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jSEAMOS «PROFETAS-EDUCADORES»!

Ilntroducción.- Dimensión profètica de la Vida Consagrada.- Fermento en la significación.- Contem- poraneidad de Cristo.- Clave de lectura conciliar.- Con san Juan Bosco, segùn nuestra consagra- ción apostòlica: en la alianza, en la misión, en la comunión y en la radicalidad.-Que nos gufe Nues­

tra Senora, la Virgen del Rosario.

Roma, memoria de Nuestra Senora, la Virgen del Rosario, 7 de octubre de 1993

Queridos hermanos:

Celebramos hoy la memoria de Nuestra Senora, la Virgen del Rosario. Es una invitación a dar importancia a la pràctica -personal y comunitaria- del piadoso ejerci- cio que nos sumerge en los acontecimientos del gran misterio de Cristo; es una pràctica piadosa fàcil y popu- lar, muy recomendada por Juan Pablo II; es una manera realmente profonda, y al alcance de todos, de contem­

plar las personas y los hechos de la hora centrai de la his- toria de la salvación. Aproxima a Cristo e intensifica la familiaridad con él, el solo y autèntico profeta de verdad en la alianza definitiva del riempo de la Iglesia.

He pensado que està memoria mariana, que nos ayuda a contemplar el misterio de Cristo, puede sugerir- nos también la reflexión sobre un tema particularmente ligado a la Vida Consagrada en la Iglesia: el de su dimensión profetica. En estos anos posconciliares se ha hablado mas de una vez de la función profètica de los consagrados, puestos corno levadura en el pueblo de Dios para iluminar, estimular, corregir y relanzar creati­

vamente la vocación comun a la santidad. Urge desper- tar a los consagrados en este su servicio, don del Espfri- tu para todos.

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Oirse llamar «profeta» es un estlmulo fuerte a la res- ponsabilidad de la propia vocación. La profeda es abso- lutamente imprescindible, pero no resulta fàcil. Existe, ademàs, el peligro de interpretaciones no auténticas:

siempre ha habido «falsos profetas», que no representa- ban la autenticidad de la intervención de Dios en la his- toria. Para valorar corno es debido la realidad y autenti­

cidad de nuestro servicio eclesial, hay que partir de la meditación del acontecimiento de Cristo.

La preparación del Sinodo de 1994, que tratara de la Vida Consagrada, nos estimula a considerar este servicio en armonia con los demas aspectos generales de los ins- titutos de Vida Consagrada en la Iglesia.

Asistimos estos meses a numerosas iniciativas presi- nodales patrocinadas por conferencias episcopales y organismos de los consagrados. Estan apareciendo estu- dios y aportaciones de reflexión que crean un clima de interés y esperanza. Pronto vera la luz también un

Manual de Teologia de la Vida Religiosa \ obra de algu- L LDQ Tur(n nos especialistas, pedida por la Comisión mixta de obis-

pos y superiores mayores de Italia, que dettamente ser­

virà para iluminar las mentes.

Es cierto que el Sfnodo se mueve en una òrbita intencionadamente «pastoral» y no directamente doctri- nal; pero cabalmente por eso necesita con urgencia algu- na$ clarificaciones de principio, corno base para actuali- zar mejos la comunión, la acción apostòlica y el testimonio de vida.

jQuiera Dios que el próximo Smodo sirva para faci­

litar una mejor consideración y valoración de los caris- mas en la Iglesia y que los institutos de Vida Consagra­

da desarrollen con mayor conciencia orgànica e incisividad profètica su pertenencia vital al pueblo de Dios en el aspecto conciliar de «sacramento de salva- ción» en estos tiempos nuevos!

En los meses que faltan para la asamblea sinodal, os invito a meditar también la «dimensión profètica» de nuestra vocación de consagrados.

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Dimensión profètica de la Vida Consagrada

E1 profeta es un creyente elegido por el Senor para hablar a los hombres en su nombre. Para cumplir està función, vive en intimidad con Dios, a fin de escuchar, entender y transmitir bien su mensaje. Lo que comuni­

ca no es propio, procede del corazón de Dios: un Dios que no es simplemente una especie de gran arquitecto del mundo, sino el Senor de la historia, que ama inmen- samente al hombre y lo acompana de modo increfble en las aventuras de su libertad.

El profetismo es uno de los fenómenos que mejor revelan la trascendencia de la historia de la salvación;

caracteriza el realismo religioso del judafsmo y del cris­

tianismo: aporta novedad y denuncia de parte de Dios.

El misterio de Cristo es el apogeo de tal fenòmeno.

Jesus no dio por concluida la època de los profetas, sino que sublimò y transformó su función. É1 es, por exce- lencia, «el gran profeta», el mayor y definitivo, y legò a su Iglesia un papel profètico de nuevo cuno, bajo la poderosa animación del don de su Espfritu. Hoy, con el surgir de tantas novedades y, lamentablemente, también con el difundirse de no pocas desorientaciones, se siente una necesidad grande de profetas auténticos, que lleven adelante una evangelización verdaderamente nueva.

De esa necesidad tan vital surge un interés especial por la función profetica de la Iglesia y, en ella, de la Vida Consagrada.

A veces se atribuye a la Vida Consagrada la caracte- ristica especìfìca de ser, por vocación, «la» dimensión profètica de toda la Iglesia. Tal afìrmación es, obvia- mente, exagerada; pero tiene el mèrito de querer mos­

trar un aspecto vital no suficientemente destacado. La Vida Consagrada no puede apropiarse, en exclusiva, una cualidad que corresponde a todo el pueblo de Dios.

Dice, efectivamente, el Concilio, hablando de los segla- res: «Cristo, el gran profeta, que proclamò el reino del

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Padre con el testimonio de su vida y con la fuerza de su palabra, realiza su función profètica hasta la piena mani- festación de su gloria. Lo hace no sólo a través de la jerarquia, que ensena en su nombre y con su poder, sino también por medio de los seglares. El los hace sus testi- gos y les da el sentido de la fe y la gracia de la palabra para que la fuerza del Evangelio brille en la vida diaria, familiar y social».2 El reciente «Catecismo de la Iglesia Católica» habla incluso de todo un pueblo profètico corno luz y sacramento de la humanidad en camino:

«Jesucristo es aquel a quien el Padre ungió con el Espfri- tu Santo y lo constituyó ‘sacerdote, profeta y rey’. Todo el pueblo de Dios participa de esas tres funciones de Cristo y tiene las responsabilidades de misión y servicio que se derivan de ellas».3

No parece, pues, conveniente ni exacto presentar la Vida Consagrada corno una especie de institucionaliza- ción de la dimensión profètica de la Iglesia. De todos modos, es indudablemente justo y urgente poner de relieve e intensificar, en particular, el aspecto peculiar­

mente profètico de la Vida Consagrada. Los fundadores y fundadoras, que estàn en el origen de los institutos, desempenaron un verdadero papel profètico en la Iglesia y en la sociedad de su riempo y legaron a sus seguidores un dinamismo profètico que deben «vivir, custodiar, profundizar y desarrollar constantemente en sintonia con el Cuerpo de Cristo que nunca deja de crecer».4

El aspecto carismatico de la Vida Consagrada impli­

ca una presencia y creatividad continua del Espiritu Santo; pertenece a la dimensión profètica de la Iglesia, para proclamar a todos «que sin el espfritu de las biena- venturanzas no se puede transformar este mundo ni ofrecerlo a Dios».5

El hecho de que la Vida Consagrada «no forme parte de la estructura jeràrquica de la Iglesia, pero pertenezca de manera indiscutible a su vida y santidad»,6 le da un caràcter profètico especial para todo el pueblo de Dios.

2. Lumen gentium 35.

3. Catecismo de la Iglesia Católica, num. 783.

4. Cf. Mutuae relationes 11.

5. Lumen gentium 31.

6. Lumen gentium 44.

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7. Lumen gentium 46.

