CORSO DI LAUREA MAGISTRALE IN LINGUE E
LETTERATURE EUROPEE, AMERICANE E
POSTCOLONIALI
Tesi di Laurea
Mercè Rodoreda y sus mujeres: memoria vital
en Aloma y Veintidós cuentos.
Relatore
Ch. Prof. Enric Bou Maqueda
Correlatore
Ch. Prof. Valentín Nuñez Rivera
Laureanda
Laura Zurma
Matricola: 827507
Anno Accademico
2014/2015
Alla mia famiglia, per appoggiarmi ed accompagnarmi. Al mio amore, per sapermi capire ed entusiasmare. A me stessa, per avercela fatta.
ÍNDICE 1. Introducción ... pág. 4
1.1. La II República ... pág. 8 1.2. La Guerra Civil ... pág.16 1.3. Una ojeada a Cataluña ... pág. 26
2. Mercè Rodoreda en su época ... pág. 32
2.1. Una vida entre guerras ... pág. 35 2.2. Una vida en exilio ... pág. 42 2.3. Posibles claves de lectura ... pág. 56
3. Entre realidad y ficción: Aloma ... pág. 64
3.1. Argumento ... pág. 67 3.2. Cambios en la segunda versión de Aloma ... pág. 73 3.3. Símbolos y huellas autobiográficas ... pág. 78
4. Ecos de vida y de humanidad: Veintidós Cuentos ... pág. 96 4.1. Veintidós Cuentos ... pág. 100 4.2. La sangre ... pág. 111 4.3. El espejo ... pág. 117 4.4. El baño ... pág. 121 5. Conclusiones ... pág. 126 6. Bibliografía ... pág. 131 6.1. Sitografía ... pág. 134
1-‐ Introducción
Es probable que no me gusten los chicos jóvenes: la gente mayor me da un poco de miedo. A veces estoy convencida de que sufro alguna extraña enfermedad, porque cuando estoy bien es a solas, en mi habitación, con mis libros, con mis pensamientos. (Cuentos, 2008, 115-‐116)
Hacía bochorno y una rama de hiedra iba restregando la pared poco a poco como si estuviese medio dormida. Le entró un poco de temor. Todo le parecía misterioso: la hiedra que se movía, la casa tan quieta, los claveles a cada lado del surtidor, las flores que iban cayendo del jazmín. Habría querido decir algo y no pudo. (Aloma, 1990, 93)
Este trabajo procura estudiar en detalle la vida, la obra y la personalidad de Mercè Rodoreda. Esta autora catalana, cuya existencia fue marcada por acontecimientos histórica e íntimamente inolvidables, creó un conjunto de obras que merecen un análisis detallado y profundo, ya que la carga psicológica e histórica que conllevan es evidente.
De hecho, vivió los años de la Segunda República, cuando Barcelona era una ciudad activa y culturalmente abierta, sufrió también la Guerra Civil, que después la obligó a huir a Francia y a Suiza, y, además, resistió a la Segunda Guerra mundial. Una vida hecha de miedo y de cambios, lejos de su familia y de su país, al que siempre se mostró agradecida y devota, queriendo siempre elevar sus raíces culturales y pintar esa realidad en sus escritos. Como confirma Carme Arnau:
[…] la història de Catalunya acostuma a marcar la vida dels personatges, incideix en llur existència, sobretot la guerra i l’exili que s’enseguí. (Arnau, 2000, 66)
Por eso, he querido tomar en consideración, en primer lugar, la época histórica en la que transcurrieron los primeros años de su vida y donde empezó a
asomarse al mundo cultural de su tierra, para después seguir trazando en detalle su intensa existencia, considerando las personalidades que la influyeron.
Efectivamente, aunque Rodoreda compartió sus años con muchas personas distintas debido a su trabajo, fueron pocas las amistades y los afectos realmente importantes para ella y para su crecimiento laboral. Estas personas merecen ser recordadas por la influencia que ejercieron en la autora, contribuyendo a convertirla en una de las mejores escritoras catalanas, conocida y traducida en casi todo el mundo. Así en el primer capítulo, iré trazando los momentos fundamentales en esa época, es decir desde la proclamación de la República en 1931, hasta el fin de la Guerra Civil en 1939. Como nuestra autora representa en primer lugar su origen catalán, voy a concluir esta parte dando unas informaciones sobre la situación de ese período en Cataluña, de modo que nos acercaremos poco a poco al universo rodorediano.
De hecho, mi intento es el de demostrar cómo, a partir de sus escritos, Rodoreda logra transmitir no solo la situación histórico-‐social de su mundo, sino también su propia concepción de la vida. Así que, siguiendo con el análisis de su vida, el segundo capítulo estará completamente dedicado a la biografía de la escritora, deteniéndome sobre todo en los aspectos profesionales y personales más relevantes a la hora de entender la totalidad de su obra.
Además, las obras que he elegido para completar mi investigación son una novela, Aloma, y una colección de cuentos, Veintidós cuentos. Me parece muy interesante sacar a relucir en ambas los muchos símbolos y referencias que llevan entre líneas, ya que se trata de dos obras cercanas y muy diferentes al mismo tiempo.
