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(1)

ILUSTRE

SENOR:

— 6r —

DISCURSO

DEL

Dr. D.

EMILIO PI Y MOLIST

SENORES:

Quisiera

desvanecer dos dificultades que me ocurren en este mo

mento y me

inquietan.

?Diré que no merezco la honracon que me

distinguís?

! Donoso arbitrio

para'acreditar

vuestro criterio y

justicia!

?La aceptaré

de

plano

ysin hacersalvedad

alguna

? !Cómodo

silencio,

pero

repugnante

aun á la modestia de pura fórmula! Pues

?cómo

salir

del

paso?

?cómo

desataresta

especie

de nudo

gordiano?

Por mi

vida,

que á desatarlono

acierto,

maslo desharé á lamanera clásica :cortán

dolo. Tantomonta.

Conque

echo por en medio

dejando

las dos pre

guntasen el

aire,

cada una al lado que le

corresponda,

y

digo

con

llaneza y

laconismo,

buenos fiadores dela

sinceridad,

que os

agradez

co muy de corazónel

agasajo.

Con todoeso, no

quedo tranquilo,

porque vendrá

luego

á

interpo

nerse entre vosotros y yo una sombra que enturbie la claridad de

vuestro

designio,

y eche sobre mi

figura

untinte

quizás

poco

simpáti

co; y es cierta

flaqueza

que no

puedo

acabar

conmigo

de

combatir,

antes con ella , por otra debilidad del

ánimo,

me hallo bien yme

huelgo.

Todo estoveréis resaltar enmi

discurso,

que en

rigor

no lo es,al menos

académico,

sino

principalmente

un

desahogo

de afectos íntimos enordená

algunos hechos,

cuatro sobre

todo,

á los cuales dedicode

propósito

otros tantos

capítulos.

Mucho

tiempo

há que deseabacon

viva ansia el escribir

algo

sobre

ello,

y más el leerlo en

público

ó en corro de

comprofesores

y

amigos;

pero nunca se me ofreció ni por asomo

coyuntura

cual la fiesta de

hoy,

para mí llovida del cielo.

(2)

Mi razonamiento será depor fuerza

autobiográfico, algo

asícomo

un remedo—no hallo vocablo más modesto—del

menos gustoso ar

tículo de Mesonero Romanos en sus Memorias deunSetentón ó de

Zorrilla en sus Recuerdos del

tiempo

viejo;

pero, á par de

ellos,

no con la

monotonía, circunspección

yremiramiento del

género

históri

co, antes con

alguna

variedad y cierta soltura

jovial, caprichosa

y

juguetona,

pues,

gracias

al caráctercasi familiarycasero del presente acto, mi

desahogo tendrá, además,

de lo humorístico y de lo fantásti

co. Si

algunas

partes de él y aun acaso el todo os

parecieren pueriles,

y por lo mismo discordantes de mi condicióny

edad,

fácilmente me lo

pasaréis trayendo

á la memoria

aquel

concepto de

Balmes,

de hon do sentido filosófico :que el hombreesnino hasta la

vejez.

Vaya,

al grano; no

hay

que gastar retóricas para deciros cuál esmi

flaqueza. Estoy

enamorado.

Espanto

oshabrá

producido, Senores,

esta declaración subitánea; pero antes que excitada por él asome á vuestros labios una sonrisa

de lástima, os advierto que nada tiene el mío de

aquel

amor senil

sacadoá la

vergüenza,

con

general rechifla,

por los

dramaturgos

desde

Plauto hasta Moratín; amor, si tal nombre merece, que,además de anacronismo grosero y síntoma

frenopático

, es un

tósigo

para el

cuerpo y un

pecado

para elalma.

No;

mi amornivisos tienede pato

lógico,

de

repulsivo,

de ridículo y muchomenos desórdido. No es

más purala gota que destilade la

estalactita,

el cristal yacente en el seno de la roca, la

fragancia

del recienabierto

jazmín,

ni el aura

matutina, primera espiración

del

despertar

de la naturaleza. Poco adecuados y

expresivos

son aún encarecimientos

tales,

porque mi amor

pasa de vuelo á toda substancia

corpórea,

yno cabe

representarlo

con símiles sacados de la

materia,

ni en susformas más sutilesnien susaspectosmás nítidos. Alienta y

agítase

en el

espacio

de la ideali

dad,

dela que esparte

integrante;

allá en

aquella región etérea,

inun

dada de luz que no enturbian

celajes,

donde el

espíritu

se

eleva,

se

explaya,

siente inefables deleites yselanza á determinaciones gene rosas.

No,

no es amor senil el mío; que lo he sentido y alimentado

desde la

segunda

infancia. Era entoncesafecto

indefinido, aspiración

vaga, instintivo anhelo de

algo ignoto,

estado

inquieto

del

ánimo,

sentimiento de vaciedad del corazón. Llamáralo saudade

si,

como

(3)

--- 63

---edad de

ningún

modo me lo

explicaba.

A no incurrir en nota de

jac

tancioso que desvanecidamente se alza á mayores, diría que mi

espí

ritu sehallabaen

igual disposición

que el deDante

cuando,

nino de

nueve

anos,

vió á la

gentil rapazuela

de ocho que se llamaba Beatriz.

De

golpe

nacióen el florentino

aquel

amor ó más bien

platonismo,

ahora casi

legendario,

que,

despertando

su

entendimiento,

le esti

muló por el prontoá instruirseen arduas

disciplinas,

y,enardeciendo en la edad viril su

imaginación,

fué

el

numen desu

singular

poema,

que todavía

hoy, pasados

seis

siglos,

es puestosobre lasnubes por los

doctos,

y le ha valido el dictado devatedivino.Elestudio que de mi ánimo enlos verdes arios hice en los maduros y

hago

en los secos, no me

deja

duda deque ví también entonces una

Beatriz,

aunque sólo con los

ojos

de la fantasía, porque era

incorpórea,

y hasta

ignoraba

yo que una

hija

de un Folco Portinari hubiese sido en el

mundo;

Beatriz ideal que

despertó

en mí unafecto

firme, aspiraciones

concre

tasydeseos

arrebatados,

como todo es arrebatado en

aquella

edad de

vigoroso

medro é irreflexivo

empuje.

Ycomenzaron á exaltar mi ima

ginación

suenos

dorados,

ymesentí mover por misterioso

impulso

á

empresas

imposibles. Impulso

de amor,amorinocente, infantil, pero

tan de

verdad,

que

hoy

es, y todavía reconozco la

influencia,

la efica

cia de

L'alta

virth,

che

Oh

m'avea

trafitto

Prima ch'io

fuor

di

pueri!iafosse;

y

complázcome

recordando

aquella

temprana evolución de mi

espíri

tu, el nacimiento de

aquella pasión,

extrana entonces, que se encen

dió parano apagarse

jamás

ni

bajo

la nieve de mi

cabeza;

y entiendo

que oía en el fondo de miser un acento

incomprensible, algo

como la vozde la excelsa donna sovra candido vel cinta d'oliva cuando decía

al poeta:

Guara'anzi ben: ben son, ben sonBeatrice.

Sí,

miamor estan firme ahoracomo lo fué ya apenas me conmo

vieron sus

primeros chispazos,

ytan

limpio

está de la más vaporosa

nubecilla ódel más tenue

pano,

cuanto es

ajeno

del menor accidente

de la materia el concepto de la idealidad pura. Lumbrerade miinteli

gencia

, móvil de mi

corazón,

incentivo demis

afanes,

mi confortey

esperanza,

inspiración

de mis actosen los estudios y

ejercicio

de mi carrera, estímulo de misescarceos por el estadio de las buenas

letras;

(4)

64

de tal suerte, que lo que por ventura seayo enlo científico yen lo li

terario,

á él se lo debo.

