas íntimas, un año antes de su muerte (Serna 305)

- En resumen, preferiste ser infeliz que ser anormal […] El mundo está lleno de monstruos felices […]

- Eso fue lo que hiciste con Mauro, ¿verdad? – me reviró por sorpresa - . Cuéntame, ahora que estamos en noche de confidencias. ¿Te has acostado con ese hombre? […]

- Fuimos amantes dos años, ahora somos amigos – me atreví a confesarle […] (ivi, 306-307)

Por una parte en el panorama de las sexualidades alternativas, Germán Lugo descubre y asume su preferencia bisexual:

Hay un repudio generalizado a la gente que lleva una doble vida. Pero si la doble vida significa disfrutar el doble, tener simultáneamente dos ángulos para observar la existencia, ¿en nombre de qué se atreven a condenarla? […] La gente quiere certezas, definiciones claras, no ambigüedades, y como yo no podré darle gusto nunca, presiento que nadie tendrá la benevolencia de aceptarme tal como soy (ivi, p. 264).

Tras un periodo de borrascosa indefinición, en los últimos veinte años yo me había inclinado principalmente por las mujeres: había tenido un largo matrimonio con Julia, la madre de mi única hija, y ahora vivía con Renata en unión libre (ivi, p. 296).

Por otra, vemos en la familia nuclear a la que pertenece Lugo, otra modalidad de familia transformada por el divorcio de los padres del protagonista, pero que está vez, en lugar de aniquilar los lazos paternos, genera relaciones más sanas y robustas entre los hijos y los padres ya separados:

[Paula] no se arrepentía de haber tomado la iniciativa: más bien le dolía haberse tragado tantas humillaciones (ivi, p. 15).

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Paradójicamente, el divorcio los había acercado en vez de alejarlos, pues aunque Luis Mario sólo viera a sus hijos una vez por semana, ahora tenía con ellos una convivencia real (ivi, p. 32).

De acuerdo con la información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en el sentido de que la población unida conyugalmente ha disminuido (tasa bruta de nupcialidad de 7.0 en 1970 a 4.9 en 2013 (INEGI 2015) rupturas han aumentado (Indicadores de divorcio de 1980-2013 4.4 en 1980 a 18.6 en 2013, ibídem) y la mayoría de los hogares monoparentales son dirigidos por mujeres (Gómez, 2014); confirman al mismo tiempo que en el panorama de diversidad familiar México conserva los hogares familiares tradicionales dirigidos por un hombre de forma mayoritaria (8 de cada 10). Por lo que respecta a los hogares de diversidad sexual, las cifras oficiales son un tema todavía escasamente preciso en las estadísticas del país tanto en cuanto a la edad como a la definición de grupos. Sin embargo, es posible, como sugiere la lectura de Fruta verde, advertir la aceptación cada vez más generalizada y validada jurídicamente de familias constituidas sobre la base de la diversidad sexual.

Otro modelo familiar que se ha impuesto en nuestros días con mayor presencia es el de carácter unipersonal que como señala Arriagada (2007a) responde a los procesos de individualización propios de la modernidad desde los cuales las personas deciden vivir solas ya sean jóvenes, que renuncian o postergan la unión, o adultos longevos. De acuerdo con las estadísticas del INEGI, los hogares unipersonales han pasado de 663,452 en 1950 a 1’859,252 en 2005. El Consejo Nacional de Población proyecta que para el año 2030, el total de hogares unipersonales habrá pasado de representar el 8.2% del total de hogares en 2005 al 11.8 %.

J.M. Servín, narrador de formación autodidacta, colaborador en diversas revistas y periódicos del país como El Ángel del Reforma, La Crónica Cultural, La

Jornada, Letras Libres, Moho, Nexos, Revista Mexicana de Cultura, Revista Equis, Sábado del Unomásuno, Ventana Interior, entre otras. Durante siete años trabajó

como indocumentado en gasolinerías, cocinas y campos de golf en Nueva York, Irlanda y Francia. Premio Nacional de Testimonio Chihuahua 2001, INBA/CONACULTA y Gobierno del Estado de Chihuahua, por Periodismo Charter. Primer lugar de historieta en la Semana Negra de Gijón, 2000, por El Antojo. Finalista del I Premio Internacional de Literatura Independiente, Opera Prima, Madrid, 2001. Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez 2004 en la categoría de reportaje escrito (Catálogo biobibliográfico de escritores de

México)

