IV. EL EQUILIBRIO INSTITUCIONAL: la importancia de las “carpas”
4.4 Las carpas como fuente de conflictos
4.4.2 Cuando el tipo de alojamiento impide la visita íntima: Ángela
Esta es la situación generalizada a la cual las personas entrevistadas no se refieren explícitamente, en principio porque se trata de realidades por todos conocidas y ese “todos” me incluía. Por este motivo, cuando Ángela o Natalia se refieren a las “íntimas en celda” o cuentan sus experiencias en las carpas, asumen que yo conozco las disposiciones internas que regulan el alojamiento de los detenidos.
Por otra parte, aún conociendo estas normativas, la literatura especializada pone de manifiesto el carácter esencialmente lábil de éstas (Chauvenet, 1998; Chantraine, 2006), su infinita variabilidad que no puede entenderse como mayor adaptabilidad sino como mayor margen de arbitrariedad en su aplicación, constituyendo de este modo una de las características principales de este dispositivo guerrero-defensivo que es la prisión. Así, en relación al alojamiento de los reclusos, la legislación argentina planteaba una progresion del detenido hacia espacios de mayor flexibilidad y apertura que debía acompañar, materialmente, el “avance” en el “régimen de progresividad” de ejecución de la pena. En la realidad de la cárcel de Las Flores, los lugares de alojamiento podían ser de tres clases:
mas o menos conflictivos, extra-muros (que es lo que se conoce como “el 7”), o de ingreso (donde el punto de conflictividad alcanza su grado máximo) pero el alojamiento en unos u otros dependía de factores dispares que resultan también desigualmente aplicados como el tiempo de reclusión, la conducta y los conflictos que de forma regular se desencadenan en diversas partes del penal y que obligan a realizar movimientos de detenidos. Así, las decisiones muchas veces son coyunturales, en
otras oportunidades son de tipo punitivo y solo en pocas situaciones el lugar de alojamiento es el que corresponde según la ley.
Luego, según el pabellón de que se trate, las personas allí alojadas pueden o no solicitar visita íntima. En los casos en que la pareja pretenda acceder a las visitas íntimas, estando él alojado en un pabellón que no la admite, puede resolverse su cambio de pabellón o, más frecuentemente, su traslado a otro pabellón durante el día de visita. Pero, no serán pocos aquéllos que no consigan ni una cosa ni otra y deban recurrir, por lo tanto, a las carpas.
En el caso de Alcides por ejemplo, su conducta -se encontraba en fase de confianza-, los años de detención y la casi total carencia de sanciones en su legajo, deberían haber encontrado reflejo en un alojamiento acorde con esos factores y donde pueda tener visita íntima con su esposa. Sin embargo, debido a la inquina que Alcides se había ganado a lo largo de años de protestas para obtener su traslado a Santa Fe, el servicio penitenciario lo mantenía en un pabellón de ingreso.
Ángela: …si no le buscás una solución…a él lo tienen que pasar a un pabellón mas tranquilo, el se lo merece… No es por nada, porque el 3 arriba es tranquilo, pero abajo están… y vos tenés que ir al patio a compartir los domingos con ellos…el no tiene drama con nadie, lo que pasa es que…
Vanina: pero ¿la planta alta y la planta baja tienen el mismo patio?¿pero las visitas son separadas, no?98
Ángela: si, tienen el mismo patio y la visita es toda junta. Y el me dice que no tiene problema con nadie, el no se mete con nadie, el hace su vida pero me dice “se agarran y si se agarran delante de mi hijo, qué hago yo?¿cómo lo saco a mi hijo?”, dice “encima que tienen que venir a este lugar, que terminen viendo eso…qué hago yo? Cómo lo saco a mi hijo?” El padre (Osvaldo) directamente se infarta ahí...
Precisamente cuando comencé con las entrevistas a los familiares, la administración penitenciaria había decidido acordar visitas íntimas también en los pabellones de ingreso. Para algunos de los detenidos entrevistados y para algunos de sus familiares, esta medida contribuía al bienestar de la cárcel ya que la interpretaban en términos utilitarios. De esta forma, el discurso de los detenidos y familiares se plegaba al que circulaba entre los agentes penitenciarios que interpretaban la actividad
98 Esta pregunta responde a la información obtenida durante la observación participante en la oficina correccional donde se hacía referencia a la necesidad de no mezclar las “poblaciones” de una y otra planta al momento de las actividades, dado que existían conflictos entre ellas.
sexual regular de los detenidos como un medio de canalización del malestar y, por lo mismo, de intensificación del control.
Vanina: hay mucha gente? Cuando vos vas, cuánta gente estimas que hay en el patio de la visita del 6?
