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Vista de SIRANTOINE, Hélène. «Imperator Hispaniae. Les idéologies impériales dans le royaume de León (IXe-XIIe siècles)». Madrid, Casa de Velázquez, 2012.

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SIRANTOINE, Hélène

Imperator Hispaniae. Les idéologies impériales dans le royaume de León ( ix

e

- xii

e

siècles).

Casa de Velázquez.

Madrid, 2012, 494 pp.

El fenómeno del imperio medieval ha sido un tradicional tema de estudio des- de los años 20 del siglo pasado, momento en que la historiografía hispánica acuña el concepto de «idea imperial leonesa». Su estudio enseguida generó debates y contro- versia, sobre todo a partir de la publicación de las tesis que Ramón Menéndez Pidal aportó a la idea imperial en diversas obras y que sugerían que el imperio medieval era la manifestación de una continua hegemo- nía cristiana sobre la Península Ibérica que arraiga en la monarquía visigoda. Sus tesis fueron secundadas por varios autores que matizaron algunos conceptos y los amplia- ron, pero también fueron muy discutidas por otros muchos estudiosos que se posicio- naron en contra de las teorías apuntadas por el prestigioso filólogo español. Sin embargo, la idea imperial leonesa se vio finalmente manipulada por la ideología franquista que empezaba a brotar en el momento y que, totalmente fuera de contexto, pretendía acentuar la concepción de unidad nacional.

En esa coyuntura, la historiografía tradicio-

nal ligó el concepto de imperio medieval

al de Reconquista, hoy reconsiderado. Es

cierto que en los últimos quince años han

aparecido algunos estudios que plantean,

de nuevo, el fenómeno imperial al analizar

reinados concretos –sobre todo el reinado

de Alfonso VI–, pero, hasta el momento,

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no existía una obra de conjunto que revisara el fenómeno imperial. Hélène Sirantoine lo hace a través de este libro, en el que despo- ja al imperio medieval de unos tintes que había adquirido y que no le corresponden.

Esta obra se divide en tres partes que son precedidas por una introducción y tres capítulos en los que Sirantoine desmitifica las teorías de Ramón Menéndez Pidal y el concepto de «idea imperial leonesa». En la introducción la autora presenta una breve síntesis de lo que significa el estudio del fe- nómeno imperial en los reinos de Castilla y León, desde la aparición del término impe- rium en el siglo ix hasta el fin del reinado de Alfonso VII. Además, plantea los objetivos que quiere alcanzar con este análisis que se refieren al estudio del fenómeno imperial a través de las experiencias llevadas a cabo, durante esas centurias, a tenor de la noción de imperium, observando cuáles son sus ma- nifestaciones y cómo evolucionan (p. 6). Ad- vierte Sirantoine que el fenómeno imperial en época de Alfonso VII no ha sido objeto de una gran atención por parte de la histo- riografía tradicional, ya que esta planteaba el tema centrando su interés en el período astur-leonés y en el valor institucional del imperio anterior a Alfonso VI. De manera que, mientras que para las demás centurias la autora dispone de abundante información, gracias a la gran cantidad de obras publi- cadas sobre otros reinados y períodos, para la época de Alfonso VII apenas dispone de estudios de profundidad

1

, e igualmente, no

1

Tanto los diversos estudios de Manuel Re- cuero Astray sobre Alfonso VII (Alfonso VII, el Em- perador. El Imperio Hispánico en el siglo

xii

y Alfonso VII (1126-1157), principalmente) como la obra de Bernard F. Reilly (The Kingdom of León- Castilla un- der king Alfonso VII) no aportan al conocimiento de este reinado mucho más que datos biográficos y de itinerario del monarca. Sin embargo, en septiembre de 2012 defendimos en la Universidad de Salamanca la tesis doctoral Reino e Imperio: Poder, negociación y articulación interior en época de Alfonso VII, que analiza de forma más profunda los grandes procesos históricos de este reinado.

existe una obra que recopile la documenta- ción de la cancillería regia de este período.

