• Non ci sono risultati.

SOLO VES LO QUE ADMIRAS

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2022

Condividi "SOLO VES LO QUE ADMIRAS"

Copied!
16
0
0

Testo completo

(1)

Apuntes de la Jornada de apertura de curso de Gioventù Studentesca

con Julián Carrón y Francesco Barberis

En conexión por vídeo, 10 de octubre de 2020

LO QUE ADMIRAS

CL

(2)

para el texto de la entrevista de Fernando de Haro a Mikel Azurmendi Traducido del italiano por Belén de la Vega

En portada: Pablito Calvo, actor español protagonista de la película Marcelino, pan y vino,

dirigida por L. Vajda (España, 1955). Con agradecimiento a Filmexport Group por su amable cesión

(3)

En conexión por vídeo, 10 de octubre de 2020

Canto: The things that I see Francesco Barberis

«Las cosas que veo me hacen reír como un niño. Las cosas que veo me hacen llorar como un hombre»1. Pero, ¿quién puede vivir esta experien- cia ahora? ¿Quién puede reír como un niño y llorar como un hombre?

¿Quién de nosotros puede vivir con esta sencillez desarmante? ¿Quién está tan presente en el presente?

Hoy nos hemos reunido en muchas ciudades de Italia y del mundo, chavales y profesores muy diferentes entre nosotros, para vivir juntos una Jornada de apertura de curso. Pero apertura, ¿de qué? ¿Por qué merece la pena abrir el curso, por qué merece la pena empezar hoy y cada mañana de cada día? ¿Por qué? Porque Dios, aquel que nos da la vida a ti y a mí, no puede hacer nada sin mi apertura de corazón y la vuestra, sin nuestra disponibilidad.

¡Cuántas cartas he leído estos días de chicos como vosotros, a veces enfadados porque las cosas no funcionan, bloqueados en sus propios

1 R. Veras-R. Maniscalco, «The things that I see», en Cancionero, Comunión y Liberación, Ma- drid 2004, p. 472.

(4)

errores, en sus fragilidades y objeciones! ¡Qué ternura me ha invadido pensando en cada uno de vosotros! ¡Si supieses lo importante que eres, lo querida que eres, lo querido que eres, lo amados que sois!

Bastaría tan solo con un poco de disponibilidad, un poco de esa senci- llez que hemos visto –y que nos ha conquistado enseguida– en el rostro de Marcelino al principio de la conexión. ¡Tener esos ojos! ¡Qué envidia!

En la película, Marcelino era un trasto y la estaba liando todo el rato, pero lo que vencía en él era «mirar dejándose atraer»2. En él había siempre una nostalgia irreductible de su madre, a la que no había conocido porque había muerto al darlo a luz. Esa nostalgia se convertía en Marcelino en la espera incesante de un amor infinito a su destino.

Por eso, si vence entre nosotros y en nosotros esa disponibilidad y esa espera, Dios nos «mostrará todavía más de lo que veo», como acabamos de cantar.

Cantemos juntos Favola.

La compañía te dice: «Mira, sigue mirando». «No temas porque hay Al- guien contigo, […] no te dejará nunca, no tengas miedo, ve a través de los campos…»3. Los campos son las circunstancias –las que se nos dan, no las que imaginamos–. Y nunca –¡nunca!– estamos solos en las circuns- tancias: «Hay Alguien contigo que no te dejará nunca...».

Decía don Giussani: «La compañía […] sobre todo, te dice: “Mira”. Por- que en toda compañía vocacional siempre hay personas, o momentos de ciertas personas, a los que mirar. En la compañía lo más importante es mirar a las personas»4. Para reconocer a estas personas, a estas personas que son presencia, se necesita una lealtad de fondo con uno mismo.

Por eso, lo que vence también hoy en la raíz de todo es un agradecimien- to, y al mismo tiempo un deseo de escuchar a Julián Carrón para ver qué es lo que más le importa en nuestro camino como Gioventù Studentesca.

2 L. Giussani, De un temperamento, un método, Encuentro, Madrid 2008, p. 290.

3 C. Chieffo, «Favola», en Cancionero, op. cit., p. 330.

4 L. Giussani, «Cartel de Pascua 1994, Comunión y Liberación», en L. Giussani, In cammino.

1992-1998, BUR, Milán 2014, p. 366.

(5)

Julián Carrón

¡Hola a todos!

