III. LOS QUE QUEDAN AFUERA
3.2 La visita en el plano simbólico
3.2.3 Ángela
Me impresiona siempre lo mismo: el hecho de identificar instantáneamente a las personas que voy a entrevistar aun en medio de una veintena de personas como había hoy, a las seis de la tarde, en la entrada de la facultad. Y la distinción, como diría Bourdieu, no tiene que ver con la condición de “no estudiantes” o la edad distinta de los padres que vinieron a la entrevista y la de los estudiantes que estaban allí. Es “otra” la condición, algo no del todo asible… Me pasó con Ángela cuando vino a la facultad y estaba allí parada en medio de casi medio centenar de estudiantes y la distinguí inmediatamente, me sucedió hoy con esta pareja, me pasó la semana anterior con Irma y su nietita que solo bajaron del bus con otras personas. Es una suerte de pobreza que los envuelve.
Quizás mucho mas en el caso de Irma. En el caso de Ángela, en cambio, porque inconscientemente asocié su forma de vestir con la forma de vestir que tienen las mujeres que se dedican al servicio doméstico en Santa Fe: jeans y remeras ajustados, que se destacaba en el conjunto de estudiantes de abogacía entre las cuales resulta difícil encontrar una empleada doméstica [diario etnográfico del jueves 22 de marzo de 2012]
Creo que es la persona más jovial y entusiasta que entrevisté. De hecho, es objetivamente joven ya que tiene solo 32 años y las experiencias durísimas que ha vivido al lado de Alcides parecen no haber alterado su ánimo, su voluntad inquebrantable de agregar mas y mas casas para limpiar y así ganar un
57 Hacer sus cosas: expresión que se repite entre los familiares para referirse, indirecta e ingenuamente, a las transgresiones que cometía reiteradamente el familiar hoy encarcelado.
poco mas de dinero y una genuina intención de colaborar que la empujó a llamar y acordarme entrevistas con otras mujeres que había conocido a lo largo de los últimos ocho años de cárcel de su marido. También Alcides había estado en varias prisiones del centro-norte de Argentina. En Las Flores no solo era respetado por sus compañeros sino también por los empleados penitenciarios debido al improbable equilibrio que lograba mantener entre un carácter difícil –como el que todos le atribuían–
la gran facilidad para aprender todo tipo de oficios “útiles” en prisión y la obsesión declarada por su familia que lo había llevado a tomar medidas extremas para obtener los sucesivos acercamientos familiares.
Ángela no me habla de esos actos “heroicos” que distinguirían a su marido al interior de la población penitenciaria. Menciona, en cambio, los largos años de adicción de él a todo tipo de drogas después del primer encarcelamiento, la inutilidad de la cárcel que “los tiene ahí sin hacer nada todo el día…”, la buena relación con su marido cuando el estaba en libertad no obstante las pausas en las cuales “el se iba, le agarraba la locura y se iba”, cómo trataban de sostenerse alternativamente cuando alguno de ellos se deprimía y la devoción que Alcides tenía por su familia.
Después de terminar el secundario, Ángela tenía la expectativa puesta en continuar con algún tipo de carrera universitaria: su aspiración mayor, de la que hoy se ríe –en efecto, parece comentarlo a título de sueño imposible– era ser abogada. En cambio le parecía mucho más probable ingresar a la policía como, de hecho, había logrado su hermano. En realidad, buena parte de la familia de origen de Ángela trabaja dentro de las fuerzas de seguridad y a medida que la investigación avanzaba, este dato se volvió una constante en las familias de las personas detenidas. En efecto, en la familia de Ángela, dos de sus familiares trabajan como policías –un hermano y un tío– y otro tío suyo como agente del servicio penitenciario en la cárcel de Coronda.