Amor sin un ser amado es mera

abstracción,

es cosa inconcebible como

impresión

sin excitante. Tal el mío en los alboresde la

vida;

mas ya que

apuntó

á milabio el

bozo,

ycon la vehemencia de laedad

sentí la

pasión

que me

sojuzgaba,

y en sus

ímpetus

intervino la

razón,

vineá entender

quién

era en realidad mi

amada,

y adivinésu nom

bre;

nombre eufónico en la

lengua

castellana y en todaslas que co

nozco, nombre que

sugiere,

en hermosa

combinación,

los altos con

ceptos de

hidalguía, valor, esfuerzo,

heroísmo y lauro. No

quiero

por ahora declararlo: bastedecir mi

dulcinea,

no en el sentido del nom

bre

propio

de

aquel

famososerque no le tuvo sino en la fantasía del

loco más enamorado y

simpático,

antes enla

acepción

del

apelativo

ó

común con que nuestro léxico oficial autoriza para

designar

á la mu

jer querida.

Mi

pasión

ha tenido las vicisitudes naturales y los vaivenes forzo

sos, alternativa de bienandanzas y reveses,

alegrías

y

pesadumbres,

que es, además de unbuensainete para saborearla, un

poderoso

ex

citante para enardecerla. De

nino,

á todo me sonrió

ella,

todo me lo

presentó

banado de colorde cielo; pero ya, de

mancebo, púsome

so

brecejo

á

menudo,

y

atrájome

más dedos burlas y más de cuatro de

sazones; no porque á mi dulcinea tuviese yo que

cortejarla

á la

reja,

como

galán

de

Calderón, aparejado siempre

para

ahuyentar

á cintara zos ganapanes

importunos

óandar á cuchilladas con caballerosriva

les,

sino porque torpe,

ciego

y extremoso,

di

en la flor de

pedirle

fa vores con

festejos

que en buena razón eran atrevimientos y nece

dades.

?En qué

cabeza sana, más que de nino sea, cabe el estrambótico

intento,

que la mía á

pájaros

llevóá término y remate, de componer, hurtando ratos, cual escolar

inaplicado,

al estudio de la

gramática

,

dela

aritmética,

del catecismo y de la

historia,

dos novelitas como

quien

nodice

nada,

de lectura bastante para llenarlas columnas del

folletínde otros tantos números de

periódico; engendros

que por de

contadono hubo alma de Dios que

publicase

ni aunrecibiese!

?

Quién,

rabiando por someterse á la barberil rasura, mas no

teniendo todavía

qué

rasurar, hubiera llevado hastael cabo la

gigan

teaempresade escribirundrama caballerescoen un acto—que guar

do como

bagatela arqueológica

,— todo almíbares y

deliquios

de

pasión

desaforadamente amorosa, ditirámbicos looresá losguerreros

catalanes,

odio mortal á los sarracenos y horrorá un morazo feo y

(5)

— 65 —

dado discreto y sencillote, una doncella

pano

de

lágrimas;

yseoía el

fragor

deuna

batalla,

y por salvar la vida del

padre

daba la suya

peleando

el amante!

Estos

arrojados obsequios

á midulcinea tenían

alguna disculpa

en

que, sobre acalorarnos

leyendo

cuantas novelas y

poesías

habíamosá las manos conmi

condiscípulo

é

inseparable companero

Ponsy Ga

llarza,

que es

hoy

catedrático de Literatura y maestroen

Gaya

Ciencia;

estábamos entoncesde llenoen una revolución

literaria,

en el ruidoso

ybienhadado

romanticismo,

ylas revoluciones literariasarrastran tras

síá loshombres de

chapa

yaun á los ninos de la

escuela,

como las

políticas

penetran hasta los tuétanos en los ciudadanos

todos,

sin

distinción de

opiniones

ni

jerarquías, siquiera

ellosnolo presuman.

Cuanto

más,

que la

aparición

súbita y simultánea de dramas como

El

Trovador,

Los Amantes de

Teruel,

Don

Alvaro

y

Macías;

de

novelascomoNuestra Senora de

París;

deotros y otrasde los escri

tores que, acaudillados por Víctor

Hugo,

formaban el que llama

Zola grupo

fulgurante

; delas fantásticas del Vizconde de Arlincourt

—quien

tuvosushoras de

celebridad,

aunque

hoy

nadie le soporte,

según

dice con frase tan breve como

comprensiva

Menéndez y Pe

layo

;—y de muchas más por el mismo

patrón

cortadas,

bien que

menos famosas: obras todas enque revivía el

espíritu

de libertaden el

arte, yaun se

agitaba

el de

anarquía

;

esplendorosos

alardes de

inge

nios sanosy

pujantes

unas, desafueros y delirios de fantasíasfebriles

otras, queinflamaron losánimos y sacudieron con suma

rapidez,

á

modo de corriente

eléctrica,

el sopor letal de nuestra literatura ; la

aparición

súbita y

simultánea, repito,

de tan alentadas

producciones

bastaba y sobraba para conmover y desaviarcabezas de viento como

lo era la mía en

aquella

dichosa

edad,

ávida de novedades y bullicio.

Pero,

Senores,

lo que en

ningún

respecto merece

perdón

ni

disculpa,

es que me

dejase

yo

disparatar

como

aquel imaginado fraile,

á

quien

por cierto noconocí hasta más

tarde,

tan faltode

sindéresis,

que ya de novicio

dejó

losestudiospara meterse á

predicador.

Yendo y viniendo

días,

amanece

aquí

uno con la fausta nueva de

la paz áque por el pronto sedala

expresiva

ygrata denominación de

Abralo

de

Vergara,

término

providencial

de una guerra que, por

tiempo

desiete

anos,

ha

empapado

en sangre de hermanos loscampos

espanoles.

El alborozo es

imponderable

:adórnanse los

edificios,

mar

ciales músicas recorren las

calles, espectáculos

divierten al

pueblo,

poetas cantan.., y yo, menos movidopor el

regocijo general

que

agui

joneado

por el anhelo amoroso,

quiero

ser también poeta, acaso so

nando nada menosque con

pulsar

la

quizás

no rota sino

colgada

lira

(6)

de Píndaro... ! Poeta! I Inocente de mí !

Ignoraba

que para medraren

este mundo lo que

importa

esvivir en prosa.

Quise,

pues, serpoeta,

ycantar... y canté en una oda el

Abralo

de

Vergara...

! Nunca tal

hiciera!

?Qué digo?

Bendita la hora en que hirvió en misesera el

pensamiento

de celebrar el suceso en verso suelto

!horror

!porque me

mareaba,

comoá tantos

pobretes,

el consonante.Bendita la

hora,

vuelvo á

decir,

puesversos más detestablesno salieronen nefasto día

dela cabeza de tarrodel peor

coplista callejero;

ycensura ó correc

ción conpuntasde

reprimenda

más

delicada

ycortés enla

forma,

pero

más acerba y dura en la

substancia,

no la recibió

ningún

nacido.