Por desgracia, hoy debemos celebrar nuestro encuentro a través del ví- deo; no podemos mirarnos a la cara en persona. No podéis hacerlo vo- sotros conmigo, ni yo con vosotros, no puedo ver vuestros rostros, que son siempre más agradables que una cámara. En cualquier caso, deseo que, aunque sea a través de este instrumento, podamos llegar los unos a los otros, que yo pueda llegar a vosotros y que vosotros estéis disponibles para escuchar lo que deseo deciros, para que podamos acompañarnos en este momento especialmente provocador que todos estamos viviendo.

Empieza nuevamente el curso, y con él el desafío de lo cotidiano. Con muchas preguntas, muchas cuestiones abiertas. Es una incógnita para to- dos saber cómo marcharán las cosas en un futuro próximo, con muchos interrogantes sobre cómo afrontarlo. En estos días leía una entrevista a un intelectual francés, Edgar Morin, que definía nuestro tiempo con una palabra: incertidumbre. «Hemos entrado en la época de las grandes in- certidumbres». Y añadía: «No se puede conocer lo imprevisible. […] La vida es una navegación [¡la suya dura ya 99 años!] en un océano de in- certidumbres a través de islas de certeza. Aunque pueda estar escondida o cambie de sitio, la incertidumbre acompaña la gran aventura de la hu- manidad, cada historia nacional, cada vida individual. Porque cada vida es una aventura incierta: no sabemos con antelación lo que nos espera ni cuándo llegará la muerte. Todos formamos parte de esta aventura llena de ignorancia, de cosas desconocidas, de locura, razón, misterio, sueños, alegría, dolor. E incertidumbre»5.

No me cuesta mucho imaginar qué tipo de vértigo provoca también en vuestro camino, ya de por sí inquieto por la edad, una situación como la que estamos viviendo. Las condiciones actuales suscitan las preguntas más sencillas y al mismo tiempo más punzantes: ¿qué es la vida? ¿Qué llena de gusto y de interés el día a día? ¿Hay algo seguro que nos permita navegar en el océano de las incertidumbres? Me identifico con vuestras preguntas, que muchas veces lleváis impresas en el rostro. De hecho, no

5 E. Morin, «Il potere dell’incertezza», entrevista de A. Ginori, la Repubblica, 1 de octubre de 2020.

(6)

es posible tenerlas dentro por mucho tiempo sin que se manifiesten en vuestras caras.

A veces, esta incertidumbre, esta vida tan llena de preguntas, nos hace rebelarnos. ¿No habría sido más sencillo nacer como uno de tantos se- res que se mueven según leyes fijas? ¿O como esos seres vivos que no comprenden y no tienen que «resolver» el enigma de la vida? ¿Como un pájaro que tiene un aparato instintivo tan perfecto que no necesita ha- cer el esfuerzo que nosotros los humanos no podemos ahorrarnos? Pero,

¿quién de nosotros cambiaría la emoción ante la persona amada por el aburrimiento de un vínculo determinado por las leyes de la física?

Es precisamente esta «sublimidad del sentir» humano –«Naturaleza hu- mana, / si eres en cada cosa tan vil y frágil, / si polvo y sombra eres, ¿cómo tienes tan altos sentimientos?»– lo que hace aflorar en nuestra conciencia el «misterio eterno / de la existencia»6, como lo llama Leopardi, misterio de una grandeza única que su genio ha descrito con incomparable belleza.

Hay determinadas preguntas que nos constituyen como hombres. Por eso, ¡bienvenidos al mundo de los hombres, de los hombres conscientes de sí mismos! Habéis dejado la burbuja protegida –hasta cierto punto, es verdad– del mundo infantil y estáis entrando en el mar abierto de la vida, en donde la navegación se revela incierta. Circunstancias como las que estamos viviendo nos empujan a crecer en la dirección de una conciencia más profunda. Y podremos crecer de verdad si no dejamos escapar la oportunidad que este desafío trae consigo.

Si podemos afrontar este desafío sin perdernos, con una positividad en la mirada, es porque estamos acompañados por personas que, como don Giussani, nos invitan a ver el bien que encierran también estas cir- cunstancias. «Un individuo que haya tenido en su vida un impacto dé- bil con la realidad porque, por ejemplo, haya tenido que esforzarse muy poco, tendrá un sentido escaso de su propia conciencia, percibirá menos la energía y la vibración de su razón»7, dice en su libro más famoso, El sentido religioso.

