III. LOS QUE QUEDAN AFUERA
3.2 La visita en el plano simbólico
3.2.4 Ángela y Alcides
Tenían tres hijos cuando Alcides quedó detenido en una cárcel del extremo norte de la provincia del Chaco. Hacía ya tiempo que Alcides participaba de diversos negocios ilegales pero fue recién a los ocho años de vivir juntos que quedó preso definitivamente.
Ángela: a el lo condenaron en el 2005…no, esperá! [calcula mentalmente] es que tengo una laguna en la cabeza, ¿viste? Si, en el 2005. Son muchas cosas…ver que los hijos lo necesitaban tanto…cuando lo tuvieron afuera, no sabés!, casi dos años estuvo afuera…
Vanina: pero ¿el estuvo dos años en libertad?¿durante la prisión preventiva?
Ángela: [se refiere a los años en que Alcides estuvo prófugo pero no me lo dice] no, no, el no salió…El está preso desde el 2005 y en el 2007 lo condenaron.
Vanina: y cómo viviste todo ese tiempo hasta la condena?
Ángela: cualquiera, Vanina, eso fue terrible…Pero bueno, hay que pelearla…
Vanina: y vos sabías mas o menos cuántos años le iban a dar?
Ángela: que se yo! Lo que me decía el abogado, a mi y a mi suegro, era que en su causa había muchas cosas que estaban haciendo mal ellos, muchas cosas que ponían allá [en Chaco],
porque allá él era como un trofeo. Condenarlo a él era como un trofeo porque iban a quedar bien vistos por el periodismo, por la gente “mirá que justicia que hizo Chaco”, ¿entendés?
Entonces se taparon muchas cosas…y a el, justo después que muere Morro62, le quedó el letrado, que no hizo nada porque no le importó un ca-ra-jo [remarca la palabra]. Yo tuve que viajar, me fui hasta allá, encima a mi y al padre de él no nos quedaba ni un mango, porque el padre era el que ponía la plata pero andábamos re mal…
Unos días antes, hablando con Alcides éste había hecho una larga descripción del tiempo que había pasado prófugo, escondido en Buenos Aires. La confianza en el relato y la tranquilidad con que las personas detenidas me contaban situaciones ligeramente comprometedoras, se desprendía de una confianza construida a lo largo de mis años de trabajo (en general como extensionista de la universidad) en una y otra cárcel. Sin que yo lo advierta, los detenidos que ya me conocían, aún no participando de esta investigación, habían hecho circular la voz de mi “confiabilidad”. En el sentido de Becker (1964) las personas que entrevistaba parecían haber decodificado la “escala” de valores con que ingresaba al campo de la prisión y era a partir de esa resignificación que se explayaban relatando circunstancias que –como me dijo Alcides– no había comentado antes a nadie. Con los familiares, no existía esa construcción previa y esto explica, en parte, la “omisión” de Ángela.
Alcides: vos sabés que ahora hace como un año que no escribo…creo que tengo un cuaderno por ahí pero tengo escrito cosas lindas, no feas. No, de la cárcel no…de los recuerdos de afuera. Si, en ese cuaderno cuento parte de mi vida, de cuando yo estaba con mi hijo, comiendo en mi casa, de lo que me gustaría hacer cuando yo salga… [de repente, como si se hubiera acordado de algo] yo estuve viviendo en Buenos Aires con ella! Me fui disparando de acá, solo, trabajaba en una panadería, hice una casilla pre-fabricada, me la llevé a Ángela, ella, cada vez que yo la llamaba venía adónde sea…si. Un día me llevó los chicos para que los vea…! [se alegra mucho contándome esto] Yo la había hecho ir a ella, creo que después de dos meses…quería mucho ver a los chicos pero no podía viajar de Buenos Aires para acá “no, gordo, te van a agarrar porque te buscan por todos lados, dejá voy yo y te los llevo”, me dijo ella, “bueno, venite” le dije. Vino. Yo la esperé en la panadería, de noche y nos fuimos a vivir a Moreno. Supuestamente se quedaba por dos días…pero no, se quedaron a vivir los chicos conmigo, ella se vino sola a Santa Fe a buscar la ropa y se volvió a vivir conmigo allá. Si, yo
62 Morro es el abogado de la causa que ellos tenían. Está muy presente en la entrevista a Alcides, a su padre Osvaldo y a la misma Ángela. Entiendo que era uno de esos abogados a los que se les paga un canon mensual para que, en caso de
“caer”, elaboren rápidamente una defensa. Una suerte de “seguro” para el caso de detención.