Natalia: y bueno…, pero se divide el patio del 6 porque ahora hay mucha íntima que le dicen y la mayoría de las personas no baja al patio, muchas se quedan. Porque ahora la incrementaron al 2 y al 3 cuando son ingreso y tienen visita íntima así que es …pero está bien, porque así los tienen mas tranquilos…porque si no estaban muy alterados..
Vanina: antes el 2 y el 3 no tenían visita intima?
Natalia: claro. Y bueno, en el patio del 6 hay mucha gente porque es uno de los patios mas grandes de la cárcel.
Vanina: pero me decias que ahora no hay tanta porque mucha gente no baja al patio porque se queda en la íntima…
Natalia: claro, no mucha. Pero va cambiando porque ellos se dividen, quizás hay domingos que va la mujer y se van arriba a la íntima, otros domingos esperan a toda la familia, por eso cambia de domingo a domingo.
Entonces, recapitulando, existen dos líneas posibles que convergen en las carpas, una en que los detenidos se reservan un cierto margen de autonomía y la otra que está sujeta y determinada por las variables del alojamiento carcelario. En cualquiera de las dos situaciones y aún cuando muchas familias transcurran las tardes en esas carpas, éstas se encuentran directamente asociadas con la actividad sexual de las parejas. Y es en este punto en que la opinión de muchos varones (en particular los padres y hermanos de detenidos) coincide con la de miembros del cuerpo profesional, ya que unos y otros las interpretan en términos de un favorecimiento de la promiscuidad.
El lunes estuve hablando mucho con Tati y Fernanda: de los detenidos, de las situaciones de familias ultra extendidas, de cómo continuamente se borran y se agregan familiares…
Al otro día, con ambas, también surgió el tema que yo llamaría “promiscuidades” o bien la diferencia de miradas. Por un lado la familia convencional o tradicional que pensamos como familia-tipo y, por el otro, esta suerte de ingreso a la unidad de todas las personas que quieran venir y que el detenido “anote” como “visitas”. Me comentaba Tati, la asistente social, que antes no era así, antes era necesario acreditar el vínculo con las partidas de nacimiento, con los
DNI…después, a partir de la gestión de Rosúa99, la cosa cambia (cuando habló de la gestión de Rosúa le cambió la voz…como haciendo referencia a una suerte de discurso liberal que ella no compartía o al menos no compartía en su totalidad), es decir, se empieza a tomar en cuenta que en la población con la que trabajan en las cárceles, no se puede desconocer que los vínculos se crean, se deshacen, y que “la gente no tiene todos los papeles”, entonces era imposible acreditar los vínculos familiares.
Lo interesante es que, del mismo modo que no compartía del todo la actual amplitud con la que se maneja el tema en el servicio penitenciario -“viste que el detenido puede anotar a cualquiera, a cual-quie-ra, pone el nombre, el apellido, el parentesco y listo”, a lo que la terapista agregó “por ahí ves que la chica que primero era la amiga, después está anotada como pareja, después está anotada como hermana, después como prima…es una cosa…”– le parecía mal que los jueces ahora, tal vez como consecuencia de la reglamentación de la 24660, pidan el informe ambiental para otorgar la libertad condicional… “y para la asistida”, le acota la terapista, “no, para la asistida no” cierra contundente la asistente social mientras tiraba las cenizas del cenicero en el tachito de basura como para ir cerrando la conversación…“[…] es que es entendible –decía Tati mientras su cara desmentía sus palabras– por que para una condicional tenés que tener algo afuera, tenés que tener algo construido, alguna referencia…y si…”. Y antes ¿cómo era? le pregunto “no, antes el interno te decía un domicilio, fijaba un domicilio para la condicional y listo, no importaba si después no estaba ahí…” La referencia a un antes está siempre presente. Eso me hace pensar que, pese a que la cárcel parece sumida en un sopor anestésico, las regulaciones que la rigen suelen establecer ciertas modificaciones…en general como consecuencia de prácticas repetidas en el tiempo, que muestran su debilidad en una situación puntual y notoria. Diario etnográfico del 19 de marzo de 2012.
Aunque con variantes, tanto la asistente social como la terapista ocupacional coincidían en su crítica respecto al ingreso indiscriminado de las personas que los detenidos señalan como sus familiares sin que esto se vea, luego, respaldado por documentación que compruebe el vínculo que se alega. Esta postura crítica y restrictiva de los profesionales se daba la mano, curiosamente, con el manifiesto desagrado y las reservas de tipo moral que algunos familiares expresaban respecto de las carpas.