6 G. Leopardi, «Sobre el retrato de una bella mujer», en Poesía y prosa, Alfaguara, Madrid 1990, pp. 227-229.

7 L. Giussani, El sentido religioso, Encuentro, Madrid 2008, p. 145.

(7)

Así es como vemos vibrar la razón en una chavala que lanza a la cara de su profesor toda su hambre de sentido: «Profesor, es necesario que alguien nos comunique a los jóvenes el sentido de la vida, el gusto por lo cotidiano». Y añade: «Hace falta que alguien nos muestre que se puede no tener miedo a las preguntas sobre el sentido, sobre la felicidad».

Me impresiona la precisión con la que esta amiga nuestra expresa lo que está buscando: una persona que, al vivirlo ella misma en primera perso- na, pueda comunicar el gusto por lo cotidiano. Así ella podrá ver que se puede no tener miedo a las preguntas sobre el sentido, sobre la felicidad.

Paradójicamente, al percibir la vida en toda su dramaticidad –aquí está su grandeza–, ella descubre justamente el criterio de juicio para la nave- gación en el mar abierto de las incertidumbres. De hecho, no cualquier respuesta es capaz de hacer frente a la exigencia que urge dentro de ella.

En cambio, cuando no advertimos esa urgencia, es fácil sucumbir a la confusión, todo parece igual, todo tiene igual valor. Mientras que, cuanto más urge la exigencia de una vida cotidiana que dé gusto, más fácil es no confundirse. Esa chica tiene en sí misma –como todos, pero es necesario ser conscientes de ello y hacerlo valer– el criterio para percatarse de esas personas que portan lo que está buscando. La vida se convierte entonces en una cuestión de atención, de apertura de la mirada.

Peticiones como la que dirige nuestra amiga a su profesor nos permiten comprender el drama que está en juego: es una lucha entre el gusto por lo cotidiano y el vacío de sentido –que nos aferra desde dentro–, entre el ser y la nada. Si no lo afrontamos con decisión, nosotros seremos las próxi- mas víctimas, si es que no lo somos ya, de un nihilismo que se extiende cada vez más.

Para describir en términos sintéticos la naturaleza de esta lucha entre el ser y la nada, hemos usado con frecuencia una expresión de Nietzs- che que representa una consecuencia extrema de su nihilismo: «No hay hechos, solo interpretaciones»8. La repercusión en nosotros de esta posi- ción es que nos vemos sacudidos, en el océano de la incertidumbre, por mil interpretaciones, sin saber distinguir cuál de ellas acoge lealmente los hechos y se somete a la autoridad de la experiencia. Ningún hecho

8 Cf. F. Nietzsche, Fragmentos póstumos IV 7 [60], Tecnos, Madrid 2008.

(8)

nos «cautiva» hasta el punto de hacernos salir de la equivalencia de las interpretaciones. Todo nos parece igual. Y la incertidumbre hace que la navegación resulte todavía más vertiginosa.

¿Hay algo capaz de desafiar este axioma: «No hay hechos, solo interpretaciones»? ¿Existen hechos capaces de desafiar la avalancha indistinta de interpretaciones, todas de igual valor, que nos inunda en esta sociedad de la «información»? ¿Dónde puede encontrar esa joven, o cada uno de nosotros, algún indicio que permita reconocer la victoria del ser sobre la nada, del gusto por lo cotidiano sobre el vacío de tantos días sin sentido?

Como he repetido durante estos meses en distintas ocasiones, el caso más emblemático es el del ciego de nacimiento curado por Jesús. Tam- bién esa mañana se habría levantado con una incertidumbre, pues era ciego. ¿Habría podido imaginar lo que estaba a punto de sucederle? Es- cuchémoslo.

«Al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. […] Escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo:

“Ve a lavarte a la piscina de Siloé”, que significa Enviado. Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: “¿No es ese el que se sentaba a pedir?”. Unos decían: “El mismo”. Otros decían: “No es él, pero se le parece”. Él respondía: “Soy yo”. Y le preguntaban: “¿Y cómo se te han abierto los ojos?”. Él contestó:

“Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver”. Le preguntaron: “¿Dónde está él?”. Contestó: “No lo sé”. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: “Me puso barro en los ojos, me lavé y veo”. Algunos de los fariseos comentaban: “Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”. Otros replicaban: “¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?”. Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: “Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?”. Él contestó: “Que es un profeta”. Pero los judíos no se creyeron que aquel había sido ciego y que había comenzado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les pre- guntaron: “¿Es este vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego?