llevaba a mi hijo al jardín todos los días, o sea, el mas grande y bueno, ella se venía a cobrar el plan [asistencial] todos los meses y los chicos se quedaban conmigo, como si nada…ni se levantaban…yo los tenía todo el día acostados, les llevaba la comida a la cama, cada vez que querían ir al baño los llevaba alzados…todas esas cosas hacía yo…de mimarlos mucho a ellos,
¿viste?, con ellos es por demás, por demás…
Ángela señala varias veces que ninguno en su familia conocía la cárcel. Fue a partir de Alcides y sus largas temporadas en prisión que ella y su familia empezaron a conocer las diversas realidades carcelarias provinciales. Sin embargo, esta socialización carcelaria no se tradujo, a diferencia de las demás mujeres, en una incorporación de la prisión a su relato experiencial sino que la vivencia que Ángela tiene de la cárcel estuvo siempre muy controlada –y, por lo tanto, atenuada– por Alcides quien parece conservar cierto margen de “decisión” acerca de lo que su familia debe ver o no en la visita pero también, acerca de lo que habla con Ángela y con sus hijos. Es decir, ella es muy consciente de las privaciones y necesidades que su marido vive en la cárcel pero en ningún momento habla de la experiencia carcelaria como algo que la involucre en primera persona, a diferencia de Natalia que esperaba el otorgamiento de la libertad condicional como un acontecimiento que sucedería en su propia vida.
Esta especial actitud de Ángela puede responder a múltiples variables que, en su caso, permitieron mantener las esferas diferenciadas aún cuando el y ella conocieran, en profundidad, cómo se desarrollaba la vida cotidiana afuera y adentro de la prisión: por un lado, la posición dominante de Alcides en la relación de pareja resulta radicalizada por la condición de encierro aumentando en ella una dependencia emocional ya existente a la que se agrega, ahora, la necesidad de afrontar con ingresos genuinos pero no propios63 su subsistencia y la de sus hijos, debiendo en ocasiones colaborar y en otras aceptar la ayuda del padre de Alcides, algo que no sucedía mientras el estaba en libertad; por otro lado, el desconocimiento de Ángela acerca de los detalles de las situaciones que vivía su marido en la cárcel (sabe que el se cosió la boca en dos ocasiones pero no conoció el proceso que lo llevó a esa decisión ni las consecuencias que eso tuvo en su salud; sabe que el está pidiendo un traslado de pabellón pero desconoce –a diferencia de muchas otras esposas– los motivos de fondo, cree que se lo niegan infundadamente pero desconoce el procedimiento –que los familiares, en general, han aprendido– para conseguir un traslado). Mientras convivían, cada vez que Alcides “se enloquecía, se ponía loco” ya sea porque quería consumir estupefacientes o porque “tenia que hacer sus cosas”, se iba
63 Ingresos genuinos no propios dado que deberá generarlos ella pero no serán solo para ella sino que deben solventar a ella y sus hijos, fuera de la prisión, colaborar con el padre de el que ha asumido infinidad de deudas por los juicios de Alcides y solventar, si bien minimamente, al propio Alcides en prisión.
de la casa y por un tiempo estaban separados: ella prefería mantener diferenciados los espacios del hogar y de la “mala vida” de su marido. Una vez en prisión, con otros instrumentos, la pareja parece poner en funcionamiento un mecanismo similar.
Esta actitud de Ángela que puede parecer emancipatoria no lo es porque responde a la finalidad de garantizar la continuidad de una situación en la que es Alcides quien la cuida no exponiéndola incluso a la prostitución –a diferencia de los demás varones que ambos conocen–, provee sustento de fuentes dudosas pero efectivas –de hecho, ella no trabajaba mientras el estaba en libertad– y protege a sus hijos, quizás en exceso e intentando suplir, según el mismo Alcides, las carencias afectivas que la pérdida de su madre en plena adolescencia le habían causado.