Sin embargo, la vecindad con el trabajo de las fuerzas de seguridad a través del vínculo familiar, no opera “protegiendo” del mismo modo la institución policial –a la que considera corrupta, en especial por lo que le relata su hermano– y el servicio penitenciario del que no permite que se hable mal. El relato de Ángela pone de manifiesto en qué medida su opinión sobre la policía, elaborada a partir de lo que le confiesa su hermano, se nutre también del discurso de los medios de comunicación acerca de la corrupción policial. El ámbito penitenciario, en cambio, al transformarse en noticia solo frente a situaciones aberrantes o de gran envergadura –como motines– que hacen referencia a los conflictos en su interior y al numero de muertos por el sistema penitenciario, resulta apreciado positivamente por Ángela solo en función de la representación que su tío se hace de la institución para la que trabaja y del trato que recibe Alcides. Si bien, como me dice varias veces, lo determinante es que el servicio
penitenciario de esta provincia haya accedido, finalmente, a trasladar a Alcides a Las Flores, luego de interminables años de reclamos.
Ángela: aparte yo tengo, viste que te conté de las chicas esas [se refiere a las esposas de otros detenidos con quienes ella viajaba a visitar a Alcides en la prisión del Chaco] que me decían
‘por qué saludás a esas?’[a las empleadas] ‘¿y por qué no las voy a saludar si no me hicieron nada?’ les respondía yo… ‘ay, pero te tienen tu marido preso…’, ‘no, mi marido está acá por cosas que hizo’…Es que es verdad, Vanina, a veces escucho que le tiran toda la culpa a los del servicio penitenciario y qué culpa tienen ellos? Que culpa tienen? Yo siempre tengo buena relación ‘buen día, buenas tardes, cómo anda?’ y lo mismo cuando van los chicos [sus hijos], algunos incluso ya los conocen, van hace tantos años…a veces les hacen bromas con Unión58 y así…porque ellos son de Unión…y les dicen ‘ey, amigo, hola, de qué cuadro sos vos?’ y mi hijo le responde ‘de Colón’ ‘uy, le dice, yo soy de Unión’ y se ríen porque estaba muy cerca el clásico esa vez…
Precisamente hablando del servicio penitenciario santafesino y de las diferencias que ella advierte entre las prisiones de Santa Fe y las de otras provincias donde visitó a su marido, le comento que xxx, funcionario de rango en la dirección general del servicio penitenciario, se había jubilado el año pasado (me lo habían comentado otros familiares).
Ángela: (…) ¡no me digas que se jubiló! ¡Y yo que tenía que ir a agradecerle! Porque imagináte que yo, con una panza así [embarazada] me fui a hablar con el jefe. Yo no pensé que ese era xxx, yo dije ¿quién será este? Seguro que me mandó al secretario!
Vanina: pero adónde fuiste vos?
Ángela: a la Dirección general…
Vanina: ah, pero vos fuiste a todos lados para conseguir el traslado…!
Ángela: si, a todos lados. Llego, me da la mano así y se presenta, cuando me dijo su nombre yo me quería morir, no pensé que era el. “Mirá, dice, si no podemos traerlo porque no hay lugar acá, te lo vamos a traer por acercamiento familiar, vas a ver que te vamos a ayudar” [y agregó bajando la voz] y bueno, así fue, mi suegro también iba a pedir lo mismo y habló un par de veces con el… re bien nos atendió siempre, re bien.
58 Hacer bromas con Unión: expresión que significa “bromear sobre el hecho de pertenecer a Unión”, uno de los equipos de futboll mas grande de la ciudad, que al tiempo de la entrevisa estaba próximo al descenso.
Vanina: ah, si? [el tono de mi pregunta demostraba mi dificultad para aceptar un buen trato por parte de las autoridades]
Ángela: si, pero a toda la gente atendía bien xxx. Además mi tío me había dicho que era una persona muy buena…Si, o sea, yo amo el servicio penitenciario de Santa Fe. Mirá si me escuchan las chicas de allá, me matan…es que me acercaron al padre de mis hijos, viste, lo trajeron y además es un servicio mas humano que el de allá, el de Chaco, no sabés lo que es!