(9)

¿Cómo es que ahora ve?”. Sus padres contestaron: “Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos; y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse”. […] Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: “Da gloria a Dios: nosotros sa- bemos que ese hombre es un pecador”. Contestó él: “Si es un pecador, no lo sé; solo sé que yo era ciego y ahora veo”. Le preguntan de nuevo: “¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?”. Les contestó: “Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?”. Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: “Discípulo de ese lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moi- sés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene”. Replicó él: “Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es piadoso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si este no viniera de Dios, no tendría ningún poder”. Le replicaron: “Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?”. Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:

“¿Crees tú en el Hijo del hombre?”. Él contestó: “¿Y quién es, Señor, para que crea en él?”. Jesús le dijo: “Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es”. Él dijo: “Creo, Señor”»9.

¿Qué ha sacado a este ciego de su situación, de la incertidumbre? Un hecho. «Antes no veía y ahora veo», repite continuamente. Como habéis escuchado, en cuanto sucede el hecho, se desencadenan todas las inter- pretaciones posibles e imaginables de la familia, los vecinos, los fariseos.

¡Llama la atención que, después del milagro, Jesús no tuviera miedo de dejarlo solo en medio de ese barullo de interpretaciones! Pero el ciego no se confundió en ningún momento, no tuvo la más mínima duda acerca del hecho que le había pasado, no se vio afectado ni un milímetro por las interpretaciones que no respetaban lo sucedido.

Pero atención, el ciego de nacimiento no se posiciona enseguida a favor de Jesús. Ante todo, se adhiere a la realidad, se alinea con el hecho, es leal

9 Jn 9,1-38.

(10)

con lo sucedido: «Antes no veía y ahora veo». Es la evidencia de la verdad que encuentra espacio en él, que resplandece en él –«antes no veía y ahora veo»–, lo que le hace alinearse con Jesús. Pero la del ciego de nacimiento no es una decisión ideológica, no es tomar partido, porque lo que le lleva a reconocer a Jesús es reconocer la evidencia de que ve. Y esto se ve por el recorrido que hace, tal como nos lo cuenta el Evangelio de san Juan:

«¿Quién te ha abierto los ojos?». Al principio responde: «El hombre que se llama Jesús». Y después: «¿Qué dices de él?». «¡Es un profeta!». Y final- mente, cuando se encuentra de nuevo con Jesús, que le pregunta: «¿Crees en el Hijo del hombre?», él le pregunta a su vez: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?». Jesús le dice: «Lo estás viendo: el que te está hablando».

Y él: «Creo, Señor».

El ciego que ha sido curado no es un exaltado intransigente que quiere imponer su interpretación, es el único que no pisotea el hecho (ahora ve y esto ha sucedido por ese hombre llamado Jesús, que después recono- ce como profeta y finalmente como Dios, en toda su profundidad), un hecho que los demás quieren negar para imponer su ideología sobre la evidencia de la realidad. La ideología es esa interpretación que elimina los hechos en virtud de prejuicios, de algo que defender.

El comienzo puede ser algo espectacular como la curación de la cegue- ra, o bien algo aparentemente más banal como escuchar un programa de radio a las seis de la mañana mientras uno está ingresado en el hospital, como le sucedió a nuestro amigo Mikel Azurmendi (conocido sociólogo español, protagonista de una larga entrevista televisiva de la que vere- mos en breve un fragmento). Independientemente de cómo suceda, cada uno de nosotros –como él mismo dice– es invitado ante todo a mirar lo que sucede ante sus ojos, lo que está sucediendo ahora. No hay nada que pueda desafiar más nuestra nada que el suceder de un evento, de cier- tos hechos. Solo «una humanidad nueva, distinta, más verdadera, más cumplida, más deseable, [...] puede abrir brecha en nuestra conciencia de hombres, y de hombres contemporáneos». Es el único hecho «que puede ser percibido como una invitación que fascina y libera»10.