8. Mutuae relationes 12.

Asf lo reconoce el Concilio cuando declara: «Los religio- sos han de procurar con empeno que la Iglesia, por medio de ellos, muestre cada vez mejor a Cristo a cre- yentes y no creyentes: Cristo en oración en el monte, o anunciando a las gentes el reino de Dios, curando a los enfermos y lisiados, convirtiendo a las pecadores en fruto bueno, bendiciendo a los ninos, haciendo el bien a todos, siempre obediente a la voluntad del Padre que lo envió».7

El documento «Mutuae relationes» toca de algun modo este punto cuando presenta los rasgos de autenti- cidad de un carisma: «Revisión continua de su fidelidad al Senor, de la docilidad a su Espi'ritu, de la atención inteligente a las circunstancias y de la mirada cuidadosa- mente atenta a los signos de los tiempos; revisión tam- bién de su voluntad de inserción en la Iglesia, de la con- ciencia de obediencia a la jerarqufa sagrada, de la audacia en las iniciativas, de la constancia en el darse y de la humildad en soportar los contratiempos».8

De acuerdo con tan autorizadas orientaciones, los institutos religiosos estàn llamados a cumplir su función profètica, no de modo uniforme e indistinto, sino de acuerdo con el proyecto carismàtico indicado por el Espfritu de Cristo en el fundador e identifìcado por quienes, en cada instituto, realizan està delicada y com- prometida tarea de discernimiento.

El problema, ahora entre nosotros, no consiste en indicar las diferencias o complementariedad de la fun­

ción profètica de la Vida Consagrada en los diferentes grupos eclesiales -laicales y jeràrquicos-, sino en pro- fundizar e intensificar el propio papel profètico en la òrbita carismàtica del fundador.

Hay que reconocer que el tema de la dimensión pro­

fètica de la Vida Consagrada no lo ha afrontado todavfa a fondo ningun documento del Magisterio universal, aunque se haya puesto de relieve en algunas zonas màs sensibles (por ejemplo, Iberoamérica) y en diversas

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intervenciones de las conferencias de religiosos. De todos modos, es un tema de actualidad, que puede con­

tribuir a romper la lentitud en el camino de la renova- ción, a medir su calidad y a alentar iniciativas de cambio sin caer en interpretaciones erróneas; ayuda a convivir con la gente desde la perspectiva de una esperanza que ya no se halla en el clima ambientai.

El profetismo indica una opción permanente de Dios: la de intervenir personalmente en las vicisitudes humanas. El profeta es su embajador, que no vive en una esfera atemporal, sino comprometido a fondo con sus contemporaneos: se siente enviado de Dios y desti- nado a transmitir su mensaje no sólo de palabra, sino también con las obras, con su vida y con gestos simbóli- cos, a veces paradójicos; es un transmisor vivo de la luz salvìfica de Dios; manifiesta, corrige, estimula, predica, prepara, construye, sufre y da testimonio. «El Espfritu del Sefior -dice Isafas— està sobre mf, porque me ha ungido; me ha enviado para dar la buena noticia».9 El profeta no es un extrano, sino un centinela: «Te he pues- to de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches pala- bras de mi boca, les daràs la alarma de mi parte».10

El Dios de los profetas se introduce, por ellos, en la historia para salvar. En su nombre indican metas, dan criterios para alcanzarlas, introducen novedades positi- vas, sefialan males que hay que remediar, insisten con constancia en el sentido del pecado, muestran caminos concretos de conversión y denuncian desviaciones y errores.

La actual aceleración de los cambios sociales y cultu- rales tiene una necesidad especial de la luz de un Dios que se encarnó precisamente para guiar a la humanidad hacia la salvación. Las muchas novedades que se suceden con ritmo vertiginoso pueden contribuir a hacer olvidar la función profètica o instrumentalizarla de cara al solo àmbito sociocultural; en este sentido oimos, a veces, subrayar ciertos aspectos de los profetas del Antiguo

9. Isaias6\, 1.

10. Ezequiel33, 7.

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11. M atto 5, 14-16.

12. Juan 1,9.

13. Juan 1,7.

14. 2 Cor 4, 5.

Testamento sin ninguna referencia especffica a Cristo; es un modo de hacer que puede conducir a arbitrariedades peligrosas. También por este motivo la consideración genuina de la dimensión profètica ocupa un puesto prioritario en la renovación de los institutos y en la bus- queda de compromisos eficaces con miras a la nueva evangelización.

Un pueblo de Dios sin profeda no tendrfa capacidad para fermentar la actual marcha del mundo; serfa infiel a la extraordinaria presencia del Espfritu de Cristo manifestada en el Vaticano II y en muchos aconteci- mientos, eclesiales y sociales, que le siguieron: «Vosotros sois la luz del mundo -dice el Senor-, ... aiumbre vues- tra luz a los hombres»;11 pero sabiendo que «la luz ver- dadera, la que aiumbra a todo hombre»,12 sólo es Jesu- cristo.

Hoy toda la Iglesia està llamada con urgencia a pro- fetizar a Jesucristo; corno Juan Bautista, debe «dar testi­

monio de la luz, para que por él todos vengan a la fe».13 Con razón proclama el apóstol Pablo: «No nos pre- dicamos a nosotros, predicamos que Cristo es Sefior».14 Si toda la Iglesia està invitada con fuerza a hacerlo, quiere decir que, en ella, la Vida Consagrada debe cui- dar su propia función profètica, de forma muy peculiar e intensa, por su mismo estado de vida, «que libera mucho mas a sus miembros de las preocupaciones terre- nas, manifiesta también mucho mejor a todos los cre- yentes los bienes del cielo, ya presentes en este mundo.

También da testimonio de la vida nueva y eterna adqui- rida por la redención de Cristo y anuncia ya la resurrec- ción futura y la gloria del reino de los cielos. Este mismo estado imita màs de cerca y hace presente continuamen­

te en la Iglesia aquella forma de vida que escogió el Hijo de Dios al venir a este mundo para hacer la voluntad del Padre y que propuso a los discipulos que le segufan.

Finalmente, revela de manera especial la superioridad del reino de Dios sobre todo lo creado y sus exigencias

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radicales. Muestra también a todos los hombres la gran- deza extraordinaria del poder de Cristo Rey y la eficacia infinita del Espfritu Santo, que realiza maravillas en la Iglesia».15

15. Lumengentium 44.

Fermento en la significación

En Jesucristo se realiza la nueva y definitiva Alianza, no ya con un solo pueblo de una determinada cultura y organización religioso-social (Israel), sino con toda la humanidad en la variedad de sus pueblos y culturas, dando asf un significado profundamente nuevo a la intervención de Dios por medio de la profecia, el sacer- docio y la realeza.

En el Antiguo Testamento la función del profeta -suscitado de forma personal por Dios mismo— era dis­

tinta y separada de la institucional del sacerdote y del rey; no recibfa su legitimación de ellos, sino de una rela- ción directa, intima y personal con Yavé, en cuyo nom- bre hablaba.

En Cristo quedaron unifìcadas indisolublemente las tres funciones de profeta, sacerdote y rey, y asf las lego corno patrimonio a su Cuerpo Mìstico en la historia, a fin de que se ejercieran de multiples modos y con diver- sos ministerios. El concilio Vaticano II recordó que en la Iglesia la «comunión» tiene un valor centrai y caracterfs- tico, que también se manifiesta en la compenetración mutua de las tres funciones: juntas sirven para edificar el Reino -no terreno—, que es de Cristo por los siglos hasta que lo entregue al Padre al final de los tiempos.