El análisis que desarrollaré en el tercer capítulo se basa, en efecto, en su novela Aloma, la primera que la autora acepta y reconoce como suya, escrita en 1938 y revisitada treinta años después. En la obra, me centraré sobre todo en sus aspectos autobiográficos y, además, en los matices psicológicos que se vislumbran leyendo la vida de la protagonista, una joven mujer catalana. La preocupación que Rodoreda siempre demostró hacia la mujer se nota tanto en esta obra como en la colección de cuentos que ocupará el cuarto y último capítulo de mi trabajo.
Veintidós cuentos, obra de la posguerra escrita en el exilio, abarca los temas más
característicos de la narrativa rodorediana, es decir: el jardín; el miedo del paso del tiempo; las relaciones conflictivas entre hombres y mujeres; la ciudad de Barcelona y, además, lo autobiográfico.
Para individuar estos elementos y sus significados más recónditos, me fijaré en esas partes de la narración donde se percibe la huella de la autora, y donde, a través de algunas palabras o frases sueltas, se puede individuar antes de todo su personalidad. Por lo que concierne a Aloma, mi atención se dirigirá hacia las descripciones de sus sensaciones más íntimas a la hora de contar la realidad que la rodea y, además, me detendré en esos elementos que evoquen también la vida de Rodoreda. Como acabo de decir, esta novela se revelará como un conjunto de recuerdos personales de la autora y, al mismo tiempo, un detallado y sensible análisis espiritual de una muchacha que, por primera vez, experimenta lo dura y lo complicada que es la vida. En Veintidós cuentos, obra que reúne historias muy distintas y, sin embargo, muy complejas, utilizaré el mismo criterio de observación; elegiré los cuentos que, en mi opinión, revelan opiniones personales de Rodoreda y también sus recuerdos emocionales. Las narraciones que presentaré son las que
exponen temáticas constantes en las obras rodoredianas, a saber: el amor, visto bajo diferentes formas, la vejez y los recuerdos infantiles. De hecho, leyendo varias entrevistas y declaraciones de la escritora, lo primero que se me ha ocurrido es una evidente referencia a su pasado y al producto de dicho pasado, que la formó y le hizo reflexionar sobre argumentos propios del alma humana. Es por eso que, a lo largo de la observación de dichas obras, me ocuparé de subrayar este paralelismo entre la vida rodorediana y su obra, entre sus pensamientos y la forma de compartirlos con el lector.
De todos modos, Rodoreda se recuerda sobre todo por su obra maestra, La
plaza del Diamante, que, según sus propias palabras, fue “producto de una
nostalgia” (Mohino i Balet, 2013, 107). A pesar de la grandeza indiscutible de la novela, en mi opinión es realmente sugestivo ver también el enorme poder de las palabras juveniles de Rodoreda, cuyo ejemplo mora en Aloma, donde se pueden encontrar trazas de su vida y de su pensamiento sobre el mundo. Asimismo, en la colección de cuentos nos daremos cuenta de que, con un estilo más experto y usando otro género literario, la autora logrará transmitirnos esos mismos mensajes íntimos y muy profundos, descubriendo en cada historia intensos matices psicológicos perfectamente trazados.
Concluyendo, a continuación empezaré delineando los hechos fundamentales de los años treinta, época en la que se formó la autora protagonista de este trabajo. La historia que inevitablemente la influyó y de que se perciben los ecos en todo su producto literario, es otra protagonista de las obras rodoredianas, de modo que conocerla resulta ser el primer paso hacia el descubrimiento de su mundo narrativo.
1.1-‐ La II República
[…] Asistid al gobierno con vuestra confianza, vigiladle en sus actos y, si incurrimos en responsabilidad, exigidlas; y con nuestro amor y con nuestra conciencia prometemos llenar todas vuestras aspiraciones. Si esto es así, no os reclamamos vuestro aplauso, sino vuestra confianza, para la satisfacción de la conciencia de todos nosotros. Nuestra autoridad solo puede existir con vuestro apoyo, seguir unidos sin alborotos en las Calles y respetad el derecho de todos; pero vigilad, pues sois la guardia nacional del Gobierno que acompaña al pueblo. Procurad que en vuestra conducta no haya nunca la menor protesta que sirva de pretexto para una reacción contraria y, si ella surgiere, quede ahogada. […]
Discurso del Presidente del Gobierno provisional Don Niceto Alcalá-‐Zamora, transmitido por Unión Radio el día 14 de abril de 1931.1
Con el Pacto de San Sebastián del 17 de Agosto de 1930, se forma la coalición Republicana, formada por Republicanos, Autonomistas Catalanes y Vascos Democráticos que se habían quedado decepcionados con la dictadura del general Primo de Rivera, entre estos Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura.
La Segunda República Española se proclamó el día 14 de Abril de 1931, después de casi medio siglo de la proclamación de la primera en 1873. De hecho, las circunstancias y la situación en ese momento eran muy distintas con respecto a sesenta años antes y desde el principio se nota este cambio. Los componentes desiguales de la coalición, a pesar de tener muy pocos elementos en común, consiguen preparar, en Octubre, una lista de los futuros miembros del gobierno; no obstante, hay ya unos obstáculos relevantes que se convertirán en verdaderos
1 Discurso del Presidente del Gobierno provisional Don Niceto Alcalá-‐Zamora, http://er.users.netlink.co.uk/biblio/iirepubl/proclama.htm
límites en la formación de un régimen seguro y confiable, impedimentos encarnados en el ejército y en los anarquistas.