De esta forma, la obra de Sirantoine cobra un valor añadido puesto que no solo replan- tea el fenómeno imperial reconsiderando los estudios anteriores, sino que amplia el objeto de estudio a la época final del imperio, que curiosamente había pasado casi desapercibi- da para la historiografía tradicional.

Como hemos referido, la breve intro- ducción es seguida por tres capítulos donde se analizan las teorías de la historiografía so- bre el fenómeno imperial. Aquí, Sirantoine revisa y matiza lo escrito por los historiado- res que dedicaron algunas líneas al fenóme- no imperial a partir del segundo cuarto del siglo xx, dando sus propias conclusiones.

Como no podía ser de otra forma, estos ca- pítulos están centrados en el análisis, amplio y principal, de las teorías de Ramón Menén- dez Pidal. Sirantoine indica sus límites, apo- yándose para ello en las contestaciones de algunos historiadores a las teorías del gran fi- lólogo, con el objetivo de renovar el concep- to de imperio hispánico. Concluye la autora que los problemas de las teorías de Menén- dez Pidal se fundan sobre todo en el hecho de que el autor sobre interpreta las fuentes.

Esta forma de hacer historia tuvo su calado

en época franquista, ya que la manipulación

de la historia permitió asegurar la cohesión y

la unidad nacional. Para la autora, el concep-

to de imperio y sus experiencias monárquicas

en el seno del reino leonés pueden analizarse

de forma renovada una vez que se logra des-

pojar a la Historia de la manipulación sufrida

por estas ideas. Así, en el último capítulo de

los tres que siguen a la introducción, Siran-

toine describe las fuentes necesarias para el

estudio renovado del fenómeno imperial. No

solo se refiere aquí a los documentos y di-

plomas regios que contienen los términos de

imperium y de imperator entre otros afines,

sino también a las fuentes narrativas e icono-

gráficas que recogieron la existencia y la per-

cepción de esos mismos términos. Con todo

ello, se dispone a reconsiderar el fenómeno

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imperial –como ella prefiere llamarlo y no ya

«idea imperial»– en cada una de las partes que constituyen esta obra y que reflejan la evolu- ción del fenómeno desde su aparición en el si- glo ix hasta el siglo xii, recogiendo, también, su uso hasta el reinado de Fernando III.

Se trata, por tanto, de un larguísimo recorrido histórico a través del cual la autora analiza los reinados de los monarcas que en estos siglos dieron a su autoridad real ciertos tintes imperiales. De entrada hemos de decir que no es tarea fácil el abordar el análisis de un período tan vasto para alcanzar los objeti- vos que se propone Hélène Sirantoine. Sobre todo porque tal propósito significa necesa- riamente no solo el conocer bien cada uno de los períodos que se analizan en la obra –y ello quiere decir, por tanto, conocer la do- cumentación emanada por cada una de las cancillerías regias que integran el dilatado período de estudio, además de las fuentes cronísticas–, sino también conocer bien lo que se ha escrito sobre el fenómeno imperial en el reino de León. Si no es fácil analizar la evolución de una problemática determinada durante varios siglos, menos aún es observar las ideas, muchas veces contradictorias y ob- jeto de intensos debates, que con anteriori- dad han afrontado algunos historiadores al abordar esa misma problemática. Sin embar- go, la autora conoce perfectamente cada una de las teorías que se han originado al escribir sobre el tema imperial y da cuenta de ello a lo largo de la obra, llevando a cabo una revisión historiográfica detallada y brillante, capaz de dar una idea precisa incluso a quien no haya leído esas obras.

La primera parte de esta obra supone el estudio de los orígenes del fenómeno im- perial en el reino astur-leonés que, para Si- rantoine, aparece con una clara voluntad de realzar el poder real, así como también la le- gitimación de ese poder. Ello se explica por- que en este período la expansión del reino y la particular relación de la aristocracia con la monarquía habían desvirtuado y dispersado el poder y la autoridad del rey, de manera