(…) además las chicas [las empleadas] de acá son de otro tipo…
Vanina: ¿en serio?! No todas tienen esa opinión…
Ángela: ¡cómo que no?! ¿Qué te dicen las chicas [adopta un tono especial para referirse a las demás mujeres que visitan a sus familiares detenidos]? Mirá que algunas son malas, muy malas…[se divierte]
Vanina: pero es raro escuchar tu defensa del servicio penitenciario…
Ángela: ¡vos no vas a decir nada porque me matan allá! [nos reímos]. Lo mismo cuando mi hermano me llevaba: era domingo y el me decía “dale que te llevo”. Estaba todo vestido de policía, “bueno, le dije, pero no me llevés hasta la puerta de la cárcel porque las otras, si me ven llegar con un policía… ‘yo a vos te amo [le dice a su hermano] pero ellas no lo entienden [riendo]’
Vanina: así que te dejó a un par de cuadras…?
Ángela: si, le digo ‘Gonzalito, por favor, bajáme acá si no querés que aquéllas me linchen!’[se imita a si misma riéndose]
Vanina: de todos modos, creo que hay muchos familiares que a su vez son parientes de policías, no?
Ángela: si, si, un montón! Hay una chica que tiene su padre que es policía, que va a visitar a su marido. El chico era súper trabajador, tenía un taller de motos, no se metía con nadie, había un tipo a la vuelta que le tenía bronca, no se por qué…se drogaba y todo. El muchacho se había comprado un auto espectacular, el adoraba ese auto –me contaba la chica– vino este loco, se lo agarró a palazos, le rompió el auto delante…dice que el muchacho entró en un estado de locura, entonces con el mismo palo con el que le rompió el auto, agarró y lo mató…ahora está preso…
Vanina: …pero no era policía?
Ángela: no, no. El papá de la chica es policía. Pero mirá vos cómo te lleva una situación, que vos sos tranquilo y otro venga a… Y la chica me decía que le costaba mucho estar acá…pero nadie sabe nada, nadie sabe que el suegro es policía…
Su opinión respecto de la policía, en cambio, desde que su hermano había ingresado, era mas deplorable ahora que antes: todas las sospechas que ya tenía, como simple habitante de una ciudad como Santa Fe saturada de hechos de corrupción policial, se vieron confirmados por los escuetos comentarios de su hermano que apenas un mes después de haber ingresado, ya quería pedir la baja
“porque no le gustaba lo que veía…”.
Según ella, era la policía que “liberando zonas” (es decir, despojándolas del control policial) no hacía mas que acumular ganancias con los porcentajes que exigía a traficantes, prostíbulos y bandas dedicadas al tráfico de personas.
Ángela: yo tengo mi hermano que entró hace poco a la policía…está todo podrido ahí adentro.
No sabés lo que roban…y al pibe que entra, como mi hermano…yo digo, pobre, lo que le espera! Porque el jefe de policía los manda a robar, están robando y para que ellos no roben, los comerciantes tienen que pagarles coimas…Si, es así, permiten prostíbulos, permiten que se lleven a las chicas de los barrios: esas chicas que vos ves que desaparecen, bueno, es porque están permitidos por la policía que les deja la zona liberada…
Vanina: y tu hermano entró ahí…
Ángela: si. Dice que adentro “ve cada cosas!” [adopta un tono como si fueran conocidas por todos las cosas que su hermano dice haber visto], por ejemplo, que los mandan a pedir a los negocios o les dicen ‘andá allá a buscar la comida…’, porque vos viste que los negocios les tienen que dar la comida…(…) y te tenés que callar porque puede mas la corrupción, ellos son los que mueven la droga, y la gente está con miedo…
Fueron meses en los que comentarios de este tipo, relativos a la policía, se hicieron frecuentes entre los sujetos de la investigación desde el relato de “simples” detenciones arbitrarias, hostigamientos policiales y “palizas” en comisarías hasta el relato de causas directamente “armadas” por la policía, como en el caso del matrimonio Suardi cuyo hijo había quedado preso después de una causa plagada de contradicciones e irregularidades. Los detenidos, en cambio, desde el primer momento se habían referido a sus cuerpos como destinatarios privilegiados de la violencia policial de una forma que revelaba la absoluta naturalización de estas prácticas y Alcides no había escapado a esa situación.