La prioridad de los dirigentes republicanos era garantizar la formación de una república respetable, compacta y, sobre todo, que pudiese mantenerse en un clima de pura legalidad; por tanto, en abril de 1931, antes de las elecciones legislativas, se convocan las municipales y, finalmente, el 12 de abril de 1931 los Republicanos ganan en la mayoría de las ciudades, en particular en los dos ejes de la República: Madrid y Barcelona. En ese momento, el Jefe del Gobierno, Aznar, abandona los edificios públicos y el Rey Alfonso XIII deja el país sin abdicar formalmente, dejando a los miembros de izquierdas y ministros de la derecha monárquica el encargo de formar un gobierno provisional. Nace la Segunda República Española, apoyada también por la Esquerra Catalana, sobre todo por la ilusión de poder beneficiarse del estatuto de autonomía. Sin embargo, los anarquistas de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y los de extrema derecha no quieren confiar en el nuevo gobierno.
Ahora bien, los problemas empiezan casi inmediatamente al proclamarse la república. En efecto, la crisis de 1929 hace ralentizar y dificulta los intercambios internacionales, las élites y las clases medias no están convencidas del éxito republicano y, además, se preocupan por el cambio que eso ha producido, los anarquistas odian el nuevo estado tanto como odiaban la monarquía y representan un obstáculo para el orden social. Asimismo, el clero, si antes parecía mantener una posición neutral con respecto al nuevo Estado, el 4 de Mayo de 1931, a través de una carta del cardenal Segura, expresa su cercanía a los ideales monárquicos, en particular a la figura del Rey y eso provoca consecuencias inmediatas: en Madrid y
en Málaga se queman edificios religiosos, dificultando mucho la comunicación serena y civil entre católicos y republicanos.
El 26 de junio de 1931, con las elecciones a las Cortes Constituyentes, se confirma la victoria Republicana, sin embargo, en Octubre del mismo año, el ministro de la Gobernación Miguel Maura presenta su dimisión, por estar en total desacuerdo con el artículo 26 de la Constitución presentado por Manuel Azaña, de Izquierda Republicana, el cual proponía un estado laico y libre del poder secular de la Iglesia. El decreto resumía puntos fundamentales para la izquierda, que soñaba con llegar a una laicidad “a la francesa” y este preveía: la separación entre Iglesia y Estado, la disolución de las órdenes religiosas como la de los Jesuitas y la supresión de cualquier ayuda económica a favor de la Iglesia por parte de órganos estatales. Azaña intervino con un célebre discurso a la Cámara Constituyente:
“La premisa de este problema [religioso], hoy político, la formulo yo de esta manera: España ha dejado de ser católica: el problema político consiguiente es organizar el Estado en forma tal que quede adecuado a esta fase nueva e histórica del pueblo español. (...) En este asunto, Sres. Diputados, hay un drama muy grande, apasionante, insoluble. Nosotros tenemos, de una parte, la obligación de respetar la libertad de conciencia, naturalmente sin exceptuar la conciencia cristiana; pero tenemos también, de otra parte, el deber de poner a salvo la República y el Estado. (...) Criterio para resolver esta cuestión. A mi modesto juicio es el siguiente: tratar desigualmente a los desiguales; frente a las Ordenes religiosas no podemos oponer un principio eterno de justicia, sino un principio de utilidad social y de defensa de la República.”2
En Diciembre de 1931, Niceto Alcalá Zamora es nombrado Presidente de la República Española, a pesar de que el poder efectivo estuviera en las manos del Presidente del Consejo Manuel Azaña, en las cuales permanece hasta septiembre de 1933. Azaña también representa un mediador entre las dos principales facciones que componen la parte izquierda de la coalición, es decir, los socialistas
por un lado y la burguesía radical y laica por otro. A pesar de encarnar la ideología denominada “burguesa” de esta unión, Azaña no consigue tranquilizar a la opinión pública con sus ideales moderados, por el contrario, llega a destruir la confianza de esa gente a través de una intolerancia política que lo aleja ya de los centros del poder del antiguo régimen: el ejército, la iglesia y los grandes propietarios. De hecho, el ministro empieza a reducir los oficiales del ejército, disuelve la orden de los Jesuitas, aprueba la ley del divorcio y planea también una ley agraria que, sin embargo, no consigue completar porque su aplicación es demasiado lenta.
Ahora bien, lo que se puede entrever en este momento es un intento, por parte del gobierno republicano, de ponerse en contra de sus adversarios sin ni siquiera satisfacer a las masas que seguían agobiadas por la falta de claridad de las reformas sociales. Empieza así una época de desorden social general: la CNT organiza huelgas, ocupaciones de campos y combates callejeros; el PSOE (Partido socialista obrero español) no apoya el gobierno; se desarrollan una serie de revueltas, por ejemplo en Cataluña y un golpe de estado fracasado el 10 de Agosto de 1932 por parte del general Sanjurjo.