que la utilización de conceptos ligados al im-

perio responde a una voluntad patente de los

monarcas para hacer más efectivo el ejercicio

de su poder. Para ello la autora vuelve a las

principales teorías de los historiadores que se

ocuparon de los orígenes del imperio hispá-

nico medieval en el reino astur-leonés y trata

de localizar en las fuentes documentales y

cronísticas los términos que se refieren al im-

perio. De su análisis concluye que el término

imperator no apareció en las crónicas hasta los

siglos xi y xii (p. 58) y que, en su origen, no

puede asociarse al concepto de emperador, ni

mucho menos al concepto de emperador

hispánico (p. 59), puesto que se localiza tam-

bién en la documentación privada y no cali-

fica solo el poder de los reyes, sino también

el de otras personas, refiriéndose a conceptos

como dominación o autoridad (pp. 63 y 71-

72). Por lo tanto, una apreciación errónea,

interesada o no, de estas fuentes contribuyó

al desarrollo de la tradicional interpretación

del fenómeno imperial leonés. En esta par-

te del libro, además, la autora concluye que

ningún rey hasta Alfonso VI fue realmente

emperador, sino que fueron los usos diplo-

máticos leoneses y la tradición del regnum-

imperium, en la voluntad de «leonizar» la

imagen de los reyes Sancho III de Navarra y

Fernando I, lo que llevó a utilizar el uso del

término emperador. Por tanto, a pesar de las

menciones relativas al imperium en las fuen-

tes de finales del siglo ix hasta el período de

Fernando I, jamás tuvo lugar una ideología

imperial que tratase de unir los reinos cristia-

nos bajo la dirección del reino de León. Las

menciones que llevaron a la historiografía

tradicional a una interpretación en esa direc-

ción, concluye Sirantoine, se hallan en docu-

mentos falsos o son fruto de ideas adquiridas

al observar el concepto de imperio en otras

épocas posteriores en las que su significado

ha evolucionado totalmente. Así pues, en

los capítulos de la primera parte de la obra

Hélène Sirantoine cierra el debate, originado

tantas décadas atrás, a propósito de la exis-

tencia de una «idea imperial leonesa» y de la

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utilización del título imperial por parte de los reyes de León, con el que pretendían li- derar la unión de todos los reinos cristianos de la Península Ibérica. Confirma la autora que tales concepciones no pueden sostenerse a partir de la documentación de la época.

A continuación, en la segunda parte de la obra se analizan los tres primeros monar- cas que se intitularon imperator en primera persona –Alfonso VI, Urraca I y Alfonso I el Batallador–, reflejándose la amplitud del fenómeno imperial, que durante el período de Alfonso VI adquiere una nueva significa- ción respecto al período astur-leonés, preci- samente cuando aparece el término regnum Hispaniae que se inserta en la intitulación real. Sirantoine afirma que el objetivo de Al- fonso VI no fue el de crear una institución imperial, sino una ideología de cohesión (p.

202). Ideología que se refleja en la intitula- ción imperial de Alfonso VI, ya que en su período adquiere como complemento esen- cial el componente territorial explícito: Im- perator totius Hispaniae que manifiesta, a fin de cuentas, la voluntad de realizar un progra- ma hegemónico peninsular sobre el que es- tablecer su autoridad. Este título imperial es el heredado por la reina doña Urraca, quien durante su reinado lo reivindica como suce- sora de Alfonso VI, sobre todo después de la ruptura definitiva de su matrimonio con el rey Alfonso I el Batallador. En este sentido, Sirantoine afirma que la reina doña Urraca no tuvo jamás la intención de reproducir la idea imperial de su padre, sino que la utili- zación del título imperial por parte de esta se debe al enfrentamiento con el Batallador, ya que tal título le legitima como reina de León y sucesora de Alfonso VI (p. 272). De la misma forma, la utilización del título im- perial por parte de Alfonso I, tras su ruptura con Urraca, se explica por motivos de rivali- dad política, primero con la reina de León y luego con su sucesor, Alfonso VII. Además, sostiene la autora que el Batallador da al títu- lo imperial una significación guerrera, puesto que lo utilizó para afirmar su autoridad sobre

los territorios que había ocupado y usurpado, manteniendo una clara rivalidad con el reino de León. Fue en la coyuntura de esta misma hostilidad que el infante Alfonso Raimúndez empezó a hacer uso del título imperial. Así pues, la utilización de este título por los suce- sores de Alfonso VI tiene un claro valor rei- vindicativo dentro de un particular contexto de pugna política; no obstante, hay que tener en cuenta también que la estabilidad políti- ca del reino no era la misma a la muerte de Alfonso VI y que, por tanto, a pesar de que doña Urraca reinó, las particulares condicio- nes del momento no le permitieron utilizar el título para ponerse a la cabeza de un progra- ma de cohesión.