Ángela está siempre: para acompañar a su marido sin importar la distancia o el escasísimo dinero que tenía para afrontar los viajes e incluso los peligros posibles (como durante los años que vivieron estando él prófugo) y para sus hijos a quiénes, a fuerza de incrementar las horas de trabajo, logra pagar una cuota societaria mínima para que puedan jugar al fútbol en el club del barrio. Como señalaba al inicio de esta sección, no entiendo que este acompañamiento o esta presencia pueda explicarse siempre en función de las exigencias incluso implícitas del marido, hijo o hermano detenido –algo que sucede en otras familias– sino que puede responder a la voluntad genuina de Ángela y de otras como ella, de estar presentes, acompañar y compartir, que resulta, ciertamente inscripta en una matriz clásica de dominación masculina (Bourdieu 2000). Claro que la prisión introduce una variable de tensión en el análisis bourdesiano de las relaciones entre los géneros. Cuando aquí pongo en oposición, por un lado, la coacción ejercida por algunos varones detenidos sobre las mujeres de su familia para que éstas los provean de elementos necesarios para la vida en prisión –independientemente de las situaciones en que esto supere el límite de la necesidad–, y por el otro, las familias en las que son las mujeres quiénes asumen este rol de manera espontánea e incluso contra la voluntad explícita de sus maridos que les piden que los visiten menos para no gastar tanto dinero cada fin de semana, no desconozco que para Bourdieu también estas mujeres –como Ángela respecto a su marido, Beatriz respecto a su hermano o Irma respecto de su hijo– están bajo el efecto de una dominación simbólica que “no se produce en la lógica pura de las conciencias conocedoras, sino a través de los esquemas de percepción, de apreciación y de acción que constituyen los hábitos y que sustentan, antes que las decisiones de la conciencia y de los controles de la voluntad, una relación de conocimiento profundamente oscura para ella misma” (Bourdieu, 2000: 54). Es decir, ¿por qué motivo algunas de estas mujeres a las que sus maridos o hijos les han dicho que pueden “arreglárselas solos” adentro, pese a esta auspiciosa liberación del deber de asistencia, continúan destinando parte de sus magros presupuestos a la compra de alimentos y demás bienes para el detenido? Es en estos casos en los que, como afirma Bourdieu
(íbidem), puede observarse con claridad en qué medida la dominación simbólica, “los efectos y las condiciones de su eficacia están duramente inscritos en lo más íntimo de los cuerpos bajo forma de disposiciones.
Ángela parece alegrarse nuevamente para hablarme de cómo se habían conocido con Alcides. Le ofrezco un cigarrillo, en parte para seguir la entrevista afuera, en los corredores.
Ángela: no, yo no fumo, tampoco tomo…
Vanina: ay, pero cuánta gente sana…basta! [nos reímos]. Ahora no se puede fumar en ningún lado, me llegan a encontrar fumando acá…
Ángela: vienen y te matan [se rie muy divertida]. No, vos no te hagas drama, si viene alguien me lo das a mi y decís [imposta la voz acusatoria] “señor, ella es la culpable!” Bueno, te cuento: yo era de Los troncos y el era de Yapeyú. Yo no lo podía ni ver a él, no sabía ni cómo era la cara de él ni nada porque yo a el no lo miraba…
Vanina: pero cómo se conocieron entonces?
Ángela: en un cumpleaños de quince. Ahí lo empecé a mirar con otros ojos…estaba mas lindo, no como ahora, vos lo viste que está hecho pedazos [se rie]. El dijo una vez “yo tengo un don”,
“si, el don del chamuyo64” le dijo la sobrina…
Vanina: su sobrina, o sea tu amiga
Ángela: si. Bueno, estábamos en ese cumpleaños, los dos, era el cumple de una sobrina de el y me enamoré, no se, fue una locura que me agarró y de ahí en mas siempre lo quise ayudar…yo siempre lo quise ayudar a él…
Vanina: ya en esa época el andaba…
Ángela: [interrumpiendo mi pregunta] si, el ya andaba con gente que no tenía que andar…Gente grande, del barrio. No eran chicos. Nosotros nos llevamos cuatro años, pero el andaba con gente…con gente que andaba en cosas [le cuesta definirlo] por ejemplo, tenia gente que trabajaba las mujeres, que hacían la vida, pero el nunca me dijo nada a mi, nunca, nunca.
Yo, una vez, cuando vi que el andaba con un tipo… le pregunté “qué, eh?! Me vas a mandar a trabajar a mi también?!” [sonríe] y yo lloraba…y entonces el me dijo “vos estas loca, no porque yo me junte con el voy a hacer lo mismo, yo a vos te quiero, me dijo, cómo te voy a hacer eso?”. Nunca, nunca me insinuó nada, siempre me cuidó.
64 Chamuyo: es una palabra proveniente del lunfardo, nacido de la mezcla entre las lenguas de los inmigrantes y el español, es característico de Buenos Aires debido a que era la “ciudad-puerto”. En este caso significa utilizar muchas
En la explicación que Ángela se hacía del camino recorrido por su marido antes de llegar a la prisión, eran precisamente las situaciones que él vivía afuera del hogar, en especial el consumo de drogas y sus malas juntas las que habían determinado su encarcelamiento. De hecho, cada vez que hablaba del periodo en el cual el estuvo “perdido” por el consumo, su voz se vuelve casi inaudible: “¿cómo te tengo que traer los chicos, eh? ¿disfrazados de pastilla así les prestás atención?” esa fue la pregunta que ella le hizo una vez, cuando él estaba en la cárcel de Corrientes y que, según ella, marcó un punto de inflexión en cuanto a la tolerancia que había tenido para con el consumo de Alcides. Fue sorprendente escuchar de el la misma expresión como algo que lo había hecho reaccionar, en parte porque Ángela lloraba mientras le hacía esta pregunta, y además porque, según Alcides fue un momento en el cual imaginó a sus hijos con la forma de las pastillas.