Diómela,

poniéndome

de oro y

azul,

el poeta dramático

Tió,

cuya

muertelloraron enbreve los amantesdel arte; y fué, para mayor tor

tura,en casa y

presencia

de una senorita

amiga

que me

lisonjeaba

en

demasía,

de la

poetisa

Massanés,

á

quien

inmortalizantantascompo siciones de ferviente estro, y con

especialidad

la de Un beso

maternal,

con cuyos acentos supo hacer

palpitar

el corazón detodo buen

hijo,

ella,

que no había

probado

el

suavísimo,

el puro, el indecible deleite

desentir en sus

mejillas

la frescura del labio desu madre. Censuraó

reprimenda,

lección nunca

jamás

de mí

olvidada,

que cortó de

cuajo

un mal que amenazaba

arraigarse

en mi

ánimo,

el de

arrojarme

á poe

tizar invita

Minerva,

contodas lasvergonzosas secuelasdeeste

género

de

locura,

que contanto donaire da por rematada el

preceptista

delos

Pisones. Púsomepor delantede los

ojos

el discretoy

piadoso

correc

torque, sobreser para mi

complexión

la linfa de

Aganipe casi,

casi unagua tofana, debía en conciencia volver atrásy no

empenarme

en

hollar las asperezas por donde se camina de lainmortalidad al alto

asiento,

sopena de darcada tumbo, que al término de la

jornada

no me

quedara

hueso sano. Otra

puntería

hizo elmuy sagaz para echar

el resto desu

admonición,

yfué inculcarme que,

primero

que poner me á

escribir,

estudiase muchas cosas y sobre todo la

lengua

caste

llana, recomendándome como una crestomatía excelente para apren

derla bieny

ejercitarme

en su

manejo

el FlosSanctorum. Laextraneza

que estoúltimo me causó no espara dicha ; pero mucho ha llovido

desde entonces, y mis lecturas y estudios hasta ahora me han acre

ditado

cumplidamente

que en esta materia harto sabía Tió dónde teníasu manoderecha.

No,

sino

póngase

en duda que seanhablistas

ejemplares

el P.

Rivadeneyra,

el P.

Nieremberg

y tantos escritores

ascéticos denuestro

siglo

deoro. En el

lugar

más lúcido de mi memo

ria, donde

guardo

ladelas personas que me hicieron

algún beneficio,

vive,

recibiendo de mi corazón uno como culto de

gratitud,

el re

(7)

--

67

dió la hiel

corrigiéndome,

por cierto y por verdad dióme también la miel adoctrinándome.

Desmanado en extremo andaba yo por

aquellos

díaspara congra ciarmecon mi

dulcinea,

pues

algunos

otros escritos y senaladamente un

librejo

en que, echándola de

traduttore,

dí entraditore, como

muchos,

y que para baldóneterno salió á

luz,

vinieron áacrecer el

número de mis

chapucerías literarias,

siendo ocasión dereflexiones

retrospectivas

que renuevan sin cesar mi

sonrojo.

!

Polilla!,

para

cuándo son tus

dientes,

que no has devorado aún

aquellas hojas

en

negro

horóscopo

nacidas?

!

Que

no

haya

un alma

compasiva

que arremeta con

aquellas

novelucas, y

aquel

cantorrio , y

aquel libraco,

y los

relaje

al brazo

seglar

deunaAma que, echándolos al

corral,

queme todo elmontón

mananaantesque

llegue

la noche!

Pero,

puesto que no la

hay,

y,

si la

hay,

no parece,

quiero

pasar por la

vergüenza

de decir en

público

que cometí tales

pecados, arrepentirme

de ellos mientras

viviere,

y aceptar contrito la

penitencia

de la burla

general,

amén de

hacer por no acordarme de

semejantes

escritos más que

de.las coplas

de Calaínos.

Aquí pequé,

pues

aquí

lloro.

Quien

tal

hizo,

que tal

pague.

Aunque

bien

podemos

consolarnos de nuestras

faltas,

sitene mosla virtud de confesarlas. A esta máxima de La Rochefoucault

me

acojo.

Y con ella

doy

fin al

primer capítulo

de mi

desahogo.

Pasóel

tiempo

delas

ninadas,

si esque pasa

jamás,

y vino el de

ladiscreción relativa de los anos

adolescentes,

en que la seriedad de

los estudios y la frecuentación de las cátedras

imprimen

un sello de

corduraque seechade verhasta en los

ímpetus

de la edad yen los

devaneos á que ella convida. Por

fortuna,

ya llenaba más las medi das de mi anhelo eloir Medicina que el

aspirar

á ser literato; aun

bien que medecía el

corazón,

y dábale yo

crédito,

que no había de

negarme

aquella

ciencia

algún

arbitrio para mostrar á midulcinea el

rendimientocon que continuabaadorándola.

La ocasiónse ofreció presto, y yo no anduve remiso en tomarla

por la melena ; y

gracias

que la traía entonces, y no el mechón con

que la

pinta Quevedo,

en el cual apenas

hay pelo

para un

bigote,

yesmás resbaladizo que

anguila (*),

pues notuviera mi mano destre

(8)

zapara asirlo.

!Dichoso arranque!

De tal suerte

influyó

en la

mía,

que no bien transcurridos nueve anos fuí ya, y en el corriente soy

aún,

lo quepor entoncesacaso

alguna

vez

llegué

á vislumbrar enturbios

suenos.

Pues ?no me vinoen deseoel presentarme en un concurso

público

para indicarla maneray forma de

erigir

en Barcelona un

asilo,

hos

pital

ócasa de

locos;

que á la sazón no se decía aún manicomio

(*)?

Probé fortuna y Diosme la

dió,

bastándome el saber poco, porque es

de

ley

que me eche encimael

adagio

sin cercenarlo. ? Habrá

osadía,

habrá frescuracomo

aquéllas?

?

Quién

era yo para ponertan altos los

puntos?

?Quién?

Un Bachiller en Medicina. Eso

sí,

nuevecito yfla

mante. !

Válgate

Dios por bachiller !

Inspiróme

sin duda

alguna

mi

numen

tutelar,

puesto que me

adjudicaron

el

primer premio,

yá dos

dedos estoy de decir que me lo dieron de momio. Y

catad, senores,

á

Periquito

hecho

fraile, ó,

lo que allá sesale para el caso, elevada

mi estudiantil

personilla

á la

conspicua

situación de Socio de mérito

de la

Económica

Barcelonesa de

Amigos

del

País,

y

condecorada,

por

anadidura,

con una medalla de oro.

Deeste hecho por mi

prurito

de filosofar mal que bien sobre cual

quier

sucesoóaccidente de menor

cuantía,

deduzco dos

consecuencias,

queson lecciones no nuevas, pero símuy

dignas

de serencomenda

dasá la memoria.

Es la

primera,

que alque acude á un certamen con el antifaz de una cubierta

cerrada,

le tiene muchacuenta nolevantar

siquiera

por una punta el velo de lo

incógnito,

y que

ignore

el nombre que la nema oculta hasta la

pluma

que lo

escribió,

valga

el

decir,

pueslo

incógnito

entrana un

misterio,

y el misterio infundecierto respeto y

temorque, en toda

justa literaria,

constrinená los

jueces

á estarso

bre aviso é ir muy á las derechasen susdeliberaciones yfallos. Yo sé

bien ! cómo silo sé! que de notaparme toda lacara

aquella

máscara

de

papel,

habría salido de mi

pretensión

conlasmanos en la cabeza.

Yno

digo

más,

sino que tengo para mí que, por una parte, el tribu

(*) El artículo 5.* delProgramaqueen25 dejuniode 1846 publicóla SociedadEconómica

Barcelonesa deAmigosdel País,decía así:» Premioigual (el título de Socio de mérito y una

»medalla deoro)sedará al quepresentela mejorMemoria sobre el modo más asequiblede

»erigirunasilo,hospital ócasade locos parauno yotro sexofuera de las murallas deestaciu »dad. El autor deberá indicar los medios de realizar elpensamiento, teniendoen cuentaque el »local ha detenercapacidadpara doscientos individuos,ylos varios departamentos necesarios »para el tratamiento, salubridad, comodidad y seguridadde los dementes ;acompanando un

»proyectodeReglamentointerior para elrégimendelEstablecimiento, comprendiendo en él las

»obligaciones delDirector,de losFacultativosy de lossubalternos;ysenalandoel sitioendon »dehayadeerigirselacasadelocos,y lasmojadas de tierra queconsidereprecisasal derredor

(9)

69

nal se

pasó

de generoso, y por otra, que, tocante á la materia del certamen,

pudo,

en

aquel

momento

histórico,

parecer bienun proyecto

óescrito que

hoy

debiera ponerse muy por

bajo

elnivel de la medio

cridad

(*).