Tanto en el caso de las profesionales como en el de los familiares varones, la crítica tiene un objetivo claro: esa multitud indiferenciada, indocumentada o precariamente documentada, que tiene vínculos poco serios (o simplemente no los tiene) con la persona detenida a la que visitan y que no se oponen a mantener relaciones íntimas en las improvisadas carpas del patio. Para los padres de los detenidos esa muestra concreta de la promiscuidad en que vivían sus hijos, resultaba intolerable y para el personal parece ser un indicativo de la degradación en que el sistema penitenciario ha caído.
Ahora bien, las entrevistas con las mujeres ponía de manifiesto que la diferencia entre sus opiniones y las de los varones acerca de las carpas no puede entenderse en los términos planteados al inicio de
99 Rosúa Fernando fue un director del servicio penitenciario santafesino entre diciembre de 2003 y abril de 2006.
Adquirió notoriedad por su proyecto de democratización de las prisiones y la incorporación de una perspectiva que contemplaba los derechos humanos de las personas detenidas y de los trabajadores. Su gestión terminó luego de lo que se conoció como masacre de Coronda en la que murieron 13 personas (entre detenidos y agentes) por razones que no
esta sección, es decir, a través del binomio indiferencia femenina/desagrado y condena masculina.
Las valoraciones que unos y otros emiten se desprenden, en cambio, de la utilidad que éstas representan para muchas mujeres cuyas parejas se encuentran alojadas en pabellones a los que no se reconoce el derecho a la visita íntima pero también cuando la estructura cultural les impide aceptar la definición de “mujer de” que es la condición indispensable para acceder al procedimiento judicial que acuerde la visita íntima. Esta situación resulta inobservada por los padres de los detenidos y –de modo más notable dado que son quienes están a cargo de las tramitaciones– por los profesionales:
unos y otros reclaman el orden que en sus representaciones de la prisión excluye la promiscuidad que las carpas habilitan.
A partir de la diferenciación de Arendt entre sociedad de masa y dominio público, Chauvenet-Rostaing-Orlic (2008) sostienen que, debido a la clausura de sus muros, la prisión exacerba una de las características constitutivas de la sociedad de masas, esto es no tanto el numero de personas como la imposibilidad de reunirlas, ya sea ligándolas o separándolas. “Caer los unos sobre los otros es precisamente lo que da a la noción de promiscuidad en prisión su contenido, mas allá de la dimensión espacial que implica ordinariamente ese término, en la medida que no hay nada entre los hombres, nada que les sea común” (op.cit.: 27). La cárcel de Las Flores, a través de la imagen de las carpas parece condensar una de las mas fuertes paradojas de la prisión contemporánea, esto es la conjugación del aislamiento típico del dispositivo securitario que aísla los detenidos, unos de otros manteniendo la distancia entre ellos; con la promiscuidad característica, en cambio, de las sociedades de masa que agrupa numerosas personas en un mismo espacio pero sin vincularlas realmente entre sí: la vinculación, pero no la comunidad, proviene, en cambio, de la promiscuidad espacial, sonora y olfativa a la que la prisión constriñe, a quiénes allí están detenidos y a quiénes los visitan semanalmente.
4.5 Consideraciones finales
Pocas situaciones parecen demostrar con tanta claridad como las carpas, la existencia de lo que Rostaing (1996; 2008) denomina un “orden negociado” al interior de las prisiones.
están del todo claras pero que muchos interpretan como algo que se “orquestó” precisamente para decidir su renuncia a la dirección.
Los detenidos con sus propias frazadas y sábanas arman, cada fin de semana, sus carpas en los patios de los pabellones donde la visita íntima no se encuentra autorizada o cuando la pareja, por diversos motivos, no ha realizado el trámite judicial para obtener la autorización.
Ese cono bajo precariamente dispuesto bajo los árboles queda explícitamente fuera del registro visual de los guardias. Si bien, en las dos prisiones santafesinas estudiadas, el día de visita debe transcurrir por fuera de la mirada de los agentes penitenciarios, las carpas recogen ese código de relación elemental entre reclusos y personal penitenciario, y lo refuerza materializándolo en un obstáculo concreto a la incursión visiva. Es decir, observar o no la visita ya no dependerá de la voluntad del guardia de respetar el código histórico con los detenidos de no observar su visita, sino que directamente y aun queriendo violar ese código, no podrá ver porque todo transcurre detrás de las frazadas.
Ahora bien, lo que la investigación santafesina agrega es la construcción de un delicado y siempre revocable equilibrio de carácter institucional del que participan no solo los reclusos y el personal, como en la tipología de Rostaing, sino también sus familiares. ¿Cómo?¿Cómo se produce su
“colaboración” a este equilibrio y cómo también por ellos puede romperse aún cuando no sean partícipes “conscientes” de este delicado engranaje?
Es a través del silencio.