10 J. Carrón, Un brillo en los ojos. ¿Que nos arranca de la nada?, Asociación Cultural Huellas, Madrid 2020, p. 102.

(11)

Una chica que participaba en la vida de GS, durante el confinamiento va espaciando cada vez más su presencia en Zoom, hasta desaparecer com- pletamente a comienzos del verano, cuando es posible empezar a verse de nuevo, aun con todas las precauciones. En una conversación telefónica confiesa a una profesora amiga suya que vive encerrada en casa con su madre y su abuela por el terror a contagiarse. Identificándose con el ma- lestar de esta chica, la profesora le dice que solo un gran afecto puede ser más fuerte que el miedo, y le propone hacer Escuela de comunidad en su jardín, que es muy grande, con ella y, si quiere, con algunos más. Inespe- radamente acepta, y finalmente sale de casa.

Solo así, como un evento que sucede ahora, en tu historia y en la mía, Cristo se vuelve experimentable como esperanza en el presente, como algo que vence el presente y llena de esperanza el futuro desafiando la incertidumbre. Lo hemos reconocido en muchos testimonios de este ve- rano. Una de vosotros comenta: «El periodo de la cuarentena y de un verano bastante limitado ha sido determinante para muchas cuestiones, especialmente para las amistades y mi forma de acercarme a ellas. En estos meses me he dado cuenta de que necesito a determinadas personas a las que nunca habría atribuido tanta importancia, y de que otras en rea- lidad me son indiferentes. Siempre he sido una persona a la que le gusta estar a su aire. En los momentos de dificultad y de tristeza me había acos- tumbrado a responder: “¿Qué podría cambiar?”. Contra toda expectativa, durante el confinamiento me he puesto a buscar a los amigos como nunca había hecho ni pensaba que podría llegar a hacer. Necesitaba ver deter- minados rostros que conseguían devolverme un poco de esa vida que había sustituido por una sofocante indiferencia y un frío cinismo. Sentía la exigencia de esos amigos que, desde la sencillez más absoluta, siempre habían respondido, incluso cuando no lo había buscado. Antes incluso de empezar el colegio he pedido a algunos compañeros poder vernos, y la conciencia de tener que retomar el camino con ellos, de estar con ellos en clase, tiene un efecto determinante en el día a día».

Este testimonio recuerda al de una joven madre palestina, que ha con- tado su experiencia durante uno de nuestros encuentros de este verano.

Cuando la escuché, me pregunté: ¿qué es lo que debió de ver en el grupo de peregrinos del movimiento procedentes de Italia esa mujer cristiana

(12)

palestina, que consideraba haber nacido en Palestina como un castigo para ella y para sus hijos, para llevarle a tomar la decisión de permanecer en su tierra después de haber deseado huir durante tantos años? Tuvo un encuentro que cambió su juicio, su mirada sobre todo. ¿Y qué experien- cia ha tenido Xiao Ping, una amiga nuestra del movimiento gravemente enferma, para convertirse en «el corazón palpitante de la comunidad» de Taipéi? Hasta llegar a decir: «Últimamente me he dado cuenta de que mi trabajo ahora no consiste tanto en aprender a afrontar el dolor o la muerte que viene, como en utilizar el tiempo que me queda para contar a todos lo que he encontrado»11. Ella ha comprendido cuál es la urgencia más grande del momento presente: responder con su propia vida a la pregunta acerca del sentido de la vida, la misma pregunta que le hacía la chica al profesor: «Es necesario que alguien nos comunique a los jóvenes el senti- do de la vida, el gusto por lo cotidiano».

* * *

EL ABRAZO

Transcripción de algunos fragmentos de la entrevista televisiva a Mikel Azurmendi,

realizada por Fernando de Haro para el Meeting 2020 Edición especial con motivo de la publicación en italiano

del libro El abrazo por BUR Rizzoli.

Mikel Azurmendi. No esperaba encontrarme nada de esto en la vida. Fue una sorpresa tremenda. Salir de lo acostumbrado. Te quedas sorprendido y dices: merece la pena escuchar esto. Y poco a poco entro en un estado emotivo de admiración. […]

Esa sorpresa que tiene una persona, ese hecho asombroso que encuentra algo o alguien, o un libro, cuando ve que podría valer para él, admira. La

11 «Cartas», en Huellas, n. 9/2020, p. 2.

(13)

admiración es ese movimiento en el que tú te confabulas con aquello que más estimas, porque no te lo esperabas. […]

Yo decidí explicar absolutamente lo que pasaba ante una mirada atónita.