La tercera parte de la obra constituye el

análisis de la experiencia imperial en época de

Alfonso VII, momento que rompe drástica-

mente con las experiencias anteriores y que

constituye una forma inédita de entender el

fenómeno imperial por la construcción ideo-

lógica que ello conlleva. Alfonso VII empieza

a utilizar el título imperial de forma exclusiva

después de las paces de Támara, con las que,

en 1127, se había intentado poner fin a su ri-

validad con Alfonso I el Batallador. En efecto,

Sirantoine confirma que la voluntad expan-

siva de Alfonso VII en las tierras usurpadas

por el Batallador en Castilla, su intervención

en el este peninsular a la muerte del aragonés

–regnum Caesaraugustanum– y la política que

pone en práctica con al-Andalus manifiestan

que Alfonso VII pretende llevar a cabo el pro-

grama hegemónico que intentaron sus ante-

pasados (p. 297). Precisamente Alfonso VII

es capaz de poner en juego su particular idea

imperial después de estas acciones. Sin em-

bargo, la autora afirma que las condiciones

del ejercicio del poder hacían que Alfonso VII

no pudiese colocarse como superior en la Pe-

nínsula y por eso el monarca utilizó enseguida

el título de imperator totius Hispaniae, no solo

para subrayar su autoridad, sino para afirmar

su poder en los procesos de fragmentación po-

lítica que caracterizan este período (pp. 300 y

304-305). Hemos de decir, no obstante, que,

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a pesar de que en un primer momento Alfon-

so VII utilizara el título imperial oponiendo su legitimidad al uso que hacía el Batallador por rivalidad, en su política en Castilla, así como también en su política militar contra al-Andalus puede observarse una voluntad guerrera, de expansión y de querer colocarse en la cúspide del poder, gobernando de forma hegemónica. Hegemonía que realmente rea- lizó poniendo en juego una política ligada a lazos vasalláticos por los que era reconocido superior. Este juego de vasallajes es el que le permite situarse como emperador y unificar la fragmentación política bajo su persona, ya sea por los dominios que gobernaba, ya sea por el reconocimiento como emperador por parte de los reyes que se hicieron sus vasallos.

Por otra parte, la autora señala la puesta en juego de algunos elementos que contribu- yeron a reforzar la imagen imperial de Alfon- so VII y que le sirvieron de propaganda en su particular política imperial: la coronación imperial de 1135, la renovación diplomática de su cancillería con una terminología que alude al imperio, la escritura de la Chroni- ca Adefonsi Imperatoris, crónica oficial de su reinado, y la propia acuñación de monedas.

En nuestra opinión, todo el aparato propa- gandístico desplegado para dar publicidad a la dignidad imperial de Alfonso VII que apunta Sirantoine, sumado a las propias difi- cultades por mantener una hegemonía sobre el territorio y sobre los otros reinos que le eran vasallos, nos lleva a descartar el hecho de que el emperador no pensara en transmi- tir su imperio como pretende la autora (p.

335). De hecho, creemos que fue la propia evolución de su reinado y de los mecanismos políticos y sociales que en él tuvieron lugar lo que le llevó a dividir su imperio.

Por otro lado, es cierto que el proyecto imperial de Alfonso VII es, en cierto sentido, más débil que el de su abuelo porque al estar basado en lazos feudo-vasalláticos el poder im- perial no es absoluto, sino que depende de la existencia de vasallos que le reconocen como tal y como líder en la lucha contra al-Andalus.

