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El español ante los anglicismos

La extensión geográfica y el elevado número de hablantes motivaran que el primer as-pecto que se considere sea el anglicismo en España y en América (3.1.); en segundo lugar, me referiré a los anglicismo desde la norma y el uso (3.2.) y, en último lugar, atenderé sucintamente a la importancia de los anglicismos en la prensa (3.3.). Creo que estos tres aspectos son cruciales para dilucidar el rumbo de la neología forastera y el tratamiento que recibe en este primer tercio de siglo XXI.

3.1. El anglicismo, España y América

Una de las singularidades del español del siglo XXI se encuentra en sus dimensiones.

Según el último Anuario del Instituto Cervantes (2013), el número de hablantes que tienen el español como lengua oficial o cooficial en su país asciende a 418 millones.

Se trata de la segunda lengua del mundo por número de hablantes nativos, repartidos en tres continentes distintos: en Europa se encuentran 46,8 millones; en América está el peso más importante (370,5 millones); y en África, 0,7 millones. A la vista de estos datos no puede sorprender que frecuentemente se recuerde que «la fuerza del español está en América» (García Mouton 2005, 24).

En el dominio de los anglicismos, hay que tener muy presente que existen no pocas divergencias en este fenómeno a los dos lados del Atlántico, e incluso dentro de la pro-pia América hay también notable diversidad. El lexicógrafo G. Haensch (1995, 218) lo ha expresado de manera muy clara: “estos extranjerismos constituyen otro factor de diferenciación, por una parte, entre el español peninsular y el americano, por otra, in-cluso entre los distintos países hispanoamericanos.”

La diversidad está condicionada tanto histórica como geográficamente (Montes 1985, 22-4). Pese a que el francés y la cultura francesa influyen también en Latinoamé-rica durante los siglos XVIII y XIX, ya desde el siglo XIX con la independencia de las

7 Cfr. GCC, 5.3.2.2.

colonias americanas los nacientes países tomaron a los Estados Unidos como modelo político y administrativo y fueron mucho más permeables al influjo léxico del inglés.

España, por su parte, durante todo el siglo XIX y gran parte del siglo XX estuvo bajo la influencia cultural francesa con lo que muchos préstamos del inglés se transmitieron durante esta etapa como préstamos indirectos a través del francés8.

La proximidad geográfica y las relaciones comerciales y políticas de no pocos países americanos de habla española con los Estados Unidos se encuentran también en la base del distinto grado de permeabilidad al influjo del inglés en América. Hay diferencias importantes entre Puerto Rico, Cuba, México, Argentina o Venezuela, por mencionar algunos ejemplos; dejo de lado la especial situación del español y de los hispanos en los Estados Unidos que requeriría un análisis particular. La inquietud por la «invasión»

de anglicismos en el español de América se percibe ya desde los años cincuenta y tiene como claro exponente la primera edición (1950) del Diccionario de anglicismos del pa-nameño Ricardo J. Alfaro elaborado desde una actitud purista que aparece bien visible en el subtítulo: Diccionario de anglicismos: enumeración, análisis y equivalencias castizas de los barbarismos, extranjerismos, neologismos y solecismos, de origen inglés que se han introducido en el castellano contemporáneo, y advertencias a traductores. La influencia intensa y prolongada del inglés en América se reflejaba, por ejemplo, en los letreros mexicanos de “Se renta” (cfr. inglés to rent) a los que ya hacía referencia el eminente lingüista Á. Rosenblat en 1962 o en casos bien curiosos como la palabra fotingo, usada en algunos países con el significado de ‘automóvil viejo’ y que procede del anuncio del viejo modelo T de la marca Ford “Foot it and Go” (‘pisa y arranca’), en referencia al pedal de funcionamiento del coche9.

