ILUSTRÍSIMO SENOR:
DISCURSO
DEL
Dr. D. ANTONIO MORALES
PÉREZ
SE1ORES:
Comprometido
á tomar parte en esta sesióncientífico-literaria,
torturaba en vano mi
imaginación,
tanpobre
comoagotada
por otrosesfuerzos,
sin encontrarsolución al que era para mí ineludible compromiso, cuando,
cual si fuese por artemágico, apareció
sobre lamesade mi
despacho
unpliego
cuidadosamente cerrado y selladoconlacre,
ydirigido
á mi nombre.Avivadomi ánimo por la natural
curiosidad, quedé
verdaderamente
sorprendido
alleer unascuartillas,
de las que voy á dar conocimiento á tan ilustre auditorio. En la
primera
—y á manera deadvertencia—seme indicaba:que la remisión de dicho
escrito,
obedecíaá que el
remitente—Licenciado
Carrasquillo —compadecido
por lascongojas
demi ánimo al verme en tanapurado
trance, sehabía decidido á remitirme
algunos capítulos
de una novela que, si defectuosos en la formaypobres
depensamientos, podían
sacarme de mi penosoapuro.
Tomé las cuartillas comoel
náufrago
cogeel cable de salvación: lasleíy
releí,
encontrándomecon otra advertencia que en maneraalguna
debo
omitir,
por serimpuesta
condicióndel donante. Este me indicaba que en el
preámbulo
no hiciese alusiónalguna
y menos laudatoria á persona
determinada,
evitando todo motivo para que no sedierapor
enojada
lamodestia,
teniendo presenteaquel
texto de San Pablo:«Ubi est
humilitas,
ibi estsapientia.»
Donde está lahumildad,
allí48
IMPRESIONES DEL LICENCIADO
CARRASQUILLO
EN LA UNIVERSIDAD DE SCIBILIA• 1
(Capítulosdeunanovelaenembrión sinesperanzasdetérminoviable.)
En la villa de Politania había
pasado
el LicenciadoCarrasquillo
su
primer
ano de noviciadoen la carrera, cuandorecibió una carta desu
condiscípulo
el Dr.López
deGaitanes,
invitándole á visitar laUniversidad de Scibilia en donde
podría
estudiarlo mucho y buenoque en poco
tiempo
habían adelantado lasCiencias médicas.A vuelta de argumentos de gran valer y
poderosas
razones,insistíael Dr.
López
en que la Ciencia había caminado en'pocos
meses ápasode
gigante,
nopasando
día sin que seregistrase algún
trascendentalinvento;
y que hasta ellenguaje
médico habíase transformado conneologismos
más ómenosexóticos,
toda vez que era necesario bautizar y vestir las ideas á
compás
de sus manifestaciones externas: entantoque laAcademia dela
Lengua
semostraba rehacia por tradicional pereza ó por
incompetencia
manifiesta.En el ánimo del Licenciado
Carrasquillo
pesaron mucho estosrazonamientos
del Dr.López, influyendo
no poco lanostalgia
que seapoderaba
delprimero
á medidaque transcurría eltiempo lejos
de loscentros docentesy de la atmósfera estudiantil.
Quisiera
ser un estudiante perpetuo —decía
Carrasquillo
en sus ratos de meditación.— Aborrezco lasimpurelas
de la realidadprofesional
, y, marchitándosemis
ilusiones,
losdesenganos
van creando en mi cerebro una atmósfera de
escepticismo, incompatible
contodoimpulso
generoso ynobleen prodela ciencia.
Era
Carrasquillo
uno deesos caracteres, difíciles de analizaraunpor el
espíritu
másatentoy observador. Había en su entidadpsicoló
gica
opuestascorrientes,
tendencias encontradas en constante lucha que creaban en suánimo unaposición
inestable de continua duda.Buscabaenla historiaun
objetivo
que sirviese deguía
á sus creencias,
ydescontentadizo pornaturaleza,
sólo encontrabanuevos moti vosá susrecelosy temores, al verla manera cómo se habían derrumbadotantas
hipótesis
ysistemas sindejar
en pos de sí otro recuerdoque el
epitafio
envueltoentre ruinas. Mascomo nopuede
haber vacíoen el
espíritu humano,
habíase creadoCarrasquillo
unmodus vivendillevado condicionalmente á las filaseclécticas , por más que no enca
jasen
bien susaspiraciones
en dicho sistema: deaquí
el anhelo y elmotivomás constantede buscar nuevas ideas que reavivasen suapa
gado espíritu
y le apartasen de la asfixia moral que le consumíadecontinuo.