Servín publica en 1999, al borde del nuevo siglo, Cuartos para gente sola. La novela se narra desde la perspectiva de un personaje protagonista – Edén Sandoval – que aparece como un individuo anodino y gris en un entorno urbano: “[…] al éxito lo conozco de oídas”, dice el personaje (Servín, 2004, p. 42). Ahora vive solo, “Ahora sólo me quedaba conmigo mismo” (ivi, p. 89), pero vale la pena repasar con él sus recuerdos infantiles porque en su familia nuclear encontramos de nuevo un patriarcalismo arrasador: “Traté de ubicar mis ideas en torno a pasajes más gratos en mi relación con mi padre, pero no pude, es más, hasta la fecha no recuerdo ninguno. En todos estaba medida la competencia, el reto y la derrota mía ante su fuerza y soberbia” (ivi, p. 59). En el ambiente familiar se subraya la modalidad de un padre que nulifica a la figura de la madre en todos

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los espacios de la vida diaria y se encarga personalmente de la educación cotidiana:

De pequeño mi trato era casi exclusivamente con mi padre, mi mamá sólo se ocupaba de mí para llevarme a la escuela, darme de comer y bañarme. El resto de mi educación corría por cuenta de él. Tenía un temperamento muy fuerte, casi siempre estaba molesto por algo […] Le gustaba que todo saliera bien y quería que yo actuara igual, sobre todo cuando me ponía a leer en voz alta: cualquier tartamudeo o error de pronunciación lo destrababa de un sopapo. […] Nunca me premió por mis triunfos, lo tomaba como una consecuencia lógica de sus enseñanzas […] (ivi, p. 57).

La familia de origen del personaje vive en un vacío emocional y afectivo profundo: “En todos esos años, no recuerdo haberlo visto abrazar a mi madre” (ivi, p. 59). En su edad adulta el personaje opta por la vida solitaria. Lo interesante es que vivir en soledad es una elección que aparece claramente representada como una decisión individual de resonancia colectiva, macrosocial:

Desde que vivo en la vecindad jamás había escuchado un llanto infantil o mención de que alguien tuviera familia. Según sé, éstos son cuartos para gente sola, pues la dueña no permite parejas o familias completas (ivi, 41).

Las habitaciones están ocupadas por tipejos huidizos y derrotados por el mundo de las buenas oportunidades. Quizás haya algún estudiante de provincia, son un caso aparte, van de paso y se creen diferentes porque tiene aspiraciones […] Lo curioso es que luego que terminan la escuela no saben a dónde ir, y se quedan en pensiones como ésta aún después de obtener trabajo en oficinas o fábricas (ivi, 42).

En medio del tono violento, sombrío y amargo de la vida del personaje, la soledad emerge como la única gratificación y alivio, la que; como seres ensimismados, no es posible alcanzar junto a los otros:

Abrí el cuarto y me detuve en el umbral, las sombras proyectadas en las paredes me parecieron hermosas por su sensación de abrigo y tranquilidad que hacía mucho no sentía […] La sombra de la ventana se reflejaba en diagonal sobre mi caja de libros y en una esquina de la cama […]. (ivi, p. 91).

Familias a distancia

Arriagada (2007a) estudia también el proceso de fragmentación familiar que resulta de la migración como realidad económica del mundo contemporáneo y que genera un nuevo tipo de familia: “las denominadas familias a Distancia” (p.14).

Cóbraselo caro de Elmer Mendoza es una novela que retoma como referente

la obra magistral Pedro Páramo de Juan Rulfo. El personaje protagonista, Nicolás Pureco, se propone encontrar y reconstruir el montón de piedras en las que, según el desenlance de la novela del maestro jalisciense, queda convertido el cacique al morir asesinado. La novela de Mendoza reflexiona en torno al asunto de la identidad mexicana desde varios ángulos; para este trabajo lo que es pertinente advertir es una representación sumamente interesante de la familia mexicana con relación al tema migratorio. Nicolás Pureco es hijo de humildes

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migrantes de Michoacán, vive en Chicago, es un hombre exitoso propietario de restaurantes de cocina mexicana y asimilado al modo de vida de los Estados Unidos, casado con una norteamericana. La muerte de sus padres, sin embargo, lo hace salir de su comodidad, al encontrar entre sus pertenencias un libro que aún sin saber leer según el texto, ellos entienden y encarnan, Pedro Páramo:

Fue curioso: en cuanto les llegaron sus papeles murieron de muerte natural. La tía Carmelita me informó que querían descansar en su tierra [ser enterrados en su pueblo de origen], ¿será posible, con más de treinta años acá que quieran regresar a su pueblo polvoriento, tendrá algún sentido? Gasté un dineral en ese capricho, por esos días andaba muy ocupado con lo de la demanda. Mientras disponían los cuerpos para viajar revisé la casa, encontré un ejemplar de Pedro Páramo ¿Y esto? En su habitación; la misma tía, que ese día regresó a Zacapu para siempre, me platicó que lo hojeaban y que cuando no quedaban suspensos se desternillaban de risa, con los ojos llorosos terminaban diciendo que lo que ahí se contaba era igualito a lo que le había ocurrido a algún amigo y a no pocos miembros de la familia. Tía, pero ellos no sabían leer, Lo mismo digo (Mendoza, 2005, p. 32).