Los distintos caminos del anglicismo en España y América se hacen patentes en algunas divergencias léxicas. Así, mientras que en el español de América tiene overol del inglés overalls, en España se utiliza mono (‘vestido de trabajo de una pieza’), el bómper (inglés bumper) es parachoques en el español peninsular (francés parechocs). Existen, sin embargo, ejemplos de sentido contrario, en España son muy frecuentes parquin/par-king (inglés parparquin/par-king), mientras que en América predominan estacionamiento, parqueo, parqueadero, playa (de estacionamiento); del mismo modo stop frente a los muy exten-didos alto, pare. Las divergencias se manifiestan también en formas más recientes como computador/computadora (inglés computer), celular/cel (inglés cellular), frente a orde-nador (francés ordinateur) y móvil (inglés mobile)10. Un recorrido por el Diccionario de Americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española permite observar

8 Cfr. Haensch 1995, 243-4; Dworkin 2012, 215-7.

9 Cfr. DA, s. v. fotingo, que recoge para México las acepciones de ‘Automóvil de alquiler, general-mente viejo’ y ‘Automóvil resistente y barato’. En Puerto Rico, Panamá, República Dominicana y Perú se utiliza con el valor de ‘Automóvil viejo y destartalado’. En Cuba ha desarrollado la acepción

‘nalgas de mujer’.

10 Cfr. los ejemplos de Haensch 1995, 244-5 y 2005; Moreno de Alba 1992, 195-230; Gómez Ca-puz 1995.

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la verdadera dimensión del anglicismo en América y sus diferencias internas11. Las últi-mas ediciones del DRAE recogen también esta cuestión en la admisión de voces como bisnes ‘negocio’, adaptación del inglés business usado en América en el habla coloquial.

Recientemente, la globalización, la intensificación de las relaciones entre España y América, y la consiguiente difusión de los anglicismos sin adaptación ha redundado en un incremento de la evolución unitaria, muy patente en el léxico técnico y especia-lizado. Esta dirección es bien valorada desde el punto de vista académico y se puede hacer referencia a los anglicismos como nexo de unión en el español de forma que la necesidad de unificación en este aspecto aparece abiertamente expresada en lingüistas relevantes ya a partir de los años sesenta. Así, en 1963 D. Alonso prefería la unidad antes que el purismo (Gutiérrez Cuadrado 2006, 322); también H. López Morales se ha referido a ello: “ha empezado a producirse un proceso globalizador, muy vivo sobre todo en las ciudades, que se aprecia preferentemente en las nóminas pasivas del vocabu-lario colectivo. También aquí los anglicismos desempeñan un papel protagónico, pero de diferente signo: los que entran sin adaptación constituyen una fuerza centrípeta, que si bien perturban los patrones clásicos de ‘pureza idiomática’ colaboran a la unidad de la lengua” (López Morales 2003, 48-9).

Sin ninguna duda, por tanto, una de las encrucijadas a las que debe enfrentarse el español se encuentra en el difícil equilibrio entre la unidad y la diversidad, algo que la profesora M.ª V. Calvi (1998, 39) resumió muy claramente: “El problema más acucian-te para el mundo hispánico, dada la exacucian-tensión geográfica del idioma, es la adopción de una política lingüística unitaria para evitar que la diferente recepción de anglicismos en los distintos países sea motivo de fragmentación: una labor que lleva a cabo, desde su fundación, la Asociación de Academias de la Lengua Española”.

3.2. Los anglicismos, la norma y el uso

Para el español, la norma léxica emana de los diccionarios de la Real Academia Espa-ñola, que desde el siglo XVIII han visto la luz nada menos que veintitrés ediciones, la última de ellas fue presentada hace pocos meses, en otoño de 2014 (DRAE 2014). En cada una de estas ediciones uno de los aspectos fundamentales ha sido la ampliación de la nomenclatura con la admisión de neologismos, siempre fundamentada en ciertos criterios: la generalización, las autoridades y la estabilidad (Alvar 1992). Son principios que se han utilizado desde el siglo XVIII con una aplicación más o menos rigurosa, una forma de proceder que en algunos momentos ha suscitado críticas a la validez y repre-sentatividad de los trabajos lexicográficos de la Corporación que en general se conside-ra que hace gala de un “carácter conservador y purista” (González-Troya 1997, 145)12. En el caso de la progresiva admisión de anglicismos en el Diccionario, su crecien-te incorporación refleja el influjo preponderancrecien-te del inglés desde la segunda mitad de siglo XX, un proceso que, como se desprende de los estudios de A. Pedrero (2007 y 2008), se hace patente a partir de la edición de 1970. Según los datos de esta

investiga-11 Cfr. el trabajo de investigación de Fernández Guerrero 2012.