! A Scibilia! ! á Scibilia ! era la voz interna que
repercutía
en laconciencia de
Carrasquillo,
al recibirla carta desuamigo
ycompane
ro
López,
y decidió visitar lagran Universidad.Era
López
adicto por todo lo nuevo, y loadmitía como bueno conmás entusiasmo que reflexión: sulema era la
novedad,
sinmeditar
que la marcha de la Ciencia es
evolutiva,
que nohay
enla cadenacronológica
sino una serie de eslabones'unidospor ese nexos naturalde la
hipótesis
convirtiéndose en tesispositiva
ónegativa.
López
había concluidosucarrera, y continuabadespués
del doctorado asistiendo á las clasesde la Universidad conel entusiasmo del
alumno que cursa el
primer
ano. Suscompaneros
le llamaban elreenganchado,
cuyo motelo consideraba elmotejado
como honorífico. Sus bienes de fortuna le
permitían aquellas
aficionesestudiantiles,
no
apremiándole
la necesidad—comoá otrosmuchos—de
buscarunacolocación en un
pueblo rural,
endonde recabar beneficios de su reciente título. La últimanoticia
científica,
el másatrevido
experimen
to, elfolleto, monografía
, obra elemental ó de consulta que acababade aparecer en la librería de la Universidad de Scibilia tenían para
López
talaliciente,
que no vivía nisosegaba
hasta haber leídolo másimportante
desu contenido. Masá decirverdad,
comoel movimientobibliográfico
era de talconsideración, López
se contentaba muchasveces conrepasar los
índices,
conclusiones y lo másimportante
delapublicación,
sin estudiarla obra deuna manera detenida.Algunas
veces seimpacientaba
con el recientelibro, dejando
lashuellas desu
impaciencia
sobre las inocenteshojas,
cuando veía unasencilla y trivial
idea,
que el autor, parallenarpáginas
y máspáginas,
la
expresaba
de diversasmaneras, comosi fuesen variaciones sobre elmismo tema.
!Cuántas
vecesLópez
habíatirado al fondodeunarmarioviejo—que
había bautizado con el nombre depanteón—algunas
publicaciones que
aparecían
comooriginales
ydespués
resultaban vergonzosos
plagios!
Y hasta cuenta la crónica íntimalopeziana
, quealgunas
de estas últimas fueron al hornocrematorio—vulgo
chimenea.—Pero á pesar de estas
decepciones,
bastaba queLópez
pasase pordelante del escaparatede la librería y viesesobreun tomounacartu
lina con el rótulo: «Obra que acaba de
publicarse,»
óbien que imdad —para que
López
se lanzase al interior de lalibrería,
y la comprase acto continuo antesde que cayese en otras manos.
!Cuántas
veces decíaLópez:
estode adelantarlas fechas porespíritu
mercantil,
me parece lo mismo queaquellos
matrimonios,
que á los siete mesesdel enlacese encuentran con unsietemesino de nueve!yes que el
tiempo
tiene un valorrelativo,
cuando por élregulamos
nuestrosdeseos y
aspiraciones.
Llegó Carrasquillo
á Scibilia, y ya en la estaciónferro-viaría leesperaba
suamigo López.
Cordial y afectuosa fué laprimera
entrevista de los
antiguos
condiscípulos,
no dándose punto de reposo en recíprocas preguntas y respuestas. Hablaron de las
familias,
clientela,
estudios ytiempos pasados,
comoqueriendo
borraren breves momentos el
paréntesis
de un ano que había transcurrido desde que ambosrecibieron eltítulo de Licenciado. Eran
dignas
de observar las admiracionesy exclamacionesal dar y
adquirir
noticiasdeantiguos
condiscípulos
y maestros, saliendo á relucir defectos yhabilidades,
épocas
prósperas
yadversas,
suertesydesgracias
en preguntas deexámenes,
períodos
de excesivo estudio y de asueto; enfin,
que secorrió toda laescala histórica
estudiantil,
hasta que, en casa deLópez—en
dondese
hospedó Carrasquillo
—setrazó elplan
de excursiones universitarias.
Apuntaba
el horariolas diez en elreloj
de laUniversidad,
cuando al
siguiente
día entraban nuestros visitantes en elgrandioso
edificio.
