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In tutto il romanzo, le scene dell’epifania si svolgono di fronte a specchi oppure sottintendono il tema dei “frammenti” di specchio.

Sofía parla costantemente di añicos o cachitos di specchio o di realtà nel riferirsi all’azione di tessere la multiformità di ricordi ed esperienze in un testo; i “pezzettini” divengono un sinonimo di letteratura o di fantasticheria che trasfigura il reale:

[…] cada cajón que abro, cada nube que miro pasar por delante de mi ventana, cada palabra que oigo y cada libro que me pongo a leer estalla en mil añicos donde se espejan nuevos fragmentos de vida , historias despedazadas. (p. 305).

Sofía ed Encarna

Questa concezione del raccontare e trasfigurare il reale, Sofía la condivide con la figlia maggiore, Encarna; tra le due c’è un canale di comunicazione privilegiato che passa attraverso le storie lette o inventate, comunicazione che passa anche attraverso lo sguardo:

-Hay unos hombres pequeños que se posan en las copas de los árboles […] Es un secreto […]. Nadie los ve […].Nadie los ve, porque sólo vienen cuando […] empieza a estar oscuro […]. Me miró. […] Hice un gesto alentándola a seguir […]. Mi infancia no estaba tan lejos como

para haber olvidado eso.

-Ellos son los que cuentan las historias […]. Le dije […] que me pasaba exactamente igual […]. Me dio un vuelco el corazón y nos miramos en silencio, tanteando la posible certeza de estar compartiendo una emoción rara y preciosa. Sus ojos me interrogaban brillantes […] (pp.288-89).

Quando decide di trasferirsi nella casa dei figli Lorenzo ed Encarna, Sofía realizza che la figlia è il suo interlocutore ideale:

«Tengo que hablar con Encarna, contarle todo lo que me pasa […] ella es la única que me entiende.» Y el refu se me presentó de repente como aquella casita con balcones al mar que su imaginación infantil edificara para brindarme asilo. «Tú no tendrías que hacer nada- me había dicho-, sólo contar cuentos». (p. 304).

Cito di seguito ancora dallo schizzo autobiografico in Agua pasada:

Mi hija está terminando ahora la carrera de Filología inglesa y ya hace traducciones y da clases en un colegio, donde parece que la respetan más que me respetaban a mí aquellas niñas del pasado. Mi hija es muy amiga mía, nos reímos mucho juntas y nos lo contamos todo.88

Naturalmente non è difficile vedere nella figlia di Sofía (Encarna) un doble della figlia di Carmen.

Il procedere per ondate concentriche che partono da un nucleo centrale ci fa includere il romanzo nell’àmbito della narrativa di autocoscienza; anche nei saggi del resto, Gaite reitera volentieri la stessa immagine per esemplificare i suoi concetti.

Anche le nuvole cui si fa riferimento sin dal titolo dell’opera sono sinonimi dell’inafferrabilità e dell’ineffabilità dei cambiamenti interiori per mezzo della scrittura; è Sofía a lanciare il leitmotiv, scaturito dalla riflessione sulla propria identità e l’incapacità di fissare per iscritto i mutamenti nel corso del tempo:

Estaba sentada en la alfombra, delante del cajón abierto donde […] pudiera esconderse el papel […] y me quedé mirando a la ventana […] Estaba atardeciendo. Pasaban unas nubes rosáceas […] que sin sentir mudaban el perfil, de consistencia, de color. Todas las formas que iban tomando eran cuchilladas de fugacidad que clamaban por ser descifradas. Desde sempre, desde el principio de los siglos; un texto variable e infinito como el de nuestros viajes interiores. Viajamos por las nubes que se disgregan y oscurecen […] En las nubes, y no en los papeles está el jeroglífico verdadero (p. 112).

Mentre cerca delle carte in un cassetto, Sofía ha un momento di straniamento che la induce a domandarsi chi lei sia veramente:

[…] me pregunté sentada […] en medio de la alfombra: «¿Qué hago yo en este sitio? ¿Qué quiere decir “yo”?» […] me empecé a asustar porque la sensación de extrañeza aceleró vertiginosamente y me iba engrosando por dentro del cerebro como un tumor […] que dañaba […] la voluntad. Era lo único que quería: salir volando por las ventanas a surcar el cielo de

mayo, antes de que se me borrara el recado de las nubes (p.113).

“El alma humana se parece a las nubes. No hay quien la coja quieta en la misma postura” (p.126), conclude infine Sofía.

Le nubes sono, evidentemente un sinonimo di scrittura, non della lettera morta che concerne il passato, bensì della scrittura che è speranza di poter reinventare la realtà da zero.

Mariana/Raimundo

Mariana León, la co-protagonista del romanzo, è una psichiatra di successo dal carattere indipendente che non è sposata né ha figli, a differenza di Sofía.

Se quello di Sofía con Eduardo è un rapporto dominato dalla mancanza di comunicazione, Mariana ha iniziato una tempestosa unione con un suo paziente, Raimundo, che ha salvato dal suicidio.

Nel passo seguente, la tematica del guardare mi sembra fondamentale per capire il rapporto tra Mariana e l’uomo:

¡Qué alivio! Recliné la cabeza en el respaldo del asiento y cerré los ojos […] su primer gesto [ de Raimundo] de pasarme el brazo izquierdo por los hombros […] fue una garantía esperanzadora. […]. Yo no hablaba ni casi me atrevía a moverme, me dejaba llevar a ciegas, y él me acariciaba […] las manos y el pelo […]. Acercó los labios a mi oído: «Ferme tes jolis

yeux, car tout n’est que mensonge» […] Era una orden dulce, la más apropiada para una niña que ha tenido tanta fiebre, tantos delirios, ¿cómo no obedecer? Así que seguí saboreando con los párpados cerrados la vecindad de quien me había recogido y me llevaba con él […] (pp. 53-54).

La figura di Raimundo ricorda quelle di Carlos (El Balneario) e dell’uomo in nero del

Cuarto de atrás per la sua ambiguità; egli alterna dolcezza e crudeltà nei confronti di

Mariana che si sente attratta dall’uomo ma odia questa forma di dipendenza amorosa. Il chiudere gli occhi di fronte al reale rappresenta l’arrendersi all’altro e la volontà di fondersi con lui; per una donna razionale come Mariana, l’unico modo di abbandonarsi all’istinto è negare il reale.

Improvvisamente, dopo un breve momento idillico tra i due, tra l’uomo e Mariana scoppia un diverbio: in uno dei suoi repentini cambiamenti di umore, Raimundo sente il bisogno di fuggire dall’appartamento e vedere degli amici di cui Mariana diffida:

[…] me he enterado […] de que [Raimundo] se mete a sabiendas en callejones sin salida, de que se mezcla con personajes que no le entienden ni le llegan a la suela del zapato […] Y encima ni siquiera sempre se ve guapo en estos espejos de alquiler, son como los espejos deformantes del callejón del Gato […] (p. 65).

Riaffiora il tema dell’esser percepiti dagli altri come ricerca della propora identità,

leitmotiv ricorrente in tutta l’opera.

della stanza come veicolo che rende possibile tale “spostamento”; dopo la discussione con Raimundo, Mariana viaggia verso il sud della Spagna diretta a Porto Real dove alloggerà nella casa che una paziente e amica di Raimundo le ha offerto in prestito.