La

segunda

lección esmás

trascendental,

por ensenar que un he

cho,

sucesoócircunstancia

improvisos

y de poca

entidad,

al parecer,

abreatalvez camino al hombre para que, avisado y

diligente,

eche

por él y

llegue

á una meta que

fija

susuerte.

Ay

del que entoncesse

emperezay

demora!;

porque laocasión viene yse va en un

instante,

y,

según

la

hipérbole,

verdaderacon ser

hipérbole,

del fabulista

latino,

ya

citie

la ocasiónes ida, ni elmismo

Júpiter

tiene

poder

para echarle

la mano

(**).

Casi por

juego,

con la

imprudencia

y

presunción

de la

juventud,

quizás

con la

petulancia

que ella provoca y excusa á un

tiempo,

entre diversiones ycorrerías á quecon otros mozalbetes me daba en

San Felíu de Torelló —

testigo

Coll y Masadas

,

hoy

Director y

Catedrático de nuestra Escuela de Comercio,— con cuyas aguas

acudíaá mi ya

quebrantada

salud,

escribí la memoria sobreconstruc

ción deuna casa delocos; yo, que

ninguna

había visto ni apenas

orates, ysí sólo leído

algo,

no acerca de

hospitales

de locos sino de

la

locura,

en el Praxeos medicae universae

praecepta

de José

Frank,

clásico entonces, yenel librode texto de

aquella asignatura

en nues

tro

Colegio,

libro que si bien declaraba en la

portada

haber sido

compuesto por un catedrático de este

establecimiento,

nunca me

avineá

creerlo,

porque el

profesor

era muy

sabio,

y, á mi

juicio,

la

obraera

algo

tonta.

Conque

no se me pregunte cómo salí del

empeno,

porque sólosabré

responder

que salí avante,ypunto redondo.

Aquí

de la filosofía:hablando sin rebozo yen términos

propios, aquello

fuéuna solemne calaverada; á bienque, enhecho de

verdad,

no es

(5) Dos hechospuedo alegarenapoyo deestaopinión.LaSociedad Económica, porimpulso

propio,quenopor indicaciónmía, como así lo creeráncuantos meconocen,tuvoá bien enca

bezarconmiMemoriala serie de las que á pocotiempo empezóápublicar; ygracias que á ello

debo elconservarlaimpresa.Cursando yo Medicina legal éHigiene pública,el Dr. D. Ramón

Ferrer y Garcés, catedrático deestaasignatura,concluido que hubo su lección sobre la cons

trucciónygobiernodehospitales delocos, meinvitógalantementeá queleyeseenclase mi Me

moria, como lo hiceconel gustoquesedejasuponer yconvivoagradecimientopor la honra

queseservía dispensarme aquel maestro; dequien cúmplemedecir que recibísiempresenaladas

distinciones,merced á las cualeslleguéá considerarle con muchaatencióny obsequio, y él á intimarmeen sutrato,y, andando eltiempo,á favorecerme con una confianza rayana en fami

liaridad,de la queconservolos másgratosrecuerdos.

(**) elapsum (calvum) semel

Non ipse possit lupiter deprehendere.

(10)

de

hoy

ni de ayer que las calaveradas

traigan

por ventura

negocios

estupendos

yhazanas

increíbles,

pues,

contrayéndonos

á solas la bolsa

y la guerra,veces

hay

que el

jugador ganancioso

y el invicto héroe no sonsino unosdesatados calaveras.

Con estas

declaraciones,

á las que nadie

negará

la cualidad de

ingenuas,

cierroel

segundo capítulo

de mi

desahogo.

Asíque

así,

abierto el

pliego

donde estaba encerrado un breve

oficio con mi firma y

rúbrica,

el

brigadier

don ManuelLassala

;Jefe

superior político,

que

presidía

á la Económica en la sesión

pública

del rode octubre de

1846,

me llamó y puso enmis manos la meda

lla deoro. A lostres díasla

Corporación

me remitió el

diploma

de

Socio de méritocon un oficio que recibí como el agua de mayo, y aun lo

pondero

poco, porque su contexto, además de embelesarme

con las alabanzas que me

prodigaba,

me

esponjó

dándome nada me nos quetratamiento de

Senoría;

á

mí,

que apenas si me hallaba con

otroque el democrático de tú por

tú,

que por entonces era de

rigor

entre estudiantes. Todoesto, bien

considerado,

ofrecía el

peligro

de

cebar mi vanidad

juvenil,

fuera de que tanto y tan prematuro auge

podía

ser para mí no menos ocasionado que el nacerle alas á la

hormiga.

Pero , en serio sea

dicho,

ahora estimo el mencionado

diploma

como la

primera

credencial de Médico Director del Manicomio dela

Santa

Cruz;

en nada obstante que

éste,

al ser datado

aquel despacho,

no hubiese salido todavía de los

espacios

delo futuro

contingente.

Ello,

no tieneduda que, por lo menos,

hoy

parece ser un nombra

miento demeritoriocon

opción

á tal oficio.

Referir ahora que

posteriormente

he hecho

algunos

estudios á lo

profesor reposado

sobre la materia que

primero

acometí á lo escolar

aturdido,

aunque en verdad tomándole ya gusto, sería una narra

ción de pormenores enfadosa como todo lo que

redunda,

é

imperti

nentecomo todolo quese supone sin que se exprese.

En otro escrito he dicho que el Manicomio de la Santa Cruzes el

poema de mi vida

profesional,

yen el presente anado que el actoen

que me

premiaron

fuéla introduccióndel poema. Sucesosde

próspera

yde adversafortuna componensutrama, con alternativasde

resplan

doresy

lobregueces;

ypor lo mismo tonos

varios,

acordes con tales

mudanzas,

vienen á tener

respectivamente

loscantosdel poema:—de

ánimo,

al travésdelas

primeras

naciones de

Europa

que varias veces

roe

(11)

___ 71

visité en demanda de instrucción á susestablecimientos yá susilustres

alienistas

Calmeil,

Baillarger

y Moreau

(de París), Begley

y Denne

(

de

Hanwell), Tyerman

y Marshall

(de Colney-Hasch),

Guislain

(de

Gante),

Ideler

(de

Berlín

),

Damerow

(de

Halle),

Riedel

(de Viena),

Bonacossa

(de

Turín

),

Broca

(de

Milán

);—

de esperanza,

después

que trazado mi

Proyecto

médico

(*)

, el

arquitecto

Oriol y

Bernadet,

con

arreglo

á

él,

levantaba los

planos

;—de

enojo,

en las horas men

guadas

que seatravesaron

pasiones

óintereses bastardos

(perdóneme

Dios,

si este

juicio

es

temerario),

y se

llegó

á negar el

permiso

para

ponermano á la obra ; —de

lástima,

cuando hubo

quien,

no cabién

dole en lacabeza el

plan,

sin duda harto magnopara ella, meneábala

incrédulo y sonreíase

desdenoso,

y

quién

sabe si

compadecido

de la locura de los que realizable lo

reputábamos

;—de melancolíay

llanto,

en el

largo período

que proyecto y

planos

estuvieron durmiendo sueno

deolvido entre el

polvo

de un archivo

;—de alegría,

el 20 de di

ciembre de

!885,

en que

pusimos

la

primera piedra

del edificio;—

de

triunfo,

el 19 dediciembre de

1889,

en que secelebró la

inaugura

ción deun

departamento

entero, con

plácemes

de lasautoridades ydel

público,

que la saludaron como á unacontecimiento

nacional,

yen

particular

con encomios de

insignes

representantes de la

profesión

médica y de su cuerpo

docente,

ya que el dictamen que en

aquéllos

iba

implícito

y salió

expresado

en forma entusiástica y

gallarda,

ha

bía de

prevalecer,

por sucarácter

pericial,

sobretodas las

aprobacio

nes, alabanzas y encarecimientos.

