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XIX 1594 Carro Carbajal, II, LIV B

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(1)

XIX

1594

Carro Carbajal, II, LIV

BENITO CARRASCO, Milagro de san Diego & Letrilla

[h. 1r] AQUÍ SE CONTIENE UN MILAGRO QUE EL GLORIOSO SAN DIEGO HIZO CON UNA DEVOTA SUYA, A LOS VEINTE Y CINCO DE FEBRERO DESTE PRESENTE AÑO DE MIL Y QUINIENTOS Y NOVENTA Y QUATRO, JUNTAMENTE DE LA GRAN JUSTICIA QUE EN LA CIUDAD DE LISBOA SE HIZO DE UN INGLÉS LUTERANO Y DE OTRAS PERSONAS. Y LLEVA AL CABO UNA LETRILLA NUEVA AL TONO DE «LA ÇARAVANDA», SOBRE LA NUEVA PREMÁTICA. COMPUESTO EN VERSO CASTELLANO POR BENITO CARRASCO, VEZINO DE ÁVILA. IMPRESSAS EN SEVILLA EN CASA DE BENITO SÁNCHEZ, CON LICENCIA.

[1]

Celestial santo fray Diego, al mar de vuestros loores la vela al viento despliego y sin tener detractores en vuestro golfo me entrego; qu’en piélago tan remoto por donde un vuestro devoto que al mar tranquilo se entrega, por vos seguro navega,

llevando tan buen piloto. Quien novedades dessea, si las pretende buscar, este pliego tome y lea, porque en él podrá hallar cosa que al alma recrea; Señor, en las obras santas que hizo san Diego tantas, muestras, Dios, cómo en Él ivas, que a los sobervios derribas y a los humildes levantas.

Dentro en Lisboa vivía una noble lusitana

y ésta una hija tenía sabia, discreta, galana y en virtudes florecía; era de Elena un traslado y de virtudes dechado,

era un vaso de nobleza, aunque virtud y nobleza pocas vezes se han hallado.

Como su padre murió, quedó esta niña pequeña y su madre la crió y mil labores la enseña, lo qual ella aprendió; la madre se regozija viendo labrar a la hija y assí las dos trabajavan y su honra sustentavan siempre con tarea prolixa.

Con este buen exercicio sustentan su honestidad, exercitando su oficio, que a vezes la ociosidad suele ser madre del vicio; con grandíssimo fervor se ocupan en su labor, cada día madrugavan y assí a la noche quitavan, por añadir a su honor. [h. 1v]

Ardía en amoroso fuego, como adelante verán,

no en amor del niño ciego, mas por un noble galán, que es el bendito san Diego,

(2)

y assí fue su empleo bueno, de esperanças todo lleno, porque fuera grave mal dexar hombre celestial por amar hombre terreno.

Vino a Lisboa un inglés con grande mercaduría, fingiendo ser ginovés y assí entró, porque sabía hablar muy bien portugués; dava muestras de christiano, siempre el rosario en la mano, mas es cosa verdadera

que en lo exterior lo era y en lo demás, luterano. Vendió su mercaduría y en san Francisco fue a entrar y allí la donzella vía,

que a san Diego singular una novena tenía; viola dispuesta y loçana, hermosa, aunque no galana, con ropa no muy costosa, fue alegre en verla hermosa y triste en verla christiana.

Pidiola el cruel tirano a su madre por muger, movido de amor profano o por poder proceder el rigor de luterano; dixo ella que sí le agrada si allí tuviesse morada, si llevarla no pretende, que en ir a Génova entiende que va la hija agenada.

Respondió que allá tenía gran cantidad de riqueza, ricas casas do vivía, que no tuviesse tristeza, porque él la regalaría; teniendo mucho caudal y al parecer principal, muchos se lo aconsejaron, que en tal caso no faltaron

quien le aconsejó tal mal.

Ella aceptó el casamiento, mas con una condición,

que hiziesse juramento de hazer, como es razón, a su hija el tratamiento; que ante san Diego sagrado hiziesse en tierra postrado promessa muy verdadera: tenerla por compañera, según estava obligado.