Quedó
Carrasquillo sorprendido
del gran número de cartelones y cuadros que, clavados en lapared
á distintasalturas,
llenabancasi por
completo
las anchurosasparedes
del atrio universitario.Parecían colosales
planas
deperiódicos
de anuncios que, al entrar en laUniversidad,
no habíanpodido
pasar adelante. Una fuerteráfaga
de aire interior —ámanera de inconsciente protesta— los
agitaba
con violencia , como si losquisiese
separar del puesto queocupaban,
en tanto que un sirviente del establecimientoprocuraba
sujetarlos
con unalarga pértiga.
No sequedan sujetos
loscarteles,
decía el sirviente á media voz, yserá necesario
pegarlos
conengrudo,
pues aunque se manche la
pared
! más manchada de lo que está!... Movieron la curiosidad'de Carrasquillo
yLópez
la afanosa tareadel sirviente y el contenido de los
anuncios,
y empezaron á leer los más inmediatos. Unos anunciaban conferenciasdeasignaturas;
otrosla venta de diversas
obras,
algunos
de cuyos títulos llamaron la atenciónde los visitantes: tal sucedía con el
siguiente:
« Tratado de lasMIN
tienes untítulo
expresivo, díjole Carrasquillo
áLópez.
Este sistematiene
grandes ventajas
—replicó
su
colega
irónicamente.— Se trata,por
ejemplo,
de laprimera
edadpatológica
y se intitula la obra:«
Enfermedades
de lainfancia
que suelenpadecer
los ninos.» Enotros anuncios se
podía
leer:—Preparación rápida
para elexamende
cualquier asignatura
ó reválida de Licenciado ó Doctor.— Conferencias
ajustadas
á lasexplicaciones
delprofesor
deDeontología.
Al lado de estos cartelonespudieron
leer los visitantes otrosanunciando casas de
huéspedes
económicas para los estudiantes y venta de libros de lance poco usados —quizás
como aliciente paralos
compradores—
y otra multitud de anuncios del mismogénero.
Consultaron
Carrasquillo
yLópez
un cuadroen donde se marcaban las
aulas,
asignaturas,
horas yprofesores,
y determinaron oirla
explicación
del Dr. Juventasen el aula número 20.Al entrar en el
local,
sentáronse en elsegundo
banco de la derecha—únicos puntos
desocupados,
pues todos los demás estabanrepletos
de alumnos. Como no habíallegado
elprofesor
— ysegún López
tardaría un cuartode hora— los estudiantes hablaban en voz alta ,
sosteniendo
chispeantes
diálogos
desde sitios más ó menoslejanos.
En un grupo se entonó el coro de los
conspiradores
de una conocidazarzuela. Acabado
aquel
intermediomusical,
un alumno con vozatiplada
remedaba á una notable cantantemuy celebrada poraquellos
díasen uno de los teatros de la
capital.
Una ruidosa manifestacióndesilbidos y
aplausos
contuvo losímpetus
delimprovisado
artista , laque iba en auge, cuando cesó
repentinamente
al entrar elprofesor
poreldintel de la puerta. Subió los escalones de la
plataforma
, y al sentarse en el sillón resonó en todos los ámbitos del local un
general
aplauso
que serepitió
varias veces.?Por
qué aplauden
los alumnos?díjole Carrasquillo
al que estabasentadoá suderecha. Este contestó á su
interrogante
que elprofesor
era el máspopular
de la Escuela, y que enaquella
conferencia sedecía que
pensaba
hacerimportantes
declaraciones.Era el catedrático bastante
joven
, de estatura elevada, rizada yabundosa cabellera rubia,
barbilampino, aguilena
nariz,
sonrienteboca,
bordeadasuperiormente
por una sombra debigote.
Llevabalentes, colocados concierto descuido artístico.
Aprisionaba
el catedrático sucuerpo en
larga
yestrechalevita,
abotonada en la mitad de susojales.
«Senores—
dijo
elprofesor
con retumbanteeco—los que vinimosal mundocientífico alcalor de las modernas
ideas;
los queaspiramos
á la realizaciónde esosgrandes
ideales que se vislumbran en la lontananza de venideros
tiempos
; los quejuzgamos
con el solo criterio dela razón pura y soberana los
múltiples problemas
de la Ciencia; los que senalamosvalientemente,
sin temoralguno
que arredre nuestroánimo,
los obstáculos y rémoras de todo progresoyadelanto;
los queluchamos constantemente y,estandotan cerca dela
victoria,
nopode
mosdisfrutaraún de losgrandiosos
resultados que ha de llevaren posde sí la anhelada
conquista,
sufrimos constantemente elsuplicio
de Tántaloypadecemos
más tormentos que losparias
de la Indiay que el esclavo queesperaba
en laergástula
la hora fatal desumartirio yelpunto final de suexistencia.»