12 Cfr. Clavería en prensa y Jiménez 2013.

dora el incremento de anglicismos es notable en las dos últimas ediciones con lo que el número total de anglicismos se duplica y pasa de 346 en la edición de 1984 a 692 en la edición de 2001:

DRAE 1956 (18.ª ed.) 26 DRAE 1970 (19.ª ed.) 67 DRAE 1984 (20.ª ed.) 70 DRAE 1992 (21.ª ed.) 112

DRAE 2001 (22.ª ed.) 34 [Pedrero 2008, 89]

Cabe advertir, además, que en las dos últimas ediciones del Diccionario (2001 y 2014) se han introducido cambios metodológicos notables que se han visto acompa-ñados de la publicación del Diccionario panhispánico de dudas (DPD), uno de cuyos objetivos es justamente resolver las cuestiones de uso y norma relacionadas con los ex-tranjerismos, en general, y con los anglicismos, en particular en lo que se refiere a su forma y uso.

La vigésima segunda edición (DRAE 2001) introduce un cambio en el tratamiento de los extranjerismos, la solución no solo afecta a los anglicismos pues se aplica también a préstamos de otras procedencias con las mismas características, entre ellos se hallan al-gunos italianismos. Se admiten “extranjerismos a veces no acomodados” (DRAE 2001, IX-X) que han alcanzado una amplia difusión y se establece una distinción metalin-güística en función de su mayor o menor aclimatación al español. Así en el Diccionario aparecen expresamente marcadas (con letra cursiva) aquellas voces cuya “representa-ción gráfica o su pronuncia“representa-ción son ajenas a las convenciones de nuestra lengua, como es el caso de rock, pizza o blues”13. Estos casos conforman un pequeño grupo de 223 extranjerismos entre los que se cuentan los 115 anglicismos que figuran a continuación, además de préstamos de otras procedencias, entre los que se cuentan también italianis-mos como pizza o pizzicato.

baby-sitter, best seller, big bang, blazer, blues, body, boom, bourbon, brandy, bulldozer, bunga-low, byte, caddie, camping, casting, catering, Christmas, clown, crack, cricket, curry, cyclo-cross, dancing, delicatessen, disc-jockey, dumping, ferry, flash, flash-back, footing, free lance, gang, gentleman, gin, gin-fizz, ginger-ale, gin-tonic, gospel, green, hall, handicap, hardware, hippie, hobby, hockey, holding, hooligan, input, jacuzzi, jazz, jet set, jet1, jet2, jogging, junior, ketchup, lady, leasing, lifting, light, living, lobby, look, lunch, marketing, mass media, miss, motocross, music hall, offset, output, overbooking, paddle, panty, ping-pong, punk, quark, quasar, ragtime, rally, ranking, reggae, ring, rock, rock and roll, rugby, scooter, self-service, sex-appeal, sexy, sher-iff, sherpa, short, show, slip, software, speech, sponsor, sport, spot1, spot2, spray, sprint, stand, standing, stock, striptease, toffee, topless, top-model, tory, western, windsurf, windsurfing14.

13 DRAE 2001, XXXV. La solución se mantiene en la última edición del Diccionario: DRAE 2014, XLVI.

14 Sánchez-Martín 2011, 145. Cfr. Hernández 2006.

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Como todas las decisiones académicas, no se ha librado de la controversia y de la crí-tica. Muchos de los críticos se refieren al cambio como “una solución de urgencia para salir del paso ante un problema que no pudo resolverse a tiempo” (Hernández 2006, 174). La admisión y tratamiento de este tipo de palabras no hace más que traslucir el crecimiento en el uso de los préstamos sin adaptación y los problemas que ello suscita.

Uno de los objetivos fundamentales del DPD se encuentra justamente en ofrecer soluciones normativas al tratamiento de los extranjerismos (DPD 2005, XIX-XX). Se establece, en primer lugar, una distinción entre los extranjerismos superfluos o innecesa-rios y los extranjerismos necesainnecesa-rios o muy extendidos. Para los primeros se recomienda una forma léxica equivalente, propia de la lengua y que evita el uso del extranjerismo o anglicismo en cuestión. Así, por ejemplo, la palabra abstract es “anglicismo innecesario, que debe sustituirse por voces españolas de sentido equivalente, como resumen, suma-rio, extracto o sinopsis”, del mismo modo se recomienda utilizar el compuesto copia de seguridad o copia de resguardo o respaldo (en América) en lugar de backup; lo mismo ocurre con el calco correo electrónico frente a los innecesarios e-mail o mail. En el caso de los extranjerismos necesarios o muy extendidos, se opta por el respeto a la forma origi-naria en algunos casos (jazz), y, en otros, se propone algún tipo de adaptación formal, pádel (inglés paddle) o jipi (inglés hippy/hippie).