Treinta ariossepasaron desde la

presentación

demi

Proyecto

hasta laabertura de esta parte del Manicomio. No fueron menester tantos

para rendirá

Troya.

No asistiré yo al desenlace de mi poema. Ni seréel único á

quien

escribirla última

palabra

del suyo le

negó

la muerte.

?Qué impor

ta?

Fijos

en él tengo

siempre

mis

sentidos,

mi ser, mi alma ; y, con

forme va desarrollándose y caminando á su

término,

aunque noal

compás

demi

anhelo,

seacrecienta mi ardor para toda

lucha,

si por

inopinado

caso se

suscitare;

y

siquier pise

yo los umbrales de la

edad,

según expresión

de

Esquilo,

seca ysin

hojas,

que va sucamino sobre

tres

pies,

sin más fuerzas que un nino y arrastrándose con incierto

paso; aun en esta decadencia no me

faltará,

Dios

delante,

el ahinco

hastael tranceen que, sintiendo

extinguirse

la llama de mi

vida,

que

(5) Proyectomédico razonadopara la construcción del Manicomio de Santa CruzdeBar

celona, conarreglo al cual ha levantadosusplanos el arquitecto D. José Oriol y Berna

det,en4.*,xxvn—367 págs. publicado en:86opor acuerdoyá expensas de la Iltre. Administra ción delHospitalde Santa Cruz.

(12)

no lade mi

entusiasmo,

mirarécon la mente por última vez el Mani

comio,

comotal cruzadoque,

próximo

al término de la

épica

con

quista,

rendidopor las

fatigas

de cien

combates, baja

la

espada,

pues

ta la mano sobre la

insignia

del

pecho,

entre ansias del cuerpo y

alientos del

espíritu

exhalaba el postrer

suspiro

columbrando con

fruición beatífica losmuros dela Ciudad Santa.

Mi entrada en esta

Academia,

otro que tal. En suarchivo es de verque acudíá la

palestra

también con antifaz de cubierta

cerrada,

y

gané

primer premio,

ósea el

diploma

deindividuo

correspondiente

yuna medalla deoro; mas no consta en

aquella dependencia

que de

la materia sobre la cual

escribí,

tenía tanto conocimiento

práctico

como de orates y de casas deorates en el anteriorcertamen. No

hay

que darle vueltas; para

valentonadas,

los mozos.

Ya,

yase

aplacan

con

la edad los bríos. Indicacionesycontraindicacionesdel uso del cloro.

formo

(*),

cuestión de actualidad entonces, ario de 49, fueron las que

me esforcé en dilucidar á

golpe

de

periódicos médicos,

pues

ningún

libro debía de haber á la sazón que tratase didácticamente de

aquel

asunto,

ó,

dadoque lo

hubiese,

no estuvoal alcance de mi mano, fi

acaso lo estuviera al de mi

peculio.

Esteeseltercer

capítulo

de mi

desahogo.

En la

oposición

á una

plaza

deacadémico de

número,

ano de

51,

pude

entrarcon más seguro

pie,

ya que siendo

elegible

por el candi

dato el tema de su

discurso,

lo

escogí

teórico. Un famosoestadista y

eximioescritor francésabominó por

sacrílegas

é inútiles las necrosco

pias,

temeroso sin duda de que sehiciesela desu cuerpo. Era Cha

teaubriand

(**).

Su

fama,

sobrado

esplendorosa quizás

entonces, como

(*) El programasegundodeestaAcademia para el concurso públicode 1849 preguntaba:

En quécircunstanciassehalla indicado y contraindicado elusodelcloroformo? LaMemo

ria que escribí sobre estepuntoy que obtuvo el premio,fui publicadaen185o.

(**) LaMemoriaquepresentéy leí en dicha oposición, seintitulaba Examen médico del

siguiente pasajede Chateaubriand en susMémoiresd'outre-tombe: Lejos de micadáver la

sacrílega autopsia:enbaldefuerabuscaren?ni helado celebro yenmiyerto corazónel mis terio de mi ser; quenodescubrela muerte losarcanosde la vida( Qu'onsauve mes restesd'une

sacrilége autopsie;qu'on s'épargne le soin de chercher dansmoncerveauglacé et dans mon cceuréteint lemystéredemonétre. La mortnerevelepointles secretsde la vie);6seanConsi

deracionessobre elimpulsoy carácter comunicadospor la Ana!omía d laMedicina moderna, Fuiimpresaen1852.

(13)

73

sobrado obscurecida

quizás

al presente, no me arredró de

salir,

con el

respeto debido á su

memoria,

por el estudio del

organismo

muerto,

combatiendo las dos susodichas

calificaciones, denigrante

la una y

despectiva

la otra, conardimiento de neófito y fe de

profesor

recién

salido de las

aulas;

y

así,

con tanto énfasis como

Tomasito, aquel

literatuelo y

político

en agrazpuestoen caricatura porla mano maes

tra de Larra,vine á

decir,

llevándole lacontraria :Chateaubriand

ropensamosde un modo distinto. A tal audacia me

indujo

mi dulci nea, por

quien,

desalado entonces comonunca, bebía yo los vientos.

Ni una

palabra

más sobreestos actos ni sobre los de la Academia

en que he

intervenido,

pues, por el

lugar

en quenos

hallamos,

y la

fiesta que nos ha

congregado,

eso sería traerá cuento

especies

caseras

de inútil recordación por sabidas de la familia é indiferentes para la vecindad.

También obedecíá mis

impulsos apasionados

en el

ejercicio

de la

profesión;

pero de cómo me lashube en él no

quiero

tratar, pues á la

verdad,

enbuen hora lo

diga, saqué

más

trabajos

ydesazones del es

píritu

y del cuerpo que favores de mi numen,y, para mayor

fastidio,

el relato de losunosy delas otras, con ser

impertinente,

daría á esta

parte de mi discurso la traza oficinesca y

desgarbada

de una certifica

ción de servicios y méritos.

Llego

ya á mi situación de retirado 6 reservista sise

quiere,

en

que,

depuestas,

ó punto menos, lasarmas con que luchépor la vida

médica,

tornó mi ánimo á apetecer ciertos

pasatiempos tranquilos

é

instructivos de la edad

juvenil,

á los cuales habíarenunciado en el

decurso demuchos

anos,

por ser

incompatibles

de todo puntocon el

tráfago

y

atropello,

desabrimientos y

congojas

de lacarrera. Volvíá mis libros

literarios,

volví á los estudiosconque tanto me había pa

ladeado y fortalecido en solaces como

aquellos

que

Virgilio

llama

divinos

(*);

y, por

dicha,

los

doces

del

espíritu

dhora, cual lasaficio

nes antes, sacarían verdadera en

mí,

si menester

fuese,

la sentencia

del orador romano: haec studia adolescentiam alunt, senectutem

oblectant.

A la manera que cada

pueblo

tiene un

manjar

más ó menos com-•

puesto, que, por

adaptarse cumplidamente

al

apetito

y

complexión

desus

naturales,

ásumodo de vivir yaun al clima de su

latitud,

es

(*) Deus nobis haec ollafecit.

Égloga

I.

(14)

el

predilecto,

el ordinario é

indispensable

en su comida

principal

hasta el

punto

de darcarácter

gentilicio

á su

cocina,

como á su

traje

lo dan ciertas

prendas;

así enla literatura de cada nación suele haber un

plato

que, por sabrosoá

todos,

por acomodado al sustentode su

inteligencia

y por la costumbre constante de

tomarlo, puede

y debe

apellidarse

antonomásticamente nacional. No

hay

que decir cuál sea

el

plato

nacional de nuestra mesa literaria.