Iuró con poco temor a san Diego y al Señor,

mas es regla general que más no vive el leal de quanto quiere el traidor; luego al señor provisor, que era mancebo, le informan, sin vergüença ni temor, que de presto se conforman un traidor y otro traidor. [h. 2r]

La información recebida, mucha gente muy luzida,

los fueron a desposar, mas bien la podrán llamar «casada y arrepentida»; que tan poco el gusto abita en su niñez malograda que su hermosura imita a la rosa que es cortada, que en un punto se marchita.

Passado el tiempo lluvioso, el traidor facinoroso

con su muger se embarcava, aunque para ella empeçava el tiempo tempestuoso; caro letor, ya verás quál iría la cuitada en poder de Satanás e iva la triste preñada de seis meses poco más.

Mostrava grande alegría entendiendo que venía

(3)

a Génova, fértil tierra y era para Inglaterrala derrota que hazía; díxole un día el dañado, acabando de comer, con ella en popa sentado: «Vida, devéis de saber que en Ginebra soy casado.

»Y mi muger es tan brava que, si empieça, nunca acaba, por tanto, quando lleguemos a mi casa, le diremos

que te compré por esclava; y con dissimulación en mi casa servirás,

pues que tienes discreción, que bien creo que sabrás llevarle la condición».

Dixo, torziendo la mano: «Tú, señor, ¿eres christiano? y tu muger, ¿es christiana?», respondió: «Ella es luterana, yo soy también luterano»; era lástima el lamento que por el aire esparcía, los sospiros ciento en ciento, mas ninguno se dolía,

porque eran quexas al viento. Dixo con voz lastimera: «De rodillas te sirviera, por dichosa me juzgara y a tu muger adorara, como ella christiana fuera; somos de varias naciones, somos disparas en leyes, disparas en las naciones y disparas nuestras leyes de disparas opiniones.

»Esto me aflige y atierra y este dolor me da guerra, que mejor fuera y más sano ser esclava de un christiano que reina de Inglaterra»; el traidor le respondía:

«Sigue tú aquessa opinión, que yo seguiré la mía, que el que dio esta religión más letras que tú sabía». [h. 2v]

Tras esto, un frío sudor venas y arterias le elaron y un desusado temblor, que en un punto le robaron aquel nevado color;

luego, con manos airadas, crueles y despiadadas, el blanco rostro hería y por el aire esparzía las bellas hebras doradas.

Quedó tan pálida y yerta, que la tuvieron por muerta, que un poco se enterció y el traidor luego mandó la metan sota cubierta;

lo qual fue en un punto hecho, mas después en sí bolvió de aquel parasismo estrecho con un «ay» que procedió de lo intrínseco del pecho.

Luego el traidor patricida, viéndola tan afligida,

la procuró consolar, mas es mala de ablandar una muger ofendida; siendo el viento favorable en el viage que hizieron, con la fortuna amigable los límites descubrieron de aquel reino miserable.

¿Quál iría su coraçón en semejante ocasión,

entre los fieros tiranos, cercada de luteranos y ausente de su nación?; siendo ya desembarcada, iva, devéis advertir, del todo determinada, en llegando, de dezir

(4)

Llegando con mucha gente a su casa el insolente,

como la nueva llegó, la luterana salió a recebillo al presente; con sospechosa querella, como a la española vido de gentil donaire y bella, hablando con su marido, clavó los ojos en ella.

Por salir con su interés, le dixo: «Señor Maimés», ardiendo en celosa llama, «¿quién es esta linda dama española que traéis?»; el traidor sanguinolento, por satisfazer su intento, dixo: «Yo te lo diré:

una esclava es, que compré para tu gusto y contento».

Mostrando que le pesava, bolvió al marido a dezir, como que della burlava: «Es tierna para servir y hermosa para esclava; en España haría randas, [h. 3r]

que tiene las manos blandas, mas agora que está acá, bien entiendo que sabrá hazer lo que tú le mandas».

Dixo: «¿Dónde eres nacida?», la perversa luterana

y ella, con voz afligida, respondió: «Yo soy christiana, de Lusitania traída»;

prosiguiendo su porfía, dixo cómo se dezía y como la interrogó, la christiana respondió que su nombre era María.