(Una prolongada
salva deaplausos
resonóen todos losámbitos del
salón, quedando después
el auditorio en unsilencioexpectante,
ávido denuevasyfuertes emociones.)
Proseguía
el Dr. Juventas:—«Nada debe oponerse alimpulso
noble y generoso de la
juventud
entusiasta que pugna por huir deesaatmósfera letal y mortífera que
paraliza
todo avance y que asfixia lasinteligencias.
Esasinteligencias, senores,
ávidas de máspuros idealesque animen y
vivifiquen la.
esfera moral de nuestrageneración. !Cai
gan para
siempre
los falsos ídolos desuspedestales
envueltosentre lasruinas del
dogmatismo
! !Sublévese la razón contra la tiranía de laenganosa
Historia! yproclamemos
muy alto los derechos del libreexamenpor el solo
impulso
de la razón soberana.»(Volvieron
á reso narlosaplausos
que seprolongaron
bastante,
hastaquealgunos
oyentes
impusieron
silenciopara que eloradorprosiguiese
en sudiscurso,
continuando en
laforma siguiente :)
«Cuandola aurora de un nuevodía venga á
despejar
lastenebro sassombras deese doctrinarismointransigente
; cuando el nuevosolllevesusluminosos rayos áeseobscuro antro endonde la
ignorancia
y el atraso tienen su
asiento,
confundiremos á nuestrostenaces adversarios que
desaparecerán avergonzados
del campode la Ciencia. Desaparecerán,
senores,
comodesaparecen
las nocturnasaves alresplan
dor del nuevodía.»
(Grandes
yprolongados aplausos.)
Durante estosperíodos
el auditorioparecía
como unacumuladordeentusiasmo,
quecuando había
llegado
á su mayor tensiónaplaudía
como fenómenoindispensable
de crisis hastaobtener elequilibrio
necesario.Enardecido el
profesor
por dichas muestras,se sucedieronperíodos
de elocuente ritmo y sonora cadencia en los que salieron á relucir
las altas cumbresdel Chimborazoé
Himalaya
, los azulinos horizontes, el
verdi-negro oleaje
delagramínea
vega, el torrente que saltaba entre las obscuras rocas y sombrío
valle,
elpurpúreo
manto de losCésares,
lascúspides
ygóticas
cresterías de esbeltascatedrales,
eljuraba
moribundo sobre lacruz de laespada.—
Losaplausos
se repetían al final de muchos
períodos,
hastaque,pasado
eltiempo regla
mentario,
seoyó
el estridente ruido de la puerta, y por sus entreabiertas
hojas apareció
elgaloneado
busto de un bedel que, consonriente faz y cascada voz,
pronunció
latradicionalfrase:—«Senorcatedrático,
la hora.))— Entonces elprofesor
dió por terminada laconferencia y salieron
después
de él alumnos y oyentes, formando diversos corrillos en la entrada delaula,
haciendo multitud de comentarios del
profesor
y desuconferencia.López paseaba
conCarrasquillo
, y tocándole en el hombro derecho,
ledijo
:—Es elprimer
orador de laEscuela,
y este hombreocupará
en elCongreso
dediputados
unlugar distinguido.
— !Qué
arranques y
qué
modo de excitar el entusiasmo! Esteesde la maderade los Demóstenes y Cicerones. —Paróse
Carrasquilo
y encaróse consu
colega, expresándose
delsiguiente
modo: —No teniego
quepueda
valer
mucho;
pero veoque la oratoria didáctica que tanto teagrada
no eslamejor
base paralaensenanza. Especado
ygrande
de
nuestrarazael ser
impresionable
hasta lo sumo, buscando más el efecto dela forma que el fondo de los
pensamientos,
demaneraque la moder na escuelaefectista
óimpresionista,
más seinspira
en loexterno queen lo
interno;
porejemplo
: esteprofesor, según
tengoentendido,
debía
explicar hoy
el método de ensenanza:?qué
habrán sacado enclaro los alumnos de eseensayo de oratoria
parlamentaria
ó tribunicia?
Quizás algunos
imitadores que, noteniendo la elocuencia queelmodelo
tiene,
caigan
en loridículo,
comogeneralmente
acontece.—Eresun Aristarco
pesimista
—díjole López
ásu
amigo
-- cuandodebes tener presente que la buena forma es el
todo,
yprefiero
alque, aun
diluyendo
mucho las ideasen frases más ó menoscadenciosas, resulta
elocuente,
que á los rebuscadores depensamientos
revis tiéndolos en conciso y lacónicolenguaje
para obtenerplaza
deconceptistas.