Sin embargo, la autora contrapone esta idea de debilidad del imperio de Alfonso VII al proyecto imperial de Alfonso VI, sustentado en una ideología neogótica que concedía a la monarquía leonesa la preeminencia en la Pe- nínsula (p. 348). En contraposición, Siran- toine afirma que Alfonso VII no quería una soberanía exclusiva en la Península (pp. 349- 350). No podemos estar de acuerdo con esta afirmación, ya que Alfonso VII interviene en todos los territorios de la Península y forja su propia idea imperial en una serie de lazos que le permiten ser reconocido como empe- rador por todos. Así, el reconocimiento de Portugal como reino se produce solo cuando esa realidad es un hecho, pero Alfonso VII no desistió en su voluntad de que el rey de Portugal le reconociera como emperador.

En nuestra opinión, pues, el imperio de Al-

fonso VII intenta ser hegemónico a través

de un sistema vasallático particular que hace

también particular la práctica de la políti-

ca imperial de la época. Sólo al final de su

reinado y con la división de su imperio se

constata el fin de su hegemonía porque se

hacen evidentes los signos de fragmentación

y de pluralidad que se han ido manifestan-

do durante el período. La política imperial

de Alfonso VII, pues, quiso ser hegemónica,

pero estaba fundada en aspectos diferentes a

los de sus predecesores. Se habían producido

una serie de cambios que hacían inviable la

transmisión del imperio, pero ello no quiere

decir que no estuviera en la propia concep-

ción de Alfonso VII el intentar imponer una

hegemonía. Ello se refleja no solo en las rela-

ciones vasalláticas que estableció, sino tam-

bién en las intitulaciones de sus documentos

donde el componente territorial cobra más

fuerza que nunca al nombrar todos los terri-

torios donde el emperador domina de forma

efectiva o donde le reconocen como tal. Por

lo tanto, creemos que no se puede diferenciar

tan drásticamente una época de Alfonso VI,

en la que la idea imperial pretende ser hege-

mónica, y otra época, la de Alfonso VII, en la

que la idea imperial se funda exclusivamente

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en lazos vasalláticos. La realidad vasallática, en nuestra opinión, no excluye la voluntad de hegemonía. De hecho, la propia autora ase- gura que, a pesar de abandonarse el título imperial a la muerte de Alfonso VII, ello no significó el final de la voluntad de hegemo- nía de sus sucesores (p. 383). Sin embargo, el título imperial de Alfonso VII quedó en la memoria únicamente como algo grandioso, cuyo recuerdo permitía a sus sucesores con- solidar su autoridad y su imagen de sobera- nos guerreros (p. 407).

Por último, esta obra se cierra con una conclusión final en la que la autora confir- ma las conclusiones y teorías aportadas a lo largo de su estudio, haciendo un repaso a la constante evolución de la idea imperial du- rante las centurias analizadas, para afirmar que el fenómeno imperial es un particula- rismo de la historia medieval española que, sin embargo, se sirve de prácticas y procedi- mientos que no son específicos de la Penín- sula Ibérica. De hecho, la idea imperial de Alfonso VII y su puesta en práctica respon- den a la realidad feudal del momento.

En conclusión, esta obra constituye una gran labor de revisión y de renovación de las teorías ligadas al mito de la «idea imperial leonesa», que ahora quedan desmontadas.

Marca un antes y un después en el conoci- miento del fenómeno imperial medieval en los reinos de León y de Castilla, aportando unas reflexiones y conclusiones que, en mu- chos casos, son definitivas. Es, por lo tanto, una obra de referencia en este tipo de estu- dios que da claves imprescindibles para el estudio de la ideología monárquica y de la memoria de los reyes que fueron designados con el término imperial. Sin embargo, como apuntábamos al inicio y por lo que se refiere a la época de Alfonso VII, el hecho de que no se haya investigado tanto y tan profun- damente sobre este reinado, además de las li- mitaciones que supone el no contar con una obra que recoja los documentos existentes de esta cancillería real, ha limitado en gran me- dida el análisis que Hélène Sirantoine hace

en la última parte de su obra. De otra forma no podríamos entender que la autora afir- mara que la experiencia imperial de Alfonso VII se basa en una imagen monárquica que ha marcado la memoria colectiva de la Edad Media, pero que no ha tenido ningún im- pacto mayor ni en la historia política, ni en su organización institucional o social (p. 7).

Sonia Vital Fernández

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