Un hito en la trayectoria política de ese tiempo es la formación, en 1932, de la Confederación española de derechas autónomas (CEDA), un grupo católico, que a pesar de considerarse republicano, su líder hace pensar lo contrario: se trata de José María Gil Robles, considerado un aficionado al fascismo de Mussolini, que además se hace llamar Jefe, siguiendo el ejemplo del Duce Italiano y participa también en un congreso del Partido Nacionalsocialista Alemán en Nüremberg en 1933.
El 19 de Noviembre de 1933, el Presidente Alcalá Zamora convoca nuevas elecciones, ahora ganadas por la derecha. El fracaso de la izquierda, quizás, confirma los errores del gobierno Azaña, o más bien es considerado una consecuencia directa de la violencia anarquista e, incluso, de la extensión del voto a las mujeres, las cuales representan una parte consistente de la población católica y de los propietarios de haciendas agrícolas. Los dos partidos que triunfan son CEDA y los Radicales de Lerroux: este hombre ambiguo, considerado corrupto y oportunista, pacta con la CEDA para formar el nuevo gobierno y llega a ser el encargado para formar el nuevo régimen, que se recordará como “bienio negro”.
Sin embargo, Lerroux se aleja de la escena política por un tiempo, por presentar una ley de amnistía hacia los antirrepublicanos encerrados. Esta propuesta le parece un riesgo al presidente de la República, ya que afectaría también al general Sanjurjo y a sus cómplices del golpe de 1932, entonces, con su rechazo, intima a Lerroux de entregar su dimisión y la dirección pasa a Ricardo Samper, que, en cierto modo, no satisface a la izquierda.
Empiezan las revueltas en el país, que ve en varias ocasiones crueles conflictos, reflejo del descontento general. Los autonomistas vascos siguen agitados, comienza una dura crisis entre la Generalitat de Cataluña y las autoridades de Madrid, explicitando una incompatibilidad evidente entre las Cortes y el Parlamento Catalán, donde Esquerra domina la escena después de las elecciones de 1934. Además, Lluís Companys proclama el Estado Catalán dentro de una República Federal Española, aunque este intento insurreccional fracasa, a pesar del célebre discurso con el que invita a la construcción de un Gobierno Republicano provisional en Barcelona:
Catalanes: Las fuerzas monarquizantes y fascistas que de un tiempo a esta parte pretenden traicionar la República, han logrado su objetivo y han asaltado el Poder. Los partidos y los hombres que han hecho públicas manifestaciones contra las menguadas libertades de nuestra tierra, los núcleos políticos que predican constantemente el odio y la guerra a Cataluña, constituyen hoy, el soporte de las actuales instituciones.
(...) En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del Parlamento, el Gobierno que presido, asume todas las facultades del Poder en Cataluña, proclama el Estado Catalán de la República Federal Española y al establecer y fortificar la relación con los dirigentes de la protesta general contra el fascismo, les invita a establecer en Cataluña, el gobierno provisional de la República, que hallará en nuestro pueblo catalán el más generoso impulso de fraternidad en el común anhelo de edificar una República Federal libre y magnífica3
Al mismo tiempo, estalla en Asturias una insurrección de los mineros, que representa un momento clave en la historia del país: la unión obrera ocupa muchas ciudades con la ayuda de las fuerzas socialistas, comunistas, paratrotskistas; sin embargo, el fiasco de la revuelta en el resto del país facilita a los generales Franco y Goded una represión feroz que, durante dos semanas de combates, siembra 300 muertos. La derecha se hace cada vez más intolerante, avanza hacia una revisión de la Constitución, hacia la creación de un sindicato y pretende una gran reducción de la autonomía Catalana.
El 25 de octubre de 1935, el presidente de la República Alcalá Zamora obliga a Lerroux a dimitir de su cargo, por comprobar su actitud ambigua y poco confiable. Se organizan las elecciones y, si por un lado se forma el Frente Popular bajo la guía de Azaña, cuyo componentes son socialistas, comunistas, la izquierda republicana, la Esquerra Catalana y otras coaliciones más pequeñas, por otro lado está la derecha, formada por monárquicos, falangistas y la CEDA. El 16 de Febrero de 1935, la izquierda sale victoriosa de las votaciones, en seguida empieza un clima de terror debido a este neto éxito, que se suponía ser el fruto de un premio
previsto según la ley electoral de 1931, premio que ayudaría a la coalición para la victoria. Todo ello conlleva la “primavera trágica” de 1936, siendo efectivamente una situación de preocupación e inestabilidad sociopolítica; de hecho empiezan a entreverse las primeras señales de peligro: en Abril de 1936, el general Mola organiza una conjura militar que casi consigue su objetivo, diferentemente del golpe de 1932; de ahí que los militares se arrojan el derecho de derrocar el gobierno legítimo. En cambio, la izquierda se siente casi impotente en la lucha contra los ataques de los extremistas y, el 7 de Abril, Niceto Alcalá Zamora es sustituido por Manuel Azaña, que encarga a Santiago Casares Quiroga de formar el nuevo gobierno, muy parecido al recién salido. Se desencadenan decenas de atentados políticos y el 12 de Julio del mismo año el teniente José de Castillo es asesinado por dos pistoleros de extrema derecha mientras intenta reprimir una manifestación monárquica: este acontecimiento, junto al siguiente homicidio del general Calvo Sotelo por parte de la seguridad Republicana, el 13 de Julio, serán los detonantes del golpe de estado del 17 de Julio de 1936.