—En un buen medio consiste la bondad— decía Garrasquillo,
—pero te advierto que los retóricosgeneralmente
son pocoprácticos
y hastaenpolítica
históricaprefiero
más aldemagogo
Catilina que al elocuente Cicerón.
López
manifestó á sucolega
— terminada esta discusión—quepodían
oir al Dr. Vetustas en el aula núm.13,
cuyoprofesor pasaba
entre los escolares como hombre
práctico,
pero atrasado en ideas ymuy refractarioá lo moderno.
Entraron en la clase
indicada,
en donde.había
un número dealumnos menorque enla anterior. Tardó uncuartode hora el
profe
sor, durante cuyoespacio
detiempo
los escolares cantaban yreían,
54
!
Qué
felicesson ahora—díjole
Carrasquillo
áLópez
—y cuántostra
bajos
yfatigas
lesesperarán
después!
Todo
quedó
en silencio al subir el Dr. Vetustasá laplataforma,
arrellanándose en unancho sillón.
Era el catedrático persona de unossetenta arios, con la cabellera
y barba
completamente blancas,
peropeinado
conespecial
esmero.
Hombre de buena
presencia,
pues lavejez
no había hecho enaquella
constitución muy funestos estragos.
Desabrochóseel
gabán,
sacó un anchopanuelo
con el que se limpió
el Dr. Vetustas la sudorosafrente,
dióalgunas
órdenesalbedel,
se estiró las
solapas
de suholgada levita,
tosió durantealgunos
momentos, é inclinándose
algo
haciaatrás,
miró á todoslados,
tomóunapostura académica y sacó una lista del bolsillo.
Fué nombrando uno por uno á todos los alumnos
matriculados,
encuya engorrosa tareapasó
un buenespacio
detiempo,
hasta que por fin dió
principio
ásuconferencia,
queLópez copió taquigráfica
mente.—«
Senores,
—decía elDr.
Vetustas—yo
que heseguido
paso á paso las llamadasconquistas
de la moderna ciencia , hequerido
juzgar
conimparcial
criterio loque han dado en llamarle progreso, ypuedo
demostraroscon la autoridad que me dan losanos y la experiencia que nació en mi
práctica,
que lainteligencia
humanagira
en unverdadero círculo y aparece como nuevo lo que conocieron nuestros
antepasados.
Paraqué
sirven lamayoría
de losinventos,
de los quetantoalardea la moderna ciencia??Qué
significa
tanta
química
y tantomicroscopio
? Esacaso el hombre la retortapasiva
de un laboratorio? !
Ah,
senores! niHipócrates,
niGaleno,
niVan-Helmont,
niSolanode
Luque
conocieron los medios modernos y han sido losmejores
observadores.»Irguióse
el Dr. Vetustas sobre suasiento,
como si leimpulsase
unafuerza
superior
que,pasando
por elcerebro,
hubiese sacudidoviolentamente sus
nervios;
yreflejándose
con vivos destellos sobresus
apagados ojos, chispazos
de violentareacción,
levantósusbrazoscon verdaderos ademanes oratorios que
parecían
evocardel seno deultra-tumba las
grandes figuras
de la historiamédica,
expresándose
en la formasiguiente
:«!Aquellos
grandes
genios
que llevaban el sentimiento detodas lasgrandezas!
!Aquellos
grandes
genios,
cuyas misteriosas sombras pa.rece como si vagasen por los recintos
universitarios, contemplando
atónitos y
avergonzados
la manera como sedesvirtúan susdoctrinas,
con las que alcanzaron tantos triunfosy
con lasqueconsiguieron
«En nombre de la severa
majestad
de laciencia,
deaquella
cien ciaquese funda en la observación y que tan alta colocaron los estudios de nuestros antecesores, protesto con todaslas
energías
de miespíritu
de esos falsos rumbos quesiguen
los modernosexperimen
tadores,
los que consideran al ser humano como un autómata quesólo vive por sus instintos é
impulsado
por losreflejos.