Todos los demás no quieren ver lo que pasa. Dije: «Esto lo tenía a mano,

¿por qué no lo miraba? Esto hay que explicarlo». Cualquier sociólogo tie- ne que explicar por qué él ha mirado de repente cuando todos los días lo tenía por mirar. Solo lo puedes mirar cuando lo admiras, cuando crees que allí hay algo bueno para ti. […]

Mi siguiente asombro fue Prades. […] Con Prades encuentras a alguien que te escucha, que te pregunta, que te sorprendes porque él está sorpren- dido, sorprendido de que tú hayas necesitado hablar con él. Él está sor- prendido pero tú lo ves, y eso te sorprende más. Esa mirada va entrando en ti, va calmándote. Me invitó a ir a Madrid a un encuentro; le decía a mi mujer, Irene: «No voy a ir». Y ella decía: «Pero le has dicho que sí». Era verdad, le había dicho que sí. Quería reconciliarme con ese hombre que me miraba así y que me entendía, que me escuchaba. Y fui a Encuentro- Madrid. Pero para ir he vencido: ¿con cristianos yo qué tenía que ver? […]

En EncuentroMadrid me encuentro con la humanidad misma, no con la fiesta de la humanidad sino con gente humana, me encuentro con gente que sonríe, que va y viene en silencio, que se saludan, se abrazan, que te escuchan, te preguntan, niños que corretean, sonrisa, alegría. Me quedo estupefacto. Yo me imaginaba otra cosa. […]

Fernando de Haro. Hay un momento de El abrazo que me parece el más fascinante de todos. Tú estás delante de esa tribu que estás estudiando y hay un momento en que consideras plausible, posible, la hipótesis de que lo que estás viendo sea consecuencia no solo de Dios sino de un Dios encarnado.

En vez de dar por cerrada la cuestión admitiendo que esta gente se compor- ta así porque son parte de una neurosis colectiva o porque han sublimado sus deseos, hay un momento en el libro en que tú aceptas la plausibilidad de la hipótesis. ¿Cómo llega ese momento?

– Seguramente te refieres a un pasaje de los últimos, en los que hago una especie de cálculo. Esta vida tan bella, que a mí me hubiera gustado vivir, el estilo de vida de estas gentes, su entrega, su alegría, este estilo de vida ¿cómo es posible? Tú puedes tener un destello. Hay gentes espectaculares, preciosas, que tienen destellos, pero luego tienen saltos hacia atrás. En cambio, tú ves es-

(14)

tas vidas, yo he seguido durante dos años a personas (los he hecho personajes en mi libro, pero son personas), familias, y sé que esto es imposible salvo que sea un milagro. Un milagro, una familia; un milagro, esta persona. Todo el rato milagros. Esto es misterioso, es muy misterioso. El estilo de vida me lleva a plantearme por qué este estilo de vida. Yo podría tener un destello durante un año o dos, ¿pero toda mi vida? Pero no mi vida, y la siguiente vida, y la siguiente, es que hace dos mil años que hay estas vidas. Yo ahora pienso que, como vosotros habéis vivido, han vivido los cristianos durante dos mil años, hermoseando la humanidad, floreciendo la caridad, el amor. Los sociólogos no hablan de ello porque no les interesa. No hablan de Comunión y Libera- ción, o de otras personas cristianas que yo no conozco y que existen, sé que existen, porque me he encontrado luego con otras cofradías, fraternidades…

Te preguntas entonces… Tú podrías explicar una vida durante bastante tiem- po –no durante toda la vida–, pero explicarte familias, vidas, generaciones haciendo el bien, siendo el bien… Entonces solo hay una explicación: que sea verdad lo que te digan, que realmente sea operativa. La verdad siempre es operativa. La verdad produce vida. Ese estilo de vida está producido por algo.

Ellos dicen que es Jesucristo. Si yo necesito esa vida, admiro esa vida, es mi objeto de admiración, entonces tengo que admirar el motor que da vida. Y no hay más. Entonces entiendes que ese motor fue humano. Dios humano. Solo así puedes entender. Yo he sido profesor de Historia comparada de las religio- nes. Quiero terminar con esto: los dioses que estudiamos son abstracciones.