En fin, para entender de verdad lo que pasó durante esos años de sueño republicano, hay también que tener en cuenta de cómo se dividía la sociedad española de esa época, es decir, el fraccionamiento de la población en tres grandes partes: la burguesía cerca del catolicismo, los republicanos y las pequeñas empresas junto a los anarquistas. Los dirigentes republicanos llegados al poder, tienen que elegir entre dos opciones de estrategia: la primera es la de exaltar y apoyar un concepto de democracia, sin echar mucha cuenta a esa parte de la sociedad que más desconfiaba en el cambio y que, a lo mejor, se encontraba en los grandes principios republicanos; la segunda, convencer a los más temerosos,
consolidando un ideal democrático, posiblemente compartido, que pudiese mantener lo más posible la República y sus ideales. De hecho, ellos decidieron seguir la primera opción, perdiendo el soporte de una gran parte de la sociedad que nunca confió en ellos.
1.2-‐ La Guerra Civil (1936-‐1939)
El 17 y 18 de julio de 1936, una parte del ejército se sublevó contra el gobierno legítimo Republicano con un golpe de estado, inspirado en el golpe anterior del general Primo de Rivera. Este ataque tenía el objetivo de demostrar la amenaza del Frente Popular para obtener el consenso de la mayoría de la población. Los generales sublevados, por lo tanto, quieren mostrarse defensores del orden Republicano, de hecho Francisco Franco en su discurso en Tenerife el 18 de Julio utiliza las palabras “fraternidad, paz, justicia”, principios claves de la ideología Republicana:
En estos momentos es España entera la que se levanta pidiendo paz, fraternidad y justicia; en todas las regiones, el Ejército, la Marina y las fuerzas del orden público, se lanzan a defender la Patria. La energía en el sostenimiento del orden estará en proporción a la magnitud de las resistencias que se ofrezcan.[...] el espíritu de odio y venganza no tiene albergue en nuestros pechos, del forzoso naufragio que sufrirán algunos ensayos legislativos, sabremos salvar cuanto sea compatible con la paz interior de España y su anhelada grandeza, haciendo reales en nuestra Patria, por primera vez, y por este orden, la trilogía FRATERNIDAD, LIBERTAD E IGUALDAD. Españoles: ¡¡¡VIVA ESPAÑA!!! ¡¡¡VIVA EL HONRADO PUEBLO ESPAÑOL!!! (Rueda, 2013, 160)
Llamando la atención sobre valores como igualdad frente a la ley, libertad y fraternidad, que parecían volverse cada vez más frágiles en un periodo histórico marcado por la violencia y revueltas callejeras, Franco empieza así un conflicto que se prevé de breve duración, que se revelará, al contrario, largo, cruel y sin piedad. Los dirigentes del gobierno se encuentran cara a cara con un combate difícil de reprimir, preocupante y amplio, a pesar de las falsas expectativas que tenían, al inicio, nadie logra salir victorioso.
industrial del norte de España. Hay una fuerte resistencia popular que los nacionales no habían previsto, por ejemplo la Guardia Civil, la Marina y la Aviación siguen siendo fieles a la República y salvan Barcelona.
Ahora bien, en este clima de desorden inicial, no faltan los problemas entre oficiales y suboficiales del ejército, ya que a menudo los primeros se posicionan fieles al gobierno y los otros apoyan el movimiento revolucionario. Además, en la parte rebelde faltan tropas, medios de transporte y municiones para tomar el control de Madrid, pues en un principio se quedan confinados en las zonas rurales y conservadoras de Navarra, Castilla, Galicia y parte de Aragón. Otra dificultad es comunicarse con la zona andaluza de Sevilla y Granada, puesto que la aeronáutica y la flota, sostenedoras de la República, impiden la trasferencia de las tropas Marroquíes, esenciales para reforzar el despliegue nacional, para eso, contribuyen las tropas Italianas y Alemanas.
En 1936, ninguna de las dos partes se queda sin ayuda y las naciones que dan apoyo influyen en el desarrollo de la guerra, como agentes esenciales para decidir el destino del conflicto. Poco a poco, el gobierno legal sufre la pérdida de autoridad. Tendría que ejercitar su poder en al menos dos tercios del territorio de la península, donde los rebeldes todavía no han llegado. Sin embargo, el poder pertenece de momento a un conjunto de sindicatos y partidos de izquierda. El Estado de la República ya ha perdido su fuerza y control, como se puede notar en Madrid, donde el poder está en las manos del sindicato socialista UGT y, en general, en los grupos obreros; en Cataluña el poder se divide entre el gobierno ya autónomo, los grupos de izquierda y la CNT anarquista; en el campo y en las ciudades, son los sindicatos y los partidos los que mantienen el control.