Nicolás Pureco se propone regresar al país de sus orígenes y reencontrarse con sus raíces, la novela afirma: “¿No puedo ir a la tierra de mis padres, reconocer mis raíces?” (ivi, p. 65 ); “Qué fuerte es la herencia de nuestros padres, ¿verdad?” (ivi, p. 35).

La familia representada en Cóbraselo caro es una familia a distancia que aparece como un referente sólido, protector y amoroso para el personaje:

Nick soñó anoche […] Se encontraba bajo una cruz de ceniza hecha sobre un cristal muy claro, un moño de palma bendita le cubría la cara y no podía moverse, él y su familia se refugiaban de un pavoroso ciclón en una casa pequeña [..] (ivi, p. 14).

En otro pasaje, el recuerdo de los padres se asocia a la belleza y la paz:

Después de un largo viaje se hallaban a un lado del volcán Ceboruco en Nayarit y la puesta de sol era de una belleza humillante. Bebían ginebra fría. Pureco pensó en sus padres muertos hacía tiempo […] (ivi, p. 16).

En la modalidad representada de la familia a distancia, sus integrantes parecen fortalecer sus lazos y constituirse como un soporte sólido y resistente contra las adversidades:

Mi padre se llamaba Nicolás y mi madre Eréndira […] lo mejor es que sabían acompañarse, vivir juntos, pelear y contentarse […] siempre comieron frijoles, carnitas de cerdo, tortillas y calabazas. No les impactó el modo americano, es posible que jamás probaran una hamburguesa o un pastel de manzana. Nunca encanecieron, ni siquiera porque la mitad de sus años vivieron aterrorizados por la migra, hasta que los convertí en ciudadanos americanos (ivi, p. 31).

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Familias violentas: una constante desafortunada

Todas las familias felices es uno de los últimos libros de Carlos Fuentes

quien a lo largo de su obra nos permite acceder a la representación del friso del México contemporáneo, así como de su memoria cultural, desde el pasado prehispánico hasta los primeros años del siglo XXI. Todas las familias felices, publicado en 2006, se compone de 16 narraciones hilvanadas por coros poéticos en los que el autor cede la palabra a los individuos más vulnerables y violentados en el entorno mexicano actual. El título del libro se toma de la primera línea de la novela Ana Karenina de León Tolstoi: “Todas las familias felices se asemejan, cada familia infeliz lo es a su manera”. En los relatos, Carlos Fuentes traza los retratos de familia que se ven caracterizados por su vinculación con la corrupción laboral, las infidelidades, la ambición, la soledad, los juegos de simulación. Fuentes sintetiza la práctica de la violencia al interior de la familia en unas líneas del relato “La sierva del padre”: “Yo vengo de una familia en la que cada miembro dañaba de algún modo a los demás. Luego, arrepentido, cada uno se dañaba a sí mismo” (Fuentes, 2006, p. 276).

El proceso de transformación de las dinámicas sociales y culturales que operan al interior de las familias y en el espacio de las interacciones sociales es lento, heterogéneo e incluso contradictorio. Como señala Tuirán (1993) “Dentro de la sociedad – y en el interior de cada uno de los grupos sociales que la integran – se entremezclan formas nuevas y viejas de convivencia y organización familiar” (p. 20). En ese panorama es posible afirmar que las dinámicas familiares contemporáneas están vinculadas en México a serias problemáticas sociales: Violencia intrafamiliar (1 de cada 4); maltrato infantil; alcoholismo; drogadicción; estrés familiar; incremento de enfermedades emocionales; impacto de la migración (1 de cada 4 mexicanos tiene 1 familiar migrante) (Consejo Nacional de Población,2009: 143).