En el actual momento histórico, el ejercicio de la función profètica es una de las prioridades pastorales mas urgentes. El Vaticano II dio explicitamente el pri- mer puesto al servicio de la Palabra, de la actividad evan- gelizadora y de la formación de la conciencia en los cre- yentes. Los cristianos deben ser un pueblo de profetas

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con creatividad, inteligente audacia y capacidad de testi­

monio hasta el martirio, siguiendo el ejemplo generoso e incisivo de los Apóstoles.

Si miramos el contexto en que actuaron los profetas del Antiguo Testamento, nos hallamos con un Israel en situaciones graves de infidelidad social a la Alianza; por eso, la obra del profeta suele manifestarse con fuerza corno denuncia simultàneamente religiosa y social. Hoy se està produciendo en el mundo, para el futuro de todos los pueblos con sus culturas y religiones, un cam­

bio de època que no podrà encontrar el buen camino sin la luz de Cristo.

Es cierto que el contexto actual se presenta con muchos males que necesitan corrección. Pues bien, la profeda de Cristo està llamada a iluminar y discernir las continuas novedades, a fin de tornar lo que tienen de valor y prevenir y enmendar sus peligrosas desviaciones, a fin de que el complejo giro antropològico no termine en antropocentrismo fatai.

En tal contexto, nuestra especffica función profètica de salesianos debe realizarse en la «opción por la educa- ción», que da un tono caracteristico a toda nuestra voca- ción: no estamos llamados a ser «agitadores de los jóve- nes», sino a ser luz para su conciencia en cuanto «signos

16. Constituciones 2. y portadores»16 del amor y bondad de Cristo. El contex­

to juvenil presenta hoy retos exigentes; en el XXIII Capftulo General vimos su alcance mundial, que des- pués cada inspectorfa ha ido concretando en su situa- ción locai.

En los areópagos del mundo se hace propaganda de numerosos sucedàneos de la luz de la fe cristiana; se separan el camino del conocimiento humano y el cami­

no del Evangelio de Cristo, corno si fueran dos vlas con metas inconciliables; faltan indicaciones vàlidas de ruta;

es una hora de afanosa busqueda de maestros para la for- mación de la personalidad.

En estos anos, nosotros hemos tratado de formular

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globalmente nuestro esfuerzo de renovación con el tèr- mino «significación»: volver a ser, entre los jóvenes, ver- daderos «signos» de «nueva evangelización» precisamen­

te por medio de una «nueva educación». Estamos avanzando con pasos concretos, pero hay que perseverar, profundizar e intensificar.

Tenemos que convencernos de que la dimensión profètica de nuestros compromisos es el nùcleo centrai de nuestra significación. El comentario oficial al artfcu- lo 2 de las Constituciones («ser signos y portadores») afirma claramente que se trata de un «compromiso tre­

mendamente exigente, porque afecta a toda la persona, vida y acción de los salesianos, desasiéndolos de si mis- mos para hacerlos girar, simultàneamente, en torno a dos polos: Cristo vivo y la juventud, y para lograr el encuentro de uno y otro en el amor. Compromete a los salesianos a ser doblemente servidores de Cristo -que los envìa- y de los jóvenes -a quienes son enviados—;

revelar el amor-llamada de Cristo y suscitar el amor-respuesta de los jóvenes. ;Tal es el significado ulti­

mo de todas sus ‘obras de caridad espiritual y corpo- ral’!».17

Tal es precisamente la función profètica del salesia­

no: jSeamos, pues, «profetas—educadores»!

La significación tiene una esfera màs amplia que la profeda; pero ser profeta autèntico de Cristo es su fer­

mento vital, de modo que sin él pierde sentido la misma significación. No obstante, este papel profètico se sitùa

«dentro de» las exigencias actuales de la nueva educa­

ción, en la comunión y armonia de objetivos: Cristo en su encarnación eligió el giro antropològico cabalmente para que su luz venciera, desde dentro, al antropocen­

trismo. Hacer profeda hoy no significa, para nosotros, hacer exhibiciones socioculturales, sino anunciar con efìcacia el acontecimiento supremo de Cristo corno medida de todas las novedades, haciendo ver con clari- dad sus dinamismos de futuro, proclamando su proce-

17. ElProyecto de Vida de los Salesianos de Don Bosco, Roma 1986 (edición espanda), pàgs. 111­

112.

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dencia divina e irradiando sus potentes haces de luz, los unicos que permiten ver lo que es realmente el hombre.

Se trata de hacer sentir a los jóvenes la presencia y fuerza del amor de Cristo con una fidelidad clara a sus iniciativas. Està actividad profètica no es fantasìa indivi­

duai, sino servicio activo y creativo a su misterio; no se reduce a simple observancia religiosa, sino que es comu- nicación de energfas de salvación; no favorece en primer lugar algun tipo de revolución estructural, sino que se concentra en la formación de las mentalidades y en la conversión de las personas, y, cuando sea necesario, también sabe hacer denuncia cultural y social, aunque no con métodos de caràcter horizontal y temporal.

Asf pues, debemos intensificar una dimensión profè­

tica que dé dinamismo e intensidad a la signifìcación salesiana.

Contemporaneidad de Cristo

En el Antiguo Testamento, la función profètica per- tenecfa a un periodo de la historia de la salvación que caminaba hacia la meta de Cristo; las intervenciones de Yavé se movfan gradualmente en un proceso de prepara- ción cada vez mas claro, hasta llegar al testimonio del Bautista, que senala la presencia del Mesfas.

La historia de la salvación alcanza su plenitud en Cristo; en adelante ya no crecerà la revelación de Dios, pues en Jesus se hizo presente para siempre toda su Pala- bra; en él vive la profeda definitiva: él es el hombre nuevo, el Senor de la historia, centro y fuente de cual- quier nueva función profètica; Cristo es el «novfsimo»

(«ésjaton»), el vèrtice absoluto de la intervención de Dios en el devenir humano.

Es obvio que el devenir humano sigue progresando y credendo después de la Pascua del Senor; pero es un progreso y crecimiento en la linea de la creación, no en

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la de la revelación. Elio implica novedad de interpela- ciones y retos, pero no una Palabra de Dios verdadera- mente nueva, pues «la economia cristiana, por ser la alianza nueva y definitiva, nunca pasarà; no hay, pues, que esperar otra revelación publica antes de la gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro Senor».18

Està intervención definitiva en Cristo no ignora, pues, los dinamismos del devenir humano en la lfnea de la creación; al contrario, los tiene en cuenta de forma explìcita; Jesucristo instituyó la Iglesia, su Cuerpo Mìsti­

co por los siglos, con la misión de llevar a todos los tiem- pos la luz pascual de aquel acontecimiento definitivo.

Por otra parte, el mismo devenir humano està ligado radicalmente a Cristo, en cuanto que él es su «creador»

inicial («por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho»19) y en cuanto que él envìa continuamente -en todos los espacios de tiempo— al Espfritu Santo, que mueve todo hacia el Reino («él me glorificarà, porque recibirà de mi lo que os irà comunicando»20).

Hay, pues, todavfa crecimiento humano, corno demuestran hoy los numerosos signos de los tiempos, pues cambian las cultjuras, la mentalidad de la gente, las situaciones y estructuras sociales, la percepción de los valores, los retos apremiantes y la busqueda de una ver- dad que sirva de gufa.

El acontecimiento de Cristo, en cuanto novfsimo, es por sf mismo contemporàneo de cualquier tiempo pos- terior, pero necesita que la Iglesia acierte a descubrir esa contemporaneidad. Aquf entra el papel profètico, que debe presentar corno contemporànea, es decir, corno revelación de Dios para hoy y para los tiempos nuevos, toda la luz del acontecimiento de Cristo.

Saber presentar a Cristo corno «el gran Profeta» del presente, hacer que aparezca corno Maestro actualizado aunque desconcertante, corno Luz que no puede ser eclipsada por ningun signo de los tiempos y corno

18. Dei Verbum 4.

19. Jtian 1, 3.

20. Juan 16, 15.

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21. Cf. Perfectae cantatisi.