Pero la situación de consumo de Alcides solo se agudizó una vez que quedó encarcelado y, de manera casi inmodificable, a partir de la detención en la cárcel de Corrientes.
Ángela: (…) hubo un tiempo en que el estuvo…bueno, que andaba en lo malo…Ahí estuvimos un tiempo separados, no es que nos peleamos para siempre pero yo me quedaba en la casa y él se iba…cuando el se metía en lo loco se iba…A mi me daba miedo. Por mi, por los chicos y por el…yo era una chica de mi casa [sonríe levemente mientras lo dice]. Las cosa que yo vi, de afuera digamos, fueron con él. Porque él me hizo ver mas allá, porque yo estaba en mi casa y veía las cosas de otra forma. Todo lindo, todo color de rosa. Cuando yo me junté con el, empecé a ver otras cosas…feas…gente que…El tenía gente que…se juntaba con una cantidad de gente, andaba en cosas, como te dije, que no tenía que andar…entonces ahí yo vi otras cosas…
Vanina: y vos le decías algo?
Ángela: y si, le decía que se porte bien, que el valía mucho, que podía hacer esto, que podía hacer aquello…pero el no podía ver nada de eso porque estaba en la droga, hasta las orejas!
Vanina: y vos nunca consumiste?
Ángela: no! [responde sorprendida] que voy a consumir yo!! Mirá lo que como [señala su panza como si estuviera gorda, nos reímos]. Ni loca, ni loca. No, yo nunca nada raro…nunca, mirá, te lo puedo jurar…
Vanina: si, si te creo. Entonces, se puede vivir al lado de alguien que consume y no consumir?
palabras sin un significado preciso o concreto para intentar convencer a alguien. En general, es la acción previa a la venta de algo cuando el que compra no está del todo convencido de la calidad/utilidad del producto.
Ángela: si. Es que el no era que se drogaba ahí delante mío o de los chicos en mi casa. Pero yo sabía que estaba dado vuelta…Mirá, hubo un tiempo que el, cuando se enloqueció, fue el 2000 o 2002, por ahí…se iba, se juntaba con…Mirá, te digo la verdad, hasta se había enamorado de una chica, estaba re loco [se ríe], el estaba re loco, no se qué le pasó! Ella era una vaca [gorda].
Yo en esa época estaba re-bebible [seguimos riendo]. No, vos no vas a creer, pero el así como lo ves, todo flacucho, tenía un levante el flaco..
Vanina: pero el que consumía?
Ángela: pastilla. Porro no porque no le gustaba creo…El no consumía en casa, era mas cuando salía. Pero yo veo los chicos que…ves? yo ahora comparo: el cuando se drogaba no molestaba, no se con qué se drogaba…pero yo ahora veo los pibes que se drogan y salen a matar, a hacer daño, se ponen locos, o se golpean o se matan…el no se, el no…Yo siempre lo quise ayudar demostrándole cuánto lo quería, que había otras cosas…
Vanina: y te llevaba el apunte?
Ángela: no, no me llevaba el apunte hasta que escarmentó…hasta que tuvo su escarmiento cuando cayó….
Vanina: adónde?
Ángela: en la cárcel…[su voz se ha vuelto tan oscura, habla tan lentamente que no parece la misma persona con la que había empezado a hablar] Corrientes lo terminó de dar vuelta…Y allá lo único que hacían era darle otras pastillas. Qué hacían? Le daban una pastilla, no le buscaban una solución…
Vanina: si, eso fue lo que me contó, que hubo un momento en que tomaba casi nueve pastillas por día…
Ángela: claro, le daban allá. A mi me decía “no se qué me dan, gordi, pero me mata”. Yo lo veía mal, todo demacrado. Imagináte que ahora que vos lo viste, ahora está gordo en comparación…
Alcides también se había referido a esos años como especialmente difíciles, tanto que fue allí que comenzó las huelgas de hambre con las que obtuvo solo promesas que permanecieron incumplidas y a las que siguió, con una determinación radical, la decisión de coserse la boca hasta obtener su traslado a alguna prisión cercana a dónde vivía su familia. Según parecía, la espectacularidad del procedimiento con que lo habían detenido, el seguimiento de la prensa y la exhibición de su detención como ejemplo de la eficiencia policial y judicial en la provincia, conspiraban contra la autorización del traslado. A lo que se sumaba, como argumento para negarlo, los años que había vivido en Buenos Aires como
profugo. Todo esto parece haber creado un contexto sumamente hostil a su traslado no obstante las
profugo. Todo esto parece haber creado un contexto sumamente hostil a su traslado no obstante las