Como si fuera insufrible aquel dolor que sintió,

dixo: «¿Cómo? Es impossible

que tal nombre se te dio, nombre al fin aborrecible; ¿No veis la perra christiana qué contenta y qué ufana, cómo se jacta y se precia por más linda que Lucrecia, perra papista villana?».

Ella dixo: «No soy perra, porque baptizada estoy

y aunque estoy en vuestra tierra, christiana digo que soy,

a pesar de Inglaterra»; luego, con pecho de fiera, la luterana guerrera más de cien palos le dio, diziendo: «¿Quién te metió, perra, en ser tan bachillera?».

Sentid qué podía sentir la afligida y lastimada

viendo sus carnes herir y estava ya la cuitada casi en días de parir; la luterana se ardía de celos que della avía y a menudo la llagava y los oficios le dava más viles que en casa avía.

Mas ella en su coraçón llamava al santo fray Diego, en quien tenía devoción y el santo le dava luego en su mal consolación; passava aqueste tormento puesto en Dios su pensamiento y un momento descansava, porque el trabajo sobrava y faltava el bastimento.

Allegando al instante de su parto doloroso,

sin estar nadie delante, quiso Iesús poderoso

que parió un hermoso infante; era un retrato sacado

(5)

por do vino a conocer la luterana, en nacer,

lo que entre ellos ha passado. Y llegando a la parida, el niño le arrebató con voz de onça herida, las piernas le desgajó, atajándole la vida, diziendo con gran fatiga: «Perro, el cielo te persiga, esto, traidor, ¿dó se usava, que me digas que es tu esclava y la tengas por amiga?». [h. 3v]

Madres que soléis parir y hijos tenéis en braços, sentí qué podría sentir

viendo en más de mil pedaços su tierno hijo partir;

«¡Ay, dulze hijo!», dezía, «goza de la tierra fría, que yo gozaré del duelo, que tú gozarás del cielo, yo mil ansias cada día».

Al gritar, la gente entrava, tantos que los que llegaron, como el alboroto andava, al traidor le aconsejaron que echasse de allí la esclava; y por contentar la perra, luego en un silo la encierra, ¡o, hecho de Barravás!, por tener con una paz a la otra dio tal guerra.

Era un hondo pozo oscuro donde el traidor la dexó, tenebroso y mal seguro y assí la puerta cerró con un gran peñasco duro; porque el traidor entendía que ella allí fenecería, que él no la quiso matar y allí la vino a encerrar, sin ninguna compañía.

En el lugar tenebroso donde la christiana estava llamó a san Diego glorioso, por quien contino esperava la paz, descanso y reposo; dezía: «Diego divino, vos quedastes por padrino para mi amparo y defensa, no consintáis tal ofensa como la que agora vino.

»Yo en vos vine confiada, porque sin vos no viniera,

pues que soy vuestra abogada, no permitáis que aquí muera muerte tan atormentada»; esto dicho, se durmió de un gran sueño que le dio y aquesta buena christiana otro día de mañana en Lisboa se halló.

Iunto a san Diego sin par estava el siguiente día,

caso digno de admirar, pero ella no sabía

si fue por tierra o por mar; como el caso se sonó, muy mucha gente acudió y ella el caso publicava, mas la gente lo dudava, que nadie no lo creyó.

Algunos días passados, el inglés fue a Portugal

con ochenta mil ducados, que llevava de caudal medias y paños preciados; siendo pues desembarcado, de ingleses acompañado, en cas la suegra venido, porque el traidor ha entendido que en el silo avía quedado. [h. 4r]

La boca de risa llena, como por la puerta entró, dixo la suegra con pena: «Mi hija, ¿cómo quedó?»

(6)

y él respondió: «Muy buena»; con gran grita y alboroço, començó de proponer: «¡O, traidor facineroso!, ¿no la heziste meter en tu corral en un pozo?»

El luterano negava y la muger abaxó,

que encima en un alto estava, y él en verla se turbó y la justicia llegava; metiéronlos en prisión a él y a sus compañeros, luteranos de nación y el sucesso descubrieron de su disforme traición. Tomada la información en aquel punto y sazón, fueron treinta y seis quemados y los bienes confiscados fueron por la Inquisición; traían estos crueles muchas riquezas a vender, ricas medias de Bruceles y cosas, devéis saber, que robaron los infieles.