A través del DPD, por tanto, se propusieron formas y equivalencias más acordes a la fisonomía del español:

Forma inglesa Forma propuesta por el DPD

Blues blus

By-pass baipás/puente (aorto)coronario/derivación (aorto)coronaria Hacker pirata informático

Jacuzzi yacusi

Piercing pirsin/perforación/perforado Windsurf tablavela

Zapping zapeo

Las formas adaptadas tienden a eliminar los rasgos gráfico-fonéticos ajenos al espa-ñol y a reflejar la pronunciación (blus, baipás, jipi, yacusi, pirsin) y, en la forma escrita, se aplican las reglas de acentuación gráfica. Desde el punto de vista morfológico, las formas adaptadas facilitan la formación del plural. Los finales consonánticos extraños a la estructura silábica del español generan muchísima variación en el uso, de manera que la propia NGLE, de orientación más descriptiva, recoge alternancias del tipo fan/

fanes-fans, córner/córners-córneres, club/clubs-clubes, iceberg/icebergs, trust/(los) trust15.

15NGLE, vol. 1, 3.4. Algunas de estas palabras se usan en español desde el siglo XIX, cfr. Cla-vería-Julià 2009. La cuestión del plural ya fue planteada tempranamente por E. Lorenzo en su

ar-Las formas adaptadas, sin embargo, suscitan en ocasiones debate y rechazo16 en una sociedad que cada vez muestra mayor inclinación por las formas más cercanas a la lengua de procedencia, sobre todo con el aumento del conocimiento del inglés y la extensión internacional de algunas de estas palabras, un criterio que merece ser tenido en cuenta (Calvi 1998, 30; Petralli 1992) al proponer adaptaciones demasiado alejadas del original (jipi).

El neologismo es, por su propia naturaleza, un concepto dinámico (Alvar 1992), este carácter tan lábil explica que en la última edición del Diccionario de la Real Acade-mia Española (DRAE 2014) se hayan incorporado al elenco oficial baipás, blues, hacker junto a pirata informático, windsurf (pero no la forma tablavela), yacuzzi (pero no ya-cusi) y zapeo. Otras palabras (piercing) deberán esperar. Estos ejemplos muestran que las propuestas de adaptación tienen cierto límite.

Los diccionarios no académicos usan unos criterios de admisión menos restrictivos y, al margen de consideraciones normativas, reflejan el uso. Entre finales de siglo XX y principios del XXI se han publicado muchas obras lexicográficas17 que siguen otras pautas en la incorporación de los neologismos y de los anglicismos. En todos ellos se suelen recoger los anglicismos y extranjerismos de uso extendido.

3.3. Los anglicismos y los medios de comunicación

La prensa es, fuera de toda duda, uno de los medios en los que el neologismo y el angli-cismo se manifiestan con mayor preponderancia. Las razones son múltiples: la lengua de los medios recibe una constante influencia del inglés a través sobre todo de las agen-cias de notiagen-cias y ello se refleja constantemente en sus páginas y en su voz. El periodis-mo, como ventana de la actualidad, tiene una potente fuerza catalizadora y difusora de estos elementos lingüísticos.

No hay que olvidar, además, otro de los aspectos más idiosincrásicos de los medios de comunicación que adquiere especial relevancia si se considera que estos actúan tam-bién como divulgadores de los lenguajes especializados, un medio en el que los angli-cismos y neologismos son especialmente abundantes, por lo que, en cierta medida, «la prensa actúa como intermediaria entre los lenguajes sectoriales y la lengua común»

(Calvi 1998, 35).

En español existe, al menos a ciertos niveles, concienciación de la importancia del control de la lengua de los medios de comunicación. Así, se percibe claramente en los

tículo «Dos notas sobre la morfología del español actual» de 1952, reproducido en Lorenzo 1980, 80-95; véase también Barreau 2009, Berná 2011, Domínguez 2002, Giménez Folqués 2011a y 2011b, Sánchez Lobato 2007.