Asimismo, el hecho de que la mayoría del ejército haya abandonado la autoridad legal tiene dos consecuencias inminentes: por un lado, eso convierte al Estado en un órgano débil e impotente frente a la violencia de la población, causando cada vez más homicidios de falsos o hipotéticos fascistas: “l’applicazione di una «giustizia sbrigativa» che porta al massacro di un quinto dei rappresentanti del clero e alla morte di migliaia di fascisti accertati o presunti” (Guy Hermet, 1999, 134); por otro lado hay una evidente ineficiencia militar comparada a la profesionalidad de los nacionales, ayudados por las tropas marroquíes; de hecho las milicias obreras tienen bastantes dificultades en respetar una jerarquía, demostrándose muchas veces hostiles a la disciplina.
Todo ello hace pensar que, a lo mejor, el restablecimiento del orden y de la autoridad del gobierno central podría representar la única forma de victoria, al fin y al cabo el gobierno de Madrid aún tiene su importancia y hay que explicitarla. Igualmente, rescatar la autoridad constituye la sola premisa para recibir ayuda por parte de Francia o URSS, ya que estas potencias permitirían la llegada de armas y también la guía de los medios materiales y humanos, convirtiéndolos en fuerzas combatientes. Las ayudas no tardan mucho en llegar: “prima dalla Francia nel luglio-‐ agosto 1936, poi a partire dal mese di settembre e su scala molto più vasta dall’Unione Sovietica.”(Guy Hermet, 1999, 135). La consecuencia es la internacionalización del conflicto a partir de finales de Julio, como con la llegada del ejército extranjero que asegura el control de Gibraltar y de los transportes marinos.
Esencialmente, la guerra civil española se puede también considerar un anticipación de la segunda guerra mundial. El conflicto se expande,
comprometiendo también las principales potencias Europeas y mundiales. Inglaterra y Francia adoptan una política de no intervención, poco creíble, para salvaguardar su reputación, poniendo en relieve que ambas tienen razones para quedarse fuera de este conflicto; así, los ingleses no comparten muchas cosas con las dos facciones que luchan, muy lejanas de una idea de democracia civilizada y los franceses, definitivamente, prefieren estar fuera de un contraste tan cercano a sus fronteras. Los EEUU, que seguían definiéndose sostenedores de la parte republicana, con sus ayudas a las sociedades franquistas se contradicen de manera patente. Los países más implicados son Italia, Alemania y la URSS.
El 23 de julio se forma en Burgos la “Junta de Defensa Nacional”, cuyo presidente es el general Miguel Cabanellas, que con sus ideales republicanos no parece gustar mucho a la extrema derecha. La creación de este órgano deja entrever las separaciones que hay entre los artificies de la revuelta y sus futuros seguidores, sobre todo en la fracción militar. El equilibrio en la división está más en peligro con la aparición de Franco y de los generales Queipo de Llano y Orgaz (el primero republicano y el segundo monárquico), en septiembre.
Lo que aparece más evidente es la diferencia entre los generales y los civiles, que desarrollan un papel menor en la conjura. Los primeros desprecian a los otros por no tener capacidad de ataque; por el contrario, los civiles reprochan a los militares el hecho de no tener conciencia política. Hay muchos matices en este grupo, empezando por la extrema derecha y terminando por un centro cristiano-‐ social. Los de Falange representan al principio un fascismo laico y modernizador, y se considerarán, después de algún tiempo, los “rojos” de la zona nacional. Otro grupo está formado por los monárquicos alfonsinos, es decir, los sostenedores del
regreso del rey Alfonso en exilio y están formados por la oligarquía inmobiliaria, industrial y de la banca, que, habiendo financiado la revuelta, serían los más dañados perdiendo el conflicto. Lo que quieren es un gobierno diferente de la República, pero, siendo contrarios al franquismo, desean una monarquía constitucional liberal, “di cui i militari non dovrebbero essere altro che ossequienti servitori” (Guy Hermet, 1999, 136).
Los Carlistas, al contrario, aspiran a un régimen absolutista pero no consiguen ponerse de acuerdo sobre un posible sucesor de Alfonso XIII, se oponen tanto a él como a sus hijos.
En lo que concierne a los grupos católicos, se puede afirmar que tienen toda coherencia y estabilidad en sus ideales. Los que pertenecen a la antigua CEDA, tienen una visión que se extiende desde la democracia cristiana hasta el autoritarismo corporativo. Los militares también presentan divisiones, el general Sanjurjo, que estaba a favor del regreso del rey Alfonso XIII, muere en un accidente aéreo en Portugal. Eso deja a las milicias sin una guía que pueda solucionar los conflictos entre falangistas, carlistas y los que se muestran hostiles al cambio emprendido por la República del Frente Popular pero que, no obstante, no creen en una solución monárquica o fascista, entre ellos, el general Mola. Su único objetivo, según sus palabras, es el “ristabilimento dell’ordine, della pace e della giustizia” (Guy Hermet, 1999, 137), invitando a todos los grupos moderados a excluir a todos aquellos que aceptan órdenes del extranjero, de los socialistas, de los comunistas y de los anarquistas.