Singular

por la calidad

desu

substancia,

lo

ingenioso

de su

aderezo,

el

primor

desu

disposi

ción ylo

exquisito

desugusto, así está fuera de duda que no

hay

plato

nacionalde estado

alguno

que lo

aventaje

ni

iguale,

como que

todoslos

pueblos

se afanan por imitarlo con los

manjares

y

especias

de su

tierra,

impotentes

para dar á la

copia

el sabor

genuino

del

original,

aunquebastantespara que, catándolo

ellos,

se

chupen

los

dedos.

Ninguno

me

quedaría

ya ó tendríalos todos lastimosamente

atrofiados,

sicon esta

acción,

más encomiástica que

pulcra,

hubiese

querido

demostrar eldeleite que me causó cada una de las comidas,

meriendas ysobre todo cenasque he hechoconel Don

Quijote

desde

los tempranos anos en que me sabía á

golosina,

hasta ahora que

este nuestro

plato

nacionales para mí alimento

apetitoso, digestible,

reparador

ysano como

ninguno.

«Don

Quijote

es la

figura

más seria que ha

producido

la huma

nidad.»A esta sentencia de Castro y Serrano

(*),

nueva, nada para

dójica

sinomuy verdadera, le anado yo,á

guisa

de

corolario,

sin la

necia

presunción

dehombrearme con

aquel insigne

académicode la

Espanola

, que el Don

Quijote

es el libro más

patético

que ha

producido

la literatura. Ni valedecir con Hartzenbusch, que es «el

»más

regocijado

cuento que

dejó

escapar desufresco labio la Musa

»del chiste»

(**);

porque, aunsiendo estola misma

verdad,

no cabe

dudaen que todoél mueveá dolory

melancolía;

los

cuales,

por vir

tud del contraste, acrecen conlosdonaires que animan la

fábula,

al

modo que con losacordes deuna música bailadera sube de punto la

tristeza del alma atribulada. La luchapor la vidamonta bien poco,

parangonada

con la luchapor la belleza moral. Sin tregua, contra

todo

enemigo,

hasta contra

potestades

invisibleses estalucha;

imper

térrito,

infatigable,

desinteresado,

heroico su

campeón.

A la

defensa,

entodo

lugar

y

tiempo,

de unadoncellatan

púdica

ytan de continuo

ultrajada

comola belleza

moral,

sólo

podía

salir un caballero sin

(.) Discurso queleyó en surecepción pública enla RealAcademia Espanola,el día8de di ciembre de 1889.

(*s) Prólogode laedición del Don Quijotehecha enArgamasilla de Alba (casaque fuépri

(15)

75

miedo y sin tacha como Don

Quijote,

inflamado dela

pasión

más

viva y

noble,

pero cuyo idealismo había de estrellarse fatalmente en

el

realismo,

á las veces grosero, de las gentes, de las ocasiones

y de las

circunstancias,

resultando

siempre

de este conflicto el exce so de bien

castigado

con un exceso de mal. Porlo

mismo,

en

aquel

sublime libro es de las narraciones más

regocijadas

invariable

epí

logo

lo

patético,

y á todas sentaría bien un

epifonema

lacrimoso.

?No

tiene unsentido

profundo

que para sacará

plaza

un defensor tan absoluto de la belleza

moral,

modelaseCervantes la

figura

de un

loco? ? Esque en este mundo de

disimulos, deficiencias,

tempera

mentos, transacciones y

equilibrios,

al fin miserias y fealdades , sólo en un lococabe concebir maravillosamente hermanadas la

ingenui

dad,

la entereza, la

intransigencia,

la valentía para todo lo

bueno,

todo lo

noble,

todo lo

justo, magnanimidad

y bellezaen

grado

sumo,

sin

acepción

de personas, distinción de

tiempos

ni consideración á

obstáculos ni

imposibilidades,

prueba

de

sacrificios,

menospre

cios, ingratitudes

y burlas? Bien

pudo pensarlo

así nuestro

egregio

poeta,

profundo

conocedordel corazón

humano,

á fuerde alecciona do por los

infortunios,

desdenes,

sinrazones, agravios

é

injusticias

conquehubo de habérselasen su

fatigosa

y desastrada lucha por la

vida. Ello es, queloco hizoalhéroe de supoema. Locode locuratan

simpática,

por lo

dicho,

cuanto esadmirable y seductora la cordura

exquisita.

Esto,

que dacarácter

específico

á la

fábula,

ofrece materia de co

mento hartoestimulante para excitar comezón de

ensayarlo

á

quien,

enamorado de

aquel

libro único en su

línea,

del que

propios

y extra

nos se hacen

lenguas,

y por elcual comenzó á

aprender

la

castellana,

no

parecía

sino que desde

largo tiempo

estaban solicitándole é

impe

liéndole á tan grata labor circunstancias

personales

de

profesión

y

oficio. Asíque, bastó paradeterminarmeel

galante

ruego del

amigo

Cortejón,

catedrático numerario deRetórica y Poética deeste Institu

to

provincial,

y

emprendí

el ensayo cerrando los

ojos

á la

magnitud

de latarea y losoídos álo que por entonces había

dicho,

con mucha

oportunidad,

en son de semicensura, el ilustre Cueto

(*),

que empe

zaba á cansarsedelos comentadores de Cervantes. En

efecto,

éramos

pocos,

podían

decir

éstos,

y... lo demás del satírico refrányase sabe.

Ni por esashubiera

cedido,

porque

pasada

ya la comezón á

prurito

irresistible,

nohabía forma de

acallarlo,

antes era forzoso satisfacerlo.

(*) En cartaal Excmo. éIlmo. Sr. D. AdolfodeCastro, quien latranscribe en su libro

(16)

76

Además,

estimuláronme á la empresa lonuevodel comentario y lo

relativamente fácil , por

fortuna,

de llevarlo áefecto sinincurrir en el

delito de meter la hoz en miés

ajena,

ya que para ello

podía

y me

bastaba segar á mis

anchas,

con

perfecto

derecho,

en la de

aprovecha

miento común para los que nos decoramoscon la académica muceta

amarilla.

A

aquellos

que

profesan

las letras, en la dilatadaextensión que

abarca este vocablo

técnico, quise

decirles:

—« Bien sé que vosotros veis en Don

Quijote

la

figura

del para

digma

de

caballeros,

majestuosa,

de delicada

plasticidad,

de incom

parable

belleza,

fundida por soberano artista al

fuego

de

inspira

ción

celestial;

y que como

representación

de un

carácter,

como

tipo

humano,

universal , eterno, la ensalzáis sobre cuantas ha creado el

genio

de la

poesía

desdela edad homéricahasta los

tiempos

deGcethey

Byron.»

«Bien séque osvais tras el libro cuyo asunto es tan soberbia

figu

ra, porque á un

tiempo

os hechizan en sufábula el

ingenio,

en su traza la

magnificencia

, en sunarración laamenidad, en su

pintura

la

variedad y valentía del

colorido,

en su chiste la

espontaneidad

y la

riqueza

,en suestilo la tersuray la

fluidez,

en sufrase la

gallardía,

en sudicción la

propiedad

y la

abundancia,

en sus sentencias la doc

trina,

y en todo el buen gusto, y hasta tal cual vez cierto descuido

por el que setrasluce el raudo volarde la

pluma,

fiada en la lucidez

y

potencia

de la fantasía.»

«Bien sé que tanto como estas

peregrinas

cualidades oscautivan

aquel

ordenadoy felicísimo uso que de ellas sehaceen el

libro,

aque

lla maestría con que se ponen en

juego

las

propiedades

del

lenguaje

castellano,

armonioso y

elegante

allí por manera

ejemplar,

para que

camine

reposado,

cortesano,

festivo, planidero,

ó corra

veloz,

enérgi

co,

altisonante,

rotundo,

según

que lo demandan los sucesos, las

ideas de los

personajes

que en ellos

intervienen,

sus

afectos,

aberra

ciones ósensatez, los

ímpetus

de su

voluntad,

el

grito

de su concien

cia,

la

vigilancia

de suhonra y loscasos de varia fortunaen que les

ponen ora sus arrebatos generosos, ora la malicia de su

corazón,

ya

la candidez de su

rusticidad,

ya la cultura de su entendimiento ó la

grandeza

de suánimo.»