Novedad absoluta que mide, asume y juzga todas las novedades que emergen. Es la tarea de la nueva evange- lización, llamada a hacer que el Evangelio suscite simpa­

tia y aceptación.

No es tarea fàcil; comporta una función profetica imprescindible y urgente. La Iglesia, y en ella la Vida Consagrada, debe comprometerse con «nuevo ardor».

Clave de lectura conciliar

Como hemos dicho, muchos fimdadores y fundado- ras de institutos religiosos realizaron una función profè­

tica especial con formas nuevas respecto a situaciones precedentes: quién con el testimonio de la vida eremita, cenobitica y contemplativa, para indicar lo absoluto de Cristo en la existencia humana; quién con la ensenanza, para iluminar las inteligencias, hacer madurar la fe y poner un dique al error y a la herejfa; quién testimo­

niando con una caridad rica en obras el interés de Cris­

to por todas las categorfas de necesitados; quién con otras formas de amor.

Toda la Vida Consagrada debe relanzar hoy este aspecto desde los multiples aspectos que la constituyen.

Para renovarse al respecto, tenemos que partir de una óptica segura, que respete el propio carisma.

El Vaticano II indica autorizadamente una clave de lectura al hablar de la renovación de los institutos reli­

giosos. El decreto «Perfectae caritatis» afirma que en pri- mer lugar hay que considerar «el seguimiento de Cristo tal cual lo propone el Evangelio» y que, ademàs, es imprescindible una fidelidad dinàmica «al espfritu de los fimdadores, a los fines propios y a las sanas tradicio- nes».21

Ambas afirmaciones conciliares no son dos claves de lectura separadas, sino una sola, porque los fimdadores fueron suscitados por el Espfritu de Cristo para hacer

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actual, segtin las épocas, su misión portadora de salva- ción. Cabe considerarlos corno una pàgina viva de la contemporaneidad de Cristo, y se esforzaron por pro­

clamar su profeda en el momento histórico con respec- to a sus destinatarios.

Para hacer contemporànea la gran profeda de la Nueva Alianza, vivieron «dentro» de su actualidad, dóci- les al Espfritu del Senor y en sintonia con él, a fin de comprender dónde se situaba la urgencia de la salvación, cuàles eran sus interpelaciones y retos y el porqué de las zonas negras donde reinaban la ausencia, la indiferencia y el rechazo de la luz pascual, pues sólo «desde dentro» es posible hacer el discernimiento de contemporaneidad.

Sin embargo, en este punto es importante hacer notar que la función profètica de la Nueva Alianza no es sólo respuesta a exigencias nacidas en el devenir huma- no. Es obvio que la profeda de Cristo ofrece grandes y adecuadas respuestas a muchas demandas; pero el Evan­

gelio no es sólo respuesta, es también iniciativa de Dios que revela e instruye, propone, interpela, previene, ense- fia, corrige y también denuncia.

La renovación profètica, pues, no se limita a ocupar- se del polo de la cultura emergente y su contexto de vida, su lenguaje y sus métodos -cosa evidentemente imprescindible-, sino que va, en primer lugar y a fondo, a escrutar de nuevo, y con sensibilidad por el interior de la cultura, el luminoso polo del acontecimiento de Cris­

to, para captar con mayor claridad los nucleos vitales de influencia màs penetrante y asf saberlos comunicar con verdadera actualidad.

A san Juan Bosco y a nosotros el Espfritu Santo nos tiene asignado, en la misión profètica de la Iglesia, un campo que, corno decfamos, se caracteriza por la

«opción educativa» en favor de la juventud necesitada y también con relación a los ambientes populares.

;Nos ha llamado a ser «profetas-educadores»! La renovación de la función profètica de nuestro carisma

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22. XXIII Capftulo Gene­

ral, sobre todo en la l a parte.

23. XXIII Capftulo Gene­

ral, sobre todo en la 2a parte.

no puede ser una especie de invitación a cambiar de

«oficio», es decir, a abandonar la opción por la educa- ción; al contrario, segun la clave de lectura indicada, es un estfmulo a despertarnos, a reforzar la valentìa de la fe y a buscar con mas audacia vias pedagógicas que hagan contemporàneo, para los jóvenes, el misterio de Cristo.

Nuestra función profètica la realizamos con una educación cristiana nueva, a medida de las categorias de jóvenes con que vivimos y actuamos, mediante itinera- rios educativo-pastorales trazados directamente para ellos aprovechando adecuadamente experiencias del pasado y creando otras nuevas.

Con san Juan Bosco, segun nuestra consagración apostòlica

Siguiendo la clave de lectura senalada, podemos ver, aunque con brevedad, el sentido y modo con que nues- tro carisma participa en la función profètica de la Iglesia para bien de los jóvenes y de los ambientes populares en las distintas culturas y situaciones geogràficas.

El XXIII Capftulo General nos orientò con serio dis- cernimiento hacia la inserción en contexto de nuestras actividades22 y hacia la lectura de la contemporaneidad del misterio de Cristo.23

Quiero recordar aquf algunos de los datos màs importantes para nuestra función profètica en su aspec­

to de presentación de Cristo, relacionàndolos con los elementos constitutivos de nuestra consagración apostò­

lica segun la describe el artfculo 3 de las Constituciones.

Son cuatro los elementos fundamentales que senala dicho artfculo: la alianza (estar con Cristo), la misión (apóstoles de los jóvenes), la comunión (comunidad fra­

terna) y la radicalidad evangèlica (vivencia de los conse- jos). Elegimos, para cada uno de ellos, algunos aspectos de mayor urgencia profètica, a fin de intensificar su tes­

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timonio. Seri alo, aquf, los que me parecen mas incisivos en el actual esfuerzo de renovación.

En la alianza

La alianza de nuestra profesión religiosa requiere un testimonio de intimidad especial con Cristo, de forma vital y constante. Aqui està el secreto de toda profeda: es necesario que los jóvenes comprendan que somos

«sacramentos de Cristo», signos y portadores de su amor, y que vivimos de él y con él para ellos.

Cabe recordar, al respecto, la intensidad de las rela- ciones personales con Yavé por parte de los profetas del Antiguo Testamento; aquf tenemos la condición bàsica:

no es fruto de temperamento psicologico ni de simple simpatia humana. Es vocación: «Antes de formarte en el vientre, te escogf; antes que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles»;24 «me sedujiste, Senor, y me dejé seducir; ... sentfa dentro corno un fuego ardiente encerrado en los huesos: hacfa esfuerzos para contenerlo y no podia».25

En el Nuevo Testamento, el entusiasmo mistico del apóstol Pablo declara rotundamente: «Para mi la vida es Cristo»26; «ya no vivo yo, vive en mi Cristo»;27 «el que vive con Cristo, es una creatura nueva; lo viejo ha pasa- do, ha llegado lo nuevo».28 La alianza de la profesión religiosa es una amistad personal que transforma: nos hace vivir en Cristo, por él y con él.

Nuestra dimensión profètica tiene un caràcter cris- tocéntrico muy marcado. La amistad e intimidad coti- diana con Cristo hacen vivir en su novedad. Tanto que hace capaz de mostrar adecuadamente la contempora- neidad de su misterio: «Este es el pian que habia proyec- tado realizar por Cristo, cuando llegase el momento cul­

minante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra».29 Bajo està luz, serà posible captar, desde las

24. Jeremlas 1,5.

25. Jeremlas 20, 7, 9.

26. Filipenses 1, 21.

27. G dlatasl, 20.

28. 2 Corintios 5, 17.

29.E fesios\, 10.