Luego la muger entró religiosa en un convento y luego el velo tomó, donde vive a su contento loando al que la crió; cuyo milagro sagrado está en san Francisco oy día junto a san Diego pintado, donde yo vi lo que avía el divino san Diego obrado.

[2]

COMIENÇA LA ÇARAVANDA

¡O, qué buena manda es la que el rey manda!, ¡o, qué manda buena la que el rey ordena!,

Dios le dé ventura por tan gran cordura.

Manda que las invenciones de aquestos cuellos valones

se corten sus cangilones porque tienen mucha olanda, [¡o, qué buena manda!].

Que ninguna ande cubierta, que es cosa notoria y cierta

que, aunque passen por su puerta, nunca pierde coyuntura,

Dios le dé ventura.

Avía algunas en corte que, por grangear su porte, atapadas dan un corte y traen la barriga llena,

¡o, qué manda buena!

Avía mil cantoneras que andavan hechas callejeras y de noche son terceras y echan mucha ligabanga,

¡o, qué buena manda!

Y los chapines dorados con barretas a los lados [h. 4v]

manda el rey que sean quitados, porque es terrible locura,

Dios le dé ventura.

Los sillones de la china, con la costosa cortina,

dos negros a la contina el rey que los lleven manda,

¡o, qué manda buena!

Que sean suyos comprados, no alquilados ni prestados,

que, por ahorrar ducados, se sirven de gente agena, ¡o, qué buena manda!

Los cuellos no almidonéis, si algún almidón tenéis,

(7)

con cámaras y gran pena,

¡o, qué manda buena!

En Cal de Francos avía un portugués que traía un cuello que parecía esclavina de romero, ¡o, rey justiciero!

Como es verdadero y, aunque seda sobre seda se quitó, todavía queda el valón que no se veda, como fuelles de herrero, ¡o, rey justiciero!

Quitaron los dobladillos y que anden oy más senzillos los cuellos sin avanillos, como jarro de açucena,

¡o, qué manda buena!

Los cavallos han de ser, que el coche ha de traer quatro sin desto exceder y assí conviene al estado, a quien lo ha mandado déle Dios buen dado.

Los machuelos enlutados con gualdrapas cobijados mandan que sean quitados

y que anden sin cobertura,

Dios le dé ventura.

Ya de oy más los verdugados quedan al rincón echados,

porque no anden arrastrados los maridos con tristura,

Dios le dé ventura.

Las puntas y guarniciones ya, señores valentones,

concluyo en pocas razones, que ya se os ha despuntado, a quien lo ha mandado déle Dios buen dado.

Ya, señoras entonadas, las sedas son escusadas

y no os cumple andar tapadas, sino vista la figura,

Dios le dé ventura.

Viva el rey muchos años, pues mira los grandes daños que naturales y extraños con tan gran desorden anda,

¡o, qué buena manda es la que el rey manda!

Fin.

INFORMAZIONE BIBLIOGRAFICA: Carro Carbajal, I, p. 499

CARRASCO, Benito Aquí ſe contiene vn milagro que el glorioſo san Diego | hizo con vna deuota ſuya, a los veynte y cinco de Febrero deſte | preſente año de mil y quinientos y nouenta y quatro: juntamen | te de la grã juſticia que enla ciudad de Lisboa ſe hizo de vn In~ | gles Luterano, y de otras perſonas. Y lleua al cabo vna letrilla | nueua al tono de la çarauanda, ſobre la nueua prematica. | Compueſto en verſo Caſtellano por Benito Carraſco | vezino de Auila. Impreſſas en Seuilla en caſa de | Benito Sanchez, con licencia.

(8)

(la) [h. ir] [Invocación] [Quintillas]

CEleftial ſanto fray Diego

al mar de vueftros loores (1b) [h. 1r-4r] [Conzienza la obra] [Quintillas]

¶ Dentro en Lisboa viuia

vna noble Luſitana (2) [h. 4r-4v] Comiença la çarauanda.

¶ O que buena manda es la que el Rey manda [Remate:] Fin.

Sevilla: Benito Sánchez, 1594.

4°.,4 h., sin signaturas, sin reclamos, letra redonda, a dos columnas. MADRID, Biblioteca Nacional: R-9478 (foliación manuscrita: 65-68). RM 90

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