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No sin razón el historiador Juan Archibaldo Lanús inicia su libro De Chapultepec al

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I

Introducción

No sin razón el historiador Juan Archibaldo Lanús inicia su libro De Chapultepec al

Beagle

afirmando que “hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, en las antípodas del Continente Americano, dos países, uno del sur y otro del Norte: la Argentina, que había elegido mantener su neutralidad durante el conflicto, y los Estados Unidos, que habían participado activamente en la confrontación, emergían como polos opuestos en una historia de desencuentros y sospechas que iba a marcar por muchos años la evolución de los acontecimientos políticos de la Argentina

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El autor continúa diciendo que “desde el lejano territorio de su soledad, la Argentina debía romper el cerco de aislamiento y la sospecha, lograr la confianza de los Grandes que la rechazaban, volver a ser aceptada en la familia interamericana que la había excluido, lograr su ingreso como miembro fundador de las Naciones Unidas y, finalmente acceder a la jerarquía y consideración internacional que le correspondían por su nivel de cultura, su desarrollo político y el peso de su economía”

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La política internacional argentina, durante el periodo comprendido entre los años 1942 y 1950, estuvo caracterizada, en un primer momento, por la común decisión de los sucesivos gobiernos de no atenerse a la invitación de los Estados Unidos a declarar la guerra al Eje

1Juan Archibaldo Lanús, op. cit., p. 17.

2 Juan Archibaldo Lanús, op. cit., Pág. 18.

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durante el conflicto mundial, y seguidamente, por la política llamada de “Tercera Posición”, sostenida durante la primera presidencia peronista.

Durante los últimos años de la guerra, la presión estadounidense sobre la Argentina se había acrecentado constantemente, con el objetivo de obligar al país del Sur a alinearse a la posición de las otras Repúblicas Americanas, con respecto a la política de seguridad y solidaridad del Hemisferio, pero no obstante todos los esfuerzos, no se logró cambiar la política de neutralidad sostenida por el gobierno de Castillo -que asumiera la presidencia en Junio de 1942 luego de la renuncia de Ricardo Ortiz

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y por los posteriores regímenes de los presidentes Ramírez y Farrell, instaurados luego del golpe militar de 1943.

Años mas tarde y a pesar de que la Argentina había decidido finalmente adherir a los requerimientos de los Estados Unidos de declarar la guerra, condición que se había hecho indispensable en 1945 para que el país fuera admitido en la Conferencia de San Francisco que organizaría a las Naciones Unidas, tanto el general Edelmiro Farrell como el coronel Juan Domingo Perón –este último elegido presidente recién en 1946 pero ya desde tiempo atrás figura central en la política argentina- crearon en el país un régimen que pretendía sumar consenso –y de hecho ya lo estaba consiguiendo- a través de una política externa nacionalista y anti-estadounidense.

Por otra parte, un elemento ciertamente importante y determinante de las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos durante este periodo fue la posición británica, que con respecto a la Argentina estuvo caracterizada por una “relación especial”, por cuanto el pueblo inglés se alimentaba principalmente de carne argentina, y esta relación económico-comercial se habría visto desfavorecida en caso de entrar la Argentina en guerra.

Pero fue también decisiva el tipo de relación mantenida con Alemania -relación que también podríamos calificar de “especial”-, en particular por lo concerniente a la tendencia nazista de algunos sectores tanto militares como civiles del Gobierno Argentino. En efecto, en algunos círculos militares y en ciertos sectores de la sociedad, la simpatía por Alemania era evidente, de la misma manera que se hacía evidente el repudio por la ideología liberal, que

3 El presidente Roberto Ortiz (1938-1940) había sido presa de la diabetes que lo privara de la vista provocándole una ceguera casi total, y por este motivo se había sentido obligado a renunciar a su función.

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había caracterizado a diversos gobiernos a los cuales se imputaba la responsabilidad de la crisis que vivía la Argentina en aquél momento.

La tensión entre Argentina y los Estados Unidos se había repetido en ocasión de los encuentros panamericanos, particularmente durante la Primera Guerra Mundial, cuando el Gobierno de Hipólito Yrigoyen sostuvo obstinadamente la neutralidad en el conflicto, y explotaría con una fuerza particular durante la primera reunión de consulta de los Cancilleres de las Repúblicas Americanas, llevada a cabo en Río de Janeiro en Enero de 1942, como respuesta inmediata al ataque japonés de Pearl Harbor y la declaración de guerra por parte de los Estados Unidos, en diciembre de 1941

4.

Al iniciarse la mencionada Reunión de Consulta, nueve países centroamericanos y del Caribe (Costa Rica, Cuba, Republica Dominicana, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá y El Salvador) habían declarado la Guerra al Eje, mientras que el resto mantenía aún las relaciones diplomáticas con Alemania, y algunos se habían declarado incluso no beligerantes. Diez países, incluidos los Estados Unidos, estaban en guerra, mientras que los otros once no.