(17)

30. Cf. Memorias Biogràfì- casJX , 61.

mentalidades culturales, el aspecto cristiano de numero- sos temas de interés actual: amor, solidaridad, libera- ción, justicia y paz, verdad y conciencia, sentido del pecado, bondad y perdón, voluntariado y entrega perso­

nal, personalidad y sacrifìcio, universalidad, diàlogo intercultural, significado de la historia, etcétera.

Recomiendo, sobre todo, tres aspectos donde con­

centrar la función profetica a partir de la óptica de nues- tra alianza: la comunicación de la palabra de Cristo, su novedad pascual en la Eucaristia, y la vivencia de su bondad infinita en la Reconciliación.

En ellos se ha de concentrar nuestra atención peda­

gògica. Son aspectos centrales del Sistema Preventivo que debemos relanzar profeticamente con audacia e inteligencia y con métodos y ritmos incisivos segun las posibilidades de cada persona y grupo.

— Comunicación de la palabra de Dios

Preguntémonos: ,:Tenemos hoy una interioridad de alianza con el Senor, tal que nos haga ser catequistas puestos al dia? El primer oratorio de san Juan Bosco fue una sencilla catequesis;30 nuestro Fundador siempre considerò la comunicación de la palabra de Dios corno el fin principal de sus obras. El Capltulo General Espe- cial (ano 1971) redactó un documento importante sobre «Evangelización y Catequesis», que no ha perdido actualidad. En sus orientaciones pràcticas afirma al res- pecto: 1.° La Congregación Salesiana està hoy en estado de misión evangelizadora; 2.° la inspectorfa es una

«comunidad al servicio» de la evangelización; 3.° toda comunidad es una comunidad evangelizadora, es decir, una comunidad en escucha y busqueda, insertada en la Iglesia locai, educativa y animadora.

También el XXI Capftulo General (ano 1978) estu- dió, en su primer documento («Los Salesianos, evange- lizadores de los jóvenes»), este mismo tema prioritario.

(18)

La actualidad de sus orientaciones, que se prometfan una «nueva presencia salesiana» en este campo, se ha ido plasmando en el proyecto educativo-pastoral, ya fami- liar en las inspectorfas y en las casas.

El XXII Capftulo General (ano 1984) preparo el texto definitivo de nuestra Regia de Vida. Repasemos su artfculo 34: «La evangelización y la catequesis son la dimensión fundamental de nuestra misión. Como Don Bosco, estamos llamados, todos y en todas las ocasiones, a ser educadores de la fe. Nuestra ciencia mas eminente es, por tanto, conocer a Jesucristo, y nuestra alegrfa mas ìntima, revelar a todos las riquezas insondables de su misterio. Caminamos con los jóvenes para llevarlos a la persona del Sefior resucitado, de modo que, descubrien- do en él y en su Evangelio el sentido supremo de su pro­

pia existencia, crezcan corno hombres nuevos».31 Por ultimo, el XXIII Capftulo General (ano 1990) està ìntegramente dedicado a la educación de los jóvenes en la fe y gufa attualmente nuestra renovación. Me place subrayar que el destinatario directo de este documento es la comunidad salesiana en cuanto primer sujeto de la actividad pastoral. Como escribf al presentar dicho Capftulo, la comunidad «vive con intensidad gozosa el seguimiento de Cristo, confiesa su misterio mediante el testimonio consagrado, sintoniza y escruta atentamente el contexto donde actua, descubre en él las semillas del Evangelio, interpreta los deseos de fe, intuye los pasos que hay que dar en el camino, lo recorre y lo verifica continuamente a la luz de la palabra de Dios».32

Es sintomàtico que los principales documentos de los ultimos, grandes e históricos capftulos generales con- centraran el esfuerzo de renovación en la capacidad de escuchar y comunicar el Evangelio de Cristo. En ese mismo sentido se han cuidado también importantes y vàlidas instituciones en nuestra Congregación para fomentar el estudio, ensenanza, comunicación y difu- sión de todo lo relacionado con la evangelización y la catequesis. Se camina y se trabaja...

31. Constituciones 34; cf.

también: 6,1 7 ,2 0 , 38, 43, etc..

32. XXIII Capftulo Gene­

ral, pàg. 12.

(19)

33. Presbyterorum ordinisi.

34. Actas del Consejo Ge­

neral nùm. 324, afio 1988.

35. XXIII Capftulo Gene­

ral, ntim. 148.

36. XXIII Capftulo Gene­

ral, num. 175.

Todo elio se vio y fomentò a partir, sobre todo, de la misión. Aqui lo revisamos desde la óptica de la alianza, que subraya en las personas el aspecto profètico de su vita- lidad interior, individuai y comunitaria. En efecto, hoy dia urge intensificar y mejorar el aspecto de «nuevo ardor», que es el manantial y fermento de la dimensión profètica.

iQue este punto tenga un puesto de privilegio en la revisión y en los objetivos de toda comunidad!

— La novedadpascual en la Eucaristia

La cumbre del misterio de Cristo es su Pascua. Es el centro de toda la historia de la salvación y se hace conti­

nuamente presente en el tiempo y en el espacio por la Eucaristia. «La sagrada Eucaristia contiene todo el bien espiritual de la Iglesia ... Aparece corno la fuente y la cumbre de toda evangelización ... Los fieles, marcados ya por el sagrado Bautismo y por la Confìrmación, se insertan pienamente en el Cuerpo de Cristo por la recepción de la Eucaristia. La celebración eucaristica es, por tanto, el centro de la asamblea de los fieles».33

Hace unos anos meditamos este aspecto centrai: «La Eucaristia en el espfritu apostòlico de san Juan Bosco».34 Aqui, desde la óptica de la alianza, se trata de revisar las convicciones, el testimonio y nuestro servicio profètico, de forma concreta, en las actividades educativas.

No es posible concebir la autenticidad de la alianza salesiana, sin la centralidad, corno meta alcanzada o por alcanzar, de la celebración eucaristica. Creo que tene- mos mucho que revisar en este campo de la educación de los jóvenes en la fe. El XXIII Capitulo General reco- noce que, en este sentido, estamos atravesando un momento de estancamiento35 y exhorta a remediarlo.36

No podemos ser profetas-educadores con san Juan Bosco sin una recuperación expllcita, inteligente y entu­

siasta de un camino pedagògico que avance hacia la Eucaristia.

(20)

— La experiencia personal de su perdón

Hoy tenemos que combatir con un cuidado especial la pérdida del sentido del pecado. Hay que recuperar, en la educación, la conciencia de la dignidad cristiana de sentirse «penitente» y de experimentar los valores tera- péuticos del sacramento de la Reconciliación. Desde este punto de vista, evangelizar es narrar la historia de la misericordia de Dios. No se concibe la vida de san Juan Bosco sin una dedicación constante, entre los jóvenes, a este ministerio: es «uno de los pilares fundamentales del edificio educativo».37 Se trata de «un momento privile- giado del encuentro personal con el joven»; por elio, dice también el XXIII Capftulo General: «Cuide el ins- pector la preparación de los salesianos para este ministe­

rio, tan importante en la pedagogia salesiana».38 También aquf, lo repito, estamos hablando del papel profètico de los salesianos, de nuestras convicciones, ini- ciativas y programas de acción en la educación. Los sale­

sianos sacerdotes tienen que hacer un serio examen de conciencia sobre su pràctica personal y sobre su disponi- bilidad para el ministerio de la Reconciliación, que ali­

menta en el corazón la paternidad espiritual; los salesia­

nos no sacerdotes deben revisar su pràctica personal al respecto y su colaboración en crear un ambiente de recuperación del sacramento de la Penitencia. Recorde- mos lo que escribe san Pablo a Timoteo: «Jesus vino al mundo para salvar a los pecadores ... Por eso se compa- deció de mf: para que en mf, el primero, mostrara Cris­

to toda su paciencia».39

- Resumiendo, desde la óptica de la alianza, nuestro servicio profètico en los quehaceres de una educación completa no puede en absoluto prescindir de la comu- nicación del Evangelio, de la convocación a la Eucaristìa corno cumbre reai de la vida del hombre nuevo y del encuentro personal con Cristo corno aproximación tera-

37. XXIII C aptalo Gene- ral, num. 174.

38. XXIII Capftulo Gene­

ral, ntim. 289.