Losreflejos!
palabra
vanaque nadasignifica,
monstruosoengendro
deuna nuevatransformación del materialismo,
ripio
que al edificio médico hantraído la soberbiaó la
ignorancia
deaquellos
que, vueltos deespaldas
á laclínica,
desdenanla observación que tanto realzaron losHipócra
tes, los Heredias y Mercados. Tota medicina est in observatione:—
verdadero canon de la ciencia que no han
podido
borrartantossiglos
de
hipótesis
ysistemas.»«?Y qué
os diré de laexperimentación,
talcomo la entiendenClaudio
Bernard,
Flourens yMagendie
y todos losadeptos
de la escuelaexperimentalista
? Error de suma trascendencia , el deducir delos fenómenos que se provocan en los
animales,
los quesepueden
presentar en el serhumano.»
«La
mayoría
de las enfermedadesson esencialesy sinemateria. Lasdoctrinas rostanianasse infiltran en las
juveniles inteligencias
provocando lacaótica confusión del
filosofismo, presentándolas
susadeptos
con las seductorasapariencias
de verdad : como venenosapócima
eninocentey
agradable
vehículo. El anatomismopatológico
tiene unatendencia materialista y no
podrá
nuncaexplicar
los fenómenos íntimos del ser
viviente,
lo que hizo exclamar á Chateaubriand:«Lejos
demí la
sacrílega autopsia,
.que ni en mi helado corazón ni en miyerto cerebro
podrá
nunca elescalpelo
descubrir los secretosdelavida.»
«Inspiraos siempre
en los autoresclásicos;
no deis entrada envuestroánimo á los sofismas de la ciencia moderna; volved la cara
atrás si
queréis pisar
terrenofirme,
y tenedsiempre
presenteaquel
célebre aforismo de Gaubius: Melius est sistere
gradzon
quam progredi
per tenebras.»Un
alumno,
inmediato á losvisitantes,
preguntaba
á otro:—González,
tú que fuisteseminarista, ?qué significa
estelatinajo?—
Respondió
elinterrogado: —Pregúntaselo
á tupatrona
ydéjame
dormirtranquilo.
—Enefecto, González, arrebujado
en su capa, la cabeza
inclinada y los
párpados caídos, parecía
como si estuviesebajo
laacción
soporífera
delopio.
El catedrático continuó en el mismo orden de
ideas,
hasta queEn la puerta del aulase entabló el
siguiente diálogo
entreLópez
y
Carrasquillo.
—Elprimero
concierto airedevictoriase
dirigió
ásu
colega
y ledijo
:—?Qué
prefieres,
Vetustas óJuventas,
elpasado
ó el
porvenir
? —Ni lo uno, ni lo otro,prefiero
lopresente,—díjole
Carrasquillo,
—puestan malo esel que se revuelve entre el
polvo
de la Historia cerrando losojos
á laluz,
comoel que viveentrehipó
tesis,
muchasvecesirrealizables, inspirándose
en esosespejismos
cien57
DISCURSO
DEI.
Dr. D. JUAN SOLER Y
BUSCALLÁ
HORROR
Á
LASÍFILIS
Lafuerza delas circunstancias me
obliga
á tomar mi vez en estasesión, que, si así no
fuese,
atento y calladopermaneciera
,persuadi
dode que este y nootroera el
papel
que mecorrespondía,
puestoque
cualquiera
de misdignos
y estimadoscompaneros,
conpluma
mejor templada
que la mía y con más títulos que yopondría
á máselevado nivel la
Academia,
y honraría más á la persona que esobjeto
de este acto.
No me
culpéis,
pues, si nolleno mi deberen la medidaque vuestrailustración merecey hasta tiene derechoá
exigir,
pues, como acabode
indicar,
me presentoante vosotros en virtuddeuna que para míescasi fuerza mayor.