Alcides: es peor cuando a uno lo agarran, si me agarran con un arma seguro que me van a pegar pero una vez que uno pasó la paliza, ya está…. Cuando yo he caído me han desfigurado, pero
yo les había tirado a ellos, cuando me agarraron no iba a pretender que me den un diploma…me dejaron verde! Me han partido acá [señala la mitad de la frente] y acá también [señala las costillas] bueno…lo que yo había hecho estaba mal pero no me mataron no se por qué…
Vanina: entiendo, Alcides, vos decís que te la buscaste, pero no corresponde…
Alcides: claro, no, no corresponde. Pero acá mismo [en la cárcel] si uno les falta el respeto no tocás el piso59. Te llevan al calabozo en el aire, acá si te tienen que cagar a palo, te van a cagar bien a palo…
Como se advierte en las últimas palabras de Alcides, el servicio penitenciario de Las Flores no le dispensaba el buen trato que Ángela suponía. De hecho, parecía haber tenido conflictos sobre todo con la guardia armada que practicaba la requisa e incluso al final de la primer entrevista que tuvimos me preguntó si yo podía presentar una denuncia colectiva que firmarían todos los integrantes de su pabellón, ante la secretaría de Derechos humanos para reclamar por los “verdugueos”60 que venían padeciendo en los últimos meses.
Alcides: (…) yo con la guardia armada siempre discuto cuando me quieren hacer bajar la ropa o levantar… ‘¿por qué, qué me vas a hacer? Si vos no sos médico, vos no tenés autoridad para constatar una lesión ni nada…’. ¡Es que a veces te dejan en bolas! ¿Sabés lo que es cuando hace frío, que venimos congelados y nos dejan esperando ahí, nos dejan ahí todos desnudos?!
Y no es que van revisando de a uno, ‘cambiáte y pase’, no, no, nos hacen poner a todos desnudos y nos tienen media hora ahí, para verduguear…para eso están…y vos decís algo y perdés todo, ‘andáte para adentro’, te mandan para adentro y no salís mas a trabajar y el perjudicado soy yo. (…) Ahora estamos viendo si hacemos un escrito toda la gente que estamos arriba [planta alta del pabellón], que tenemos faz de confianza61 [se siente, de fondo, el sonido de las sierras del taller de carpintería cercano], pero a veces queremos y a veces no…es que estamos cansados. Lo que pasa es que ellos saben que si yo agarro una lapicera, yo a ellos los arruino, lo saben porque me conozco la 24660 [ley de ejecución penal] de memoria
59 No tocás el piso o bien vas en el aire: expresión con que los detenidos se refieren al traslado desde sus celdas hasta las celdas de castigo “a las patadas”.
60 Verduguear, es una palabra muy utilizada para referirse a las acciones de las agencias represivas del Estado –policía, servicio penitenciario– respecto de su “clientela”. Proviene de “verdugo” y se trataría, literalmente, de la acción que éste lleva adelante, es decir “verduguear”. Por extensión, el “verdugueo” es el maltrato.
61 Faz de confianza: dentro del tratamiento individualizador que prevé la ley de ejecución de la pena, el de la confianza es uno de los primeros períodos después del tiempo de “observación”. En la práctica, se traduce en el acceso a puestos de trabajo y pabellones de alojamiento más flexibles.
y se lo que me corresponde y lo que no, por eso las autoridades conmigo no buscan hablar porque no tienen respuesta para darme pero yo por ahí hablo hasta donde tengo que hablar y me callo porque no quiero salir perjudicado o que se la agarren con mi familia porque yo se que si yo les hago la guerra…
Quedaba claro que la perspectiva de Ángela respecto del servicio penitenciario no era compartida por su marido. En un matrimonio simbiótico como éste, señalar esta dicotomía no es un dato menor y responde, como pude entender mas adelante, a la selección que los detenidos hacen de lo que se cuenta y lo que se omite a los familiares, tratando de hacer prevalecer una idea de camaradería entre los detenidos –imagen que intenta darse especialmente a los padres, madres, suegros y hermanos–, de relativo bienestar en cuanto a las condiciones de vida sobre todo cuando el relato va dirigido a los hijos, y el ejercicio de una suerte de liderazgo en el pabellón –imagen que se intenta proyectar, en especial, frente a las esposas: lo que puede entenderse como tentativo para balancear la imagen de sujeción, en tanto dependencia ambulatoria respecto del personal de guardia (Chantraine, 2000).