Si algo diferencia las visitas en las prisiones femeninas y en las masculinas es la costumbre de los familiares, en particular de los varones como se vio a lo largo de esta
Como se vio a lo largo de esta sección, si algo diferencia la visita de los varones y de las mujeres en las prisiones fundamentalmente masculinas –aunque las situaciones son similares en la prisión de mujeres – es la descripción del malestar y consecuente decisión de interrumpir la visita en el caso de los varones y el silencio solo interrumpido por el relato que hicieron en esta investigación, las mujeres que visitan a sus maridos, hijos o hermanos detenidos. Las mujeres no saben que el equilibrio institucional entre sus familiares y los agentes penitenciarios admite –aunque siempre con cortapisas– la mirada invasiva de la requisa a sus visitas como elemento insoslayable del ingreso en prisión pero obteniendo a cambio la libertad de movimiento en los patios de los pabellones, con sus visitas y la posibilidad de obstruir la mirada al instalarse dentro de las carpas, en ocasiones solo con sus esposas o compañeras, en otros casos con el resto de sus familiares. Aún ignorando esta suerte de negociación, son conscientes del conflicto que podría desencadenarse adentro del penal y las consecuentes sanciones que sus familiares podrían padecer, si ellas contaran a sus hijos, esposos o hermanos las vejaciones y humillaciones experimentadas en la requisa, el dolor que esto les causa y
que tan presente estuvo en las entrevistas en profundidad con cada una de ellas. “Yo estas cosas no se las llevo a el…” dice Natalia, luego también Ángela y María, Beatriz y Dora, y menos aún Irma y Mónica. Este silencio contribuye de manera central a la construcción de aquél equilibrio y pareciera explicar, también, la comprensión que algunos detenidos y detenidas manifiestan respecto de sus padres que no pueden soportar el ultraje de la requisa o el “paisaje” de las carpas: esta auto-exclusión del delicado engranaje que construye el equilibrio en que transcurren los fines de semana adopta, así, un carácter quasi preventivo. Si los padres o hermanos no pueden tolerar la situación de la requisa y, a diferencia de las mujeres, se lo comunican a sus familiares detenidos, éstos reaccionan –en general a través de medidas generalizadas de protesta, tales como huelgas de hambre o paro de actividades– dado que ven afectados uno de los compromisos para que el equilibrio institucional tenga lugar.
Todo esto, sin lugar a dudas, es una interpretación mas bien teórica del dispositivo de las visitas en la configuración que éste adquiere en las prisiones santafesinas. Las carpas, en cambio, como expresión del margen de negociación que conservan los reclusos y contraprestación de la mirada institucional sobre los cuerpos de los visitantes al momento del ingreso, constituyen el observable concreto e inmediato de ese equilibrio que, de otro modo, tendríamos solo como supuesto.
V. EL DESPLIEGUE DE LA LÓGICA PREMIAL (o la utilización de las lentes carcelarias)
He hablado ya de Natalia, de su carácter fuerte, de su voluntad de participar en la investigación, del valor que tanto ella como su marido detenido atribuían a la familia y, en especial, de lo cercanos que eran con sus hijas, de la insistencia con que pretendían continuar siendo padre y madre de ellas no obstante la larga condena de él y las difíciles situaciones que le toca a ella afrontar afuera estando sola, con dos hijas adolescentes y otra muy pequeña nacida durante la detención, una complicada situación económica y trabajos precarios que se suceden con cierta regularidad.
Aún tratándose de su primer contacto con el sistema penal, después de siete años de visita a la cárcel de Las Flores, Natalia había entendido y en cierta forma incorporado a su lenguaje cotidiano muchos de los contenidos y giros expresivos de producción carcelaria que se filtraban en el largo proceso de su conversión, también religiosa, iniciada al momento de la detención y que luego se transformara en un proceso no solo individual sino familiar, al que ella había adherido para sobreponerse al duro golpe de la reclusión de su marido. Durante los diversos encuentros con ella, la prisión de su marido parecía indisoluble de la vida familiar, del mismo modo que su fe religiosa filtraba y transformaba cada una de sus elecciones y concepciones acerca de la prisión, el sentido de la condena de su marido, el delito, la vida familiar e incluso, como señalara en el capítulo anterior, su propia interpretación de nuestra entrevista como una suerte de intervención “divina” que permitiera dar a conocer cómo vive el encarcelamiento la familia de un detenido.
Es en esta insistencia por visibilizar una realidad que ella entiende desconocida e ignorada por las autoridades penitenciarias y también por la “sociedad”, donde se pone de manifiesto la incorporación que Natalia había hecho de la organización premial característica de las prisiones
Es en esta insistencia por visibilizar una realidad que ella entiende desconocida e ignorada por las autoridades penitenciarias y también por la “sociedad”, donde se pone de manifiesto la incorporación que Natalia había hecho de la organización premial característica de las prisiones