Yo,
que nosoyliterato,
sóloescribo sobreasuntos referentesá las ciencias
médicas,
ytodos sabéislaespecialidad
que,más sin duda que otros
impulsos
en elejercicio
de miprofesión,
eldestino que desde
joven
estoydesempenando
en elHospital
de laSanta Cruzme llevó desdeun
principio
á cultivar;especialidad
álaque
hoy, según
otras veces hedicho,
profeso
decidida afición y carino.?De
qué,
pues,podría
hablaros que á mímejor
me estuviera y á vosotros más la curiosidados
dispertara
?Así pues, voyá hablarde
sífilis,
aunque noene!conceptoclínico,
sino
,considerándola
ligeramente
desde el punto de vista del efecto moral quecausaá la persona que la contrae, por lo que laenfermedad es ensí,
por lo que á élledeja
afectado,
y porla trascendencia que ellatiene en las relaciones del
paciente
con los suyosyaun conla sociedad.En
aquella época,
no remota, en que la sífilis andaba confundidacon el venéreo y cada una de estas dos entidades
patológicas,
per fectamente deslindadashoy,
constituían no grupo, sino una sola y58
única
enfermedad,
de la cual se hacíandepender
toda lamultiplici
dad de manifestaciones secundarias y terciarias y las
complicacio
nes de la
blenorragia;
enaquella época, repito,
lapalabra
sífilis nosonaba tan mal al oído de los
pacientes,
no les hacía el efecto aterrador que
hoy
lesproduce,
ysecomprende
que así fuese á poco que acerca deeste punto se reflexione. La circunstancia de ircomprendi
dos
bajo
una misma denominación el venéreoylasífilis, implicaba
eldesconocimiento que de cada unade estas dos enfermedades se
tenía,
por lo
cual,
si bien selasconsiderabacomorepugnantes, elindividuoá
quien
le habíatocado estalotería,
como no sabía elvalor, digámos
lo
así,
delpremio,
esnatural que no lotemiese,
y así el imberbe áquien
caíaen suerte unablenorragia,
no consideraba elpremio
comouna
desgracia,
antesbien,
por unadeplorable aberración,
parasusadentros creía que, si bienen el concepto
público podía
desmerecerlela tal suerte, delante desus
companeros
leelevaba,
porque le hacíamás
hombre;
y lopropio
sucedía al que viéndosepremiado
con unchancro blando ó
indurado,
esta suerte que le había tocadono laocultaba á sus
companeros,
en concepto deloscuales, según
él,
más ganaba que
perdía,
toda vez que acercándosemás áellos,
la consideración había deser mayor. Al individuonoyatan
joven,
mortificábanle estospadecimientos
porlas molestias que le ocasionaban, si ya no eraque para
granjearse simpatías,
hacía alarde de ellos entre susamigos.
El más entrado en edad
procuraba
ocultar su mal por el bien parecer, pues á la verdad no le favorecía el andar metido en apuros
semejantes;
perosobre todoel que iba paraviejo, avergonzábase
depadecimientos
que, sobre serimpropios
de suedad,
nopodían
menosde
rebajar
suconsideración ante elpúblico.
Hasta
aquí
no se ve, pues, el horror á la sífilis engeneral
y alchancro indurado, manifestación
siempre primaria
de esta enfermedad,
ni tampoco á las afeccionesvenéreas,
y?cómo
eraposible
queexistiese este
horror,
sienaquella época,
según
queda
dicho,
no seconocía el deslindede estas dos entidades
patológicas,
que se consideraban como unasola enfermedad?
Además, hay
otra circunstanciaque tener en cuenta,y es que como la
blenorragia
y el chancroblando no sonsifilíticos,
niparentesco tienen,
á no ser deafinidad,
con estadolencia, losfenómenos secundariosy terciariosá que la misma abre
la puerta, eran mucho menos
frecuentes,
dado que el número dechancros indurados era relativamente bastantemenorque el dechan crosblandos y las
blenorragias,
por locual ó lastres entidades habíande
inspirar
el mismohorror,
ó debíainspirarlo
poconinguna.
Por59
de donde
viniesen,
lo mismo por el médico que por el enfermomerecían otra consideración.
Hoy
que la cosa estáperfectamente deslindada,
yque á la sífilisselaconoce talcual es, en el concepto clínico se
entiende,
las ideasmarchan por muy distinto
camino;
y deaquí
el horror queinspira
la sífilis engeneral
y el chancro indurado enparticular. Hoy
ya nadieignora
que ésteesla manifestaciónprimaria
de lasífilis;
todos sabensu
significación
yvalor;
ni faltaquien
hastaecha uncálculo deltiempo
necesario,
por puntogeneral
, para combatir la discrasia. Casi todoel mundo sabe que tras el chancro vienen manifestaciones que
pueden
ó noocultarsealpúblico,
y que,según
el terrenoqueinvadan,
serán acasodolorosas,
yquizás
graves,tal vez mortales.Al
propio tiempo
es del dominiopúblico
que el chancro induradoes
contagioso,
yque lo son también muchos de los fenómenos á élsubsiguientes.
?Cómo,
pues, no ha deinspirar
horrorlaaparición
delprimer
indicio de la sífilis? Midespacho
estestigo
de escenas quemás de una vez me han enternecido y herido mi corazón. Recuerdo
á un
joven,
muyjoven,
de vivaimaginación,
que al verconfirmadala
sospecha
de que tenía un chancro indurado, en untris estuvoquenocayera
desplomado, perdido
elconocimiento,
tantas ytanlúgu
bres eran las ideas que seagruparon de
golpe
en suimaginación.