Ahora bien, sin duda se notan las divisiones entre los varios grupos, de hecho la Junta de Defensa no parece salvar la distancia que hay en una coalición tan
heterogénea, ni siquiera parece apta para crear un Estado que sustituya el republicano. Además, los miembros tienen muchas dificultades para elegir a un coordinador. Finalmente, nombran al general Cabanellas. Esta elección parece desde el inicio muy arriesgada como para dar estabilidad y fuerza al grupo y la única persona considerada adecuada para esto es Franco. Así pues lo nombran “capo di governo e dello stato spagnolo per la durata della guerra” (Guy Hermet, 1999, 138) y luego, el primero de Octubre de 1936, Franco se auto nomina Jefe del Estado. Esta fecha, por lo tanto, se considera el principio del régimen franquista. El Caudillo se preocupa enseguida de cómo vencer la guerra, puesto que su nombramiento debería de ser efectivo solo durante el conflicto. Para concretar eso, hay que dar al movimiento una validez jurídica, para ser reconocido también por las fuerzas internacionales, indispensables a fin de recibir ayudas militares y económicas.
El 18 de noviembre de 1936, Italia, Alemania, El Salvador y Guatemala reconocen al gobierno de Burgos oficialmente y, al mismo tiempo, las fuerzas Americanas empiezan a proveer el petróleo y los camiones que se necesitan. Para conseguir la legitimidad, hay también que formular una serie de ideologías fundamentales para que el régimen sea más creíble y cimentado. Entonces Franco se dirige a la Iglesia, por la importancia que esta tiene en la España de esa época. Sin embargo, el Vaticano se revela dudoso, ya que tiene todo el interés en mantener el apoyo de sus fieles republicanos vascos (amenazados constantemente por los nacionales), que representan una parte importante de los católicos. No obstante, el Vaticano decide ser representado por el gobierno de Burgos, precisamente el día 7 de Octubre de 1937.
Lo único que falta es tomar el control total y sin límites temporales de la coalición nacional y, exactamente, del régimen recién nacido. Por eso, Franco agrupa bajo su control a todos los partidos fascistas, monárquicos y conservadores, presentándose como líder carismático y llamando el nuevo partido único “Falange Española tradicionalista y de las Juntas de ofensiva nacional-‐ sindicalista” (Fet y de las Jons). Además, el 30 de Enero de 1938, el líder aprueba una ley que le permite formar un gobierno civil con carácter irrevocable y autoridad ilimitada. El resultado de estas maniobras es un reconocimiento general, por parte de la población de la zona nacional y rural, de los méritos que el caudillo presumía merecer y se sienten protegidos por un régimen que, en apariencia, les puede dar calma y tranquilidad, a pesar de la represión obrera, de las ejecuciones diarias y de las cárceles llenas de victimas.
La vida en la zona republicana se vuelve cada vez más complicada: los ministerios son traslados de Madrid a Valencia y, de las 50 provincias, el gobierno legal mantiene solo 12. Lo que pasa en esta parte del país, su motor industrial y más poblado, es lo contrario a lo que se espera. Debido a la necesidad de alimentar las ciudades, los republicanos empiezan a sufrir de una carestía alimentaria, que los obliga a una rápida y drástica colectivización de las tierras a partir de las primeras semanas de la guerra. La parte nacional no llega a sufrir el hambre puesto que consigue vivir de la mucha agricultura de que dispone, sin embargo, en ciudades como Madrid y toda Cataluña se hace más evidente la necesidad de racionar los productos, sobre todo porque, en el caso de Cataluña, el poder ya no estaba en manos de la Generalitat, sino de los anarquistas y de los sindicatos. Ellos querían organizar la sociedad sin que estuviera un Estado central ni una propiedad
privada, donde se distribuyeran los bienes de manera igual y según las necesidades de cada uno: “Las socializaciones-‐ llamadas «agrupaments» en la terminología legal-‐ llegaron a ser unas 600” (Sole i Sabate, 1980, 73)
Esta situación es causada también por los conflictos de una política interna. Los partidos de la izquierda burguesa, en los cuales milita el presidente de la república Manuel Azaña, se vuelven inexistentes, convirtiendo los partidos y sindicatos obreros en la verdadera fuerza política del momento. Los socialistas de la UGT (Unión general de trabajadores) y del PSOE (Partido socialista obrero español) mandan en Madrid y en parte de Castilla; los anarquistas de CNT (Confederación nacional del trabajo) y de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) controlan Barcelona, Aragón y Valencia; los comunistas, mientras tanto, se vuelven más influyentes en todas las regiones: “Los sindicatos confederales estaban fuertemente influidos por la doctrina anarquista, ya que los militantes de la FAI tenían la obligación de afiliarse a alguno de ellos” (Sole i Sabate, 1980, 72).
Ahora bien, el pueblo empieza a formar parte de los partidos que ejercitan el poder en el territorio, como la pertenencia a ellos supone una protección contra los enemigos, así se forman dos corrientes políticas de izquierda, la primera formada por los anarquistas y los socialistas más radicales, con el objetivo revolucionario de derrocar las estructuras económicas, sociales e institucionales; la otra formación está compuesta por la izquierda burguesa, los socialistas moderados y los comunistas, que se preocupan de reforzar el Estado y de crear un ejército más eficaz. Sin nadie que pueda desempeñar el papel de mediador entre las partes en conflicto, pronto estallan dos guerras civiles entre los componentes republicanos, la primera el 3 de Mayo de 1937 en Barcelona, que ve por una parte a los
anarquistas y a los miembros del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) y por la otra a las fuerzas del gobierno, que intentan controlar la central telefónica de la ciudad.
