III. LOS QUE QUEDAN AFUERA
3.2 La visita en el plano simbólico
3.2.7 Consideraciones finales
No obstante las continuidades inevitables y cada vez mas marcadas entre los barrios degradados de los cuales proviene la mayor parte de las personas detenidas y donde viven los familiares que participaron de esta investigación, y la configuración que la prisión adquiere en nuestras sociedades pos-neoliberales, el espacio cerrado que ésta representa continua denotando un “adentro” en el que los mecanismos elementales de la interacción se exacerban de forma tal que el cálculo y la capacidad de anticipación parecen adquirir un lugar central en las posibilidades de sobrevivencia al interior.
Las líneas de comunicación entre las trayectorias individuales antes del encierro y después resultan cada vez mas intensas, mas aún cuando en el contexto de las cárceles santafesinas, el clásico principio de la less elegibility (Rusche y Kirchheimer, 1939) pareciera invertirse inclinando la “elección” –si se piensa en los términos propuestos por los autores tedescos– o deriva –si adoptamos los tipos ideales propuestos por Chantraine (2004)–, a favor de una prisión que “ofrece” frente a la vida incierta en las calles, la indignidad cierta de una sobrevida al interior de las prisiones. Este dato que aparece naturalizado en el relato de varones detenidos y de sus familiares, se suma como variable fundamental al complejo análisis de las relaciones entre un adentro “garantizado” por el aparato represivo del Estado y un afuera que se degrada al mismo tiempo que se filtra en la construcción de las relaciones al interior.
En otro capítulo intento el ejercicio inverso de mirar a quiénes quedan afuera. Pero resulta necesario, antes, detenerse en los puntos de apoyo que ese afuera encuentra adentro, en las relaciones carcelarias, para filtrarse y desarrollarse. Como señalé antes, Chantraine (2004) reconoce a la visita como elemento que, con sus propias lógicas, se filtra en el carácter total de la institución. Lo que parece desprenderse del relato de Ángela y Alcides, Javier y Natalia o Mariano y Poli –que tomo aquí solo como representantes de las muchas voces similares– es la vigencia dominante de la norma
organizadora del afuera, esto es la norma-institución de la familia (Bourdieu xxxx), no solo recuperada sino enfatizada en tanto principio de diferenciación entre los detenidos y base a partir de la cual producir nuevas y mas rígidas diferenciaciones.
De acuerdo a esto, la mirada y el status consiguiente serán distintos si aquella proviene del grupo de tratamiento (o del personal en términos generales) o de los demás detenidos; y a partir de allí, intervienen otras muchas variables que desenvuelven una larga lista de nuevas diferenciaciones: si la persona no tenía familia “antes” de caer detenido –en cuyo caso, esa carencia suele operar como explicativo de la desviación– o si la familia lo “abandona” durante la condena –este “abandono”
admitirá, como veremos, una serie de matices y gradaciones y cumplirá un rol excluyente al momento de resolver sobre la liberación anticipada de esa persona78–, y si la persona en cuestión es un varón o una mujer detenida –respecto de la cual, el “abandono” se encuentra naturalizado en el discurso del personal penitenciario y de las mismas detenidas.
¿Cuáles son aquéllos puntos de apoyo que las dinámicas que tienen lugar afuera encuentran para filtrarse adentro? La norma-institución de la familia es el principio regulador por excelencia pero la posibilidad de resignificarlo en términos de una discreta autonomía dentro y, a la vez, el peso que esa posibilidad parece tener en la construcción de liderazgos al interior de las prisiones, plantea la notable vigencia de la institución familiar que resulta inevitablemente exhibida como concreta inserción del detenido en relaciones extra-carcelarias con virtualidad no solo afectiva sino también material en las relaciones carcelarias.
Cuando las relaciones familiares se encuentran tan fuertemente articuladas como en las parejas que se presentaron en esta sección, la reclusión parece agregarse a la escena familiar organizando de forma prioritaria la semana y los gastos que deberán hacerse incluyendo, forzosamente, al familiar detenido.
Luego, el margen de autonomía que los detenidos logran construir al interior de la prisión, invocando precisamente esos lazos, parece ser la otra cara de una situación familiar lo suficientemente afianzada antes y durante el encierro como para “actuar” en calidad de “territorio reservado” por el propio detenido frente a sus compañeros.
Se trata, entonces, de un difícil equilibrio entre la necesidad de compartir los bienes que la familia provee al detenido y así adquirir un lugar al interior de un “rancho”, construyendo en función de éste una posición de jerarquía en el pabellón o respecto de otros detenidos a quienes la falta de recursos coloca en posición subordinada, como se vio en la sección anterior y, por otro lado, la posibilidad, siempre limitada y condicionada por infinidad de variables, de “mostrar” esa familia y esas relaciones
78 De la influencia que el concepto “familia” adquiere en la evaluación que hace el grupo de tratamiento y el proceso de comunicación de este carácter a los familiares quienes lo adoptan también como criterio diferenciador, me ocuparé en el capítulo 5 “La familia útil”.
familiares como argumentos para excluirse de acciones que pueden ser perjudiciales para el mantenimiento de la conducta, o incluso para no compartir los bienes (o hacerlo en menor proporción) dado que debe compartirlos, por ejemplo con sus hijos el fin de semana. Ahora bien, no obstante la multiplicidad de variables que inciden, serán la fortaleza del vínculo familiar (observable en términos de frecuencia de la visita) y la pre-existencia de éste, los elementos facilitadores de una posición de relativa autonomía al interior de la prisión, sobre todo respecto de los compañeros de detención, como se ponía de manifiesto en los relatos de Javier, Alcides y Mariano. No es posible establecer la relevancia que esta autonomía tiene en la construcción de los liderazgos. Pero la relación entre ambos fenómenos existe, en la medida que implica –frente a los demás– la adecuación del detenido al deber-ser (a la familia en tanto norma) tal como éste se dispone para la sociedad de los “libres”.