39. 1 Timoteo 1, 15-16.

(21)

péutica que forma la conciencia en el sentido del pecado y la hace consciente de una amistad personal con Cristo.

El cuidado profètico de esos tres aspectos requiere iti- nerarios pedagógicos concretos, que toda comunidad y todo salesiano debe trazar con una atención particular a fin de poder ser, corno san Juan Bosco, «profeta-educador».

<Qué se hace al respecto en cada casa? ^Cuàles son las iniciativas pràcticas para conocer la palabra de Dios, para preparar y participar en el supremo acto de amor de la Pascua y para denunciar la pérdida del sentido del pecado a la luz de la inefable e infinita bondad miseri­

cordiosa de Cristo?

En la misión

El tema de la misión ofrece numerosas y fecundas posibilidades de opciones proféticas, en las que ya debe- rfamos encontrarnos comprometidos. Aquf me limito a subrayar dos que creo particularmente urgentes: la apli- cación generosa del criterio oratoriano en la elección de los destinatarios y la grada de unidad entre evangelización y educación.

— El criterio oratoriano de san Juan Bosco

40. Cf. Actas del Consejo General, nùm. 345.

41. XXIII Capftulo Gene­

ral 105.

Este criterio nos lleva a los jóvenes pobres. Lo recuerdan los ùltimos capitulos generales; de elio habla- mos en la ultima circular sobre la pobreza;40 es un aspec­

to centrai para revisar la significación de nuestras obras.

El XXIII Capftulo General, al presentarnos el cami­

no de educación de los jóvenes en la fe, afirma explfcita- mente que «la opción salesiana de dar la preferencia a los mas pobres es condición previa para dialogar con todos, incluso con quienes estan menos informados acerca del acontecimiento cristiano».41

(22)

Dice también en otro lugar: «Su pobreza se presenta en formas diversas: pobreza de condiciones de vida, de sentido, de perspectivas, de posibilidades, de conciencia, de recursos. Es la vida misma la que se encuentra depau- perada al faltarle sus principales recursos. No aflorarà ninguna vivencia religiosa mientras no se descubra la vida en su verdadero significado. Y, viceversa, toda expe- riencia de vida verdadera despierta una tensión religio­

sa» 42. La sensibilidad profètica incluye también la bus- queda de respuestas a las nuevas pobrezas, corno expresión del afàn de san Juan Bosco por ir al encuentro de los màs necesitados en la propia època y zona. El XXIII Capftulo General exhorta a organizar «alguna presencia, corno ‘signo’ de nuestro ir a los jóvenes que estàn màs lejos de la fe».43

La dedicación a nuestros primeros destinatarios lleva en sf misma un caràcter vital de fìdelidad al Espfritu del Senor, que asf lo quiso en san Juan Bosco. No es una opción secundaria; influye en el significado global de nuestro servicio profètico en la Iglesia, pues constituye un rasgo caracterfstico de nuestra fisonomfa carismàtica.

He visto que, en varias inspectorfas, este compromiso concreto ha producido iniciativas fecundas y actitudes espirituales fervorosas que estàn renovando a los salesia­

nos y son muy apreciadas por los obispos y las Iglesias locales; tales presencias son un don providencial que influye también con eficacia en la misma renovación social.

— La grada de unidad entre evangelización y educación Està gracia muestra claramente que el estilo de nues­

tra misión ayuda de forma positiva a superar el distan- ciamiento de Evangelio y cultura. La competencia sobre lo que hay de vàlido en la cultura y en los signos de los tiempos, escrutado con la óptica del misterio de Cristo,

42. XXIII Capftulo Gene­

ral, ntim. 120.

43. XXIII Capftulo Gene­

ral, num. 230.

(23)

44. XXIII Capftulo Gene- ral, num. 45.

45. Cf. Actas del Consejo General, ntim. 344:

“Educar en la fe en la escuela”.

deberfa constituir un elemento de profesionalidad edu­

cativa al servicio de nuestra consagración apostòlica.

Cristo mismo nos impulsa en tal dirección. Como hemos visto, él es el creador de la realidad humana y su Espfritu es el alma de su dinamismo. El XXIII Capftulo General proclama con inteligente profundidad: «Cree- mos que Dios ama a los jóvenes ..., que el Espfritu se hace presente en ellos y que por su medio quiere edificar una comunidad humana y cristiana mas autèntica. Él trabaja ya en cada uno de ellos y en los grupos: les ha confiado una tarea profètica para que la realicen en el mundo, que es también el mundo de todos nosotros.

Creemos que Dios nos està esperando en los jóvenes ...

La tarea educativa resulta ser, asf, el lugar privilegiado de nuestro encuentro con él».44

No es arte fàcil el saber intercambiar entre ellos esos valores; en la caridad pastoral de nuestro carisma se nos ofrece una gracia especial de unidad por la que «evange- lizamos educando y educamos evangelizando».

Por desgracia, hoy es frecuente separar valores cultu- rales y principios evangélicos, no necesariamente para oponerlos, sino para ignorar de hecho su conexión. Es propio de nuestra misión saber mostrar pedagògicamen­

te su inseparabilidad mediante el testimonio de vida, el diàlogo cotidiano y la seriedad de una docencia adecua- da.45 Es un aspecto vital, no sólo de una escuela verda- deramente católica, sino de cualquier actividad educati­

va. Pienso que nos ayudarà a hacerlo mejor el hecho concreto de implicar a buenos seglares en nuestras acti- vidades educativas.

Un frente de atención particular en este campo es la dimensión social de la vida. El proceso de socialización, siempre en devenir, ha llevado y lleva a grandes innova- ciones en la convivencia civil; por otra parte, el influjo de no pocos egofsmos en las actividades polfticas y en el orden econòmico ha provocado terribles desigualdades e injusticias sociales, que exigen con urgencia un cambio

(24)

profundo de mentalidad y una reestructuración de los sistemas con perspectiva mundial.

Es urgente formar en una responsabilidad polftica cristiana, incorporar la Doctrina Social de la Iglesia en los programas concretos de la evangelización y replan- tear constantemente el fundamental precepto evangeli­

co de la caridad. Asf se participa de manera activa en el ejercicio profètico de la Iglesia, realizado abundante- mente en estos decenios por el Sucesor de Pedro y por los pastores.

La revisión, en este campo, es delicadamente com- pleja y tiene que ser permanente.

En la comunión

El XXIII Capftulo General dio fuerte relieve a la comunidad en cuanto sujeto de nuestra misión. Lo que ella debe profetizar con su testimonio de cada dfa y con sus actividades es el mensaje proclamado por Cristo acerca de la «comunión».

Para nosotros està profecfa de la .comunión se ha de aplicar sobre todo en dos niveles: en la comunidad reli­

giosa y en la implicación apostòlica de numerosos fìeles seglares.

— Comunión en la comunidad religiosa

Gracias a Dios, en nuestra Congregación hay una comunión viva en los àmbitos mundial, inspectorial y locai. Aquf nos referimos, ante todo, a los grandes valo- res del misterio de Cristo en las comunidades locales:

hacer que los salesianos los vivan de modo que la comu­

nidad locai resuite esencialmente «signo» y «escuela» de fe: una fe viva que, existiendo necesariamente en cada persona, la mueve a la comunión con las otras, amplian­

(25)

46. Cf. Hechos 2,42-47; 4, 32-35.

47. Smodo extraordinario a los veinte afios del Concilio: Documento final, II, C, 1.

do asf su capacidad de testimonio («signo») y multipli- cando su fecundidad de transmisión («escuela») en una comunidad claramente significativa en la òrbita de su papel profètico.