«Biensé todo esto y

algo

que anadir

podría

acerca de vuestra

afición al

Hidalgo

caballero y á suhistoria; pero

doyme

á entender

que habréis

quizá

barruntado,

mas no visto

claro,

que otro mérito

desconocido,

casi

incomprensible,

avaloramás y más la invenciónde

(17)

77 —

en medio de parecer

particular,

subordina á sí la

general

del poema en tan absoluta manera, que lo

singulariza

siendo desuacción causa

eficiente ó motriz.»

Traté,

pues, deponeral alcance de losnoversados en la Medi

cina

psicológica

que Don

Quijote padecía

monomanía,

bien así como

hubiera

podido

decir delirio

parcial sistematilado

ó paranora, ó

designar

lavesaniacon otra denominación de lasvarias que no es di

fícil componer teniendo á mano el

inagotable

repuesto

de las raíces

griegas.

Loesencial no era el nombre ni la

especie

de la locura ; lo

esencial era poner á la vista de todos la concordancia admirable y

casi constante de lasideas del

Caballero,

de sus

afectos,

propósitos,

actos, alientosy

desmayos

conlosconceptos delirantes y aberraciones

sensorias,

la

perturbación

afectiva,

la

voluntariedad,

los

devaneos,

arrestos y desfallecimientos que traen á mal traer,

agitan

ytalvez

anonadaná los que son víctimas deuna enfermedadde la menteen la

mismaforma

específica

que en el

Manchego

sesupone.

El blanco á que

apunté manifestando

esta

concordancia,

era pro

bar que el trascendido

ingenio

de

Cervantes,

á

quien

la asidua obser vación y estudio de la naturaleza hicieron maestro en la

pintura

de

caracteres, nolo fué menos en la difícil por sí y por sus innumera

bles

accidentes,

del loco Don

Quijote;

donde se ve que la

imagina

ción artística adivinó la verdad clínica detal

modo,

que la obra lite raria que,

siquiera

por virtud de la clara y asombrosa intuición del furor

poético,

nació de

aquélla,

salió realzada con felicísimos toques

de luz

médico-psicológica,

y en las narracionesde una novela de mero

entretenimiento,

al parecer,

quedó

embebida la historiadeuna

locura rara, con soberano

artificio,

con tanto donaire en la una y

exactitud en la otra, que así contenta á los hombres de letras como

satisface á los de

ciencia, suspendiéndolos

á todos. En el dominiode

esta

especialísima

materia,

en lo acabado deesta

peregrina

invención,

en el respectode artista deeste

vuelo,

Shakespeare

, con ser

quien

es, no

llega

en trescodos á laestatura deCervantes. El rey Lear y Ofelia

son á Don

Quijote

como dos

figurillas

de unnacimiento á nuestra

estatuadeCristóbal Colón.

Tales Primores

(*)

del libro me propuse sacar á

relucir,

alzada

entoncesmás que nunca la miraámerecer el

galardón

de mi dulcinea.

Días y

noches,

nopocos, fuíy

vine,

comíy

cené,

dormíy sonécon

(*) Primoresdel Don Quijoteen elconcepto médico-psicológico,yconsideraciones gene

rales sobre lalocura paraun nuevo comentario de la inmortal novela; Barcelona, Imprenta

(18)

78

Don

Quijote.

A vueltascon sus desatinos ydiscreciones tan atareado

estaba y á las veces tan

abstraído,

que la persona de mi mayor intimi

dad solía

motejarme

de

chiflado...

!

Ay

del que no tiene

alguna

chifla

dura!, respondíale

yo enel mismo son de

chunga

en que me echaba

ella

aquel piropo.

No dí pazá lamano hasta que los tórculos lan

zaron á la calle un borradordemi escrito puesto en

limpio,

yaque, como dice Sbarbi con el sentido

práctico

de

quien

haandado más de

una vez ental

género

de

copias,

nopasa de ser un borrador así toda

primera

edición de unaobra

original,

estoes, que recorre uncamino no andado antespor

nadie, sujeta

á recibiren sudía ciertos retoques

que la

mejoren

óaumenten, por lo cual sehace acreedora átodo lina

je

de consideraciones.

Ahora bien,

?qué

éxito obtuvo? Oh! estoesharina deotro

costal;

esto, para echarlo á

broma,

sesabrá por los

ciegos

del bando contra

rio,

que en losdel nuestro no fíael experto, pues harto sabe que no

lestoca sinocantar victorias.

Mas,

tratando

verdad,

no

puedo'negar

que por el pronto fué

algo

halagüeno,

mercedá la benevolencia de

amigos

y

colegas,

á

quienes,

aprovechando

la

publicidad

de este acto,

doy

las

gracias

con toda mi

alma. Ellos

patrocinaron

el libro con una generosa

suscrición,

y

qui

zá,

quizá leyeron alguna

que otra

página

;

gracia

muy de

estimar,

porque no esfácil leertanto cuanto delo que se

publica

en el

tiempo

en que

vivimos,

aturrulladoscomoestamos por tal

aluvión de volú

menes,

revistas, folletos, periódicos

y

hojas sueltas,

demás á más

creciente,

que amenazatragarseel mercado y, si Diosno lo

remedia,

volver el

juicio

al mundo; por

donde,

aturdido y

espantado

acaso,

llama Valeraá nuestra

época

el

siglo

del

papel impreso.

En

puridad,

pretender

quesealeída unaobra en cuya

portada

no va unnombre de

autor conocido enla

república literaria,

?no es

pedir

cotufas en el

golfo?

Pero ?y

después?

?y ahora? puesto que desdeque sedió á laestam pa el

libro,

muchaagua ha

pasado

por elpuente. En Diosyenmi áni ma que nada

sé,

pues no tengo carayoparaexponerme á que, pregun

tando á mi

librero,

me

deje glacial

y mohino

respondiéndome,

como

al bobalicónde don Eleuterio

Crispín

de Andorra el suyo, haberse

despachado

hastatres

ejemplares,

y

caiga

mi gozo en el pozo, ó venga

á apenarme y

afligirme

más y más la

pedantesca

distinción de

algún

don

Hermógenes.

Niveo

imposible

que el día menos

pensado

cual

quier prójimo

de

aquellos

quese desviven por decirle á uno dos ver

dades de las quesacan los colores al rostro, me

dispare

á quema ropa

(19)

79 —

Enuncartelón leí

Que tu°brilla baladí La vende Navamorcuende... No ha de decir que la

vende,

Sino que la tiene allí ;

ó que otro me dé

cordelejo

óme zahiera con más sana anunciándome

que la obrilla goza felizmente de

profundo

descansoen los almacenes

de la

imprenta,

comode tres libros deun

reputado

humanista

dijo,

nosin notoria

crueldad,

aquel

eminente crítico ymaestro del buen

gusto, á

quien

es usual

designar siempre

por susnombres y

apellido,

don Juan Nicasio

Gallego.