Se forma entonces un nuevo gobierno, antes encabezado por Largo Caballero y ahora por Juan Negrín, que intenta restablecer el orden interior y la importancia exterior del estado republicano devolviendo las empresas ilegalmente colectivizadas y controlando las que se quedan socializadas. El ejército, dirigido por el socialista Indalecio Prieto, no obtiene ninguna victoria, a pesar de las ayudas materiales rusas, avanzadas y muy frecuentes, así que Prieto dimite el 5 de Abril de 1938.
Mientras tanto, las tropas franquistas llegan a Barcelona y el 9 de febrero de 1939 consiguen el control de Cataluña. Negrín decide apoyarse en los comunistas que seguían aumentando su influencia y, por lo tanto, les permite ocupar la mayoría de las plazas en el ejército. Sin embargo, empieza la segunda guerra civil dentro del despliegue republicano desde el 5 hasta el 10 de Marzo de 1939, en Madrid, donde luchan algunos comunistas fieles al gobierno y una división anarquista que ya no suportaba a Negrín, encabezada por el coronel Casado. Negrín y los ministros abandonan España el mismo 5 de Marzo, descuidando a sus seguidores y dejando el poder en las manos de Casado. Desilusionado y abandonado, el ejército republicano se rinde el día 31 de Marzo de 1939, desde ese momento empieza un largo éxodo republicano de 36 años y que, al principio, los llevará a los campos de concentración franceses, alemanes y, los poco conocidos, españoles.
La derrota republicana tiene muchos matices, tanto políticos como militares. Si en un principio la parte republicana parecía tener el control del conflicto, dejando a los nacionales solo la conquista de Málaga, después de la victoria roja en Guadalajara en marzo de 1937, los franquistas formulan una estrategia que los llevará a la victoria. Esta consistía en concentrar todo su poder militar en un único punto central, sin dispersar sus fuerzas.
Otro obstáculo para los republicanos es la obligación de pagar sus deudas con los rusos, contrariamente a los nacionales que reciben créditos de Italia y Alemania para reembolsar una vez que el conflicto haya terminado. Además la facción leal a la república tiene que preparar a los voluntarios de las brigadas internacionales para luchar, que no superan los 20.000 hombres. Por el contrario, los rebeldes disponen de muchos más combatientes Italianos, Alemanes y Portugueses.
La guerra civil española fue mucho más que un conflicto, afectó a todos, las familias se dividieron por razones ideológicas y hermanos se mataron entre ellos. Guy Hermet comenta que: “Le famiglie sono state divise dall’impegno político dei loro membri, dalla separazione geografica dei due schieramenti e, in seguito, dall’esilio dei repubblicani” (1999, 157).
Representó también una movilización general y solidaria de los voluntarios de las brigadas internacionales, que fueron sobre todo desde Francia, Italia, Alemania y entre los refugiados comunistas. Fue un fuerte motivo para reforzar el activismo político por parte de las fuerzas de derecha pero, en particular, de izquierda, las cuales lucharon por la legalidad, la libertad y la identidad política de un país traicionado por sus mismos servidores.
1.3-‐ Una ojeada a Cataluña
[…] Cuando ya nos acostumbrábamos, aunque las bombas cayesen cerca, no nos molestábamos en ir a ningún refugio: por el camino podía caernos la muerte. Únicamente, si estábamos en la calle, nos guarecíamos en una entrada para evitar, no la bomba fatal imprevisible, pero sí la metralla en caso de que estallara alguna a poca distancia.
Y el hambre. Los últimos meses, el hambre enturbiaba el ambiente. En los restaurantes populares a donde íbamos, las comidas consistían en un puñado de garbanzos o lentejas duros como piedras, hervidos, sin ningún tipo de grasa, cuatro centímetros de un pan negro que tenía gusto de tierra y cinco o seis avellanas.
Gran parte de Cataluña invadida. Innumerables temores y, todavía, no sé que vago optimismo indefinido. Voluntad de vivir. Anna Murià (Sole i Sabate, 1980, 156),
Me gustaría detenerme un momento en la situación que vivía Cataluña durante los años de la Guerra, no solo por ser la patria de la autora protagonista de mi trabajo que con mucho dolor tuvo que abandonar, sino también porque creo que Cataluña, en particular Barcelona, ha enfrentado esos días de forma diferente, con un clima particular, una mezcla entre euforia e incertidumbre, esperanza y desilusión. Creo que echar un vistazo a la vida cotidiana de esa región durante esas semanas cruciales y también documentarse a través de algunos testimonios de quienes tuvieron la mala suerte de verlo todo con sus ojos, como Anna Murià que acabo de citar, es la mejor manera para intentar de comprender un poco más de Mercè Rodoreda.
Barcelona no se sintió muy sacudida por los acontecimientos de los primeros días, de hecho, durante los tiempos inmediatamente después de la revolución militar, se veía como una ciudad aislada, llena de entusiasmo por haber dominado al ejército: “Los ritos de aquel triunfo de celebraban con la quema de iglesias y de