La pràctica de la comunión es propia de toda la Igle- sia, aunque con modalidades diferenciadas de realiza- ción. De elio dan ya fe los Hechos de los Apóstoles cuando hablan de los primeros cristianos46 y, después, el Vaticano II, para el que «la eclesiologi'a de comunión es la idea centrai y fundamental».47

Todo lo que se hace en nuestras casas y se haga en addante para que la comunidad sea verdaderamente nucleo de animación corno «signo y escuela de fe» es indudablemente un autèntico servicio profètico de efi- cacia segura en està hora de nueva evangelización.

Recomiendo a cada inspectorfa y a cada casa que den importancia al providencial «dia de la comunidad» para una revisión continuada y constructiva con miras a que reinen (comunión) entre los salesianos los valores evan- gélicos de nuestra vocación.

— La implicación apostòlica de losfieles seglares

Està tiene su realización pràctica en la comunidad de acción màs amplia que llamamos «comunidad educati­

va». La tarea de los salesianos, corno su nucleo anima- dor, es cuidar y estimular en ella el intercambio conti­

nuo de los valores de nuestro proyecto educativo, de modo que se logre una autèntica comunión de acción en los grandes principios y llegue a ser verdadero sujeto eclesial para la maduración humana y cristiana de los jóvenes.

Llevamos tiempo tratando de hacer realidad este proyecto. Lograr tal comunidad educativa intensifican­

do en ella la robustez de los grandes dinamismos de la pedagogia de san Juan Bosco, para lanzar una profeda

(26)

con fuerte perspectiva de futuro, supone una capacidad imprescindible de implicar a seglares idóneos. Se trata de tornar en serio la eclesiologfa conciliar: transformarà nuestra presencia evangelizadora y educativa abriendo las obras a una nueva vitalidad y a un porvenir màs pro- metedor.

En la radicalidad

Hemos visto que nuestra vivencia de los consejos evangélicos es ya, por sf misma, una presencia profètica en la Iglesia y en la sociedad. El problema està en saber darle una signifìcación màs actual con vistas a la misión y comunión de nuestro objetivo evangelizador. No se trata sólo de vivir obedientes, pobres y castos, sino de mostrar que tal radicalidad nos hace ser «signos y porta- dores» visibles del amor de Cristo a los jóvenes.

Las Constituciones afìrman: «Los consejos evangéli­

cos, al favorecer la purifìcación del corazón y la libertad de espfritu, hacen solfcita y fecunda nuestra caridad pastoral»;48 «la pràctica de los consejos evangélicos, vivida segun el espfritu de las bienaventuranzas, hace màs convincente nuestro anuncio del Evangelio»;49 los consejos evangélicos «hacen del salesiano un signo de la fìierza de la resurrección [y], al orientar todo su corazón hacia el Reino, le ayudan a discernir y acoger la acción de Dios en la historia; y, en la sencillez y laboriosidad de cada dfa, lo transforman en educador que anuncia a los jóvenes un cielo nuevo y una tierra nueva y, de ese modo, aviva en ellos los compromisos y el gozo de la esperanza».50

Os invito a dar hoy testimonio de està nuestra pro­

feda de la radicalidad, cultivando de forma especial dos aspectos complementarios de verdadera urgencia: la educación de los jóvenes en el amor y la perseverante y valiente denuncia contra ciertos idolos de moda.

48. Constituciones 61.

49. Constituciones 62.

50. Constituciones 63.

(27)

51. Cf. XXIII Capftulo Ge­

nera!, niims. 192 ss. - Educación de los jóvenes en el amor51

Es dettamente uno de los puntos dave de la educa- dón en la fe. Si hay un aspecto donde los cambios cul- turales han provocado un desastre en la conducta y, a la vez, la necesidad de nuevo planteamiento, es precisa­

mente éste. Por su visión distorsionada del amor, muchos jóvenes ya no son capaces de vivir la gracia de Cristo; he ahf un obstàculo deletéreo para crecer en la fe y para orientar la vida hacia metas vocacionales.

La vivencia «salesiana» de los consejos evangélicos, que reafirma la alianza, la misión y la comunión, hace de nuestro testimonio cotidiano de vida un estilo de bondad, de acogida educativa y de espfritu de familia en la sinceridad y constancia de las relaciones personales, en la alegrfa de la convivencia y en el cultivo de grandes ideales, que ofrecen un clima suinamente favorable para una formación autèntica en el amor. La modalidad sale­

siana de una vida obediente, pobre y casta, de la que se da testimonio en la alegrfa de una convivencia rica en obras, muestra la belleza y satisfacción de una vocación de amor que en Cristo sabe hacerse donación a los demàs, ayudando a experimentar existencialmente las razones de las exigencias y capacidad de sacrifìcio que supone el amor de Cristo.

El acento profètico de està vivencia debe recaer en la fidelidad a Cristo sin subterfugios ni compensaciones;

ella nos ayuda a renovar el clima de convivencia orato- riana que hizo de san Juan Bosco «un genio del cora- zón». En tal clima procuramos entender y guiar la afec- tividad de los jóvenes, dar relieve educativo a su orientación vocacional, abrirlos a experiencias de dona­

ción de sf mismos en el servicio y hacer que crezcan en la solidaridad.

Creo importante que se reflexione comunitariamen­

te sobre este aspecto, meditando las Constituciones y haciendo exàmenes de conciencia concretos, conside­

(28)

rando con particular atención el tema de la pureza sale­

siana. El progreso de las disciplinas antropológicas hace necesaria la revisión de cierta mentalidad del pasado, pero simultàneamente exige la profundización de una castidad consagrada que sea realmente signo del miste- rio de Cristo, en quien siempre tenemos la mayor reve- lación de lo que es el amor.

— Denuncia contra los idolos de moda

Esto nos recuerda el audaz estilo profètico del Anti- guo Testamento; el mismo Jesucristo denuncio, màs de una vez y con dureza, ciertas mentalidades y abusos morales que desnaturalizaban el concepto profètico del Reino que proclamaba.52

Existen hoy algunos fdolos de moda que dettamen­

te debemos desenmascarar: giran en torno al poder, a la riqueza y al piacer. Los denunciamos ya existencialmen- te con la vivencia de los consejos evangélicos: «En un mundo tentado por el ateismo y por la idolatria del pia­

cer, de la posesión y del poder, nuestro modo de vivir testimonia, especialmente ante los jóvenes, que Dios existe y que su amor puede llenar una vida, y que la necesidad de amar, el ansia de poseer y la libertad para decidir de la propia existencia alcanzan su sentido supre­

mo en Cristo Salvador».53

No obstante, puede haber en ciertas casas un modo aburguesado de vivir o una forma liberaloide de juzgar y hablar o algun salesiano imprudente y nada edificante que, en vez de colaborar en la denuncia de los fdolos, oculte, niegue o reste de hecho fuerza profètica a la radi­

calidad evangèlica, corno si ésta ya no influyera o, al menos, ya no tratara de ser comunitariamente signo efi- caz contra las desviaciones mundanas. Por desgracia, el secularismo se introduce también en las comunidades consagradas y amortigua sus dinamismos proféticos y

52. Cf., por ejemplo, Ma- teo 23, 13 ss.; Marcos 9, 42 ss.; Lucas 19, 41­

45.

53. Constituciones 62.

(29)

54. Cf. Romanos 12, 1 ss.

quita a la educación su capacidad de propuesta evangè­

lica de nuestra existencia camuflàndola con novedades no evangélicas.