Alverle repuestole
supliqué
meexplicara
lo que le habíaocurrido,
quede tal suertese había conturbado. «Yono
sé,
medijo,
lo que por míha
pasado,
lasideas que de momento han exaltado miimaginación.
Tengo
noticiade lo que es el chancrosifilítico y hevisto marcado mirostrocon el sello de la
ignominia,
me he vistocojo
yestúpido
y todavía callo otras
angustias.»
Recuerdo á otrojoven,
aunque de másarios,
enquien
fué asimismo fenomenal el efecto que le causó la noticia de que
padecía
unchancroinfectante. Por puntogeneral,
la pregunta que me hacen los que, honrándomecon su
confianza,
se presentan en mi
despacho
con úlceras deprocedencia sospechosa,
consimples rasgunos,
conbalano-postitis,
etc., etc., es, si lo que les llevaáconsultarme es realmente sifilítico. Si resulta no
serlo,
casisiempre
lesimporta
poco lo quepadecen
; perosi,
pordesgracia',
essiquiera
sospechoso,
no recobran latranquilidad
hasta quepuedo
desvanecerlesla
sospecha.
Y no son pocos los que vienen á consultarme únicamentepara que les saque de
dudas,
unosque nada tienen ó talvez un dolorimaginario
sobrevenidodespués
de un coitoimpuro,
y otrosque nososiegan
hasta que se aclara que sehayan contagiado
la sífilis.Laidea de
padecer
un chancro sifilíticoconmueveyaunaterroriza,
efectos materiales en el
organismo.
Por lasignificación moral,
puestoque el
paciente
noignora
las consecuencias delchancro,
yteme queacaso en unmomentodadole sea
imposible
ocultar la dolenciaá sufamiliani aun al
público;
en cuyo casoquedará
conaquélla
en muymal
lugar,
y con éstedesprestigiado,
si noherido en sudignidad.
Ypor los efectos materiales
consiguientes,
porque aun cuando la sífilis se curahoy
enteramente, nopor esodeja
deser una enfermedad discrásica de
gravedad,
á la cual vaaneja
unaserie de mortificaciones éimpertinencias
inevitables,
además deser sutratamiento irremisiblemente de
larga
duración,
circunstancia que en muchas ocasionesofrece dificultades y desazónesde mucha cuenta.
Hasta
aquí
el horror al chancro indurado yá la sífilis enel individuo
joven
y soltero.Mascuando el
propietario
de talalhaja
escasado,
?cómo
al saberdecierto que la
adquirió,
no ha de sentirse confuso yperturbado?
?Cómo
se acerca á su esposa? ?Anadirá á la falta el crimen??Se
verá ser él lo que ser
debe,
elmoderador,
eljefe,
elespejo
de la familia?
?Y
la esposa??Lo
ignora?
?Qué
extrana mudanza advierte en suconsorte? ? Nota desvío?
?Sospecha
desamor ??Lo
sabe? !Ay!
!En
hora
menguada
losupo!
! Más cruel herida recibió en el alma queestragos hubiera
podido
hacer en suorganismo
el maldito virus! Lacomplicación
se aumenta si el casadotienehijos,
ni es de poca entidad la del viudo sifilítico con
ellos;
porque, cuando menos ante sushijos,
secontemplarán
uno yotro en suinterior sinfuerza,
sin autoridad y sobre todo sin el ascendiente que da el buen
ejemplo.
Elviejo
que contrae sífilis hadepadecer
muchomás,
aunque en otrosconceptos, porque al fin contrae fuera de sazónuna
enfermedad,
quepor lo mismo es más vergonzosa, y porque tiene ella más
gravedad
cuandoeladoleciente cuenta buen número de Navidades.
Hasta
aquí
lossifilíticos por vicio; pero lo más lastimoso es queno
siempre
por vicio se introduce la dolencia en elorganismo.
?No
pueden
contraerla y pordesgracia
no la han contraído á veces,en elejercicio
de suprofesión
elmédico,
la comadrona , elpracticante
ylos sirvientes deunsifilítico? Terrible trance, del que no
puede
consolarles sino la conciencia de su intachable conducta
privada,
y lasatisfacciónde que si
padecen
espor haber caído víctimas del honrosocumplimiento
desusdeberes.Y
aquí concluyo,
porque considero cuál ha deservuestraimpa
ciencia por oir la voz de nuestro ilustre