Nunca hay una persona que haya dicho lo que ha dicho Jesús: «Perdonaos los unos a los otros, amaos, visitad al enfermo, dad de comer al hambriento, el otro es más importante que tú, la vida no es para guardarla, es para darla, y si tratáis de guardarla la perderéis». No hay en toda la humanidad –no he encontrado yo, fíjate si conozco religiones, cientos de volúmenes que he leí- do– nadie que haya dicho esto. Y no es que lo haya dicho, es que esta es la gente que lo está siguiendo, y entonces trazas la línea y dices: «Yo tengo que creer esto, este es el Jesús vivo en el que yo creo». En Dios no hubiera creído.

– ¿Por qué?

– Porque Dios es una idea. La filosofía primero, la religión y la teología han caído en esa trampa de reducir a Dios a una idea. Esta es la diferencia.

No hablamos de Dios. Hablamos de un hombre que resulta que era Dios, enseñándonos hacia dónde tenemos que ir.

(15)

– Recuerdo el día que nos dijiste: «¿Y si fuera cierto que Jesús ha resucita- do?». Te estabas peleando con la veracidad de ese testimonio.

– Hay un momento en que tienes que decir: «¿Cómo se van a equivocar todos al mismo tiempo?». Y también los enemigos sabían… Además no lo conocían. Juan y Andrés iban para allá y no lo conocían… «Pero si es el maestro». Están dos años o tres con el maestro. Estaría tan transformado.

Pues eso es la resurrección. Sabemos que hay resurrección. Resucitó y nos dijo que íbamos a resucitar.

– Mikel, gracias por haber escrito El abrazo. Gracias por este rato de conver- sación, por todo lo que has supuesto en los últimos años.

– Las gracias os las tengo que dar a vosotros.

* * * Carrón

Antes de terminar, permitidme una última «intrusión» en vuestra Jorna- da de apertura de curso para expresaros un deseo.

El curso que acaba de empezar es una ocasión espectacular. Para afrontar las incertidumbres del futuro tenéis un gran aliado: vuestro corazón hambriento de un sentido que esté a la altura de la vida. Nos os conforméis con sobrevivir, porque la vida pide la eternidad, es decir, todo. Sed leales con vuestro corazón y empezaréis a ver a muchos compañeros de camino –aunque sea «a distan- cia», como en el vídeo de hoy– que tienen el valor de navegar en el océano de las incertidumbres porque están en la barca del destino junto a Jesús.

En una conversación con el escritor Giovanni Testori que tuvo lugar en 1980, Giussani decía: «No logro encontrar otro motivo de esperanza que no sea el multiplicarse de estas personas que sean una presencia. El multiplicar- se de estas personas y una inevitable simpatía […] entre estas personas»12.

Si tenéis los ojos abiertos, descubriréis amigos –pequeños o mayores, nuevos o antiguos, no importa– que os testimoniarán el «gusto por lo co- tidiano» y que harán que os entren unas ganas locas de vivir como ellos.

Si los miráis y aceptáis seguirlos, será un año lleno de sorpresas.

¡Buena aventura, amigos!

12 L. Giussani – G. Testori, El sentido de nacer, Encuentro, Madrid 2014, p. 77.

(16)

Riferimenti

Documenti correlati

The panel conclusion that China exceeded its Bound Total AMS of nil in each year 2012 to 2015 rests on MPSs for wheat, Indica rice and Japonica rice found to exceed China’s de

Claramente resulta diferente, en cambio, la postura de personas pertenecientes a asociaciones por los derechos humanos o de pertenencia académica y al mundo intelectual: en este

“Quando recebi o convite para os Exercícios e me disseram qual seria o título – ‘O que buscais?’ –, senti alguma coisa revirando dentro de mim, como quando a gente tem

in questo sag- gio la prima guerra mondiale verrà analizzata come momento di rottura all’in- terno della comunità degli economisti italiani considerando il percorso compiu- to da

 Según  Orlandi  la  existencia  de  este  par  de  inscripciones  de  dimensiones   reducidas  en  comparación  con  un  edificio  colosal  hace  pensar  que  no

Unificando las posiciones de Riccardo, su reformulación por parte de Canale y la propuesta de integración en ambas, voy a proponer, como anuncié desde el comienzo, una distinción

particular.—Ya hemos dicho que el Sr. Corregidor correspondió cumplidamente al celo de esta Corporacion ; mas por desgracia todo ello no bastó á impedir que hubiéramos de lamentar,