Una de las variables determinantes en la diversidad familiar mexicana actual, desafortunadamente, es la práctica de la violencia en su interior. El Consejo Nacional de la Población distingue en el marco de la violencia intrafamiliar: Padres y madres violentos, violencia en la pareja, violencia de género y tipos de violencia: emocional, física, sexual y económica. La Encuesta de la Dinámica de los Hogares (ENDIREH, 2006) reporta que la violencia en la pareja alcanza magnitudes significativas en nuestro país: 40 de cada 100 mujeres de 15 años y más casadas o unidas, reportan haber sufrido algún incidente de violencia por parte de su pareja. En cuanto a la violencia en la infancia, como subraya El Consejo Nacional de Población, los antecedentes de violencia en las y los jóvenes implica hacer un análisis respecto al comportamiento de la familia ya que es el principal medio por el cual se transmiten los valores, las formas de ser, así como la forma de pensar y actuar. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Violencia en las Relaciones de Noviazgo 2007, en el 21.3 % de los hogares de los y las jóvenes durante su infancia existieron insultos, la mayor ocurre en el ámbito urbano, y por parte de ambos padres o del padre hacia la madre y en el 9% de los hogares hubo golpes. Por lo que se refiere a la violencia infantil, en un estudio realizado por el Colegio de la Frontera Norte a un total de 32, 521 familias se observó que: “son las madres las que en mayor medida golpean a los hijos. Ello se atribuye, al hecho de que ellas usualmente pasan la mayor parte del tiempo con los hijos y sobre quienes recae la responsabilidad primaria de la crianza de los mismos” (Consejo Nacional de Población, 2015).

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A manera de conclusión: unas palabras finales y la proyección de nuevos actores sociales en las familias

Es importante destacar lo que parece la consolidación de por lo menos dos nuevos actores sociales en el panorama de la diversidad familiar mexicana contemporánea: las madres solas y los hermanos-hermanas. Desde luego el fenómeno de la maternidad sola por diversas causas, especialmente por el abandono por parte del padre de las responsabilidades familiares, es un tema siempre presente en nuestras sociedades, pero en nuestros días, la narrativa parece sugerir una consolidación positiva, actuante, de las madres solas en la sociedad mexicana. Por otra parte, llama la atención en la lectura de todos los textos revisados, la preponderancia que, ante la debilidad o violencia de la relación paterno-materna, cobran los lazos fraternos; tengan estos en común la sangre de padre-madre o de uno solo de ellos. Podemos advertirlo en fragmentos que provienen de las diferentes obras, las cursivas son mías para resaltar la idea:

Mi hermana y mis hermanos fueron excelentes muestras de lo que puede ser un cuerpo […] Me gustó la idea de verme unida a mi familia en una batalla. Mis hermanos se entretenían haciendo mapas que le sacaban la vuelta a los González (Laurent, p. 10-11)

Se desata una histeria de colores que luego se disipan para dejarme ver un túnel largo. Penetro. Adentro están las memorias. Les hablo; quiero tocar a mis hermanos, tocarme a mí misma que estoy con ellos, pero todos son como hologramas” (Laurent, 2003, p. 98).

Vasudeva quiere una hermanita y la ha pedido con todas sus fuerzas […] (Torres, 2009, p. 10).

A veces la fraternidad no tiene calles: puros callejones sin salida. Y un agente de tránsito en la sangre diciendo: <<circule, circule, circule>>. (Herbert, 2012, p. 187).

Un día tenía ese hermano tan amado, y al otro, ya no (Venegas, 91).

Como señala González de la Rocha (1999b) “Se trata de cambios silenciosos y con frecuencia, dramáticos y perturbadores puesto que ocurren en oposición a valores tradicionales y conservadores que ejercen represión y oponen resistencia en aras del modelo familiar tradicional: opresor y represivo […] (p. 61).

La lectura de las obras de los escritores mexicanos contemporáneos es un gran placer estético, poético; pero más allá es de una enorme riqueza social y cultural. Sin, desde luego, extraer de ella conclusiones cuantitativas o definitivas, nos acerca al caleidoscopio de la diversidad familiar del México actual. Si por una parte vemos la persistencia de un modelo tradicional patriarcal y autoritario, vemos también la emergencia o consolidación de nuevos modelos de convivencia familiar de mayor respeto y libertad para la construcción de las identidades personales que se juegan en su interior como son los hogares biparentales no patriarcales, monoparentales, reconstituidos, bisexuales o unipersonales; vemos también nuevos actores sociales que superando antiguos estigmas y estereotipos transitan a la construcción de una sociedad más justa y más libre.

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Lilia Leticia García Peña es doctora en Literatura Hispánica por El Colegio de México. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I. Profesora Investigadora de la Universidad de Colima. Su proyecto actual de investigación gira en torno a “La agenda pendiente: vulnerabilidad, estigmatización y nuevos actores sociales en obras esenciales de la literatura mexicana contemporánea”. Contacto: llgarcia@ucol.mx

Recibido: 02/11/2015 Aceptado: 14/06/2016

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