El entonces subsecretario de Estado de los Estados Unidos Sumner Welles, había estado presente en la Reunión justamente con la intención de que todos los países americanos interrumpieran las relaciones con los países del Eje, pero se había encontrado frente a la posición argentina, país que se negaba a aceptar la “obligatoriedad” de la propuesta, y luego de algunas infructuosas negociaciones, había aceptado que solamente se formulara una

“recomendación a las Republicas Americanas” de interrumpir las relaciones, en los siguientes términos:

“(…) Las Repúblicas Americanas aconsejan la rotura de las relaciones con el Japón, Alemania e Italia (…), y la interrupción de las relaciones comerciales y financieras con las mencionadas potencias del Eje”. 5

4Juan Archibaldo Lanús, op. cit., p. 18. El historiador señala que si bien el “desencuentro” entre Argentina y los Estados Unidos habría visto sus inicios antes, fue decididamente durante la Reunión de Consulta de Ministros de las Repúblicas Americanas llevada a cabo en Río de Janeiro desde el 15 al 28 de enero de 1942, que los gobiernos de Washington y Buenos Aires inaugurarían el periodo más crítico de sus relaciones.

5Foreign Relations of the United States (de aquí en adelante F.R.U.S.)., Department of State, Washington, United States Government Printing Office, 1963, v. V, Año 1942, p. 37-41.

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Terminada la Conferencia de Río de Janeiro, todas las Repúblicas Americanas, salvo la Argentina y Chile, si no habían declarado la guerra, por lo menos habían interrumpido las relaciones diplomáticas con el Eje. Es claro de todos modos que la falta de los dos países australes había frustrado las expectativas del Norte, haciendo que la victoria no fuera total.

Sumner Welles había tenido que optar entre mantener la solidaridad y la unanimidad continental o bien aceptar la división del continente entre los países que pretendían la interrupción de las relaciones y aquéllos que se oponían a la medida. Eligiendo la primera de las alternativas, el subsecretario Welles se opuso al entonces Secretario de Estado Cordel Hull, y desde este momento en adelante la política de los Estados Unidos hacia la Argentina se transformaría en una disputa en el interior del propio gobierno de los Estados Unidos, entre los elementos más moderados, entre ellos Sumner Welles, y aquéllos que, como Cordel Hull, se inclinaban por una política más autoritaria

6.

Posteriormente, en los años 1943 y 1944, se acentuaría la presión sobre la Argentina a fin de que declarara la guerra al Eje, pero a pesar de ello, las razones de la neutralidad se habían ya establecido en la tradición argentina, y esto impediría un cambio en la orientación internacional del país, puesto que la opinión pública argentina estaba a favor de la posición neutral, y a esto se agregaban las posiciones nacionalistas y de ultra-derecha existentes en ciertos sectores del ejército y de la sociedad argentina, que simpatizaban con el fascismo y en algunos casos admiraban incluso el nazismo.

De hecho existía la sospecha –que no era en absoluto errada- de que el Gobierno Argentino protegía a los países del Eje. Ya a comienzos de noviembre de 1942, el Embajador norteamericano en Buenos Aires, Norman Armour, había consignado a la Cancillería Argentina algunos Memorandum en los que se detallaban supuestas actividades pro-nazistas en Argentina

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Aparte de los autores que señalan la idiosincrasia de la nación argentina y las tendencias ideológicas de la opinión pública como factores principales en la decisión de no

6Juan Archibaldo Lanus, op. cit, p. 18.

7Juan Archibaldo Lanus, op. cit, p. 55.

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beligerancia, entre ellos el ya mencionado Juan Archibaldo Lanús

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, otros resaltan en cambio – o bien agregan-, una segunda situación que empujaba a los gobiernos argentinos a mantener firme la elección: el hecho que la República Argentina podría llevar adelante con mayor tranquilidad su rol de proveedora de alimentos de las potencias en guerra siempre y cuando se mantuviera como estado no beligerante.

Al analizar las relaciones Argentina – Estados Unidos en esa época, el historiador argentino Carlos Escudé

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-por ejemplo- parte de la afirmación sobre la inserción de la Argentina dentro de un triángulo económico comercial cuyas otras dos partes constitutivas eran Gran Bretaña y los Estados Unidos, un triángulo sobre el cual la guerra impondría características particulares, sobre todo con respecto al litigio entre las grandes potencias por ganar el mercado argentino.

Gran Bretaña dependía de la provisión de carne argentina para solucionar, al menos en cierta medida, el esfuerzo económico que provocaba la guerra, y a menos que los Estados Unidos estuvieran dispuestos a garantizar esta cuota alimentaria, no podía arriesgar la tradicional y antigua relación comercial con la Argentina. Por este motivo los británicos tendrían que intentar temperar la presión del Departamento de Estado estadounidense sobre Argentina, aunque hacia el final de la Guerra ésta se vería forzada de todas maneras a alinearse bajo la insignia panamericana y contra los países del Eje.