Otro

gallo

lecantara

quizás

á mi

obrita,

si alumbrada hubiese sido

en

aquel

continente donde todoes

grandioso,

descomunal,

increíble,

como sucatarata del

Niágara

y susalto de

Tequendama

, y de donde

enviaron no ha mucho al citado Valera el

ejemplar

doscientos mil

—twohundredth thousand— de unanovela

(*),

que él analizacon su ático

gracejo,

y de la que barrunto yo que

emparejaría ajustada

y medida conciertos escritos de

algunos

clientes

míos,

que ni para fan

tasear ni para poner en

solfa,

al menos en lasolfa de su

música,

aquello

sobre lo cual

fantasean,

se enredan

jamás

entre

escrúpulos

ni se curan de que

alguien pueda

irles á la mano.Tirada

estupenda

deuna obra y

ganancia

fenomenal para su autor, que á nuestro com

patriota

,

contraponiéndolas

con las que en esta nuestratierra seusan,

le

sugieren

las tristes verdades crematístico-literarias de que

aquí

el

que compone

libros,

si notiene rentas,ó biensi no tiene otras

inge

niaturas,

permanece

siempre

casi

pordiosero

; que está medio

loco;

y que,

desenganado

y desechado de

profesiones

más

lucrativas,

se daá

literaturas como

quien

sedaáperros

(**).

Que,

exento de irritación

semejante,

puseen el libro todos mis

cinco

sentidos,

no

hay

que dudarlo ; que, iluso deamor paterno, le veo

hermoso,

de descollada estatura y

gentil

talante,

fuera por demás eldecirlo. Con

todo,

no estoytan

hueco,

que merezca se me

aplique

lo

que el ilustre

Tamayo

yBaus

dijo

en una ocasión solemne:que sola

mentelos necios se

complacen

en susobras y

quedan

contentos de sí.

No,

no

puedo quedar complacido

y contento, cuando measalta y

desazóna unaduda. ?Habré

cumplido

mi

propósito? ?Habrán

hecho

telaranas mis

ojos?

Más

categórico

:

?será

verdad que en

aquella

no

(*) Lookingbackward,por EduardoBellamy,,impresa enBostonen1889.

(") VALERA, Novela-programa.Ala Sra. de R. G., artículoinsertoenLaEspanamoderna,

(20)

vela de puro

divertimiento,

al parecer,seoculta un secreto médico

psicológico

que

puede descubrirse,

á la manera que se

despeja

una

incógnita,

no

incapaz

deservisto á todas

luces,

nofantásticocomo el

sentido esotérico que la

atribuyen algunos

? Medrados estamos, si no es verdad!

Porque,

en este caso, dirán que

imaginé !pecador

de mí! que la cosa recóndita loestaba sólo en la

prisión

de la

ignorancia,

bajo

la

guarda

de malandrines y

follones,

necios ó interesadosen que

alma viviente

supiese

de ella; contra

quienes esgrimiendo

la

pluma,

dí con mi cuerpo en el agua del

descrédito,

pues tan ciertaseran la

existencia de la cosa recóndita y la necesidad de sacarla á la luz del

so),

como que el molino para donde se embarcó Don

Quijote,

fuese un castillo y

cárcel,

ylos

compasivos

molineros unacanalla malvada y

peor

aconsejada, según

selo dió á entender al míserosu

imaginación

enloquecida.

Pusiérame ello de mal

temple

por temorde que mi

largo

andar con el Caballero á hacer

disparates

mehubiese

ensenado,

si fi°

supiese

de cierta ciencia que la locura no es mal

pegadizo,

y que,al

contrario,

el tratar mucho yen seriocon

locos,

elasistirlosyestudiar. los asiduamente acendran y

vigorizan

la cordura.

El vicio de

escribir,

del que dice Juvenal queá muchos domina y

enferma, envejeciendo

con

ellos,

porque notienecura

(*),

apenas ha

concedido vagará mi

pluma

en estos últimos anos. En medio ó des

pués

de los memorados

trabajos

y

algún

otro de menos

aliento,

ó

dígase presunción,

?no fué bueno que me diesepor

borrajear

unas

Notas de un

viaje

por Italia para leídas en casa, y por

borrajear

y

poneren

limpio

diez ysiete Cartas sobre

Pompei

al

malogrado Mayo

ra,

aquel prodigio

de erudición

politécnica,

á

quien

conocisteis y ad mirasteis casi todos vosotros,ycon

quien

meuníauna amistad

íntima,

queél

databa,

con respectoá

mismo,

deantenativitatem?

Tendrán,

á corto

tirar,

doscientas cuartillas las Notas y novecientas las

Cartas;

conque forman sendos

libros,

demás que ordinario tamano el último. Habentsua

fata

libelliera un apotegma corriente entre los que culti vaban las letrasen la

antigua

Roma. La estrella de estos dos míos

será la de todo

manuscrito,

salvo contadísimos:enmohecersey apo

lillarse en la cárcel de unas carpetas con

prisiones

de

balduque,

y

morir

quizás

á

destiempo

yde muerte

ignominiosa.

!Estériles esfuer

zos deun buen

deseo,

ya que nodel

ingenio

1

No

tal;

que es indecible mi

placer cuando,

en el silencio de mi

cenobítico retiro, me llaman desde el suyo, y

acudo,

ahora al uno,

(*) tenetinsanabile multos

Scribendi cacoethes; etaegro in corde senescit. Sátira 7.«

(21)

--81 —

ahora al otro, y

hojeándolo

con

paternal

ternura, con

lágrimas

tal vez,—« !Pobre libro

mío!,

le

digo,

sólo yo te

quiero

y te

querré

mientras no seapague la llama de mi

inteligencia

, ni en mi

pecho

se

extinga

el sentimiento;porque tú eres un

destello,

una

emanación,

una

parte

demi alma. ! Dichoso día

aquél

en que teví nacer, y tiem

pos dichosos

aquéllos

en que iba

contemplando

ymidiendo

grado

á

grado

tucrecimiento!

Largo plazo

que hubode parecerme muy

breve,

pues,en dulcísima comunicación

contigo,

yo vivíaen ti ypara ti: apar

tado del torbellino del

mundo,

abstraído de sus

negocios,

olvidado

desus

afanes,

ajeno

á sus

intrigas,

sordoá sus

enganos,

indiferente á sus

enojos,

insensible á sus

rigores;

en la santa pazdel

estudio,

enla

santa

alegría

del

trabajo.

Si me llamaba afuera el

cumplimiento

de

obligaciones, apartábame

de ti con la grata melancolíade

quien,

al

dejar

á suamor, espera volver presto más

apasionado

y más anhe

loso desu

presencia. Componiéndote

y

ataviándote,

eran para mí se renos todos los

días,

y

ninguna

noche tenebrosa ; nunca sentían

mis

párpados

la

pesadumbre

de la

somnolencia,

y, aun en el

sueno,

mi

imaginación

volaba por

espacios

radiantes de

luz,

en los que se

cernía tu

imagen

enardeciendo mi carino y

avigorándome

para redo

blar elesfuerzo.

Separarnos

há sintardanza lamuerte; masyo llevaré

al

sepulcro

la memoria de la inefable felicidad con que

regalaste

los

postreros anos de mi vida.»

Hasta

aquí

el cuartoyúltimo

capítulo

de mi

desahogo.

Puesto que á mi cordura aludí

implícitamente arriba,

nadie dude

de ella porque ahora

repita

que todos mis cuidados y lucubraciones

enlo médico y en lo literario han sido actos de rendimientoá mi

dulcinea.

Hay

más:

pido

venia para decir á la heroica que si

hogano

se usaran caballeros como

antano,

y yo lo

fuese,

traería por moteen

el escudo: Labory mi dama.

Ycuenta que no es

ésta,

cual la de Don

Quijote,

meroconcepto

delirante,

sino senora cuya existencia no

puede

ponerse en tela de

juicio,

quien

vosotros tanto comoyo mismo conocéis y por cierto

que

amáis,

puessólo cabeque no la amen los

malnacidos,

ni

hay,

en

sentir de

Cicerón,

alma tan

impasible,

que ásu

halago

no se conmue va. Mas nadie vaya á creer que esto me

encele;

porque fuera locura

de vanidadó

mejor signo patognomónico

dementecatez, el

imaginar

que seayo suúnico amante, y que ella á mí solo

haya

mirado

alguna

vez con

ojos

risuenos. Por miles de miles cuéntanse mis

rivales;

lo

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