Es importante saber denunciar pedagògicamente ciertas idolatrias invasoras, haciendo brillar, ante todo, las motivaciones y la alegrfa de nuestra profesión salesiana.

iQue toda comunidad se sienta invitada a hacer un examen de conciencia serio sobre el aspecto profètico de su radicalidad evangèlica en oposición a las idolatrias del individualismo, del aburguesamiento y del hedonismo!

Tenemos que saber desenmascarar, incluso con la ayuda de las disciplinas antropológicas, ciertas orientaciones antievangélicas acerca del sexo, del matrimonio, de la promoción de la personalidad, de la dignidad de la mujer, de la constitución de la familia, del caràcter sagrado de la vida, del uso de los bienes, de la indispen- sabilidad de la politica, del perjuicio del egoismo, de la irracionalidad de muchos conflictos, del sentido del pecado, etcétera. Denunciar educativamente es una tarea delicada y nada demagògica, que exige competen- cia, estudio y reflexión; es expresión de un servicio pro­

fètico concreto del que la juventud tiene una necesidad especial.

- He ahi, pues, algunas reflexiones sobre la dimen­

sión profètica de nuestra vida salesiana. «Os exhorto -dice san Pablo- a presentar vuestros cuerpos corno hostia viva, santa, agradable a Dios ... Y no os ajustèis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente ... En el cuerpo, no todos los miembros tienen la misma función. Si hemos recibido el don de ser profe- tas, ejérzase en proporción a la fe» .54

A primera vista, puede parecer que son demasiadas las cosas en que hemos concentrado nuestra atención y que, por tanto, es fàcil la dispersión pràctica. No obs- tante, si miràis con atención, cada una de las cosas indi- cadas es ya realidad junto a otras muchas senaladas por

(30)

los ultimos Capftulos Generales. De hecho, el punto sobre el que se insiste en està circular es sólo uno: nues­

tro ardor profètico en todo lo que procuramos hacer:

tener conciencia de que somos profetas de Cristo y saber en qué debemos insistir para serio de verdad y sin even- tuales exhibiciones de moda no auténticas.

El papel profètico que nos corresponde en la Iglesia es vivir con nuevo ardor la autenticidad del carisma de san Juan Bosco, a fin de que toda nuestra evangelización aparezca con la verdadera novedad cristiana que pide nuestro tiempo. Elio implica, en la base de todo, un renovado testimonio de intimidad personal con Cristo que nos impulse a revisar, valorar, considerar, relanzar y acentuar aspectos, concentrar esfuerzos y suscitar la crea- tividad pastoral partiendo verdaderamente de él. En defi­

nitiva, se trata de mostrar eficazmente la contemporanei­

dad de Cristo para conducir a las nuevas generaciones hacia un futuro mejor.

San Pablo nos dina: jEs urgente que lleguéis a ser Cristo para los jóvenes!

Sentirse profetas es para nosotros un gran despertar espiritual que nos hace tornar en serio la clave de lectura conciliar que hemos seguido en estas reflexiones. «La adecuada renovación de la vida religiosa -afirma el Vati­

cano II- comprende, al mismo tiempo, un retorno ince­

sante a las fuentes de toda vida cristiana yala inspiración originaria de los institutos, y una adaptación de éstos a las condiciones de los tiempos, que han cambiado ... Las mejores adaptaciones a las necesidades de nuestro tiem­

po no surtiràn efecto si no las anima una renovación espiritual. Està ha de jugar el papel principal siempre, incluso cuando se trata de impulsar obras externas».55

Que nos guie Nuestra Sefiora, la Virgen del Rosario El evangelista Lucas dice, hablando de Maria, madre de Jesus, que «conservaba en su interior el recuerdo de

55. Perfectae can tatisi.

(31)

56. Lucasi, 51.

57. Mateo 13, 52.

todo aquello»:56 no sólo de los hechos extraordinarios de la concepción de Jesds y de su nacimiento e infancia, sino de su vida entera, de su ascensión a la derecha del Padre y de sus maravillosas intervenciones en la historia.

Asx lo prueba el cantico del Magnificat, espejo del cora- zón de Maria, a quien podemos considerar el modelo de interioridad y de visión global que debe cultivar en si todo verdadero profeta de la Nueva Alianza. Pidamos a la Sanu'sima Virgen que nos ayude a cultivar a diario en nuestro corazón su misma óptica, la propia de la espe- ranza cristiana.

La memoria mariana de hoy, 7 de octubre, nos invi­

ta a descubrir en el rezo del Rosario un modo pràctico de conservar en nuestro interior los diferentes aspectos del acontecimiento de Cristo: son quince y los llama- mos «misterios». En ellos alimentamos nuestras relacio- nes de amistad con Cristo y, al considerar en ellos la inefable riqueza de la Encarnación y de la Redención frente a los graves problemas que nos rodean en este cambio de època, podemos dia a dia percibir y comuni­

car su contemporaneidad. Son manantial abundante de luz salvifica y recuerdan cuàl es el secreto para la fun­

ción profètica de todo discfpulo, que debe ser «corno padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo».57

Hay que aprender realmente a «ir sacando» del arca de Cristo los urgentes mensajes evangélicos que sugiere el Espfritu del Senor en la meditación de los quince mis­

terios. La preocupación profètica puede mejorar la pràc­

tica y el aprecio de este ejercicio piadoso, dàndole de nuevo verdadera actualidad para alimentar la nueva evangelización.

Cabe recordar también la importancia que daba san Juan Bosco al Rosario. Asf respondi'a al marqués Rober­

to d’Azeglio, que intentaba disuadirle de hacerlo rezar a sus muchachos: «Tengo metida en el alma està [pràcti­

ca] , y puedo decirle que mi institución se apoya en ella:

(32)

estarfa dispuesto a dejar otras muchas cosas muy impor- tantes, pero ésta no».58

Nuestra atención no va tanto a la laudable observan- cia de una pràctica, cuanto al aspecto de un corazón mariano permanentemente concentrado con afecto pro­

fetico en los diversos aspectos del acontecimiento de Cristo, centro vital de la nueva evangelización. Hacer memoria contemplativa de Cristo no es simplemente recordar una antigua visita de Dios, sino considerar su permanencia de revelación y salvación, entrando en familiaridad con su aspecto escatològico, es decir, de novedad para cada època, en cuanto que està llamado a ser levadura en la historia de hoy.

Es un modo de cultivar la experiencia de lo divino tal corno la vivió Cristo. El profeta no està constituido en autoridad para mandar, sino para comunicar la luz del misterio que ha vivido personalmente; es contrario a està vocación el caer en la rutina; el profeta no puede aparecer corno «habituado» a Cristo, sino corno amigo de su actualidad salvadora y corno su inteligente y fiel mensajero, que lleva dentro de si la atención a su peren­

ne novedad y el don de la «parresfa», es decir, de la fran- queza y audacia al comunicarla; antes de alinearse en opciones sociales, procura anunciar su Evangelio poniéndose totalmente de parte de Cristo; màs que a la rebelión, invita a la conversión; no es un experto en el calendario de acontecimientos futuros, sino que explica el sentido del futuro; lleva la buena noticia, que incluye el perdón de los pecados, y, por consiguiente, insiste en la conversión y denuncia el mal con franqueza; ama las novedades porque es portador de la mayor novedad.

Para ser profeta, hace falta fuego, vitalidad siempre fresca, fantasfa audaz, docilidad cotidiana al Espfritu del Senor y entusiasmo y valentia hasta el martirio. Lo demuestran los santos de todos los siglos, hombres y mujeres, que hicieron de Cristo la razón de su vivir y de su obrar.

58. Memorias Biogràfica*, III, 294.

(33)

Que Maria nos obtenga a cada salesiano y a cada comunidad una interioridad apostòlica que haga brillar profèticamente, para los jóvenes, la plenitud de luz de Cristo.

Un saludo fraterno a todos.

Cordialmente en san Juan Bosco,

Eg id io Vig a n ó

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