16 Cfr. Rodríguez Marcos 2011. Algo muy parecido ocurrió con whisky y su forma adaptada güisqui cuando apareció en la vigésima edición del DRAE publicada en 1984. El DPD continúa inclinánd-ose por la forma adaptada aunque se reconoce que «sigue siendo mayoritario el uso del extranjeri-smo crudo whisky».

17 DISAL 1996, DEA 1999, LEMA 2001, DEAE 2002, CLAVE 2012, DUE 2007, DVUA 1994, NDVUA 2004. Cfr. Garriga 2005; Hernández 2006.

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libros de estilo de las redacciones periodísticas una voluntad reguladora y homogenei-zadora que, en algunos casos, sigue muy de cerca las directrices de la Academia (San Vi-cente 2001, 151; Carriazo 2008; Freixas 2014). Desde los años setenta del siglo pasado han proliferado este tipo de obras que se configuran a modo de guías del uso de la len-gua periodística. En ellas se presentan dos problemas distintos y con ciertas conexiones:

uno, el tratamiento del neologismo y, dentro de él, los anglicismos por encontrarse en la base de las noticias que se reciben; en segundo lugar, la homogeneización lingüística del español.

Uno de los ejemplos más claros es la Agencia EFE y sus instrumentos de consulta de notable tradición y difusión. Se trata de la agencia de información periodística de referencia de los territorios de habla hispana, que cuenta con unos recursos lingüísticos bastante desarrollados, entre los que cabe destacar su Manual de estilo (1978), cuya pri-mera edición corrió a cargo de F. Lázaro y desde 1980 se transforma en el Manual del español urgente con una ampliación del apartado dedicado al léxico gracias a la colabo-ración de M. Seco. Desde entonces se han publicado nada menos que dieciocho edicio-nes (18.ª ed., 2008). Cuenta, además, la Agencia EFE con un Vademécum: diccionario de dudas del español, sección del léxico del Manual del Español Urgente disponible en Internet18. Como ha observado M. Freixas (2014, 204) «las herramientas de análisis léxico de la Fundación del Español Urgente no solo contribuyen a ofrecer soluciones de adaptación para los extranjerismos que aún no se hallan en el DRAE ni en el DPD, sino que también favorecen la difusión de normas ya establecidas en estos repertorios». Tal es el ejemplo del extranjerismo anorak que antes de su inclusión en el DRAE aparecía recogido por la agencia EFE con la recomendación de que se escribiera en la forma adaptada anorac19.

El dinamismo característico de la lengua en los medios de comunicación explica que sea un lugar en el que a menudo se debe hacer frente por primera vez a la innovación léxica, de ahí su peso en el desarrollo de la lengua y la importancia que adquieren los recursos de asesoramiento lingüístico. De hecho el problema de la lengua periodística es una cuestión que se percibe como de vital importancia y es uno de los temas de re-currente aparición en los congresos internacionales de la lengua celebrados cada tres años promovidos por el Instituto Cervantes, la Real Academia Española y la Asocia-ción de Academias de la Lengua Española (ASALE). En ellos la lengua en los medios de comunicación constituye siempre uno de los aspectos más relevantes20 con notoria preocupación por la dirección de los neologismos, especialmente ligada al tema de la unidad de la lengua21.

18 http://www.fundeu.es/vademecum.html. Cfr. Gómez Font 2009.

19 Cfr. ahora DRAE 2014, s. v. anorak. Su orientación puede observarse en artículos como «Moto-ciclismo doce extranjerismos innecesarios», disponible en http://www.fundeu.es/recomendacion/

motociclismo-extranjerismos-innecesarios-886/

20 Los congresos se han celebrado en Zacatecas (México, 1997), Valladolid (España, 2001), Rosario (Argentina, 2004), Cartagena (Colombia, 2007), Valparaíso (Chile, 2011).

21 Las actas de los congresos pueden consultarse en http://www.congresosdelalengua.es), cfr. desde

Los medios de comunicación reflejan las diferencias que existen en el uso de an-glicismos y extranjerismos en distintos ámbitos temáticos y su predominio en campos como la informática, la economía o las revistas femeninas (Estornell 2012);

Los medios de comunicación reflejan las diferencias que existen en el uso de an-glicismos y extranjerismos en distintos ámbitos temáticos y su predominio en campos como la informática, la economía o las revistas femeninas (Estornell 2012);