También Joseph Tulchin afirmaría que, mientras los británicos nunca fueron tan lejos como para comprometer su relación con los Estados Unidos, país del cual en cierto modo dependía su supervivencia, su oposición con respecto a la presión ejercida por el país norteamericano permitió a los argentinos generar un espacio político propio, utilizando un triángulo en el cual tenían la posibilidad de jugar en un ángulo o en el otro. Así la ambigüedad británica contribuiría a la confusión entre los progresivos oponentes del presidente argentino Castillo

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Sin embargo, hacia el final de la Guerra, y frente a la fuerte presión estadounidense sobre Buenos Aires, muchos en el gobierno argentino, especialmente Perón, comenzaron a

8Juan Archibaldo Lanus, op. cit., p. 18 e ss.

9 Carlos Escudé, op. cit., p. 122-123.

10Joseph Tulchin, op. cit, p. 84.

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darse cuenta de cuánto estaría aislada la Argentina luego de la victoria de los Aliados, y fue así que finalmente, en Marzo de 1945, la Argentina declaraba la Guerra a Alemania y Japón.

Pero a pesar de la rotura con el Eje y la declaración de guerra, las tensiones entre ambos países continuarían en constante crecimiento, y haciéndose sentir particularmente durante la campaña presidencial en Argentina, a fines de 1945, cuando el Embajador estadounidense Spruille Braden, acusó abiertamente al Gobierno Argentino y al candidato a futuro presidente Juan Perón, de dar asilo a criminales nazistas. Valiéndose de esta acusación, Perón basaría su campaña en el slogan “Braden o Perón”, un hecho que no sólo reforzó su prestigio, sino que además acrecentó el sentimiento antiestadounidense en el pueblo argentino.

El 24 de Febrero de 1946 Perón era elegido presidente por primera vez, luego de lo cual gobernaría la Argentina durante casi diez años, gran parte de ellos en constante antagonismo con los Estados Unidos, y bajo una forma de populismo más bien demagógico y profundamente nacionalista, que originó una estructura institucional autoritaria en el plano social, con una orientación estatista e industrialista en el plano económico.

El nuevo presidente establecería casi inmediatamente relaciones diplomáticas con la Unión Soviética y elaboraría una propuesta que sería denominada Tercera Posición, la cual intentó sostener durante toda la primera presidencia, es decir hasta 1952. Esta Tercera Posición estaba orientada a garantizar a la Argentina la posibilidad de mantenerse equidistante con respecto a las dos potencias mundiales de la posguerra.

Perón no se enfrentó nunca con la política de los Estados Unidos; por el contrario, muy a menudo declararía que “La Argentina es una parte del Continente Americano e inevitablemente se mantendrá cercana a los Estados Unidos y a la mayor parte de las Naciones del Continente”

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Pero no obstante esta nueva posición, la tensión generada durante los años de la guerra no desaparecería jamás, y en cambio se manifestaría en casi todas las acciones de los Estados Unidos hacia la nación sudamericana.

11José Maria Rosa, La Tercera Posición, en “Perón, treinta años que conmovieron la política argentina”, Buenos Aires, Editorial PROA S.R.L., 1985, p.54.

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Uno de los ejemplos más claros de esta situación sería la exclusión de la Argentina como proveedora de trigo para los países afectados por la guerra, en el contexto del Plan Marshall, elaborado por los Estados Unidos en 1947.

En el plano económico, bajo el Gobierno de Perón el estado Argentino llegó al máximo nivel de exportaciones en su historia, pero el estímulo a la industria pesada fue mínimo, y el entonces presidente no entendió a tiempo que si la Argentina no desarrollaba una tecnología propia, su política nacionalista no tendría mucho camino por recorrer

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En lo referente a la política internacional con el resto del Continente, el peronismo aspiraba no sólo a realizar una unión económica sudamericana sino también a desarrollar una unión de las Repúblicas Latinoamericanas, como contraposición a la Unión Panamericana propuesta por los Estados Unidos, pero estos intentos de crear un liderazgo argentino no encontrarían el éxito deseado.

Durante la segunda presidencia peronista, la presión sobre Gobierno Argentino por parte de la Administración Eisenhower por un lado, y la necesidad del Estado Argentino de aceptar la ayuda económica y financiera del país del Norte por otro, provocarían el abandono de la Tercera Posición.

A partir de 1950 se produjo incluso un progresivo acercamiento a los Estados Unidos, rápidamente condenado por los sectores opositores, y Perón entró en conflicto con la Iglesia, perdiendo así el apoyo de gran parte de su base política. Por esto, además de otras razones de orden social, la oposición conservadora provocaría una revolución militar en septiembre de 1955, y en menos de cinco días quedaría disuelto el régimen peronista.

12 Eduardo Galeano, Il saccheggio dell’America Latina, traducción de Gabriella Lapasini, Torino, Giulio Einaudi Editore, 1976, p. 303.

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